Partida Rol por web

Lancé un enorme suspiro cuando dos de mis disparos dieron con sendos alemanes en el suelo, muertos, y bien muertos - joder - pensé - ya iba siendo hora, la hostia.

Con energías renovadas y, pese a que veía (o más bien intuía) como varios de mis compañeros se iban replegando, decidí permanecer en la trinchera, un triste agujero donde muy probablemente acabaría expirando mi último aliento. Pero las órdenes estaban claras, defender la posición y ralentizar al máximo el avance de las SS. Y joder, es lo que iba a hacer. Además, salir fuera ahora solo significaría morir acribillado con facilidad, y sin posibilidad de replicar.

Bajé de nuevo el ojo a la mira y busqué nuevos objetivos. Era algo fútil, pues ya se encontraban tan cerca que solo había que disparar al muñeco. Asomé lo justo para disparar y...

¡Bom!

¡Bom!

¡Bom!

Casi a la vez que apretaba el gatillo en el tercer disparo extraje el cargador y comprobé rápidamente que le quedasen balas... una, dos... y tres, perfecto. De un golpe seco volví a insertarlo y me dispuse a seguir disparando.

-¡Vamos, vamos! Moveos -sigue gritando Walter.

un sargento que avanzaba junto al transporte acorazado pierde literalmente media cabeza por un certero disparo del francotirador Sanders. Pese a la herida mortal el sargento se levanta, busca la tapa de sus sesos y se la vuelve a colocar junto a su gorra invernal para continuar su inexorable marcha.

Destierra de su mente el horror que están viviendo, quizás los segundos previos de que ha dispuesto antes de tomar plena conciencia de lo que ocurre le permiten ese ejercicio de voluntad. ¿Ciencia, magia? No podía saberlo. En Londres, antes del día D, había escuchado alguna conversación en tono de burla sobre la obsesión del Tercer Reich por el ocultismo y lo pagano...¿podía haber algo de realidad en ello?

Choca con un soldado, le empuja y le grita:

-¡Muévete, maldita sea! Al norte, al norte.

-¡Doc! ¡Ayuda! – llama a Walter al pasar cerca de la trinchera del médico.

Suelta la carabina para ir más rápido -total, para lo que le sirve-. Y tras unos pasos se deja caer al lado de Boris.

Mierda piensa el doctor mientras revuelve en su botiquín. Mira por encima del hombro. No hay mucho tiempo. Le inyecta un estimulante, rocía con sulfadiazina la herida y realiza un vendaje apresurado. No puede hacer nada más.

-¡Vamos, Ocon, cógele!

Y entre los dos cargan con Boris.

Mike no acaba de asimilar lo que veía, algunos nazis parecían imparables, tenían heridas imposibles y seguían avanzando. Además estaban ya muy cerca y les obligaban a moverse. Y para colmo de males, Boris había caído herido.

-¡Eh! ¿Boris está bien?.-Preguntó a gritos. -Tenemos que movernos, se nos echan encima.- Consciente de que solo quedaban dos balas disparó de nuevo, a los dos soldados más cercanos. Se sentía un poco mejor y su fusil parecía haberle tomado respeto logrando dos impactos limpios.

No tenía tiempo para ponerse a recargar por lo que sacó la pistola, reluciente, no en vano estaba sin estrenar. Su intencion ahora era cubrir a los compañeros mientras evacuaban a Boris. 

-Venga, os cubro.- Dijo mientras saltaba de la trinchera, los alemanes estaban lanzando granadas y los agujeros sería probablemente sus objetivos principales.

Frank sentía que la adrenalina le recorría el cuerpo y el corazón palpitaba con rapidez. Estaba ansioso por tener a los alemanes justo donde los quería; en el radio de acción de las cargas, mientras seguía disparando su Thompson. Con razón sus disparos eran poco efectivos, porque no estaba concentrado en ello. 

Y de pronto sucedió. Los alemanes surgieron de entre los árboles pasando justo donde había puesto las cargas. Se apresuró a activar el detonador.

-Tres...dos...uno...¡Vamos a hacer hamburguesas!-dijo para amenizar el gesto-.

