Partida Rol por web

Sonrío ante la petición del dragón, sabiendo de ante mano que estas pequeñas hadas les gustan los regalos.

Por lo que conozco, les gustan las cosas brillantes, los dulces o incluso el alcohol. Lamentablemente no tengo nada de eso.

Una lástima no haber traído una tarta de rábanos de Svetlana. Seguro que les gustaría

La mención a las ruinas llamó su atención de inmediato. Sin duda, al estar en el bosque, podían ser el templo que buscaban. Saber su localización ayudaría a poder ser ellos quienes llevaran la iniciativa, y si conocían algún camino secreto, o cualquier cosa, podrían pillar por sorpresa al sacerdote maldito. Sin duda podía ser una ventaja magnífica, una que no iba a desperdiciar. 

– ¿Qué sabéis de esas ruinas? ¿Son un templo acaso? Habladnos de... – se contuvo, callándose, con brusquedad. Por los gestos de sus compañeros, incluso de aquella pareja, supo que había sido muy agresivo y exigente en su tono, cosa que le solía pasar y que, en realidad, no daba buenos resultados nunca. Suspiró, y metió la mano en su bolsa de conjuros, rebuscando –. Lo siento... Esperad.

Mucho más calmado, o fingiéndolo, porque estaba ansioso por obtener respuestas, empezó a sacar cosas, mirarlas, y volver a meterlas. La mayoría eran cosas insignificantes que utilizaba en sus hechizos, al menos en los que conocía. Muchas de esas ni siquiera había tenido que comprarlas, sino que las había encontrado en las calles de la ciudad, las había cogido prestadas de las cocinas en el puesto o, simplemente, las había robado sin que a nadie le importaran. Al final, tras casi medio minuto, extendió la mano con varias cosas que, pese a no tener ningún valor económico, para él eran importantes. Su baza era que, como pedía Shallana, eran brillantes o dulces.

Eran un par de prismas minerales, uno de color blanco y otro de color rojo –los últimos que le quedaban para sus conjuros de leer magia–, una llave de bronce –que usaba para abrir cerraduras–, y medio bloque –el otro medio lo había guardado para poder usarlo– de mantequilla en buen estado. 

– Tomad... Es todo lo que os puedo ofrecer, ¿os vale? – dijo con sinceridad, aunque no era cierto, pues la verdad es que también tenía, aunque no había caído en la cuenta, como todos seguramente, brillantes monedas de oro que sin duda podrían gustarles. 

- Yo solo porto encima mi equipo y algo de dinero, quizás si nos decís qué tipo de cosas os gustan podemos buscarlas.

Rennor, a pesar de sentir afinidad con las criaturas de los bosques sabía que sus formas no eran delicadas y tan corteses como las de Shallana'ha así que preguntó sin rodeos intentando meter la pata ofreciendo artículos sin interés o que pudieran ofender a la "reina".

- Bueno, estoy segura de que podremos ofreceros algo que sea de vuestro agrado, ¿Verdad? - Responde Mara mostrando la mejor de sus sonrisas mientras deja que Shallana en este momento tome la iniciativa.

Ambas hadas miraron con deseo ese trozo de mineral rojizo y cristalino. -Ummmm... ese cristal nos gusta... si nos lo regaláis seremos vuestros amigos, y os contaremos lo que sabemos. El pequeño dragón feérico voló y tomo el cristal de las manos de Malak, tras lo cual se quedo en una rama mirando alrededor a través del cristal rojo.

Tyg miro a su compañero con ganas de acercarse a jugar con él, pero en cambio se acerco a Shallana´ha y apoyándose sobre su hombro, os miro a todos. -Bueno... respecto a las ruinas... es el Templo del Alce... un viejo templo de Erastil, aunque no hay mucho que ver y ademas es peligroso a causa de la cosa que lo protege... parece un oso, pero no se comporta como uno... y ademas su aura es muy extraña... 

La hada bajo hasta el suelo y fue haciendo un improvisado mapa en el suelo con un palo, mientras que veíais que señalaba el puesto de oleg, y tomando ese punto como referencia, os señalaba las zonas que os había mencionada la hada, el templo, las termas y el campamento bandido, ademas de todo ello, también señala otro punto no muy lejos de aquí.

