Partida Rol por web

"Los pantanos y las ciénagas se habían extendido más y más a ambos lados. Los sendero habían desaparecido, y los jinetes o los caminantes hubieran tenido un destino similar si hubieran intentado encontrar los viejos caminos."

Hace cinco años, en el 2941 de la Tercera Edad, según el calendario de los elfos y de los hombres del Oeste, una feroz batalla azotó las raíces de Erebor, la montaña Solitaria. Orcos, lobos salvajes, hombres, enanos y elfos se enfrentaron bajo un cielo oscurecido por murciélagos gigantes, movidos por el odio acumulado en antiguas rencillas. Muchas gestas nobles tuvieron lugar ese día, algunos héroes vencieron y otros cayeron, para el final conseguir una victoria aplastante para los Pueblos libres del Norte.

Una nueva alianza nació al acabar dicha batalla, ahora recordada como la Batalla de los Cinco ejércitos. De hecho, si no hubiera sido por la amenaza de la hueste invasora de Bolg, que reunió a los Pueblos libres bajo el mismo estandarte, sus relaciones, crispadas por largos años de mezquinos malentendidos, estaban a punto de estallar en guerra abierta. Los espíritus de los elfos, los hombres y los enanos se habían amargado casi hasta la desesperación debido a la creciente oscuridad del bosque Negro, y la omnipresente amenaza del gran dragón de Erebor. Cada comunidad había empezado a sospechar de sus vecinos y había limitado sus relaciones a intercambios comerciales mínimos. Cuando el fragor de la batalla se apagó, los Pueblos libres supervivientes se miraron de nuevo unos a otros con el corazón abierto.

Una vez libres de la amenaza de Smaug el Dragón, y con dos terceras partes de los guerreros trasgos del norte erradicados, los habitantes de las regiones del norte de las tierras Ásperas tienen la oportunidad de contemplar finalmente un futuro próspero. Pero cinco años después de la muerte del Dragón, la paz sigue siendo frágil al límite del Yermo, y tiene que ser cuidada y vigilada, especialmente por quienes viven en sus rincones más oscuros.

Es el año 2946 de la Tercera Edad, y las tierras al este de las montañas Nubladas están inquietas. Desde los picos envueltos en nubes por encima del paso Alto, hasta la penumbra infestada de arañas del bosque Negro, senderos mucho tiempo desiertos vuelven a ser hollados. Los mercaderes se afanan para llevar su género a nuevos mercados, los mensajeros llevan nuevas de reinos lejanos, y los reyes envían hombres de armas para extender su influencia y el imperio de la ley. Algunos dicen que ha comenzado una nueva era de libertad, un tiempo de aventuras y grandes gestas, que permitirán reclamar la gloria perdida en largos siglos de opresión y decadencia.

Pero las aventuras no son realmente cosa que la gente va a buscar. Son peligrosas y raramente acaban bien. Si bien es cierto que un puñado de valientes sale a dejar su huella en el mundo, a otros parece que la aventura les escoja a ellos, como si ése fuera el sendero que su destino les obliga a recorrer. Son guerreros inquietos, eruditos y trotamundos curiosos, siempre dispuestos a buscar lo perdido, o a explorar lo olvidado. La gente ordinaria les llama aventureros, y cuando triunfan en lo que se proponen les llaman héroes; pero si fracasan nadie recordará sus nombres...

La ciudad del Lago es una ciudad libre, donde aventureros de diferentes lugares acuden en busca de oportunidades para hacerse un nombre. Además de hombres del Norte de todo tipo, también pueden verse normalmente elfos y enanos, puesto que tanto el reino del Bosque como el reino Bajo la montaña tienen intereses en la ciudad. Incluso los hobbits pueden llegar a la ciudad del Lago sin levantar demasiada conmoción, puesto que las visiones extrañas se están convirtiendo en la norma, con comerciantes procedentes del sur y del este aportando sus mercancías a la ciudad con creciente regularidad.

El hobbit de nombre Trotter había salido de la Comarca queriendo descubrir los lugares más allá de su hogar, persiguiendo sueños y esperanzas. El viaje que comenzó en su madriguera hobbit le llevó por prados, bosques y montañas, hacia el este, siempre hacia el este. Tuvo la fortuna de encontrarse con Beran, mientras atravesaba el paso Alto. Este, fiel a la causa de su gente, los beórnidas, guio y protegió al hobbit mientras atravesaba el paso de montaña, pero ambos hicieron tan buenas migas durante ese trayecto, que cuando sus caminos iban a separarse, finalmente decidió acompañarle más allá, hasta la ciudad del Lago.