Había llegado el momento de la verdad, los nazis avanzaban y se encontraban a penas a unos metros de su posición.  Llegarían a las trincheras en un puñado de segundos.  Steve ignoró las palabras del médico, no sabía si le había entrado un ataque de pánico o que pasaba por su cabeza pero sin duda para el especialista huir ya no era una opción.

Los alemanes se les echaban encima, salir de las trincheras, darles la espalda, cargar con heridos... era ponerselo demasiado fácil.  El capitán seguía en su trinchera y las ordenes a demás de su única oportunidad era mantener la posición, los alemanes estaban a un suspiro de alcanzar su objetivo pero también era el momento en el que eran más vulnerables.

Solo había una posibilidad y era la de golpear lo suficientemente fuerte a los alemanes que les obligara a retroceder justo antes de llegar.

Steve dejó su rifle y saco una de sus granadas, necesitaban desatar un infierno simultáneo que hiciera a esos malditos acabar en pedazos.  Aguantar maldita sea, luchar por vuestras vidas.  ¡GRANADAS!

Estaría más o menos de acuerdo con las órdenes, pero órdenes eran. - Al norte iremos. 

Entre el "jefe" y otro se estaban haciendo cargo de Boris, y como su amunincionador había sido herido, no podía dejarlo allí tirado. Su lealtad se lo demandaba. Estaba claro, abandonó la ametralladora, armó una de las minas que portaba y la dejó en la entrada de la trinchera, medio escondida entre los palos que había usado para "fortificar y camuflar" su pozo de tirador, se puso las manos del hombre al pecho, portándolo como una capa, a la espalda, y a correr hacia el norte. - No te vas a quedar aquí tirado chaval.

Mientras escapaba se maldecía por abandonar el arma de la sección, pero, al menos, seguía teniendo la pistola. En sus pensamientos corría la duda de lo que había visto. Sabía que algunos hombres, tras ser heridos, seguía combatiendo un rato. Puede por los nervios, la tensión, la adrenalina o lo que fuera, pero, si no era antes, sería después, ese soldado herido, caería. Lo del sargento seguro tenía su explicación: - Igual una bufanda o un pañuelo, o puede que fuera otra cosa roja o sucia. Eso es que lo hemos visto mal. Su mente intentaba razonar. De su cultura había muchos mitos, no por nada era de origen irlandés, pero, que los alemanes fueran capaces de esas cosas .... no lo creía. - Igual va del Jägermeister hasta las orejas, y dentro de 100 pasos cae desangrado.

Ya las balas de la ametralladora se me estaban acabando, y teníamos a la SS encima, pero aún había una esperanza para darle la vuelta a la pelea: Los explosivos de Lieber. Si el cabrón sabía calcular el tiempo (Y lo sabía, tenía fé de ello, de otra forma no tendría esos explosivos) de seguro cuando los nazis llegaran al lugar causaría un montón de bajas por el grupo que nos venía de frente, un gran muro menos para así poner nuestra atención de los otros puntos donde estaban avanzando los nazis.

Y entonces, en medio de todos esos disparos, de todo ese valle escalofriante donde los nazis se recogían los pedazos faltantes o sangraban de forma profusa, pero seguían avanzando, Sanders saltó un grito: "Granadas". Como si estuviera en automático bajé la ametralladora, llevé mi mano derecha a la granada que tenía en el bolso del lado derecho de mi cintura, y de allí sacaba una de las dos granadas de fragmentación. Le di un beso, rogándole no solo a la granada, si no a cualquiera de los espíritus que me acompañaban en ese agujero, que la guíen a donde debe de ir, antes de quitarle rápidamente el seguro y gritar. -¡GRANADAS!- Antes de lanzarla

No me había ni percatado, cuando quise darme cuenta, tenía a Walter a mi lado, junto a Ocon, me estaban arrastrando lejos de la trinchera y veía un rastro de sangre debajo de mis pies. Me habían dado y ni siquiera lo había notado, tenía aferrada la Thompson y me negaba a soltarla. Empezaba a escuchar todo a mi alrededor cada vez más amortiguado y se me iban cerrando los ojos y lo último que recuerdo antes de caer inconsciente es decir Vot der'mo y notar la empuñadura de madera de la Thompson bien aferrada a mi mano. 

