Partida Rol por web

Una vez posada el hacha sin haber causado ningún efecto, Bakra da un paso adelante para pisar la baldosa roja que había tentado. Una vez en ella, vuelve a hacer la prueba con la siguiente baldosa roja y, si no hay efecto, pisa en ella igualmente, y así comienza a cruzar esta sala.

Bien sea por la perspicacia del uridimmu o por la exitosa corazonada del cimmerio, lográis avanzar a través del camino de baldosas* sin activar ninguna trampa... cosa que otros antes que vosotros no lograron, a juzgar por el cadáver que dejáis detrás y otro cadáver que hay en medio del camino.

Tras pasar las baldosas el pasadizo avanza un poco más hasta encontrarse con un giro a la izquierda, y poco más adelante otro umbral que da a otra sala. En esta sala hay un montón de estanterías en las paredes, casi toda la sala son estanterías directamente escavadas en la piedra, en las cuales hay... calaveras, decenas de calaveras puestas todas en orden una al lado de la otra, como si la única utilidad de esta sala fuera coleccionar calaveras... que poco a poco os incrementan la sensación de estaros mirando; por supuesto no es cierto esto ya que son calaveras y no tienen ojos... no? Bueno, pues además de estanterías escavadas y calaveras, pegado a la pared de la izquierda hay un trono robusto de madera podrida y polvorienta, y sentado en el trono hay un esqueleto con armadura y un gran hacha oxidada, de dos manos, apoyada en el trono al lado de la mano derecha del esqueleto. Por supuesto el esqueleto no se mueve... aunque os inquieta enormemente, dado lo ya vivido en esta ciudad perdida.

En las paredes hay un total de cuatro antorchas no encendidas colocadas que podéis encender, no os hace falta pero así podéis sumarle iluminación a la sala, si gustáis. Al frente hay una puerta de madera desgastada pero bien cerrada, aparentemente en buenas condiciones dada la lamentable situación de todo el mobiliario que andáis encontrando en todo el zigurat. Sobre esta puerta una inscripción: "La joya más valiosa es la que mueve la sangre del guerrero."

La puerta está cerrada, y en vez de una cerradura común tiene un extraño mecanismo que parece poder girarse con un objeto que tiene un relieve específico, del tamaño del puño de un niño.

Tras pasar por la trampa de baldosas, la nueva estancia resulta si cabe más escalofriante que la anterior. Desde cualquier punto de ella, mientras avanzábamos, parecía que las calaveras seguían tus pasos desde sus cuencas vacías de ojos.

El esqueleto majestuoso en su trono daba a todo un aire más inquietante todavía. Parecía realmente que fuera a levantarse en cualquier momento y blandir la gran hacha y abalanzarse sobre nosotros.

La puerta de salida estaba cerrada y parecía que necesitábamos algún tipo de llave para abrirla. Ni idea de lo que podría ser, pero quizás el secreto estuviera en la frase grabada sobre ella.

Lo que mueve la sangre del guerrero. Mmmmm. Parece evidente, ¿no? El corazón es lo que mueve la sangre del guerrero. - miro al esqueleto del guerrero. - Mucho me temo que la llave esté entre los huesos del guerrero sentado en el trono.

Poco a poco y tanteando el terreno a mis pies, me acerqué al gran esqueleto para ver si poseía algo parecido a un corazón para poder abrir la puerta.

Tras escuchar el acertado razonamiento de Arhuna, Bakra se aproximó también al esqueleto sentado en el trono y comenzó a hacer fuerza para abrir su armadura a la altura del pecho.

-Te echaré una mano.
 

No demasiado tranquilo tras las estancias y los cadáveres que habíamos tenido que "sortear" para llegar hasta aquí mi normalmente frío modo de ver las cosas se quedo bloqueado, pero cuando mis compañeros se movieron hacia el guerrero esqueleto quise gritarles que me parecía una trampa. 

Ninguna palabra salio de mi boca, finalmente y para intentar calmarme un poco intente comenzar a encender una de las antorchas más cercanas a la puerta.

