Partida Rol por web

La flecha de Joshua voló precisa, no lo suficiente, hacia su objetivo, golpeando un lateral de la cabeza de la criatura, cerca del ojo, donde gruesas placas óseas anidaban bajo la piel.   La saeta rebotó como si hubiese chocado contra una roca y cayó vibrando erráticamente en unos helechos cercanos.   La bestia siseó furiosa e intentó afianzar sus garras traseras en el borde rocoso para coger impulso....

La mujer entendía a las criaturas del bosque, incluso cuando esto podía ser un asunto delicado. Ella los percibía en sus carnes, incluso manifestar esa furia que ahora se veía reflejada en aquel réptil. Sólo que la intérprete sabía diferenciarse entre sus propias emociones y las de aquellas criaturas, así que en cuanto la cuerda cedió ella hizo fuerza con su pierna y sostuvo la cuerda con una mano mientras pudo notar que esa presencia tenía una sola dirección: Encontrarse con Kyora. 

Y no lo dudó, había sido entrenada por una de las mejores guerreras de Khytya y no podía amedrentarse ante esta situación porque era muy consciente de lo que debía hacer. Así que por ello, no dudó con la mano libre lanzar aquella arma filosa por los aires con la intención de dar en un punto débil. Quería lograrlo, sabía que era capaz y por ello mientras la lanza tenía una dirección que cortaba el viento en su andar, indicó a Joshua. 

—Sigue disparando, no te detengas. 

Quería apoyo, no podía sostener por mucho tiempo la soga, atacar la criatura y sobrevivir. 

Uren maldijo mientras colgaba de la cuerda. El plan no había funcionado y ahora Hayt y sus compañeros estaban en peligro. Subió lo más rápido que pudo para ver la situación. Intentaría, de ser posible y tener la criatura a tiro, atacarla por debajo, o desde atrás en caso de que no pudiera, sin desatar la cuerda. Su plan de escape seguía siendo quedar colgado del precipicio si las cosas se ponían mal.

Kyora se alzó por encima de la vegetación que la ocultaba y arrojó su lanza hacia el cuerpo expuesto de la criatura.  Con una velocidad y fuerza capaces de partir a un ciervo por la mitad, la lanza cruzó como un relámpago los escasos metros hasta clavarse en las costillas de la criatura. 

Pero el enorme reptil no era un ciervo.  Su piel era dura y correosa y sus huesos eran tan macizos y sólidos que bien podrían estar hechos de piedra.   La afilada punta de la lanza penetró dos palmos en su dura carne, haciendo que la criatura perdiese pie momentáneamente, pero lejos, aún muy lejos de acabar con ella.

Uren, ya asomado al precipicio y con el enorme reptil a tiro, intentó cortar desde abajo, una zona baja, en el vientre o la pata, donde tuviera menos protección, e intentó hacerlo de modo de que el dolor le provocase perder el pie en el precipicio. De ver la oportunidad, tiraría él mismo de su pata o cola para hacerlo caer, junto con él mismo.

El reptil cambia de objetivo, sus horribles ojos se fijan en la joven Kyora, que acaba de herirlo.  Y se dispone a lanzarse a por ella que, desarmada, parece a unos segundos de hacerse uno con la naturaleza. De forma definitiva.

Y es entonces cuando, ascendiendo rápidamente por la cuerda que lo mantiene colgando del abismo, Uren clava su puñal en una de las garras de apoyo de la criatura, que pierde uno de sus dedos.  Hayt ataca a su vez, intentando clavar sus colmillos en otra de las garras de la criatura, pero sin conseguir herirla.

La criatura se revuelve contra el feroz carroñero, pero solo consigue que la lanza del costado penetre unos centímetros más... Haciéndola rugir de miedo y rabia.  Comienza a recular pero no tiene donde ir, excepto cayendo hacia el abismo.

No tenía demasiada alternativa, así que Kyora rápidamente tras ver que la lanza aún la tenía sobre el lomo, no dudó en sacar la daga que se encontraba en su muslo para ofrecer otro tipo de ataque. Quizás deseando que surtiera efecto, pero lo tenía muy difícil, era ella prácticamente enfrentada a la bestia. No iba a poder con todo y anheló en su corazón que Joshua acierte en sus disparos. 

Uren aún seguía colgado con la bestia demasiado cercana, cualquier error podía ser fatal. Estar tan cerca de una criatura acorralada y herida podía resultar en prácticamente cualquier desenlace. Silvó a Hayt e hizo otros ruidos con su boca, incluido un "no!", para indicarle cautela, que no ataque. Esperaba que su compañero se mantuviera a una distancia segura, distrayendo la atención del reptil pero sin ponerse a tiro de sus ataques. Mientras tanto intentaría nuevamente la táctica anterior, buscar un punto blando en la superficie de su vientre. Detestaba matar cuando no hacía falta, y esperaba que no fuera ese el resultado en este caso, pero las posibilidades fatales de la situación eran demasiado altas.

Kyora se abalanzó hacia el reptil, que respondió lanzando su enorme garra con intenciones asesinas.  Pero la intérprete vio la intención de la ya renqueante criatura y, esquivando hábilmente su embestida, clavó su puñal repetidas veces en la pata, a la altura de la articulación.  Simultáneamente Uren volvía a ascender con agilidad casi sobrehumana y atacaba desde atrás y abajo, tan astuta y traicioneramente como lo haría una hiena. Su afilado y corto filo golpeó el abdomen, cuya piel era, sorprendentemente, tan dura como la que cubría su cabeza y cola, sin conseguir dañarla significativamente.