El enemigo ahora estaba cerca, muy cerca. Tan cerca que los soldados, de ambos bandos, podían verse los rostros. Algunos desalineados y otros más aseados, tanto los defensores como los atacantes. Aunque los americanos tenían un semblante mucho peor que la elite militar de Hitler; sus SS Leibstandarte…

Muchos de ellos llevaban gafas de motociclista modificadas con vidrios oscuros. Otros habiendo guardado sus armas de fuego ahora empuñaban espadas cortas, tan afiladas que podían cortar el aire. En definitiva la mayoría de los atacantes disfrutaba mucho el combate actual.

Incluso los heridos, de muerte al parecer, cargaban con furia y saltaban dentro de las trincheras americanas para combatir con saña a los defensores y eventualmente aniquilarlos.

Billy fue uno de los pocos que permaneció en su puesto, disparando a bocajarro para dar muerte a tantos como pudiera antes del combate cuerpo a cuerpo. Sus tres disparos dieron en el blanco, hiriendo al primero y derribando al segundo. En cambio el tercero, pese a recibir el disparo en el cuello, apenas se inmutó. En respuesta Billy es herido en el hombro por un disparo cercano de una pistola.

En respuesta a eso el SS se lanzó sobre el americano.

-¡Tu, ayuda a Sanderson! – ordena Ocon a Holloway, porque el hombre pretende volver al frente y ayudar en la retirada, salvando tantos como pueda.

-¿Eh? Ok, vamos Doc. Tomemos tanta distancia de este matadero como sea posible – responde Vincent  al sustituir a Ocon y así, junto a Walter, llevar a Boris fuera de la zona de combate. Ocon entonces regresa a las trincheras.

En ese momento Mike comienza a cubrir la retirada de Walter y los demás, disparando hasta vaciar el cargador de su rifle, hiriendo y matando por igual a medida que las granadas enemigas explotaban a su alrededor. Sin munición en su rifle el soldado novato se prepara para estrenar su pistola cuando un germano llega a su trinchera, sorprendiendo a Coffey que en ese momento recargaba su fusil.

El soldado de la SS simplemente cogió a Jeremiah con una mano y lo alzó en el aire con relativa facilidad. Poco pudo hacer el compañero de trinchera de Mike, más que llevarse las manos al cuello para intentar soltarse de la presa del nazi. Solo que la presión sobre su cuello fue demasiado y con un sonoro ¡Crac! su cuello se rompió y entonces el cuerpo colgó inerte del brazo germano.

Acto seguido el SS avanzó contra Mike, sonriendo por tener otra víctima tan cerca, y posteriormente arrojando el cadáver de Jeremiah cual saco de patatas de regreso a la trinchera.

Y Mike no era el único sorprendido, porque atrocidades como esa comenzaban a desarrollarse por toda la línea de trincheras, volviendo el desigual combate en una masacre atroz.

Tal vez el único atisbo de defensa fue la gran explosión de las cargas de Franklyn. La poderosa detonación barrió con el grupo de atacantes germanos en eso flanco, derribando árboles y despedazando cuerpos de igual manera.  Quizás, con ese flanco atacante reducido significativamente, ahora podrían escapar con vida Tala, Randall y los demás de las trincheras del norte.

“Halcon”, que había renunciado a escapar de allí, vio la oportunidad de hacerlo luego del estallido de las cargas explosivas de Franklyn.  De modo que coopera con la confusión de la deflagración de las cargas lanzando una granada a las Leibstandarte y de esta manera provocando otro hueco en sus filas.

Ambas detonaciones tan solo generan confusión y tiempo para que su flanco pueda intentar huir. En cambio el sector central y sur de las trincheras está condenado. Ahora todos allí lucha cuerpo a cuerpo por sus vidas…

Brannagh también emprende la retirada aprovechando la confusión de las explosiones luego de plantar un “regalo” en su trinchera. Solo lamenta haber abandonado su ametralladora pesada pero en lugar de eso saca a rastras a Randall que poco antes había sido aturdido por la explosión de una granada germana. El hombre tenía una herida en el rostro y sus gafas estaban quebradas. Pero continuaba con vida gracias al artillero de ascendencia irlandesa.

