Partida Rol por web

Los infantes del escuadrón Fox salieron al frio exterior de la base de la compañía en el territorio designado como la zona A. Tras haber hablado corto tiempo con el capitán Dorgotiev y que este les haya señalado que el capitán Tsumina y el resto de las tropas habrían de estar con ellos en cosa de horas, el grupo de infantes se dirigió hacia los dormitorios que les habían designado momentos atrás.

Al llegar allí se encontraron con el lugar prácticamente vació, eran de los primeros en regresar. Allí dentro solo había cinco hombres, todos miembros del escuadrón Heat. Estos eran el sargento Robert Stone, y los soldados veteranos Kallor Bell y Peter Dragostone, y los novatos Jake Cooper y Katsuro Hikawa. Al parecer estos eran los únicos sobrevivientes del grupo de doce hombres que se fueron tambien en una misión especial.

Bell fue el primero en divisar al sargento mayor Focker y por ello de inmediato se levanto y saludo de la forma adecuada. Aunque esto era claramente mas por la alegría de ver su llegada que por un mero formalismo. Ahora, tras las sangrientas batallas, los hermanos comenzaban a reunirse.

La recién ascendida sargento entró en los dormitorios junto a los demás con un largo suspiro de cansancio. Una vez allí, pudo ver que no eran los primeros en haber regresado: el escuadrón Heat estaba también allí... al menos, lo que quedaba de él. Porque Sonia podía entender que alguno faltara pero, ¿tantos? Eso sólo podía significar que habían tenido una alta cantidad de bajas. "Pues sí que hemos tenido suerte, al final... Y eso que seguramente el Alto Mando no daba un duro por nosotros." Pensó.

- Un día asquerosamente duro, ¿eh, chicos? - les dijo a modo de saludo, sin muchas ganas de sonreír.

Buscó un dormitorio en que pudiera dejar las armas y tratar de quitarse la armadura. De pronto todo el equipo la pesaba un quintal, aunque se imaginaba que no era tanto por el peso real, sino por otras cosas... Pesos en el alma.

"Tendré que hablar luego con el sargento Focker..." Se dijo con un suspiro. "Siempre me ha dado buenos consejos... Podría intentar hablar con Sonny, pero..." Apretó los dientes, sintiendo una punzada en el pecho que intentó ignorar. "Ojalá supiera qué le pasa..."

El artillero Burnette con medio rostro vendado, entró en el barracón y observó con consternación los restos del Escuadrón HEAT. La misión de su propio escuadrón había sido complicada, pero no dudaba que ellos se habían visto sumidos en un infierno. Los miró con la mandíbula apretada conteniendo cualquier gesto que pudiera delatar sus sentimientos. El propio capitán se había comportado como si no fueran más que números y sólo los resultados fueran importantes. 

Con lentitud, se dejó caer en un rincón y empezó a quitarse la armadura de combate. Había tenido bastante sangre por aquel día.

El explorador pasó rápidamente la mirada sobre la Heat, o, más bien, lo que quedaba de ella.

"Os han jodido bien, ¿eh?" pensó, mientras se desplazaba casi arrastrando los pies para sentarse en algún lugar. No podía evitar pensar en cuanto tardaría el equipo médico en venir a verle. Cuanto antes, mejor, la cabeza le dolía una barbaridad. En cierto modo, pensándolo bien, era gracioso. Acabó la última misión con los loqueros, y ahora iban a volver a verle, si no ellos, sus amigos cercanos. 

-Putos bichos...-dijo por lo bajo, antes de escupir a un lado. 

Allí estaban. Sus compañeros de la Heat. Y si ellos han sufrido bajas, los de la Heat han acabado aniquilados, casi. Quizá los bichos se hayan llevado a sus miembros, pero el espíritu de la Heat aun pervive y seguramente pervivirá para el resto de sus días... siempre y cuando quede un miembro en pie.

Es lo mismo para ellos. Da igual cuantos caigan, siempre pervivirá el espíritu de la Fox si solo uno queda en pie. Y está claro que los dos escuadrones han visto y vivido cosas horribles de las que no podrán hablar nunca. Eso solo le hace pensar que si hubiesen ido más rápido, si ella no se hubiese demorado tanto con la plantación de las cargas, si Sonny no hubiese estado tan disperso desde que comenzó la misión... todos esos "y si" podrían haber influenciado en todas las perdidas que han tenido todos.

