Partida Rol por web

Aunque faltaban algunos de los amigos de Jackson Elías, cinco de los invitados al fatídico baile de máscaras volvían a reunirse una vez más en Wayne Manor. El inspector Hicks había accedido a regañadientes a cerrar el caso hasta la aparición de nuevas pruebas, pues no parecía haber rastro del misterioso asesino tras el disfraz de ardilla, ni de su presunto cómplice.

Aleister Barrows, distinguido abogado "de los que ya no quedan" —tal y como solía decir Bruce Wayne— había logrado reunir a todos los presentes. Un grupo algo variopinto pero con dos cosas en común. Un ilusionista, un sacerdote, un médico, un escritor y la viuda: Jenny Barnes, la cual había sido nombrada como albacea. Todos reunidos para la lectura del testamento.

Sin embargo, aún faltaba un invitado, el mismísimo Jackson Elías, que tampoco había podido acudir al baile y que gozaba de una coartada perfecta —o eso había dicho la policía—.

Barrows se aclaró la garganta mientras repasaba con la mirada a cada uno de los presentes.

—Parece que nos falta uno. ¿Alguno sabe dónde se encuentra el señor Elías? Si tarda mucho más, me temo que tendremos que empezar sin él.

No le veo desde hace una semana, es raro que no se haya puesto en contacto conmigo, el señor Elías y algunas personas más de un círculo distinguido y selecto nos reuníamos varias veces por semana, sobre todo para charlar y para intercambiar diversos... conocimientos. La ausencia injustificada de Jackson Elías la dejaba verdaderamente intranquila.

El doctor estaba a la expectativa. Hacia ya, semanas que no veia al señor Elias y no terminaba de entender que caray hacia él en la lectura del testamento. 

Evidentemente, estos iban a volver a encontrarse una vez más, por lo que el Padre Nathaniel Rixton se había preparado para el momento adecuado, llevando consigo no solo la colecta para que pudieran depositar sus donaciones ahí, sino que además los planos (hechos por el mismo) de la "Nueva iglesia".

-Mientras esperamos podemos hablar sobre las donaciones para la Nueva iglesia... -Comentó extendiendo los planos encima de la mesa mostrando, en efecto, unos detalles increíbles de cómo este la quería- Y este soy yo... -dijo señalando al dibujo de una persona feliz- Y este de aquí es el Protestante que irá al infierno de cabeza por protestón. -Dijo señalando al dibujo de una persona triste.

 David Shepley resopló cuando el padre Rixton mostró el dibujo. Seguía sin entender esa actitud que a ratos parecía tan infantil. 

 “Supongo que le traerá rédito” pensó. 

 Esperaba que aquella reunión terminase pronto. Él tampoco entendía del todo que hacía allí, y tenía claro que no podía esperar ninguna sorpresa agradable en la que el millonario fallecido le dejara alguna propina. 

 Sí le preocupaba un poco la ausencia de Elías. Estaba intrigado por su falta a la tan señalada fiesta de los Wayne, y este retraso le daba mala espina. 

—Dado que las instrucciones son relativamente precisas —anunció el abogado mirando su reloj de bolsillo—, estimo oportuno empezar la lectura. Si son tan amables de tomar asiento.

Tras echar un último vistazo a sus papeles e ignorando las excentricidades del padre Rixton, Aleister Barrows leyó el testamento en voz alta. Una vez hubo terminado, dejó la copia manuscrita para que todos pudiesen leer el la última voluntad de Bruce H. Wayne de su puño y letra:

[Pulsad en la imagen para verla a tamaño completo].

Al Doctor no pudo evitar mostrar su sopresa ante tal noticia, no esoperaba recivir una herencia a su edad.

No sabia por que habia que ir en pos del señor Elias, pero si era el deseo del señor Waine, pues que así fuera.

- Bien señores y señora, creo que llegado a este punto, solo nos quedará encontrarnos con nuestro buen amigo Elias y ver que es ese dosier Rojo, con el sello familiar. Y por fin todo habrá terminado.

Dirigiendose al joven escritor:

- Bien señor Nowak, parece ser que finalmente, su suerte está empezando a cambiar. Que le parece si vamos en pos del señor Elias y terminamos con esto?

Al resto:

- Alguien mas quiere acompañarnos?

Y se dirigió a la salida.

El Nathaniel Rixton escuchó con atención aquellas últimas voluntades, o al menos las penúltimas voluntades pues al parecer aún había otra carta más y cuando llegó a su parte, este se ilusionó bastante. Tanto dinero para él, no solo podía construir un campanario más grande sino además podía hacerlo TODO más grande.

-¡Cuando Dios cierra una puerta, te da un montón de pasta!. -Exclamó alegre, para luego comentar por lo bajo- Luego miraré cómo crear una Obra de Caridad... "Campanarios para los Curas", tiene un buen nombre... quizás "Tocando a Dios" o... "El largo brazo del Cristianismo"...

Por su parte estaba interesado en oír la segunda parte de las voluntades, o las últimas-últimas voluntades. Quizás hubiera más cosas en las que rascar algo de dinero.

David no daba crédito a lo que acababa de pasar. Sin razón aparente Wayne le donaba una auténtica fortuna, ¡sería rico! Por fin, la oportunidad de salir de esa vida cutre que proporcionaba a su familia se le presentaba al alcance de la mano. David lo tenía claro, no importaba que es lo que le pidiera Bruce Wayne en su última voluntad: estaba decidido a cumplirlo. Aquella era una ocasión única en la vida, no podía dejarla pasar.

