Partida Rol por web

Con Kulla algo más recuperada levantáis campamento rápidamente, para no arriesgaros a agotar la paciencia del etemmu que os espera, y le seguís a través de la noche oscura y terriblemente silenciosa. De repente, durante el camino, alcanzáis a oír un grito humano a lo lejos, muy lejos, lleno de dolor y desesperación, que se pierde entre las calles y ruinas de esta ciudad perdida; la mayoría pensáis en que ese grito ahora dejará otro cadáver como los que os encontráis de vez en cuando a lo largo del camino.

El etemmu os guía sin titubear, sin variar su ritmo ni un ápice en todo el camino, el cual se os hace bastante largo aunque no hayáis estado caminando tanto tiempo como el que os parece. Finalmente ante vosotros se yergue el zigurat, desgastado naturalmente por el paso del tiempo... pero en mejor estado que cualquier otra pequeña edificación de la ciudad, de eso no hay duda.* Cuando lográis apartar la mirada de la imponente construcción descubrís que el etemmu ya no está, por ningún lado. Y de repente oís de forma susurrante e inquietante: -El sacerdote... el ziguraaat... -nada más.

Apenas queda algo del portón de entrada, y desde fuera veis el interior con la luz de vuestras antorchas. Veis una amplia zona destartalada, con una mesa alargada de pesado marmol blanco en el centro de dicha estancia, rota de un lado y agrietada.

Finalmente habíamos llegado al zigurat. Quisiéramos o no, nos encontrábamos en el sitio donde solucionar los dos asuntos que nos habían llevado hasta allí. Con una de las antorchas en la mano, me asomé un poco por el hueco que antes había soportado una puerta para poder ver más claramente lo que había dentro.

La mesa era lo que más destacaba, pero di un único paso dentro para ver en toda su magintud la sala principal del zigurat. Quería ver si había puertas, escaleras, o si veía algo de movimiento en el interior antes de aventurarme más.

Esperad aquí un momento. Voy a ver que hay.

Bakra recorrió el camino al zigurat intentando alejarse lo máximo posible del etemmu, cuya sola presencia le producía escalofríos, al igual que los gritos de vidas que pronto dejarían de existir.

Al llegar a la puerta del templo, extrañado y aliviado a la vez por la repentina desaparición de su siniestro acompañante, aunque sin dejar de sospechar, echó un vistazo a su interior al costado de Arhuna gracias a la iluminación de la antorcha que portaba en la mano. Cuando Arhuna de forma muy temeraria se metía dentro del zigurat, y recordando la terrible experiencia sufrida con los mukil-resh-lemuti, el cimmerio le siguió los pasos, diciendo:

-Voy contigo.

Caminé con la rapidez y la potencia que me permitía mi cuerpo. Ya estaba algo recuperada, aunque el dolor volvía con el frío y la noche.
Me mantuve lo más próxima posible a mi señora y, con una antorcha en la mano, me propuse iluminar el camino que estaba frente a ella. Dudaba si en mi actual estado podría entregarle la protección necesaria y eso me tenía frustrada. Al menos podía hacer este servicio a mi señora y evitar que su pie tropezara en tierra.
La desaparición del etemmu me causó una intranquilidad en mi interior. Miré a Bakra que, al parecer, también se sentía algo incómodo con la desaparición del personaje. Él partió detrás de Arhuna, para acompañarla en su exploración de la zona. –Podrán decir y pensar lo que quieran del cimerio. Pero es un beneficio tenerlo de aliado- pensé mirando la espalda del bárbaro, con un sentimiento de gratitud en mí. Estaba segura de que, si seguía viva, gran parte se debía a él.
-Deberíamos quedarnos cubriendo la retaguardia- dije mirando a mi señora; esperando que ella no lo tomara como una actitud cobarde o de excesiva sobreprotección.

Tras tirar de las riendas deje el carro bien atado en las cercanias del zigurat, no nos convenia que perdieramos a las bestias de tiro por los horrores de la noche, el grupo se habia organizado ya de forma eficiente. Parece que la presión nos esta viniendo bien. Camine rapidamente junto a Kulla y Hanila y me dispuse a defender la retaguardia como habia sugerido la wardu. El lugar me da escalofrios, y todavia no estoy muy tranquilo tras mi encuentro con el etemmu, aguardemos noticias de nuestros compañeros. La lucha no era mi campo, y de momento mis nervios no me permitian asumir más riesgo que el actual.

Hanila se acerca a sus adelantados compañeros, pero al oír las palabras de Kulla y después las de Abdul asiente y espera, con gesto claramente impaciente. Kulla entiende que su ama arde en deseos de explorar los entresijos del enigma que todo esto representa, encontrar la perdida biblioteca y quizá desentrañar el motivo de la caída de la ciudad, amén de poder encontrar manuscritos místicos.

