Partida Rol por web

Casi chocó con su amo, se le estaba haciendo una costumbre, la joven  estaba nerviosa y miraba hacia dentro del baño.

- aquella mujer la ha golpeado en la cabeza, le ha dado una feroz patada,  y le ha hecho mucho daño, dentro de su cabeza,  está mal, puede morir, aquella mujer la ha lastimado demasiado - exclama de nuevo - ayúdela por favor, morirá...

El grulla suspiró; supuso que al final la ronin y la Kakita habían tenido una pelea.

- Vamos, tenemos que encontrar a alguien que pueda atenderla cuanto antes. Quédate con ella; traeré ayuda enseguida.

Sin perder un instante, el Grulla se puso a buscar un guardia, un sirviente... Quien fuera que pudiera atender a la joven. Podría ocuparse él mismo, pero no tenía su equipo de primeros auxilios a mano y el tiempo que tardaba en recogerlo podía emplearlo mejor en buscar ayuda.

Como siempre, cuando más se necesita tardan en aparecer. Pero como Suzue sabe en la cocina siempre hay alguien y no tardan en encontrar a varias mujeres preparando la cena de celebración. Resulta sencillo apartarlas de ese deber y hacerles ayudar una vez les cuentan el problema.

Entre tres, entran al baño y cargan a Kakita Tomoe. Esta se encuentra inconsciente como Daidoji puede apreciar, sus cabellos desordenados y las mejillas pálidas… Deprisa la trasladan a su habitación. El proceso es discreto, salvo al final. Cuando interrumpen en la misma, encuentran a Kitsune-san meditando en su futon.

-¿Que?... Por el Jigoku!... +masculla y maldice la ruda shugenja cuando entran con su compañera de cuarto en andas, para depositarla en su lecho+ ¿Que sucedió Daidoji-san?

De inmediato se incorpora, aproximándose tensa, mientras abre y cierra los puños en desconcierto, como si no supiera si ayudar o actuar de otra manera.

- Una pelea en los baños de mujeres; le golpearon en la cabeza y la dejaron inconsciente -respondio sin titubeos- ¿Podeis ayudar con alguna plegaria, o algo que pueda mejorar su estado?

Hace un gesto negativo, pero de su bolsa se apresura a tomar un botiquin en tanto las sirvientas acomodan a Tomoe con cuidado. 

-La magia curativa no es lo mio, pero al menos puedo darle tratamiento. Lo mejor sera que llameis a Lanei-sama o Tonbo-san, no obstante. Ellos son mas versados que yo en el tema, y pueden tener algo que ayude en esta situacion.

Alza la vista, mientras va sacando los componentes y vendajes.

-¿Quien fue, Daidoji-san? +inquiere directamente.

- No estoy seguro; obviamente no estaba presente en la pelea. Mi sirvienta lo vio pero... -lo dejó ahí; sabía que el testimonio de una heimin no valdría de nada ante un asunto de samurais, aunque uno de ellos fuera un ronin.

Apenas dirige una mirada de soslayo a Suzue. Por supuesto que ella sabe tan bien como Daidoji-san, que esa palabra no valdrá nada. No si el atacante es un samurái.

-¿Pero que, Daidoji-san? +replica ásperamente+ ¿Quiénes más estaban allí?

El ceño de la Kitsune, nunca bello, se frunce aún mas mientras mentalmente descarta personas… uniendo las insinuaciones de Daidoji-san con las suposiciones de su propio intelecto. No cabe duda que le preocupa quien hizo esto a su compañera. 

- Del baño salieron la mujer ronin, y la Mirumoto, y desde luego no parecían muy dispuestas a ayudar. No había nadie más, aparte de mi sirvienta y Kakita-san.

El fruncido ceño de la Kitsune se despeja. Un quedo suspiro de resignación escapa por sus labios pálidos.

-La ronin o la Mirumoto eh... Apostaría que fue la primera. La pequeña no tiene lo necesario.

Alza la vista, buscando la mirada de Daidoji intensamente.

-¿Qué vais a hacer al respecto? ¿Lo dejaran pasar, o harán justicia con esa perra, para variar? Me refiero a vuestro maestro y el otro juez, el Escorpión. 