-Con este ultimo punto tened cuidado si pasáis por hay... un cazador muy malvado empezó a poner trampas y no las marco ni nada, y cuando murió se quedaron allí abandonadas (Al decir aquello ultimo, el gesto del hada cambia durante apenas una fracción de segundo, y notais en ella cierto remordimiento, el cual apenas dura un instante).... -Las aguas termales son un buen sitio para relajarse, pero hace ya unos meses que no vamos, así que no se como estarán... La hada señala con el palo el campamento de los bandidos. -En cuanto a los bandidos, antes había mas, pero por alguna razón algunos desaparecieron cuando iban al puesto. La hada os mira. -Aunque supongo que eso fue cosa vuestra... Ahora solo quedan 8 bandidos liderados por una mujer que es ciertamente astuta y peligrosa... Hay dos pequeñas plataformas de vigilancia, con un bandido en cada una, el resto suelen permanecer en el fuego no muy lejos...

Con una sonrisa asiento a Malak cuando les hace entrega de ese cristal de color. A todas luces no tiene un valor económico, pero a estos pequeños seres eso poco les importa. Es más la curiosidad que el valor monetario.

Al ver que el hada comenzaba a dibujar un mapa, rápidamente incité a sacar el nuestro para marcar aquellas zonas que nos estaba indicando y que, a todas luces eran los lugares a los que queríamos ir en algún momento.

Sin duda el saber su ubicación exacta nos podría permitir resolver esas cuestiones antes de alejarnos más de la cuenta del puesto. Según estábamos anotando, cuando habló de las trampas, levanté la cabeza para mirar al resto quizás podamos resolver ese tema lo primero, no queda lejos de aquí comento apuntando con el dedo el lugar, cercano al puesto, donde se suponía que estaban las trampas.

Rennor arruga la frente en señal del enfado por las trampas indiscriminadas dejadas por el cazador, no culpaba a alguien que quisiera alimentarse de la Naturaleza pero si que intentara abarcar más de lo que necesitaba y dejara las trampas instaladas.

- Si, yo no sé desmontarlas pero seguro que se nos ocurre algo para que dejen de ser peligrosas.

Casi hasta se divirtió. Una sonrisa, sincera y agradable –dentro de lo posible en su caso– afloró a su rostro cuando el pequeño dragón se acercó a él para recoger el cristal. Sin miedo. Aquello era algo para lo que Mal'ak no estaba acostumbrado, y sentir como una criatura tan... Inocente, como lo era Perlivash, no salía huyendo de él, e incluso había dejado de mirarle con una mezcla de rencor y repulsión, fue un momento importante para él. Sintió incluso el salado sabor de una lágrima en los labios, y se apresuró a mirar hacia otro lado mientras los demás trataban con las mágicas criaturas.

Por su parte, miró hacia la espesura del bosque, observando con nuevos ojos aquél lugar, y después hacia el cielo, apenas desviando la mirada de vez en cuando hacia la rama en la que jugaba el ser feérico. Sus pensamientos, inconexos y carentes de cualquier sentido en realidad, volaban de un momento malo a otro de su vida, de su infancia y adolescencia, del odio que había despertado por ser como era, y no quien era, en todos, menos en su difunto maestro. Él había sido el único, y no sus padres ni los amigos que nunca había tenido, quién le había mirado y se había fijado en algo más allá de su apariencia, en algo más allá de su piel. Había sido el único que le había mantenido cuerdo, y también el único que había evitado que acabara con su vida; las escamas su cuerpo no dejaban entreverlo –incluso si se hubiera quitado las correas que solía llevar desde la muñeca hasta casi el hombro– pero decenas de cortes cubrían sus antebrazos siguiendo la estela de las uniones entre las membranas. Una de sus manos, la que antes había mantenido en la espada, acarició de forma inconsciente una de aquellas marcas, y suspiró al darse cuenta de ello.