No habrían caído tantos. No habrían muerto tantos buenos compañeros. Eso siempre le quedará. Busca un lugar libre y comienza a desprenderse de esa puta armadura. 

Todos mis soldados se retiran de la presencia del Capitán Dorgotiev pero yo me quedo ahí parado un momento hasta que todos han salido. Cuando ya estoy solo con el oficial, le hablo:

 - "Señor, con su permiso, quisiera darle un mensaje a la familia de uno de mis soldados caídos. Recuerdo que Wimger dijo que tenía una esposa y una hija. Intenté sacar al hombre a pesar de sus heridas pero no lo consiguió por el frío. Quisiera que ellas reciban alguna compensación pues Wimger fue un buen soldado y antes de eso un buen Sargento. Dispondría de mi sueldo para ello si es posible, Señor."

Le prometí al hombre moribundo de que me aseguraría de que su familia estaría bien aunque su respuesta no me dijo nada inteligible. Una promesa es una promesa.

Después de la reunión con el Capitán Dorgotiev, recorrimos el campamento hasta llegar finalmente a los barracones, donde veo a los restos del Escuadrón Heat. Saludo a los presentes y hago que descansen de su posición. Luego de eso le hablo a los presentes:

 - "Es bueno verlos acá. Muchos han caído en esta operación y cada uno de los que aún viven es una gran alegría. Debemos sentirnos dichosos de seguir vivos y honrar a los fallecidos pues sus vidas se dieron por el bien de la humanidad. No han caído en vano, no han habido muertes inútiles, todos han sido sacrificios por el honor y la paz y jamás serán olvidados. Mientras haya un humano con vida en algún lugar de la galaxia, nuestros mártires vivirán por siempre."

Hoy cayó el Sargento del Escuadrón Fox, además de buenos hombres con diversas historias. Nadie merece morir pero su caída no tiene que ser visto como una tragedia sino como el último acto de nobleza y entrega de un soldado en honor a su causa. Cada uno de quienes murieron lo hizo luchando y su valía hasta el último momento no se olvidará nunca mientras haya alguien que siga viviendo gracias a ellos.

Hightower seguía pensando en Mkoll cuando entraron en la tienda donde estaba el escuadrón Heat. No podía creer que no se hubieran llevado al infante directamente a la enfermería a hacerle un chequeo completo. Aquel pobre ya había sufrido suficiente con los bichos en el fuerte para que ahora el puto bicho se hubiera puesto a trastear con su cabeza. Los putos mandos nunca se preocupaban de los infantes una vez habian logrado su misión. Al poco de entrar y escuchar  a sus compañeros hablar, el artillero levantó la mirada del suelo y contempló al otro escuadrón. - Joder si que les han dado bien - Eso les habría pasado a ellos si no hubieran tenido tan buenos Sargentos al mando pero aún así iban a tener que volver a reconstruir la Heat desde cero.

Vio como cansados muchos de la unidad comenzaban a quitarse la armadura. Él esperó a que su sargento mayor terminara de dar su discurso para hablarlo. - Sargento Mayor, cree que debemos quitarnos la armadura o esperamos a ver si es necesaria nuestra participación más adelante? tal vez unidades de rescate necesiten infantes pesados para ayudar en la evacuación de escuadras comprometidas. - No quería tener que salir de nuevo a luchar, pero sabía que con un poco de ayuda en las lanzaderas de rescate se podían rescatar muchos infantes que darían las gracias por ello. No podía dejar de considerar que si fuera su unidad la que estaba en peligro, otros infantes aunque estubieran cansados no hicieran un último esfuerzo para ayudar a sacarlos de allí. Se mantuvo de pie hasta esperar órdenes del sargento.