Os acercáis al esqueleto del guerrero... y a cada paso os da más sensación de que os mira, de que os espera, y cuando estéis lo suficientemente cerca reaccionar sin que os lo esperéis y daros una muerte horrible. Os seguís acercando, combatiendo la tensión cada vez mayor. Finalmente le ponéis la mano encima para apartarle la armadura y...

¡BU!*

Nada ocurre. Entre los tres, con fuerza y maña, le apartáis la coraza que le cubre el pecho y tras ella, efectivamente, veis una extraña gema de extraña forma donde debería tener el corazón. La cogéis y veis que se asemeja a un rubí (si acaso sabéis cómo es un rubí) pero con una extraña forma tallada en relieve en un lado, que parece no significar nada en concreto. Usáis la gema en la puerta, mientras las calaveras os observan como testigos mudos de vuestro atrevimiento, y abrís la cerradura y traspasáis el umbral.

Al otro lado de la puerta os espera un corredor, que hace un giro esta vez a la derecha, y un poco más adelante otra puerta, que abrís con cautela y reparo pero sin problemas. Esta puerta da a una nueva sala, en la que hay una balanza en el centro sobre una pequeña mesita de mármol, un material la mar de extraño para vosotros... casi místico. Al acercaros veis que sobre la mesita, al lado de la balanza, hay un cuenco con nueve llaves aparentemente iguales. En la sala no hay nada más salvo una puerta de salida, con una cerradura clásica, sobre la cual hay una inscripción: "Una llave pesa ligeramente menos, solo esa es la correcta. La balanza solo sirve dos usos, no los malgastes. Falla... y morirás." Nada más hay en la sala, y la inscripción os da la sensación, visto lo visto hasta ahora, de hablar bastante en serio...

Realmente esperaba que el esqueleto en cualquier momento se levantara y cogiera la enorme hacha e intentara seccionarnos alguna parte del cuerpo, pero nada de eso ocurrió. Lo que si encontramos fue la llave que abrió la puerta.

Avanzamos dentro de la sala, solo para encontrar otro acertijo. Llaves y balanzas y una frase explicativa de lo que se debía hacer. Aquello estaba poniendo a prueba nuestro ingenio más que nuestra destreza con las armas.

Mmmmm. Este acertijo es más complejo que el otro. Nueve llaves, dos usos.

Pensé durante un buen rato buscando varias combinaciones para encontrar la correcta, pero en todas ellas suponía usar la balanza más de dos veces. La mejor forma daba 3 usos.

Empezaba ya a desistir, cuando la solución vino a mi mente.

Vale. Creo que lo tengo. Separemos las llaves en grupos de 3 elementos. Pesemos primero 2 de los grupos. El que pese menos contendrá la llave ligera. Si los dos grupos pesan lo mismo, la llave ligera estará en el grupo que no hemos pesado.

Miro a los demás para ver si siguen mi razonamiento.

En cualquier caso, cogemos el grupo de 3 llaves que contiene la ligera y repetimos la operación pero sólo pesando 1 contra 1. Si las dos pesan igual, la llave correcta es la que tengo en la mano. Si no, la que pese menos será la correcta.

Me quedé mirando a los demás para ver si estaban de acuerdo conmigo.

Nada más leer la inscripción en la puerta de la nueva sala, Arhuna salió corriendo hacia la balanza. Con la confianza de que resolvería el acertijo y viendo que no había nada que reventar con su hacha, Bakra se apoyó en la pared más cercana mientras observaba a la ladrona mushkenu probando combinaciones de llaves en sus manos. Cuando finalmente dio con la solución correcta y así se lo hizo saber, el cimmerio le hizo una inclinación de cabeza para que comenzara a pesar las llaves.

Mire atónito la nueva prueba, parecía que este lugar fuera diseñado como un sin fin de pruebas mortales e ingeniosas... Escucho atentamente a Arhuna como discurre su solución afirmando con la cabeza a cada frase, cuando ella termina y pregunta le respondo: No veo fallos en tu lógica, a no ser que las llaves pesen todas diferente y solo la más ligera sea la correcta. Probemos con tu solución, no se me ocurre otra y no podemos volver. Me cruzo de brazos junto a ella y espero a que realice la tasación de las llaves.