Cuando giró de nuevo la cabeza hacia sus compañeros, el pequeño hada había terminado de dar explicaciones y ahora eran los demás quienes ofrecían sus puntos de vista. Sus labios se convirtieron en una fina línea que surcó su rostro y se elevó, de manera casi imperceptible, en una agradable curva hacia arriba. ¿Podía ser al final, tan lejos del hogar, dónde encontrara una familia? Había mucho que andar, mucho camino que recorrer para que eso pasara, pero habían empezado, pese a todo, con buen pié. Se sentía a gusto, cómodo y aceptado. Se sentía bien, y eso era mucho más de lo que podía haber jamás imaginado.

– A lo mejor en el puesto los soldados han traído a algún especialista en ello que puede desarmarlas – dijo no muy convencido, pero interviniendo al fin, queriendo participar también –. Si no, siempre podemos intentar buscarlas y marcarlas nosotros si, aunque no me hace gracia andar a ciegas por un campo de trampas. 

Teniendo estas nuevas informaciones en vuestro poder, tomasteis la decisión de regresar al puesto, y mirar si entre los habitantes del fuerte, pudiera haber algún zapador, que os pudiera ayudar con el tema de la zona con trampas. Las hadas os acompañaron un poco volando sobre vuestras cabezas, pero al llegar cerca del limite del bosque, ambas criaturas se detuvieron... -Bueno... ha sido divertido poder encontrarnos con vosotros... Y por supuesto, podéis pasar a vernos cuando queráis... Vivimos muy cerca de la zona donde nos encontramos, así que si queréis encontrarnos, podéis acudir allí..

Tras las palabras de la pequeña hada, estas se internaron en el bosque, mientras que vuestro grupo cabalgaba de vuelta al puesto, el cual abrió sus puertas ante vuestra llegada, viendo que tanto los soldados como los kobold estaban en su interior sentados en la mesa principal, mientras que estos primeros enseñaban a los kobold a jugar a los dados.

El paseo con los hadas fue un paseo agradable en el que me preocupé por aprender un poco más de la naturaleza que rodeaba al puesto, pues todavía teníamos mucho que investigar y cualquier información podría ser útil.

Así, cuando nos separamos, con un poco de pena me despedí de las simpáticas fatas, aunque consciente de que nos volveríamos a encontrar.

Una vez en el puesto, viendo que los kobold y humanos estaban juntos y conviviendo, sonreí ante la visión de aquellos seres jugando a los dados Parece que no era una idea tan descabellada intentar unir a los escamahollín y al puesto para sus relaciones comerciales.  comento a mis compañeros antes de unirme

Hola a todos. Veo que ya os habéis conocido y estáis entreteniéndoos. Eso está bien. sin detenerme demasiado, busco al capitán para ir a hablar con él.

Nos han informado de que algún hijo de puta ha estado poniendo trampas indiscriminadamente por la zona, y no sabíamos si entre los tuyos hubiera algún zapador que las pudiera quitar. Si no hay, no pasa nada, las señalizamos y haremos lo que podamos, pero siempre es mejor dejar a cada uno lo que mejor sabe hacer ¿no crees?

Mara sonríe y se despide de la hada cuando esta se aleja. Tras eso avanza con Shallana, esbozando una sonrisa al ver que la gente está jugando a los dados con los kobols. - Sin duda alguna. Me alegra ver que resolver las cosas sin violencia funciona. - Le responde a su compañera antes de esperar a ver si recibe alguna respuesta. 

Rennor vuelve a inclinarse ante "la Reina" cuando se despiden y continúa junto a los demás. Una vez en el puesto de Oleg no desensilla a Brisa en espera de ver cuál será su siguiente paso pero la conduce al establo.

Al llegar junto a sus compañeros y ver que los visitantes juegan con los guardias comenta en voz baja: Esperemos que no traten de engañar a los kobolds