Estaba tumbado en el catre, mirando al techo, reviviendo lo vivido en los tuneles, recordando lo que había hecho, preguntándome que podría haber cambiado para mejorar las cosas… todo ello a pesar de mis vanos intentos de no pensar en nada, cuando entraron los miembros de la FOX. Visiblemente cansados, con heridas y otras muchas señales de lo que debían haber enfrentado, pero a pesar de ello, vivos. No todos, pero si bastantes.

Y que lo digas- pensé mientras me incorporaba al escuchar a la Cabo Ramirez.

Amen a eso- murmuré casi inconscientemente ante las palabras de Mkoll. Malditos bichos y maldito planeta, pero al menos parecía que ya había acabado. De momento, al menos -Si señor- respondí con un saludo a las palabras de Sargento Mayor… aunque era evidente por el tono de mi voz que parte de mi tenía sus dudas sobre si las muertes habían servido para algo o no…  

En una silla de ruedas que se accionaba por un pequeño mando sujeto a la única mano que tenía útil, Flaggerty, con bastante retraso con respecto a los demás, apareció por ahí.

Le habían tenido todo el tiempo aislado, como si tuviera la peste, hasta que los médicos se aseguraron de que iba saliendo de la anestesia para, entonces, traer a algún alto mando que le dijo toda esa mierda sobre alto secreto y bla bla.

Así que no puedo contar batallitas, joder, joder, joder, iba pensando de camino al área de descanso.

Pero las drogas todavía le tenían bastante de subidón, bastante mareado, y se sentía alegre de estar vivo. Y su silla tenía un montón de monitores que hacían bip y piii, y tenían lucecillas (por el momento todas verdes o amarillas, gracias). Así que se dedicó a probar la maniobrabilidad del aparato, tras saludar:

Perdonen que no me levante...

Dio un par de vueltas al circuito antes de fijarse en la cara de cansancio y pesadumbre de todo el mundo.

Bueno, bueno, bueno, no pongan las caras tan largas. Estamos vivos, ¿no? Tomen una copa por mi, que yo lo tengo prohibido. Nuestros compañeros que se han ido no querrían vernos por los suelos, maldición. Hagamos un brindis. Si hasta he llegado a desear ahí abajo probar de nuevo la mugre que sale de la máquina del café. ¡Y se ha cumplido!

Se lo pensó un momento, mirando la máquina diabólica antes de añadir.

Hay una lección moral en todo esto: "ten cuidado con lo que deseas, pues podría cumplirse".

Una vez pude hablar con el Sargento Mayor me encuentro mucho más tranquilo y puedo dedicarme a mi vocación. Veo que Mkoll ya ha tomado asiento y me dirijo a él. Comienzo con la revisión de rutina, retinas, reflejos y ritmo cardíaco.

- ¿Que puede decirme del daño que sufrió? ¿Cómo describiría la sensación de dolor? 

El explorador echó un vistazo alrededor, antes de mirar largamente al médico.

-No sé... Supongo que como si el puñetero cerebro me estallara y se me saliera por ojos, nariz y boca-respondió, antes de escupir de nuevo-no sé que más quieres saber. 

-Olvide lo de su sueldo Sargento, demasiado tramite. No obstante nade le impide ir usted mismo y darles su paga en la mano. Pero no se preocupe, ustedes son héroes y los caídos serán compensados como tales. Yo mismo me encargaré de ellos, aunque hace bien en indicármelo, habla bien de usted. Usted es el superior inmediato más cercano a sus hombres, escriba una carta para sus familiares en referencia a cada uno. La adjuntaremos a la notificación de fallecimiento. Si no tiene nada mas que agregar, lo invito a retirarse, no estamos en tiempos de paz-.

A su llegada, la zona A seguía siendo un caos tal como lo fuera la noche anterior. Tras todo el ajetreo que habían vivido en aquella mañana nadie se había percatado que ya pasaban de las 10 de la mañana, por lo que para aquel entonces la batalla había durado mas de 12 horas continuas.

Las fuerzas de la federación hiendo de un lado a otro, seguían trabajando en el montaje de edificios y en llevar suministros de un lado a otro. Desde los cielos se podía ver que aun llegaban más lanzaderas, probablemente con tropas frescas y más suministros. A la par, había muchos vehículos del tipo Gecko medico llegando a la zona, y casi con seguridad solo transportaban a heridos muy graves o a oficiales, por lo que el número de fallecidos y heridos habría de ser inimaginable.