Efectivamente la lógica de Arhuna resulta inequívoca, aplastante; pareciera que nació para colarse en lugares como éste y robar todo tesoro oculto. Con su método pronto descubrís cuál es la llave correcta, pues todas pesan lo mismo menos esa que es ligeramente más pequeña. Abrís la puerta sin problema, y antorchas en mano seguís avanzando a través de los pasadizos, en las entrañas del maldito zigurat, en la oscuridad de lo que más parece a cada paso como una tumba... la que bien podría acabar siendo vuestra tumba. El cimmerio comienza a sentir claustrofobia... pero el seguir avanzando exitosamente se une a su concentración para combatir esta sensación que tan poco se vive al aire libre, bajo el cielo abierto.

Seguís avanzando, ahora en una ligera pendiente descendente que os lleva más abajo a cada paso, como si poco a poco os estuviera tragando esta estructura monolítica y en cualquier momento fuese a comenzar a digeriros. Al fondo de un recto pasadizo hay un umbral de piedra, y tras ese umbral una amplia estancia con varios cadáveres descompuestos en su interior. Ya casi nada de pellejo recubre los huesos, el cabello aún sobrevive... y os sorprende ver un grupo de cadáveres de apariencia común alrededor de un cadáver notablemente grande, aparentemente monstruoso y lo que más os llama la atención: casi totalmente cubierto de pelo en todo él. Avanzáis con precaución, despacio, pero nada sucede; la bestia tiene grilletes rotos en las muñecas que alguna vez estaban atados a las paredes.*

Avanzáis más allá, atravesáis otro umbral, de nuevo un pasadizo y poco más adelante un nuevo umbral... aunque este más refinado que los anteriores, y da a una sala notablemente más grande. Desde este último umbral, con las luces de las tintineantes antorchas atravesando furiosamente la tangible oscuridad imperante, distinguís un adornado altar en el centro de la gran sala, sobre el que hay un cadáver sentado en pose señorial, portando una corona engarzada con una piedra preciosa. Pero al fijaros más veis que el cadáver está como descomponiéndose todavía, pero no parece algo normal su estado... parece como si la piel podrida se le hubiera desprendido del cuerpo. Tras el altar parece haber muebles a cierta distancia. Desde el umbral no alcanzáis a ver más...

Después de la experiencia con las baldosas de colores, teníamos que andarnos con ojo. Quizás otro resorte u otro tipo de trampa nos esperara en aquella sala. Sobretodo teniendo en cuenta que un nuevo cuerpo sentado en un trono nos esperaba. El anterior no había resultado peligroso, pero eso no suponía nada allí.

Miré al suelo para comprobar que no hubiera nada extraño ni ningún resto humano ni nada que pudiera entenderse a simple vista como una trampa. Agachada en el suelo, introduje la espada por la puerta de la sala y golpeé en el terreno con ella.

Conforme más se adentraba en los entresijos y recovecos del zigurat, Bakra se iba sintiendo peor. Añoraba profundamente el aire fresco y puro de las montañas en las que se había criado, y precisamente el deseo de volver algún día era lo que le hacía sacar fuerzas de flaqueza y seguir avanzando. Por el momento la estrategia había funcionado, pero no sabía por cuánto tiempo.

Al llegar a la nueva sala, Arhuna tomó de nuevo la iniciativa, tentando el suelo con su espada por si se activara alguna trampa. Deseoso de terminar por una vez con lo que habían venido a hacer a este espantoso lugar, el bárbaro esperó que la comprobación de la ladrona finalizara para, en caso de que no resultara en nada peligroso, avanzar hacia el altar y tratar de divisar lo que había más allá.

Repuesto ya de los anteriores acontecimientos me permiti admirar durante unos segundos la gran sala mientras mi compañera inspeccionaba las cercanias de nuestra posición buscando resortes o trampas. Lugares tenebrosos me han llevado mis caminos...Pero este...¿Es acaso esta negra presencia lo que busca mi pueblo en las entrañas del desierto? Mientras me pierdo en mis pensamientos veo como Bakra comienza a tantear el terreno como ya hizo en la primera prueba-trampa.

Te acompaño. Digo finalmente en un susurro y camino junto a él para comenzar a explorar en interior de la sala.