Joshua, por el contrario consiguió, ésta vez si, clavar su flecha en el ojo de la criatura, la cual rugió y frenó su retirada para intentar quitarse la dolorosa saeta del ojo.  Se retorcía intentando escapar, su astucia animal reducida a un manojo de instintos saturados de dolor.

No pasa mucho rato, apenas el sol ha dado un paso en el cielo, cuando dando gritos de saludo o advertencia, un grupo de guardabosques, media docena de ellos, asciende al trote la empinada cuesta hasta el mirador rocoso en el que os encontráis.

-Saludos - dice el más viejo de ellos, un hombre pequeño y fibroso, duro como las raíces de un gran árbol. 

-Lo hemos visto todo -exclama - desde allá lejos. Hemos venido tan rápido como pudimos - dice abiertamente. -Ha sido valiente, demasiado arriesgado. Típico de jóvenes. Tú - señala a Uren - Tocamos los tambores, sabíais que veníamos.  Podíais haber muerto todos, deberíais haber ganado tiempo.  

-Déjalos, Padre. - dice un joven, apenas pasada la adolescencia.  Una cicatriz surca su cara, desde el labio a la oreja. -¿No ves que tienen el destino de su lado? Los dioses deben haberlos mandado aquí. - mira con curiosidad a Joshua, se queda prendado de Kyora.  No hay muchas mujeres aquí afuera, fuera de la ciudad. -A conseguir eso del otro lado.   La estrella caída.

El anciano parece meditar las palabras de su hijo.  Los otroa guardan silencio y su gesto inicialmente cauto, casi hostil, se muestra ahora interesado en vosotros, en aquello que tengáis que decir de vosotros mismos.

Enfrentarse a una criatura de aquella magnitud era un fiel reflejo del poder de la naturaleza misma, bajo la influencia de un estímulo o una necesidad. Kyora sabía de ello, podía entenderlo y lamentó en demasía verse en la obligación de priorizar su propia vida ante el animal, que lleno de rabia y hambre solo necesitaba un poco de paz. Por esa razón es que se abalanzó salvaje sobre la criatura, intentó hacer cortes con su daga y agradeció que sus compañeros actuaron en el momento oportuno. 

Una vez terminó aquel enfrentamiento, la morena no dudó en acercarse al animal para quitar la lanza y de rodillas, acarició la cabeza del mismo que ahora era puro dolor, debido al enfrentamiento. 

—Lo siento mucho, de corazón—dijo en un susurro al reptil—. Perdón por esto... 

Y sin dudar, enterró la daga en la yugular con tal de quitar la vida de aquella criatura. No más sufrimiento, al menos quería regalar ese instante de piedad y cuando unas voces se escucharon desde la cercanía, la mujer desvío la mirada hacia ellos. 

—Lo siento. ¿Ustedes hirieron a la criatura?—preguntó al anciano y en cuanto cruzó la mirada con el joven, bajó la mirada un tanto avergonzada—. ¿La estrella caída?

No sabía a qué se refiere con ello y agregó:

—Soy Kyora, una intérprete. Encantada. 

No sé había presentado.  

Uren había ascendido nuevamente, y al ver el desenlace de la batalla respiró aliviado. Volteó cuando Kyora hizo lo que debía hacerse. Si no lo hubiese hecho ella habría tomado la responsabilidad. Comenzaba a limpiar su daga y a juntar sus posesiones cuando vio que se acercaban los guardabosques. Palmeó dos veces contra su muslo para llamar a Hayt, que cuando llegó se agachó a ver si estaba bien, y rascó detrás de sus orejas.

- Tienes razón -dijo al líder cuando se dirigió a él. Pero debí decidir en instantes, la bestia venía herida y furiosa, e iba a cazarnos, podríamos haber muerto igual de haber intentado hacer tiempo. Mi nombre es Uren.

Luego estuvo por agregar que, efectivamente, los dioses los habían enviado, pero pensó que la decisión de decirlo de alguna manera recaía en Kyora, así que no lo mencionó. Tampoco hizo referencias a la estrella caída ya que la pregunta la había hecho la intérprete. 

Conoces al viejo, aunque de oídas. Se hace llamar Chege, uno de los mejores rastreadores de todos.  Tiene fama de incansable.  Al resto no los conoces tampoco, la mayoría son más mayores que tú y residen en el límite Norte.  Tu en el éste

Y en cuestión de un momento se había terminado. Joshua se colgó el arco del hombro y suspiró por lo bajo, acercándose lentamente a los restos mortales de la criatura. Él también recuperó la flecha que había acertado en el ojo, aunque desde luego no fue algo agradable. La punta no estaría en el mejor estado, pero todavía podía aprovecharla. Finalmente, tuvieron la reunión.

—¿Cuándo vamos a hacer locuras, si no mientras todavía tenemos a la juventud de nuestro lado? —Sonrió despreocupadamente— Bien está lo que bien acaba, ya lo dice el dicho.

Sus ojos se detuvieron sobre el joven. Que los hubiera reconocido en su misión encendía su curiosidad, y no tenía suficientes pelos en la lengua como para no alzar la pregunta.

—Vaya, ¿cómo lo has sabido? —Alzó un poco las cejas. Parecía especialmente divertido por ver lo prendado que el chico se había quedado por Kyora, y de hecho, le dedicó una especie de sonrisa cómplice.

Finalmente, también le llegó el momento de presentarse. Como era inevitable, él lo hizo con una cierta teatralidad.

—Y mi nombre es Joshua —se presentó también, llevando una mano al pecho e inclinándose con gracia, cruzando una pierna detrás de la otra—. Arquero y sibarita prácticamente desde que nací, y elegido solo desde hace unos días. Parece que conocéis nuestro destino. ¿Estámos todavía muy lejos de él?