El vehiculo que les transportaba los dejó cerca de una zona de edificios, el conductor les informó que allí le habían indicado que los dejaran. Al parecer, se encontraban en los cuarteles de las fuerzas de Sirius, de entre las cuales, la brigada de infantería móvil era comandada por el coronel Wellington, donde en su mayoría las fuerzas estaban compuestas por reclutas en formación e infantería ligera.

Justo llegando a la zona de edificios asignados para las fuerzas de Sirius se encontraba el cuartel general, donde el capitán Dorgotiev ya les esperaba. Este excusándose por no poder recibirles como merecían, se limitó a informales que sus compañeros que habían sido llevados a parte se encontraban ahora siendo atendidos por el cuerpo de médicos  y que pronto estarán con ellos. A la par, agradeciéndoles por sus servicios les dijo que debían de c considerarse héroes por sus logros. Y sin más les despidió sin permitirles pregunta alguna, pero si indicándoles donde se encontraban sus aposentos, donde al parecer los escuadrones Heat y Fox ya les esperaban.

Repentinamente, tras un lapso de mas de dos horas, mientras los infantes de los escuadrones Fox y Heat, ya liberados de sus pesadas y maltrechas armaduras descansaban, los infantes de los escuadrones Eco y Gatling hicieron aparición en el edificio de dormitorios. Su apariencia era igual que la que habrían presenciado los infantes del escuadrón Heat al ver llegar a los infantes del escuadrón Fox, mal heridos, con compañeros ausentes con una expresión de cansancio muy marcada.

Así resumiendo, el escuadrón Heat contaba solo con 5 infantes, pues de los otros tres sobrevivientes, dos estaban recibiendo atención médica y otro mas se encontraba siendo atendido por especialistas. Respecto al escuadrón Fox, contaba con 10 sobrevivientes incluyendo al sargento mayor del pelotón; de entre ellos solo el cabo estaba ausente siendo atendidos por los médicos. El escuadrón Eco contaba con 7 infantes aun, de entre los cuales su artillero también se encontraba en la enfermería.  Finalmente, del escuadrón Gatling, regresaban con vida un total de 9 infantes de entre los cuales también tenían a uno internado en la enfermería.

De entre la línea de mando de los escuadrones, todos los antiguos sargentos habían muerto. El novato Gallaguer del escuadrón Gatling había sido remplazado en combate para luego fallecer en el mismo y dejarle el puesto al sargento Frost. La veterana sargento Odonell del escuadrón Eco había sido reemplazada por el ahora sargento Miller. En el escuadrón Fox, el también veterano sargento Evans ya no se encontraba y había sido substituido por la sargento Ramírez. Finalmente en el escuadrón Heat, el sargento Corbec había caído también heredándole el mando al sargento Stone.

Ahora, tras ya mas de 12 horas de que todo iniciase, las fuerzas del pelotón se volvían a reunir para celebrar y honrar a los caídos y saborear el agridulce sabor de la gloria que acarreaba aquella amarga victoria.

¿Héroe?

Él no se consideraba un heroe. Para aquella altura de misión, daba gracias que podía considerarse a si mismo un ser humano, y no un nombre más en la lista de desaparecidos o fallecidos. Se contentaba con ser él quien pudiera llamar a su familia, y no Frost para informarles que lo único que recibirían por parte de Stukov serían unas placas recién impresas para que tuvieran algo que enterrar.

Y a pesar del frío, el Zapador llevaba el casco debajo del brazo y la Morita en la mano. Ahora mismo lo único que necesitaba era una silla donde dejarse caer y más cigarrillos con los que llenar sus pulmones de humo. Caminaba no solo cansado, también con un regusto amargo en el paladar, culpa de la visión de los campos llenos de cadáveres, culpa del recuerdo de los compañeros caidos y lo que era peor de todo: la sensación de impotencia, de haber hecho todo lo posible y aun así saber que había tantos que no volverían a casa.