Cuando preguntasteis por el capitán, uno de los soldados os señalo hacia una de las tiendas de campaña, y allí visteis a Kesten sentado en una silla, mientras veíais que escribía algún tipo de carta, al escucharos entrar, el hombre alzo la cabeza y escucho lo que teníais que decirle acerca de la zona con trampas. -Ummmm... El hombre se rasco la barbilla pensativo, mientras que depositaba la pluma en el tintero. -Tenemos el mismo problema que vosotros... Quizás pudiéramos ver las trampas, pero desarmarlas seria mas complicado... Pero creo que conozco a alguien que podría ayudarnos... Es un cazador de la zona, el cual suele traer las piezas de caza al puesto para comerciar... El soldado señaló un mapa de la zona explorada y miro a Shallana´ha. -Indícame por donde esta esa zona, y en cuanto llegue el cazador al puesto, le comentaré lo de las trampas, para ver si accede a ayudarnos a desmontarlas... Y quizás si estan en buen estado, podríamos tomarlas por si algun dia tenemos problemas mayores en el puesto

-Es una buena idea Kesten-dijo la semielfa- podrían servirnos de defensa en caso de que algún día alguien estuviese tan loco como para atacar el puesto-sonrió. Por lo menos enviarían a alguien a ayudar y no tendrian que estar ellos perdiendo el tiempo quitando trampas lo que sin duda le alegraba el día.

-Por cierto... dile a ese cazador... que si ve a un dragon asi-hizo un gesto con las manos indicando el tamaño de la criatura- mas o menos de este tamaño que no le dispare-advirtió.

Al contrario de lo que habría esperado en otra ocasión, muy lejos incluso de lo que había pensado un rato antes, el camino junto a la extraña y mágica pareja que formaban aquél hada y el dragón fue curioso e, incluso, agradable. Una vez no eran el objetivo de sus bromas podían ser amables compañeros de viaje, y sus jocosos comentarios, chascarrillos, continuas e inofensivas peleas, y demás, amenizaban el paseo que, de otro modo, podría haber sido mucho más silencioso y aburrido. Sintió incluso una punzada de decepción cuando se despidieron, aunque se mostró hosco y taciturno –como de costumbre– cuando les dijo adiós. A excepción de un "buena suerte", deseándoles en su fuero interno, con sinceridad, que no les pasara nada, evitó mostrar sus sentimientos más de lo necesario. No podía ablandarse tanto, o le tomarían a la ligera. ¿Un demonio preocupado por dos fatas? Se habría ganado una eternidad de chanzas en aquellas tierras, seguro, aunque en cierto modo creyó darse cuenta de que en su mirada habían visto sus emociones y de que posiblemente nadie diría nada sobre el tema. 

*****

Para cuando llegaron al puesto todo aquello ya había quedado atrás. De nuevo había sido un camino silencioso, con alguna que otra conversación distendida y superficial sobre temas varios, y más de una historia que la bella Mara se animó a contar para amenizar el trote de los caballos, pero quitando eso, no habían tenido problemas ni motivos de alarma, y así mismo él volvía a estar completamente aburrido de la naturaleza. Al atravesar las puertas, abiertas para ellos al verlos venir desde la distancia, ya estaba deseando volver a comer algo decente preparado por la más que magnífica Svetlana y dormir, esa noche, en su jergón. 

Sin embargo eso tendría que esperar, pues había otras cosas que hacer antes. Su primera parada fue el pequeño campamento montado por los soldados, dónde sorprendentemente encontraron también a los kobolds, jugando a los dados. Al verles, se alegró por ellos, pero también sintió una punzada de celos; él nunca había sido acogido tan bien por el común de la gente –raro le parecía incluso que le tolerasen allí–, y en cierto modo se preguntaba que sería, más allá de su aspecto, lo que propiciaba aquello. ¿Su actitud, tal vez? Tras las malas experiencias vividas siendo un niño se había retraído en sí mismo, levantando muros para no dejarse hacer daño y desarrollando una actitud cortante y pasota a la hora de relacionarse. Podía ser que eso, al contrario de la inocencia de los escamahollín, fuera el motivo por el que la gente se alejaba de él y le miraba con desprecio. Justamente porque él, con lo años, había llegado a hacer lo mismo a los otros. Era algo que se prometía, poco a poco, descubrir, y en medio de esa reflexión se dio cuenta de que habían avanzado hasta llegar al capitán de la guardia. 

Escuchó con interés la explicación de Shallana, asintió conforme con la respuesta acerca del cazador, y sonrió levemente, divertido, ante el comentario de Khastal sobre el dragoncito. Luego, sin embargo, en vez de dejar estar la situación, intervino con otra idea.