-¡Ya vienen! – advierte con temor Aaron a sus compañeros de trinchera, porque los SS del grupo central comienzan a invadir las trincheras del flanco norte poco a poco…

Tala luego de arrojar su granada y generar estragos entre los enemigos es herido por una ráfaga de subfusil alemán. La herida es limpia, habiendo atravesado su cuerpo pero sin embargo necesitará pronto atención médica para que no empeore.

Walter termina de apretar el vendaje de Boris, ve cómo el brillo vuelve a sus ojos -el estimulante parece estar haciendo su efecto-.

-Escucha, muchacho, es una carnicería, y esto sólo es un apaño. Nada de heroicidades. Nos retiramos en orden. Hallaway, tenemos que seguir al norte y alejarnos lo máximo posible de...-Walter duda al denominar a los nazis, no quiere revivir en la memoria de nadie lo que están presenciando- del enemigo. Han roto la línea.

Walter mira hacia el norte, por entre los árboles, busca algún punto que pueda servir de encuentro para reagruparse y lograr una retirada ordenada (*). Ve un pequeño calvero elevado en el bosque a unos metros detrás de donde están Franklyn, Billy y Tala. Recuerda que tiene varias peñas y rocas que podrían servir de parapeto, y justo desde ahí se baja al sendero que bordea la iglesia y continúa hacia el norte... dejando el horror a sus espaldas.

-Vincent, abre la marcha -ordena Walter (**).

Ayudando a incorporarse a Boris, observa a Brannagh en retirada.

-¡O'Connor! -grita Walter hasta que el encargado de la ametralladora lo ve. Le hace señas para retirarse hacia el calvero y la retaguardia de Franklyn y el resto.

Sin dejar de observar y atento a cualquier alemán que se dirija hacia ellos, Walter comienza el repliegue, moviéndose con cautela y buscando cobertura entre ellos y el enemigo (***).

Las granadas y las detonaciones barrieron todo lo que había por delante, un espeso humo se apoderó del campo de batalla no dejando ver exactamente el resultado de las explosiones.  Aquel puto infierno debía haberse cobrado la baja de muchos alemanes en la parte norte al menos, los ruidos de combate cuerpo a cuerpo comenzaban a apreciarse en las trincheras más adelantadas.

Había varios hombres que habían salido de las trincheras lo que les dejaba en una posición aún más precaria ante el empuje alemán.  Steve no sería de mucha ayuda en el cuerpo a cuerpo por lo que ante la escasa visibilidad salió al fin de su posición ganando metros en dirección noroeste.

Allí buscaría una buena posición desde la que volver a disparar

Mike se quedó de piedra al ver como el alemán se libraba de Coffey como quien mata un pollo. En ese momento un escalofrío subió por su espalda y sintió miedo como nunca había sentido desde que estaba en el frente. Actuó llevado por el instinto, levantó al pistola y disparó al alemán a poca distancia, con intención de matarlo pronto, dos tiros en el pecho y uno en la cabeza. Sabía que en el cuerpo a cuerpo saldría perdiendo por lo que optó por mantenerse a distancia y seguir disparando.

Ver a aquellos soldados ignorar sus heridas y ahora la fuerza que había demostrado tener aquel alemán le hacía dudar de contra quién se enfrentaban. Nadie les había preparado y menos avisado de tal cosa.

-¡Si, jefe! -  responde Vincent para luego encabezar la marcha hacia el claro elevado en el bosque contiguo.  A su marcha se une Brannagh y su amunicionador Randall, y detrás de ellos también llegan a tiempo Aaron, Franklyn, Billy y Tala. Estos dos últimos abandonaron las trincheras a tiempo y gracias a la explosión del nido de ametralladoras de Brannagh por su carga que había plantado poco antes.

La deflagración incendia las cajas de municiones de la Browning y esto provoca una lluvia de balas en todas direcciones que vuelven a golpear al grupo de ataque SS del sector norte. Solo gracias a ello los pocos soldados supervivientes del flanco norte lograron escapar.