Una vez llegados allí, no tardaron en conocer a Beli, un enano de la montaña Solitaria. Este había llegado a la ciudad semanas antes, bien equipado y sin miedo a nada, dispuesto a marchar en busca de los tesoros escondidos en los rincones más remotos del mundo. Aunque al principio, el enano recelaba de tan peculiar pareja, el espíritu fiable del beórnida, ayudado quizá por la hierba de la Cuaderna Sur que el hobbit llevaba entre sus pertenencias, lograron que decidieran permanecer juntos.

A ellos se les unió un cuarto componente, un elfo del bosque Negro llamado Caranthir, el cual había dejado de lado los libros y canciones que hablaban de aquellos que lucharon contra la Sombra, para abandonar temporalmente su reino en el bosque con el propósito de combatirla por sí mismo. Si bien era el miembro más reservado, una vez superadas las antiguas rencillas de su pueblo con el de la casa de Durin, confió en el enano, el beórnida y el hobbit para acompañarle en su tarea, pues todos ellos parecían poseer buenas cualidades.

Cinco años habían pasado desde que aquel truhán de Bilbo volvió con cofres cargados de tesoros a Bolsón Cerrado. La fiesta que siguió fue inmensa, manteniendo a toda la Comarca revuelta durante tres meses. Fiesta que se repitió en su cumpleaños, y desde entonces todos los años como celebración del aniversario del joven Hobbit.

Trotter estuvo en primera fila con los otros jóvenes escuchando las historias del Bolsón, mirándole con ojos como platos. - ¡Qué gran aventura! - Pensaba. No eran las joyas y las riquezas que envidiaba, si no las historias. Trolls, enanos, elfos y dragones... ¡Y cuánta inventiva a la hora de buscar soluciones!
Sus padres no le daban mucha importancia a las motivaciones de su hijo; Ya se les pasaría, no tenía más de un décimo de sangre Tuk, por lo que no había mucho riesgo de que saliera díscolo. Los Brandigamo de su familia no tenían fama de ser tan aventureros.

Sin embargo, unos años más tarde, cuando en una de estas festividades el mago Gandalf en persona se había presentado en la Comarca, Trotter decidió salir detrás de él en su marcha. Ya era mayor de edad y sus padres, pese a su sorpresa, no pudieron hacer nada por evitarlo. Tras unos meses con Gandalf, el mago tuvo que marchar a hacer cosas de magos, y Trotter decidió ir en dirección a las historias de Bilbo, y se puso como meta conocer la ciudad de Lago.

No habría llegado muy lejos sin la ayuda de Beran. El hombre le había ayudado en su momento de máxima necesidad, cuando creyó morir en el Paso Alto, y había sido un gran apoyo desde entonces, pero además un verdadero amigo. Habían reído juntos, jugado a juegos de palabras y fumado la hierba del viejo Tobby, del que Trotter había traído una buena cantidad, en los momentos de ocio. En una atalaya cerca de la ciudad del lago conocieron a Beli cuando se acercó a su hoguera y compartió con ellos cena, conversación y finalmente una buena pipa, y desde entonces habían viajado juntos también, llegando a considerarle otro amigo inseparable. Finalmente, Caranthir apareció de la nada ayudándoles cuando un grupo de lobos había atacado al grupito, y tras unos cuantos días viajando juntos había cogido algo de confianza con ellos, aunque era mucho más reservado que el resto de sus compañeros a Trotter le parecía que tenía buen fondo.

Esto de las aventuras estaba resultando tan divertido como Trotter se había imaginado, y se sentía feliz de haber encontrado un grupo de compañeros junto a los que caminar. El mundo estaba abierto para ellos, y tenían muchas cosas que vivir por delante.

Cuando se corrió la noticia de que la expedición de Thorin, Escudo de Roble, había conseguido el objetivo de recuperar Erebor y que existía un nuevo Rey Bajo la Montaña, cientos de enanos de la diáspora se dirigieron de vuelta a su hogar en la Montaña Solitaria, con un objetivo en mente, restaurar el antiguo esplendor del Reino Bajo la Montaña.