Al asomaros algunos desde la entrada ya veis mejor la estancia. Al frente desde la entrada tenéis la rota mesa de piedra, y detrás de ésta desde vuestra posición los restos de un mueble de madera hecho trizas, pegado a la pared. No veis más en esta estancia, pero veis a vuestra izquierda que las paredes forman un gran umbral (sin señales de haber tenido nunca puerta alguna) que da al salón principal. En el salón principal, una estancia bastante más grande que la anterior, en el centro hay bancos de madera rotos, desgastados y desordenados, cuya disposición general da a entender que en su momento estaban puestos todos hacia una misma dirección para atender, quizá, discursos de los sacerdotes... pues delante de la amalgama de bancos destartalados hay un sobresuelo desde el cual quizá los sacerdotes oficiarían algunos ritos comunes; en el centro del sobresuelo hay un pequeño altar, y al fondo del sobresuelo pegado a la pared del fondo hay un armario más o menos grande, destartalado también. Sobre el altar parece haber un objeto plano. A ambos lados del sobresuelo en la amplia pared del fondo hay dos pequeñas entradas, una a cada lado, que parecen llevar a un nivel inferior.

Toda la estancia ha sido robada y arrasada, claramente. Arhuna y Bakra van avanzando cautelosamente, observan el gran salón y lo exploran lentamente. Hanila entra también detrás de ellos, y al suponerse qué es el objeto plano sobre el altar rápidamente se acerca a él y lo agarra con ambas manos, entusiasmada. -¡Un libro! -exclama, rompiendo el silencio, haciendo eco, sin saber que éstas serán sus últimas palabras... Un breve sonido de pesado mecanismo a vuestro alrededor al poco de que ella coja el libro, y un montón de finos dardos caen sobre ella clavándosele en todo el cuerpo y perforándola. Grita desesperada y repentinamente, el susto os hiela la sangre; incluso tiene dardos clavados en la cabeza. Se gira lentamente hacia vosotros, alcanzáis a ver sus ojos desorbitados, chorrea sangre por todas partes, y enseguida se desploma, muerta.

Kulla vive el momento más traumático de su vida, peor que verse a sí misma a las puertas de la muerte no hace mucho. Todo ha sucedido demasiado rápido, la curiosidad de su señora la ha llevado a actuar temerariamente, y así ha cometido un error fatal. Kulla pierde así a la razón de su existencia, la mujer por la que vivía, con la que tanto ha pasado. No solo era su ama, era su amada compañera de vida con la que ha compartido su tiempo desde que Kulla tiene memoria, pues fue creada para proteger a Hanila... y ha fallado. Pero ha sido tan rápido... nada podía hacer. El sentimiento de pérdida es indescriptible, pero ahora una cosa está clara... Kulla es libre, totalmente, por primera vez en su vida; por primera vez... ya no es esclava de nadie.

Bakra contempló atónito la muerte de Hanila, y no porque se sintiera apenado, por lo que a él respectaba ojalá hubiese dardos de sobra para que todos los nobles se pudrieran junto con su apestoso imperio, sino más bien por lo inesperado de la situación y el haberse percatado de que aquel lugar escondía graves peligros para el grupo. Cierto es que entre los supervivientes nadie era tan sangrantemente estúpido como Hanila para comportarse de aquellas maneras. Sin embargo, era de suponer que el templo escondiese peligros más sofisticados en sus salones más profundos, y el cimmerio y sus compañeros habrían de andar con pies de plomo si querían salir con vida.

Kulla se derrumbó de dolor ante la visión, pero Bakra sabía que su "señora" le había hecho el favor más grande que le podría haber hecho en su vida con su particular suicidio. La wardu por fin era libre y tenía el resto de su vida por delante para poder vivirla como quisiese. Pero no era momento de detenerse, mejor sería que el grupo encontrara lo que estaba buscando en aquel siniestro zigurat cuanto antes y saliera corriendo sin mirar atrás. Bakra se giró a sus compañeros para decirles:

-Debemos tener mucho cuidado.

y viendo que aquella estancia estaba prácticamente destrozada, sigilosamente, caminó hacia la entrada que quedaba a la izquierda del altar, y que conducía a un nivel inferior del templo, y se asomó por ella.

La imagen de mi señora muerta y destrozada por aquella trampa fue terrible. Que ella corriera tras ese maldito libro era lo esperable, pero yo debería haber actuado con anticipación y bloqueado el paso de mi señora a ese maldito objeto.

Mis ánimos decayeron rápidamente y tan solo me limité a seguir a Bakra por la entrada que estaba a la izquierda del altar.

Concentrado en mis pensamientos y atribulado aun por los hechos con el etemmu no pude reaccionar a tiempo cuando Hanila salio corriendo de mi lado y el de Kulla, la muerte se la llevo de la manera más horrible ensartada en miles de dardos que a lo más seguros eran venenosos, murio antes mismo de caer al suelo.

Con ella se iban mis esperanzas de encontrar algo de valor para mi pueblo, mi conocimientos no alcanzan para tasar elementos de valor espiritual y dudo que el resto del grupo alcance a Hanila en este campo... Solo nos queda completar los deseos del etemmu y conseguir asi salvar la vida almenos de este viaje maldito.