Arhuna, mostrándose desconfiada respecto a cuanto os rodea, actúa de forma precavida. Sin embargo no encuentra ninguna trampa que pueda suponeros un problema o incluso una muerte rápida, tras lo que decidís avanzar. Al entrar en la gran sala y acercaros al trono ornamentado sobre la pequeña escalinata también de piedra, el esqueleto que está sentado sobre él de repente ladea la cabeza, mirándoos fijamente. Se ha movido, lo habéis visto, aunque al volver a quedarse quieto empezáis a dudar de vuestros propios ojos... y al poco la ladea otra vez, hacia el lado opuesto, y de repente se encienden las antorchas que hay colocadas en las paredes... como por arte de brujería.

-Ah... qué grata sorpresa... -susurra una aterradora voz que viene del esqueleto, el cual abre ligeramente la gastada mandíbula, y cuya voz se os mete en la cabeza y reverbera en vuestro fuero interno. -Quién sois... quiero saber quién sois... pues ya sé lo que buscáis, como todos... Pasad, venid... -y con estas últimas palabras oís, a la vez que esto que entendéis en vuestra propia lengua, al mismo tiempo como unos susurros estertóreos en una lengua extraña e inquietante, incomprensible, como si fueran dos voces originándose en un mismo punto. -...uníos a mí... en la muerte... -entonces se incorpora y al mismo tiempo veis cómo unos esqueletos y cadáveres en distintos puntos de putrefacción, armados de diversa forma con espadas, hachas y cuchillos, salen de unas oquedades de tamaño unipersonal que hay en las paredes a los laterales del trono; son dos de cada lado, siendo 4 muertos animados y además el sacerdote, 5 adversarios en total.

Al incorporarse el terrorífico sacerdote, a la luz de todas las antorchas, veis ya del todo bien lo que le cubre: una especie de horrible traje de pieles humanas medio podridas y cosidas con lo que parecen tendones humanos. Esta visión atenta contra vuestra razón y vuestra cordura de un modo abominable y difícilmente resistible. Los súbditos reanimados del sacerdote, aterradores también sin duda, se mueven lenta pero inexorablemente hacia vosotros, con el aparente objetivo de daros muerte y que podáis uniros a ellos...

Kulla blande su escudo con porte firme, pero salta a la vista que sus heridas son graves. -¡Tras de mí! -os grita, mirando hacia ambos lados angustiada y sin saber bien qué lado encarar para protegeros.

Ni en sus peores sueños había percibido Bakra una escena tan dantesca como la que en esos momentos desfilaba ante sus ojos. Un sacerdote que en su no-vida se levanta vestido con restos de cadáveres humanos mientras sus secuaces se unen a él, con el único objetivo de dar muerte al grupo y hacer que sus miembros se unan a él. El miedo habría acabado con cualquiera que se enfrentase a tal situación. Sin embargo, el bárbaro necesitaba sacar valor de sus adentros, pues el deseo de salir de aquel maldito zigurat, de aquella ciudad en ruinas donde los demonios y los espíritus malvados campaban a sus anchas, era superior al miedo que le podían proporcionar las apariciones que habían inundado el habitáculo.

Bakra vio a Kulla llena de valentía, blandiendo su escudo y organizando la defensa; y sacó su hacha. "Vieja amiga, vamos a hacer un buen equipo una vez más. Saldremos de aquí" Con el hacha en alto, el cimmerio se colocó al lado contrario del que al final se había decidido a encarar la wardu y gritó a su grupo:

-¡No podrán con nosotros! ¡Vamos a por ellos!

y se dispuso a saltar sobre el muerto que se encontrase más cerca por su lado.

Bakra estaba dispuesto a enfrentarse al enemigo y su posición de combate así lo mostraba. Yo me quedé atrás. Mi fuerza no era comparable a la de Bakra, asíq eu lo único que podría hacer es quitarle de encima la molestia de los esqueletos que se habían levantado y que él se ocupara del grande.

Saqué mis dos espadas y las blandí frente a los esqueletos.

