Partida Rol por web

Viste como finalmente DH y John se marcharon rumbo a ver qué pasaba exactamente, sin embargo tú continuaste andando con una idea en mente: la misión.

Avanzaste durante 10-15 minutos más en solitario a través de la jungla. La noche te daba buena cobertura pero eras consciente de que era peligroso seguir en aquella isla. Te aferraste a tu arma por si aparecía alguna amenaza dispuesta a acabar con tu vida.

Sabías que el Centro de Visitantes no estaba demasiado lejos, quizás en menos de una hora de caminata ya podrías alcanzarlo pero... ¿qué sería de tus compañeros?

John, que trotaba tras DH expectante por ver que tipo de dinosaurio era el que gemia buscando ayuda, se detuvo en seco cuando vio del tipo que se trataba, mostró una abierta sonrisa en cuanto lo reconoció y se acercó al animal sin miedo.

- Es una Miragaia... no hay peligro DH, es una muchachita educada a la que le gustan las lechugas- se puso al lado de la dinosauria y le acarició el cuello con cierta ternura- ¿que te pasa preciosidad?- la miró con preocupación- estas sufriendo... ¿Cómo puedo ayudarte?- inspeccionó al animal, buscando su mal- no parece que estes herida... pero algo no va bien...

Finalmente John había acompañado a DH, estaba claro que su pasión por los dinosaurios superaba el sentido común que intentó imponer Anastasia. Tras un par de minutos llegaron al lugar del que procedían los gemidos. Y, efectivamente, no eran de un ser humano. Un dinosaurio de aspecto triste y débil yacía sobre la tierra. Sin embargo, no dejó de apuntar al animal con su arma hasta que Smith dijo que era herbívoro. "Miragaia, pues sí que tiene un nombre fácil".

-Menos mal... ¿Qué puede haberle ocurrido? -preguntó al tiempo que se acercaba para observar mejor la escena.

John estaba confuso, no entendía que podía pasarle a la dinosauria. Tendría que examinarla mejor, el problema es que no tenía los medios ni el equipo para hacerlo... entonces decidió utilizar un poco de lógica.

- Veamos... tu, mi querida gran lagartija... comes verde, te encanta el verde, es tu color- le dijo a la dinosauria- y es normal que lo sea si hasta te queda de muerte... y aquí en esta isla tan mona y taaan grande, hay verde para aburrir. Y claro cuanto más comes más ansia te da... lo que me lleva a una conclusión. ¿Y si en vez de lechugas frescas, te has zampado una seta mala? Oye que podría pasar- se disculpó por si la ofendía- que a mi a veces me cuesta diferenciar cosas y eso que soy listo... que no es que tu no lo seas- se volvió a disculpar- pero... dejémoslo en que lo mio es una larga historia y que te quiero ayudar- se puso a examinarle la boca- buf...- dijo abanicándose la nariz- tienes mal aliento- ¿Nauseas, mareos? a ver si es que vas a estar preñada...- se le ocurrió mientras se ponía a palparle la tripa... por probar.

Anastasia no se encontraba nada cómoda viajando en solitario ni dejando atrás a sus compañeros. Sin embargo tenía claras las razones por las que había aceptado la misión y los objetivos de esta. Y los llevaría a cabo en compañía o en solitario. No puede ser tan difícil conseguir la información, aunque tenga que llevarme todos los datos de este infernal parque.

La joven continua su camino hacia los edificios, con cuidado y atención pero sin detenerse.

Anastasia tomó precauciones al escuchar sonido a su espalda y decidió acelerar la marcha, fijándose en todo momento en la posibilidad de que algo la aceche desde la espalda. Los edificios no pueden estar lejos pero procuró estar atenta a su alrededor barajando la posibilidad de subir a un árbol si lo que sea se acerca demasiado...

El científico que había estado inmerso en estudiar a la criatura para tratar de sanarla, se quedó subitamente callado. Puso la oreja en el suelo hasta que se incorporó y se puso a agudizar el oido. Con el rostro preocupado se quedó mirando a un punto indeterminado.

- DH... algo se aproxima... ¿No lo escuchas? va lento... pero viene directo a nosotros.

La mercenaria no era tonta y sabía que la bestia, tal y como había predicho, se debía estar acercando al dinosaurio herido, al igual que sus compañeros. Ella los había avisado, les había advertido y tratado de que siguieran con la misión. No podía poner en peligro su vida y la propia misión por unos compañeros mal preparados o estúpidos. Debí obligar al científico a venir.

Con esos pensamientos en mente Anastasia siguió su camino sin mirar atrás, rumbo al centro de visitantes.