Mientras Walter vigila la retirada de aquellos que se unen a la columna logra ver el incendio de la iglesia y los vehículos y tiendas próximas. El bombardeo previo focalizó sus proyectiles en la edificación gracias al trabajo previo de inteligencia, lo que determinó las posiciones y números de las tropas americanas. Ha sido una operación de precisión quirúrgica por parte del bando alemán.

Con la línea de trincheras perdida Steve retrocede casi por la misma línea de sus compañeros que emprenden la retirada a toda prisa y allí busca nueva cobertura para continuar atacando mientras sea posible. Allí, entre arbustos congelados, se acomodó para luego preparar su rifle.

Mike, el único del grupo que aun continuaba en la batalla, retrocedía tanto como podía, sin dar la espalda al enemigo y mucho menos sin permitir que el bruto oponente le echara el guante. Instantes previos este había despachado a su compañero de trinchera fácilmente y sin complicaciones, casi rozando lo irreal.

Y pese a los certeros disparos de su pistola, Mike no podía entender como el nazi aun avanzaba hacia él. Así fue que el germano consiguió cogerlo de un brazo y con la otra mano desarmarlo, arrojando la pistola lejos hacia las trincheras. Con una sonrisa malvada, desencajada por demás, el bruto empezó a presionar sobre el cuello de Mike.

Estando a las puertas de la muerte el soldado novato cayó de bruces al suelo y se dio cuenta que Mark había llegado hasta él para ayudarlo en el último momento. –El recuerdo del hierro – se repitió para si luego de guardar en sus ropas una daga con la cual había acabado con el bruto germano.

-¡Rápido! ¡Ve con Sanderson ahora! – ordena Ocon al desconcertado Mike al señalar un punto en el bosque hacia el noroeste. En respuesta el novato sale de allí tan rápido como le es posible sin mirar atrás.

Poco después la batalla comienza a finalizar, con la evidente victoria de las SS Leibstandarte. De alguna manera imposible atrás, en la tierra de nadie, solo una veintena de cadáveres alemanes son las bajas sufridas. En cambio tan solo diez o quince soldados americanos han sobrevivido y son empujados fuera de las trincheras y llevados a la parte sur del claro. El capitán, algo malherido, encabeza el grupo prisionero.

Ahora, saliendo del fragor de la batalla es posible distinguir a los soldados cuyas heridas imposibles habrían provocado su muerte. Son poco más de dos cuartos de la compañía enemiga, lo que provoca pavor entre los demás soldados alemanes. En sus rostros se refleja el miedo por la dantesca escena y el accionar de sus camaradas. Pese a todo mantienen la compostura férrea que su entrenamiento les permite.

Al parecer no solo los americanos han sido sorprendidos por el salvaje y demoniaco accionar de las tropas SS…

Me quejé cuando Walter apretó los vendajes y me dejó para ir a ayudar a otro, todavía tenía la Thompson así que me recoloqué para poder cubrir al resto en lo que pudiera por que tampoco estaba para moverme demasiado, entonces vino de nuevo Walter y me ayudó a levantarme para alejarnos un poco más del enemigo:-Creo que puedo seguir solo, doc.-le dije a Walter para que ayudara a otros a moverse. 

Franklyn no perdió ocasión de salir de la trinchera para ponerse a salvo del inminente ataque alemán. La victoria habría sido imposible, pero se contentaba con haberles dado donde duele. Total, para proteger una iglesia en ruinas y unos cuantos agujeros cavados en el suelo, no merecía desperdiciar su vida. Para cubrir su retirada, se despachó con un par de granadas y una ráfaga de su Thompson, hasta ponerse a salvo en el bosque cercano. Dando un rodeo consiguió unirse al resto del grupo en retirada, de camino a la parte sur del claro donde se reagrupaba lo que quedaba de su maltrecha compañía. 

Y entonces pudo hacer un balance de los daños. Desde su trinchera la derrota no parecía tan abrumadora, pero desde la distancia pudo constatar que habían sido arrasados por completo. Claro que con una superioridad numérica y logícista tan evidente, resistir habría sido imposible. 

Por una vez no dijo nada. Tan solo se concentró en comprobar quiénes había caído "de los suyos" y lloró en silencio sus muertes, mientras esperaba órdenes.