Kulla. A mí. Abdul. Ayuda a Bakra

Eliminar a los esqueletos pequeños tendía que ser un ataque rápido, sin tiempo a reaccionar. Si dejábamos que los esqueletos tomaran la iniciativa, nos sobrepasarían en seguida y moriríamos seguramente. Me lancé sobre el esqueleto que estaba más cerca de mi, lanzando un tajo con la espada en la mano derecha a su cabeza, mientras usaba la otra para detener cualquier posible ataque del enemigo.

Por fin encontrábamos al sacerdote pero este parecía estar esperándonos, ¿los espíritus serian los caídos ante este monstruo? Sacudo la cabeza al escuchar las palabras de Arhuna y busco con la mirada al bárbaro lanzado ya al ataque mientras los esqueletos nos rodean. Desenvaino mi espada y corro hacia él evitando que ningún enemigo lo flaquee mientras le grito por encima del fragor de la batalla: ¡Acaba con el sacerdote! ¡Él es la clave de este acertijo!

Mientras avanzaba hacia el bárbaro esquivaba y blandía mi espada contra los esqueletos que me cortaban el paso, usando mi rapidez frente a su impasividad.

Bakra se lanza el primero a la ofensiva contra los esqueletos del lado derecho (según habéis entrado). Lanza un tajo lateral al esqueleto más cercano pensando que, como es poco más que huesos, va a hacerse añicos con el mínimo golpe; para su sorpresa este esqueleto levanta su escudo más rápido de lo que cabría esperar de un muerto y detiene el tajo antes de atacar con su espada oxidada, con la que corta el hombro izquierdo del bárbaro.

Arhuna se coloca al lado de Kulla en el lado izquierdo y ataca hábilmente con sus dos hojas perfectamente coordinadas. De un buen golpe le rompe una costilla y el esternón al esqueleto al que ataca, el cual sigue en pie y le lanza un tajo descendente con su hacha de dos manos tan desgastada que su filo no refleja ya luz alguna. Centrada como está en causar el máximo daño posible a su enemigo, Arhuna consigue aun así hacerse gracilmente a un lado en el momento oportuno para esquivar el ataque que podría haber sido devastador.

Abdul decide blandir una sola espada esta vez y poder equilibrarse mejor para evitar esas armas oxidadas cargadas de muerte. Se pone al lado de Bakra y ataca al otro esqueleto del lado derecho con tal certeza que le parte el brazo izquierdo, haciendo que caiga al suelo tan inerte como debería estar todo su cuerpo. El esqueleto aún blande un hacha de mano en la diestra, pero al atacar no consigue más que cortar el aire pues el hábil uridimmu retrocede en el momento exacto.

Kulla combate con los dos esqueletos restantes al mismo tiempo, centrándose en evitar los ataques con su gran escudo y así lo logra, evitando derramar ni una sola gota de sangre más. Muy poca oportunidad tiene de contraatacar, aun así algún tajo logra resquebrajar el quebradizo cuerpo de ambos muertos vivientes.

El sacerdote, incorporado en su trono unos peldaños más alto que vosotros, comienza a entonar otra letanía mortuoria... esta suena distinto, resuena diferente y lo que comienza como un susurro sibilino continúa vibrando en vuestra cabeza más a cada instante, molestándoos poco a poco más. Por ahora no os impide combatir con el mismo fulgor, pero su recital de muerte continúa cada vez más poderoso, más profundo.

Resultaba que estos sacos de huesos se movían más rápido de lo que parecía y el ataque de Bakra, aparte de resultar completamente infructuoso, resultó en un contraataque por parte del esqueleto que le provocó una fea herida en el hombro. El bárbaro, sacando de nuevo fuerzas de donde ya quedaban pocas, aprovechó que el esqueleto se había expuesto al atacarle para intentar propinarle un tajo en el costado mientras se comenzaba a inquietar por la letanía que estaba entonando el sacerdote.

Bakra se ocupaba de su esqueleto y yo debía aprovechar mi anterior golpe certero y volver a lanzar mi espada derecha contra él, mientras intentaba protegerme con la otra, esperando un posible contrataque.

Moví un paso hacia adelante, interponiendo mi espada izquierda entre su brazo derecho y yo, mientras con la derecha asestaba un tajo lateral hacia las costillas.