Al menos, podía consolarse con la egoista pensamiento de que no sería él quien tendría que mirar a los ojos de padres, hermanos, mujeres, maridos e hijos y decirles que jamás volverían a ver al joven que marchó a defender la Federación. No, Stukov no pudo evitar agachar la cabeza arrepintiendose de la punzada de alegría que sentía al saber que podría volver a casa, mientras que otros no podrían.

Al entrar al edificio, la bocanada de aire frío que corría por Galdonia y que congelaba hasta las ganas de vivir desapareció, y de repente, al zapadorl e dio una sensación de calor y agobio poco usuales. Allí apenas había conocido a nadie, durante la fiesta ya suficientes problemas había tenido para conocer a su unidad... y aun así había echado unas manos con algunos de los chicos de la Heat.

Intentó localizar con la vista a Stone y Cooper, saludarles. Alegrarse de ver alguna cara conocida más.

Tras mucho traqueteo y visiones dantescas que trataba de olvidar cuanto antes, el recién ascendido Cabo White intentaba seguir el ritmo de los demás. Inconscientemente trataba de retrasar el momento de volver a la base, al calor, a las bebidas alcoholicas y al barullo y desenfreno que se producía, lógicamente, tras una misión como ésta. Sabía que tras eso, vendría otra misión igual o peor...y no le apetecía nada volverse a lanzar contra los bichos, porque quizás la siguiente fuera la última vez.

Arrastrando los pies, siguió de cerca a su compañero Rodriguez, pues tenían cosas pendientes y se sentía en la obligación moral de ayudarle a conseguir algo de bebida para levantarle la moral al resto.

Las palabras del Capitán le resbalaron. Habían hecho lo que tenían que hacer, lo que les habían mandado, y punto. Ojalá los de "inteligencia" hubieran hecho mejor sus deberes y no hubieran errado tanto en el cálculo de las tropas que se les echaban encima....o los de intendencia no hubieran sido tan rácanos con las municiones. Recordaba haber leído sobre guerras antiguas, donde mandaban a los soldados por parejas, uno con el fusíl y el otro con 5 balas...contra el enemigo. El primero que caía, podía usar el arma. Horrible. Casi se sentía como aquellos pobres desgraciados. Casi.

Al entrar en el edificio con los dormitorios, Ethan se quitó el casco y se permitió respirar hondo. Estaba cansado y quería quitarse la armadura, ducharse y fumarse el puro que había conseguido traer de vuelta, el puro que el Sargento Focker les había entregado a él y a "Billy" para celebrar la siguiente victoria, el regresar con vida a casa y fumarlo por los caídos.

Se acercó a la muchacha y le enseñó el puro...."V....Voy a d...ducharme...cuando vvv...vuelva, nos los fff...ffumamos. En su honor...y en el n...nnn...nuestro."

No tenía ganas de cháchara en ése momento, así que con esa escueta explicación, se retiró hacia el cuarto, para despojarse de la armadura e ir a las duchas a lavarse y cambiarse, antes de ir a por bebidas con Rodriguez y volver a la zona principal, donde estaban todos.

Veo que detrás llegan los soldados de los escuadrones ECO y GATLING. Estos llegan con varias pérdidas que se notan en la ausencia de sus efectivos y en el semblante de sus rostros. No hay mucho más que decir, todos hemos sufrido pérdidas y todos tenemos caídos que lamentar.

Les saludo al entrar en la habitación:

 - "Bienvenidos, Soldados. Es un placer verles de vuelta."

Noto la casualidad de que ninguno de los que salieron hacia la misión como Sargentos han vuelto con vida. Una mueva se pone en mi rostro de pena al recordar a tantos caídos, de ahora y de mi pasado en la IM. He sobrevivido a tantos hermanos que y aún es duro ver como valientes luchadores pierden la vida en una guerra que muchos no terminan de entender.

"Al final no te vuelves el más veterano por tu antigüedad sino porque todo el resto ha muerto."

Me saco el equipo para poder darme una ducha. Siento el dolor de las grandes heridas que recibí pero que no son capaces de abatirme. Mis costillas perforadas y de seguro que más de una rota, los rasguños e incluso quemaduras, todo eso dejará cicatrices que se mezclarán con el mar de marcas que ya inundan mi cuerpo. Entro bajo el agua y permito que esta limpie mi cuerpo y mi mente. Hay demasiada sangre seca en ambas.