El fragor de la batalla enmudecía a sus espaldas mientras los hombres se dejaban caer en el calvero junto a las peñas (*). Habían entrado en calor pero no como Walter hubiera deseado. Buscando ocupar su mente -no quiere pensar en lo que han visto sus ojos- Walter hace un recuento rápido de los hombres que están junto a él ¿a su cargo? (**) No. No quería pensarlo.

No. Tenían que seguir en movimiento.

-Estableced un perímetro, Brannagh, encárgate de ello. Puede que envíen patrullas de reconocimiento, debemos verlos antes. 

-Vincent, comprueba qué tenemos, armas, munición, víveres. Haz un recuento completo. 

-Ahora voy a echar un ojo a los heridos. A ver, muchachos, ¿quién quiere unos días de reposo en París? (***)

- Si cabo. Contestó como si le hubieran tirado una losa encima. De todas maneras, no sería de otra manera, así que su amunicionador, herido, y sobre su espalda, fue depositado, con cierta delicadeza. - No te mueras cabrón, que tenemos que seguir matando boches juntos.

- A ver, vosotros ... Mientras sacaba la 1911 de su cartuchera. Y empezó a repartir los soldados haciendo una media luna. No dudó en ordenarles que montase barricadas, que cabasen pozos de tirador para cada dos, de que recuperasen armas de los heridos y redistribuyeran municiones según los que menos tenían. Tenemos que clavar palos que se les ha sacado punta por ambos extremos y disponerlos hacia de donde vendría el asalto. - ¡¡¡Venga!!!, ¡¡¡vamos!!!. Había trabajo que hacer, y no era para menos. Otra como esta y vete a saber como quedaba la cosa. Incluso los heridos, ya parcheados los dispondría en pozos que ya hubieran construido el resto. No podía permitirse dejar un par de ojos o una boca de fuego orientada hacia donde tocaba. Incluso le jodía, porque había perdido la ametralladora y su minición.

- Joder, la matraca se ha quedado allí. Sabía que la munición y la mina habían hecho un buen estrago, pero no era lo que él quería. No era suficiente.

¿Como cojones había llegado al claro? ¿Me habían arrastrado? ¿Por mi propio pie? ¿A bordo de alguna especie de vehículo de otra dimensión? Era difícil decirlo. Lo único que tenía claro era que mi preciada carabina seguía en mis manos. Podía dar fe de ello los nudillos blancos y los dedos agarrotados de tan fuerte que la tenía cogida.

Por fortuna seguía con vida. Y no era poca cosa, habida cuenta de la ingente cantidad de alemanes que formaban la escuadra que nos había atacado... más bien que nos había barrido del campo de batalla. Pero, lo más desconcertante era haber visto como los malditos nazis se levantaban una y otra vez tras sufrir no pocas heridas, cada una de ellas mortal de necesidad. ¿Realmente había ocurrido así? ¿O todo era, en definitiva, sugestión? En muchas ocasiones uno ve lo que quiere ver... o lo que le inducen a ver.

Pero esta vez no. Esta vez era muy real. Tenía el cuerpo machacado. Quienquiera que me trajera a esta posición me había dejado en el suelo de cualquier manera, probablemente debido a la urgente tarea de volver a las trincheras para salvar a cuantos más compatriotas mejor.

Haciendo un titánico esfuerzo, conseguí quedar en posición sentada. Aparentemente no tenía nada roto, aparentemente. Extraje el modesto botiquín que todo soldado llevaba encima... aunque llamar botiquín a un par de rollos de vendas y una ampolla con sulfamidas era cuanto menos, pecar de optimismo.

El caso es que con ello pude contener las fea herida que tenía en el muslo derecho, y que sangraba abundantemente. La sangre salía oscura, y de manera continuada, lo que indicaba (y no es que tuviera demasiados conocimientos médicos) que al menos no tenía seccionada la femoral. 

Lástima no tener a mano un poco de whisky, ¿verdad, Tala? - dije, a mi compañero de fatigas mientras le sonreía, ocultando de ese modo el tremendo dolor que sentía.

Nuestro sanitario quedaba lejos, pero así al menos pude ganar algo de tiempo y que pudiera echarme un vistazo cuando pudiera. Y, lo que era más importante, me permitiría volver a empuñar el arma.