Vi a Kulla alejarse tras de Bakra que habia comentado algo, la segui como en trance sin saber muy bien porque, Viajando se aprende y así crece el espíritu. Me repetia a mi mismo mientras cruzaba la sala detras de mis compañeros.

No tuvimos tiempo a reaccionar, Hanila salió disprada en dirección al altar y al libro. Un "espera" se quedó ahogado en la garganta mientras veía como Hanila era atravesada por decenas de dardos al apartar el libro de su ubicación.

Aquello fue una prueba de que debíamos andar con cuidado en aquel sitio. No sabíamos qué más peligros podrían acecharnos en el interior del zigurat. No podíamos hacer nada más por ella, así que había que continuar. No era hora de llorar a los muertos.

Tenemos que continuar. La bilbioteca debe estar más abajo. Allí veo un par de puertas que puede que nos lleven abajo, vayamos. Vigilad donde pisais.

Vuestra mecenas ha muerto, pero efectivamente la amenaza de los etemmu continúa... además de los motivos de cada uno. Kulla ahora es libre, ciertamente, mas aún no es capaz de verlo ni valorarlo... Dejáis el cadáver, cuyos dardos quizá estén envenenados, y avanzáis. Os decantáis por la bajada izquierda, siguiendo a Bakra, y al pasar por delante del altar alcanzáis a ver que la otra bajada (la de la derecha) está sepultada por un derrumbe y no se puede pasar por ahí... así que la bajada que tomáis parece ser la única viable.

Bajáis unas estrechas escaleras, de uno en uno pues no cabéis uno al lado del otro. No bajáis mucho antes de encontrar el final de la pequeña escalera, y un poco más adelante encontráis un gran portón de madera reventado que no evita el paso lo más mínimo. Un kanu* más allá veis un cadáver en el suelo, y al poco veis que el suelo desde donde estáis en adelante está compuesto por baldosas rojas, azules y normales (osea sin teñir, de color suelo normal) desperdigadas sin ningún orden aparente, mezcladas. En cada baldosa cabe una persona, y para continuar necesitáis pasar este tramo de suelo de baldosas normales, rojas y azules. El cadáver está tirado en el suelo sobre algunas baldosas, al comienzo de este extraño tramo, y tiene clavados dardos en el cuerpo como los que han matado a Hanila. En estas estancias tan pequeñas y oscuras la luz de las linternas ilumina perfectamente el camino y lo que hay en él.

Al llegar al límite a partir del cual el suelo se componía de baldosas rojas, azules y normales; y percatándose de que en esa estancia se encontraba probablemente una trampa que podría acabar con su cuerpo lleno de dardos de arriba abajo, Bakra sacó su hacha y, alejándose tanto como le permitía el mango de su arma, apoyó el extremo contrario en la baldosa roja más cercana.

Por un momento teméis que algo malo vaya a pasaros al ver al impulsivo bárbaro actuar, pero nada sucede cuando el astuto cimmerio posa con fuerza su pesada hacha en la baldosa roja.

Bakra se me adelanto, mientras buscaba alguna esquirla de roca del derruido templo para lanzar sobre las baldosas, aunque puede que hiciera falta más presion que eso para hacer saltar la trampa... Deberia haber alguna pista sobre como sortear estas trampas, esperar un segundo. Indico a mis compañeros mientras inspecciono más concienzudamente la estancia buscando murales o simbolos que me den alguna pista sobre la trampa.

Casi al mismo tiempo el uridimmu, haciendo alarde de su mayor prudencia y sabiduría ganadas en sus viajes, se esfuerza por encontrar alguna clase de pista en las cercanías, sin pisar aún ninguna baldosa. Sin embargo, por desgracia para todos, no encuentra nada ni esforzándose en ello.

Abdul no cesa en su empeño, decidido a desentrañar el misterio y estando seguro de que sus agudos ojos de nómada del desierto y explorador de entre los suyos, le darán la solución. Y así es, cuando decide dejar de buscar en las paredes y se centra en analizar las baldosas. Puede ver, con el adecuado detenimiento, que las baldosas rojas tienen un pequeño espacio mayor que las demás, lo que da a entender que las rojas pueden moverse si las pisas y el resto posiblemente no. Así es que Abdul da con la solución de esta trampa: las baldosas rojas son las únicas seguras. Curiosa corazonada la del bárbaro, piensa el uridimmu.

Ahora la pregunta es... ¿se arriesgará Abdul a pisar las baldosas rojas?

Abdul inspecciona con curiosidad las baldosas del suelo. Según probó Bakra, no parecían peligrosas, pero el nómada no estaba muy de acuerdo con ello.

¿Has encontrado algo, Abdul?

No me gusta lo incierto de la escena. Preferiría mil veces a un enemigo al que poder ver y golpear con mis armas, que la actual situación. Por un momento me veo tentada a pisar al azar en cualquier punto del piso, mas no ayudaría de mucho al bien común si con eso hago que alguna trampa sea activada. Al fin tomo la decisión de esperar la decisión que tome Abdul.