Al menos el capitán Dorgotiev los había recibido, eso significaba en la mente de Frost que Los Guardianes de Sirius tenían en cuenta sus esfuerzos, logros y pérdidas. Fuese lo que fuese que el resto de las fuerzas armadas, los políticos y administrativos o los civiles considerasen sobre su trabajo, la infantería pesada era su hogar. La infantería pesada, sus cuarteles y su gente formaban su gran familia; allí era donde podría ir a descansar, aprender, encontrar disciplina, afecto y amigos.
El diálogo fue breve y sin oportunidades de intercambio, pero le permitió saber que podría descansar con el corazón más liviano.

Ya había terminado el cigarro ofrecido Stukov tiempo atrás, y se había visto forzado a comenzar con su propio atado. Sentía la necesidad de seguir fumando, ya no estaba obligado a abstenerse y quería disfrutar de esa hábito completamente.

Cuando se acercó a los dormitorios, encontró lo que esperaba, lo mismo que traia consigo: rostros agotados y rostros ausentes.

- Ningún sargento ha vuelto, con excepción del Sargento Mayor... - observó mientras saboreaba otra bocanada de denso humo.

- Infantes... - saludó en general a los supervivientes de los escuadrones Fox y Heat con una rápida mirada y un informal gesto militar con la mano en la sien.

- ...la ducha que ha mencionado Bugkiller es muy tentadora para dejarla pasar - se acercó al cabo White y a Wallace que hablaban de fumarse unos puros más tarde.

- ¿puedo sumarme? - irrumpió Jhonny intentando sonreir tomando algo que parecían los restos de un cigarrillo armado entre sus dedos mientras con la otra mano sostenía su Belcher - Traje mi propio tabaco -

Mientras estaba en aquello, recibió el saludo del Sargento Mayor Focker, se giró para responderle.

- Sargento Mayor Focker es un gusto encontrarlo aquí en una pieza, ningún Sargento ni Teniente ha vuelto del campo de batalla - respondió el ingeniero del escuadrón Gatling y se dispuso a hacer lo mismo que el resto: quitarse los pesados pertrechos de guerra e irse a limpiar el magullado y embarrado cuerpo.

Miller siguió apáticamente al grupo de soldados con los que había luchado y compartido batallas hasta el módulo donde serían alojados. Era el mismo tipo de alojamiento estándar prefabricado que podías encontrarte en cualquier campamento de la Federación, de cualquier lugar, de cualquier planeta. Aunque era feo de cojones había una familiaridad que hacía sentir a los soldados que volvían a algo parecido a su casa.  

El sargento atravesó el umbral arrastrando los pies y algo confundido, pues pensó que irían directos a la órbita. Si se habían molestado en alojarlos es que no les trasladarian inmediatamente, por lo que buscaría una litera para poder soltar todos los trastos.

Al pasar por delante de la sala comunal donde estaban todos hizo un breve saludo con la cabeza, pues bajo u brazo llevaba el casco y en el otro su morita. El sargento Mayor también saludó.

 - "Bienvenidos, Soldados. Es un placer verles de vuelta."

Igualmente , Señor.- Dijo de forma mecánica, pero antes de seguir, habló de nuevo tanto al Sargento Mayor como al resto de los presentes.- Por cierto, no se que hicieron para que los bichos se volviesen idiotas, pero gracias a eso pudimos salvar el culo de un mar de bichos. Os debo una cervecita.

Y era tan cierto como que la leche es blanca. Se habían enfrentado a bichos en inferioridad numérica, incluso al King Tank que era la aberración más jodida que habáin visto los ojos de veterano del zapador, pero sencillamente la horda que se les vino encima al final era inconmensurable, nadie hubiera sobrevivido a eso.

Y aún así, el pensamiento de que si el milagro se hubiera producido unos minutos antes tres de los fallecidos estarían vivos, atormentaba al Sargento de la Eco. Sin más, se abrió paso hasta una litera y comenzó a retirarse la maltrecha y corroída armadura