La joven se encogió de hombros, siempre estaba detrás de su amo, había visto todo, realmente todo, pero confiarlo así como así, era exponer su cabeza a la espada, miraba a su amo, quizás podría contarle lo ocurrido, pero era más importante tratar a la joven.

- mis... mis señores - pudo intervenir con un hilo de voz - Kakita-sama... tiene... sangre en sus ojos... el golpe que recibió fue... bestial... yo... - sus ojos se humedecieron, asustada aún por la bestialidad que había presenciado -  yo... me... arrodillé  pedir clemencia... impedir que le diera otro golpe...- otra vez miró  su amo, clamaban por justicia, pero lo que correspondíae era atenderla  - iré por Lanei-sama o Tonbo-sama, Katita-sama, - corre hacia la salida de la habitación y mira una vez más a la joven mal herida, si se salvaba, esperaba que quedara  bien. Soltó un suspiro y salió en busca de alguno de los dos samurais.

- Me temo que dadas las circunstancias, solo podrá haber justicia si se recupera y da su propio testimonio... Yo puedo dar testimonio de lo ocurrido, pero dado que no lo vi en persona no creo que mi palabra bastase. Aunque tratándose de una ronin quizás...

Y tampoco confiaba en que su sensei pudiese ofrecer justicia alguna. Confiaba más en el Escorpión, que en Chomei.

Lanei o Tonbo? La verdad es que con el segundo no habías tenido trato. Pero la figura del gran monje era más fácil de distinguir. Simplemente cruzando el patio veías el emblema de Shinsei, donde se encontraba la habitación de los sacerdotes.

La puerta de la habitación esta abierta, y dentro puede apreciarse tanto al gran hombre como sus discípulos, rezando un mantra que no te suena de nada. 

Suzue abandona la estancia para ir por ayuda, dejándote a solas con la Kitsune.

Esta mira la cabeza de Tomoe y niega con un gesto serio.

-Es improbable que eso suceda pronto, Daidoji-san. El golpe no la ha matado por casualidad... Pero puede tener consecuencias muy serias en su mente. No soy experta en eso, me temo, asi que no dire mas. Hare lo que este a mi alcance para intentar salvar su vida cuando menos...

Tras esto comienza a trabajar en la pasta, que aplicara luego sobre una venda a usar en Tomoe.

El momento no era el mejor para interrumpir, pero la vida de una persona corría peligro, además, ya se había arriesgado, y quizás estaba tentando a la suerte, y ya había salido librada de varias. Suzue avanzó como una ratita, moviéndose despacio, hasta que su figura quedó en la puerta,  y avanzó un poco más, presionando los pies contra el piso, lo suficiente como para ser escuchada, pero al estar sin sus zapatos, y ella siendo tan menuda, no era mucha la resistencia que ofrecía, así que carraspeo un poco, eso anunciaría su presencia.

- mi...mi señor... ha... ocurrido una... desgracia - no podía decir que era un accidente, no lo era - ne... necesitamos de su ayuda... Kakita-sama... está muy grave - habló con temor, no había sido llamada, pero no había momento para recatos.

Ninguna respuesta inmediata ni preocupada. Poco a poco, Lanei entreabre los ojos, y va distendiéndose, saliendo de trance. Sus discípulos continúan en él ejercicio, con buena disciplina. No son ellos los convocados.

Cuando se para es como una montaña irguiéndose sobre ti. El gran monje mide casi 2 metros y notas que apenas llegas al pecho del mismo cuando avanza sobre ti, pero sus pasos son suaves y agiles, no pesados, lo que disminuye el impacto de su presencia. Una pizca al menos.

-Llévame con ella, pequeña.-indica con voz lenta y severa. No pide nada más, ninguna explicación ni detalle. No después de los lúgubres servicios que ha tenido que prestar en estos tristes días......

Esos minutos de silencio en que el hombre tardó en responder, le pusieron los pelos de punta, pensando que la reprendería por haberlos interrumpido, y más cuando aquel  enorme hombre se puso delante de ella, pero sus palabras la tranquilizaron.

- si mi señor - apenas dijo antes de apurar el paso, dándole la espalda y corriendo hacia donde habían dejado a la joven Kakita, rogando que no sea demasiado tarde.

La puerta se abrió y aparecería Suzue, aún pálida, pero detrás de ella, un  gran hombre, Lanei-sama, la joven lo había localizado y traído para atender a la joven Kakita.