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Ante el grupo de agentes ascendían los cien escalones de mármol blanco que llevaban al Senado del Imperio Taldan. Estaba empezando a anochecer, así que aún tendrían margen de tiempo para reconocer el terreno y empezar a trabajar en sus misiones, antes de que llegara la votación.

Cientos de nobles, ayudantes senatoriales y dignatarios visitantes se mezclaban dentro y fuera de los grandes salones del Senado.

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El primero de los salones era la Galería del Triunfo, que recibía a los que iban llegando con una abundante muestra de las glorias militares y políticas de Taldor. Banderas y trofeos se alineaban en los pasillos de la galería, algunos expuestos abiertamente mientras que otros descansaban detrás de intrincadas vitrinas de cristal; innumerables artefactos pertenecientes a grandes héroes y soldados.

Una veintena de Falanges de Taldan -el grueso de las tropas del ejército- actuaban como guardias de honor ceremoniales para el senado, y como guías de algunos de los recursos militares que se exhibían.

Tyrius agradeció al guardia su comprensión. Al poco atravesó aquellas puertas para encontrar un lugar imponente. Había encontrado gran belleza en los lugares dedicados a Abadar, mas esta galería del triunfo era majestuosa. No tenía demasiado conocimiento sobre la historia de Taldur, había sido oscura en ciertos momentos y ahora creía que muchos taldoranos se arrepentían de cosas del pasado.

- Un lugar grandioso. Les gusta recibir a los visitantes mostrando todo el esplendor.

Quizás demasiados motivos militares que hacían pensar que la guerra seguía estando bien vista por la élite. Él esperaba que la diplomacia también tuviera su hueco.

El paladín avanzó entre las columnas, apartando la atención de aquellos cuadros y esculturas. Se tenía que fijar ahora en las personas vivas, escuchar cómo se presentaban a sí mismas y atender a los símbolos que portaran. Todo eso podría servir a sus compañeros. Sintió un deseo de seguir adelante, como si estuviera ante un reto que le resultaba agradable.

El paladín de la capa roja comenzó a recorrer la majestuosa sala donde los invitados, vestidos y adornados de las formas más variopintas, se saludaban entre sí, frente a gloria de Taldor hecha arte.

La Galería del Triunfo daba acceso a la salida del senado por el lado de la escalera, y por el otro daba acceso a los Jardines, a donde grupos de nobles y senadores se iban dirigiendo poco a poco, después de los saludos correspondientes en la galería. En las alas de la Galería, más alejados de la Falange, había varias secciones de artefactos, algunos de ellos se veían claramente valiosos, y algunas secciones estaban cerradas con llave.

Tyrion reconoció enseguida al Alto Strategos Maxillar Pythareus. Vestía su uniforme militar, el mismo con el que más de una vez lo había visto asistir al templo de Abadar. El comandante en jefe era un hombre devoto, y generoso con la iglesia.

Lo vio hablando con un grupo de personas, entre ellas una joven que, aunque robusta como soldado, vestía atuendos de noble, y otra mayor que le sonaba familiar.

Después de un rato recordó que la mujer mayor se trataba de Copernia Vau, la conservadora de antigüedades del senado. En el pasado había ayudado a conservar el Manual de Urbanismo y Ordenación del Territorio, uno de los textos sagrados de la iglesia de Abadar que se conservaban en Oppara.

Aunque también reconoció a un senador,  desconocía su nombre, y estaba rodeado de forma que era imposible oír la conversación sin estar cerca.