- Por supuesto señor Forsyth. Les acompaño. 

Se levantó precipitadamente y siguió al doctor. 

Jenny se levantó, aquello era una sorpresa sin duda, pero la verdad es que no era ningún contratiempo para ella, lo que habían surgido eran más dudas sobre aquellos tipos que, de repente y sin esperarlo, eran ricos sin hacer nada para merecerlo. Según las palabras del abogado y lo que dejó escrito Bruce, a ella se le encargaba el papel de albacea, así que le tocaba asegurarse de que aquellos que estaban con ella hicieran lo que su marido fallecido les hubiera encargado.

- Bueno, vamos. Dijo mientras se levantaba ansiosa, casi parecía deseosa de poder acabar aquel extraño capítulo que se le presentaba delante del velo negro.

Buster no daba crédito a lo que acababa de escuchar y tuvo que leer varias veces el testamento para cerciorarse. ¡Si ni siquiera conocía al señor Wayne de nada! Buscó con la mirada al doctor, que estaba tan estupefacto como él.

—Y-Ya lo creo, doctor. Es la primera vez que veo tanto dinero junto sobre un papel, santo cielo. S-sí, vayamos a ver a Elias. A mí también me sorprende que no haya dado señales de vida desde hace tanto tiempo.

Aquel insólito grupo de personas, unidos por un aún más insólito testamento, se dirigieron al apartamento de Jackson Elías cerca del campus. No era demasiado lujoso, pero al joven investigador le gustaba decorarlo con todo tipo de objetos extraños que había obtenido en sus muchas expediciones con Bruce.

El portero del edificio se sorprendió un poco, dado que a aquellas horas de la mañana las visitas no solían llegar de cinco en cinco, pero les permitió pasar en cuanto se identificaron. Se tomaba en serio su trabajo, pero no le pagaban tanto como para ser exhaustivo ni severo.

—¿El señor Elias? Sí, está en su piso. No salió desde ayer por la tarde.

Sin embargo, cuando llegaron a la puerta, el 3ºH, estaba cerrado a cal y canto, y tampoco respondía nadie.

El dinero siempre venía bien, de hecho pensaba no solo hacerlo enorme sino tenerlo iluminado 24/7 los 365 días del año, y el año bisiesto también el día extra. Así que más valía que este hombre abriera pronto la puerta que con tan solo una parte no podía hacer demasiado.

-Al que madruga Dios le ayuda. -Dijo el Padre Rixton golpeando la puerta con sus nudillos- Así que apúrese.

Silencio. Del otro lado de la puerta solo se oía el tráfico del exterior, como si alguien hubiese dejado una ventana abierta.

Era evidente que algo estaba pasando allá, al otro lado de la puerta, por lo que el Padre Nathaniel Rixton hizo lo que un hombre de Dios haría, es decir, dar un paso hacia atrás, y esperar a que alguien se hiciera cargo del problema terrenal, pues los problemas espirituales eran más que suficientes para él.

-Bueno, pues que alguien haga lo suyo. -Incitó al resto de los presentes a actuar- Recordad, si no entramos ahí dentro no habrá dinero... y los protestantes habrán ganado...

 Cuando desde dentro del apartamento no llegó señal alguna de que les fueran a abrir la puerta, David se preocupó ligeramente. Si Jackson no había acudido a su cita con el abogado y tampoco estaba en su casa debía ser que algo importante le había pasado. Algún problema o contratiempo que hubiera tenido que solucionar con urgencia, o algo parecido. Tampoco tendría mayor trascendencia salvo la pérdida de tiempo, pues tendrían que volver más tarde o buscarle en otra parte. 

 Pero cuando captaron el ruido de la ventana abierta en el interior, un mal presentimiento se apoderó del ilusionista. Había que entrar y asegurarse de que todo era normal. 

 Al principio David se limitó a pensar que el padre Rixton pretendía que fuera alguno de ellos el que bajara a llamar al portero para abrir el apartamento. Pero cuando reparó en que este había dado un paso atrás separándose de la puerta y vio la sensación de urgencia dibujada en la cara del resto de los presentes, entendió que había que actuar sin dilación. 

 Sin pensárselo dos veces David dio un par de pasos atrás para coger impulso y se lanzó contra la puerta. 

Por desgracia, pese a las intenciones nada amables de David para con la puerta, ésta apenas tembló. No era un edificio de lujo, pero estaba claro que las puertas de los apartamentos eran sólidas.

—S-será mejor que nos demos prisa o alertaremos a todos los vecinos —advirtió Buster—. ¿Necesita ayuda?

Jenny miro la puerta, luego la cerradura, sacó dos objetos alargados e intentó forzar la puerta con la lima de uñas y el pasador de plata.

- Voilá, abierta.

Ante aquellos fracasos sucesivos, Nathaniel Rixton estuvo tentado de indicarle a alguien que mirara bajo la alfombra por si ahí hubiera una llave de repuesto oculta o incluso indicarle al estirado (y agarrado) de David Shepley de ejercer algo más de fuerza en sus hombros para abrir la puerta. Pero al parecer Jenny Barnes era toda una caja de sorpresas.

-Más vale maña que fuerza, -indicó tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse- gran trabajo, querida.