– Tal vez podríamos ir a buscar nosotros al cazador. Si supiéramos dónde vive, podríamos hablar con él, contarle acerca de las trampas, y ya de paso puede que tenga información valiosa de la zona, algo que nos pueda servir. ¿No? 

El soldado miro con cierta extrañeza a la elfa cuando esta dijo lo del dragón... -¿Un dragón?... Ummm... esta bien... Mientras que os hayáis asegurado de que no sea peligroso, no creo sea mayor problema... El soldado miro a Mal´ak y negó con la cabeza. -Es un nómada... Va de aquí para allá por toda la zona cazando piezas y intercambiando la carne y las pieles por objetos que le pide a Oleg... La mirada del hombre se posó en Khastal. -Es un elfo... o puede que un semi-elfo, ya que lleva barba, y no estoy demasiado seguro si los elfos tenían vello facial... Suele ser bastante misterioso y solo se queda lo justo para intercambiar lo necesario y luego marcharse... Desde que llegamos aquí solo ha venido una vez... Aunque por lo que me contó Oleg, suele venir una o dos veces al mes... El hombre se recostó sobre su silla y sonrió levemente... -Pero dado que vosotros sois los jefes de esta extraña expedición, tomaremos el camino que vosotros decidáis... El hombre desvió la vista hacia la mesa en la que jugaban los kobold... -Aunque si queréis mi consejo, yo intentaría acabar lo antes posible con la amenaza que supone el jefe de esos kobold... El verlos desplumar a mis hombres en los juegos, me ha dejado claro, que son criaturas mas listas de lo que la gente piensa, y aunque este grupo tenga buenas intenciones, si ese brujo nos lanza encima toda una tribu kobold, dudo que tengamos fuerza suficiente para repelerlos sin demasiadas bajas... El rostro del hombre se relajo con una pequeña sonrisa divertida y señaló el cartel de la recompensa del problema de los kobold. -Ademas también esta el tema de la recompensa... Restov tiene mucha esperanza puesta en esta misión... O mas bien misiones... Según los rumores el grupo encargado de la exploración de los Cerros Nomen ya ha iniciado la construcción de su nuevo asentamiento. El hombre lanzo un pequeño suspiro y miro el mapa. -Pero aquí tenemos el problema de los jodidos bandidos, por lo que iniciar cualquier tipo de colonia es demasiado arriesgado... 

Tenía que intentarlo, que no dijeran que no era proactivo y buscaba ayudar al grupo.

– Está bien, avisadnos entonces cuando llegue el cazador, si estamos por aquí. Si no, ya sabéis dónde está el lugar, es buena idea si logramos usar las trampas para la defensa de nuestro propio lugar – dijo al fin, asintiendo, antes de encogerse de hombros y girarse hacia sus compañeros, aunque sin dar la espalda al capitán –. Esta noche deberíamos descansar aquí y mañana, temprano, podríamos salir con los kobolds a encargarnos de ese asunto. 

– Cuanto antes tengamos ese trato con los escamahollín – continuó –, antes podremos hacernos cargo del resto de problemas. Esos bandidos no se van a ir solos, y aún tenemos que hacer algo con ese templo en el bosque – suspiró; el tema de un oso salvaje y, encima, inteligente, seguía sin gustarle –. ¿Os parece bien? 

No me gustaba dejar nuestras obligaciones en manos ajenas, pero parecia que arreglar el asunto de los Kobolds era algo prioritario, sería mejor que durante nuestra ausencia ese cazador, sea quien sea, se ocupara de las trampas, si no había sido el quien las había puesto.

Está bien, creo que tenéis razón y lo mejor será arreglar el asunto de los EscamaHollin y eliminar a ese maldito brujo.

Como bien ha dicho Malak, descansemos hoy y mañana por la mañana iremos a esa cueva suya. 

- Las trampas no se van a mover de donde están, asiente Rennor. Me parece bien ir primero a por el brujo pero deberíamos intentar que los kobolds nos contaran todo lo posible: cuántos son, un plano de su guarida, conjuros que lanza el briujo, guardias por la zona, trampas, ...