Beli fue uno de ellos, sin pensárselo dos veces abandonó su hogar en las Colina de Hierro y se dirigió a Erebor, dónde durante 6 años participó de los trabajos de reconstrucción, la apertura de nuevos canales y avenidas subterráneas y de la riqueza y la abundancia que la Montaña regalaba a sus habitantes. Pero en la sangre de Beli estaba el ansia por la aventura, la misma que años atrás había llevado a su padre Fari a organizar una expedición a las Montañas Grises buscando recuperar uno de los innúmeros tesoros enanos robados por los dragones.

Así que un día Beli, previsor y organizado como buen enano, vendió una parte de sus pertenencias para comprar los pertrechos necesarios para marchar debidamente equipado a la aventura y dejó su casa y negocios al cuidado de un primo segundo, para después dirigirse hacia la vecina ciudad de Lago que esperaba fuera el punto de partida de su particular epopeya. El destino y la buena suerte quiso que, en una noche sin luna, se diera de bruces con el caldero en el que un beórnida y un hobbit calentaban su cena. Así conoció a Beran y a Trotter con los que esa noche compartió comida y velada, calentándose primero el estómago y después el corazón sentados junto al fuego. Ya con una pipa en la mano, Beli se animó a cantar algunas canciones enanas para sus compañeros, cosa que hacía con notable maestría, cantar era otra de las habilidades heredadas de su padre Fari.

No es extraño que tras tan entretenida velada, al día siguiente nuestros amigos decidieran continuar camino juntos, formando la base de la compañía que acabaría de completarse con la llegada del elfo Caranthir. Aunque le costase admitirlo, Beli tenía que reconocer que su destreza con la lanza había sido de gran ayuda para librarse del ataque de los lobos de las montañas. Caranthir no era excesivamente locuaz pero, de vez en cuando los obsequiaba con algún dato de la tradición élfica, lo que automáticamente propiciaba el inicio de un debate con Beli que se veía en la obligación de narrar el punto de vista enano de la historia. Aunque nunca lo admitiría ante un tercero, lo cierto es que Beli había llegado a disfrutar esas discusiones y a adquirir un cierto aprecio por el elfo silvano.

Beran, un valiente beórnida, nació en el seno de una familia de pastores y cazadores, en las cercanías de las estribaciones orientales de las imponentes montañas Nubladas. Desde su infancia, experimentó una profunda fascinación por las cumbres altas y nevadas, dedicando la mayor parte de su tiempo a escalar y explorar nuevas rutas que cruzaran aquellos majestuosos picos. Con cada aventura, su espíritu se fortalecía y su amor por la montaña se volvía más profundo.

Beorn, conocido por su sabiduría y su espíritu feroz, despertó en Beran un sentido de responsabilidad y deber hacia aquellos que necesitaban ayuda en su camino: aprendió a valorar la importancia de la solidaridad y la protección mutua en un entorno peligroso. Encontró un propósito mayor en su vida: consciente de los crecientes peligros que acechaban en los senderos montañosos, tomó la decisión de dedicar su vida a proteger a los viajeros que se aventuraban en ese terreno hostil. Muy pronto se convirtió en un guardián infatigable de los pasos de montaña.

Durante uno de sus recorridos, Beran se encontró con Trotter, un intrépido hobbit que había dejado atrás la Comarca en busca de nuevas tierras y emocionantes descubrimientos. El destino los unió en el paso Alto, donde fiel a la causa de su pueblo, asumió el papel de protector y guía del hobbit a través de las montañas. Primero cargado a los hombros, como el ganado lanudo; luego montado al cuello cuando su energía fallaba. A medida que avanzaban juntos, la amistad floreció y su vínculo se hizo cada vez más fuerte. El beórnida, fascinado de la placentera filosofía de su protegido, decidió aunar fuerzas y convertirse en su acompañante de aventuras.

Juntos llegaron a la ciudad del Lago, donde el destino los llevó a conocer a Beli, el enano proveniente de la montaña Solitaria. Al principio, le pareció todo lo que se decía de los enanos. Más tarde, no tardó en reconocerle como un familiar, puesto que sus canciones le sonaron como la brisa de las montañas. El grupo se completó cuando Caranthir decidió unirse a la causa. Resultó costoso hacerse con la personalidad cautelosa del elfo; una actitud para nada reprochable, pues compartía cualidad con su mentor Beorn. El elfo también luchaba por una noble causa en la que Beran quería ser partícipe.

Los siglos de estudio de la historia, de los sucesos y de los actores sólo habían sido suficientes en los inicios. Conforme las hazañas y los infortunios de los grandes nombres del pasado habían desfilado ante sus ojos, mientras memorizaba viejos tomos de saber o canciones acerca de leyendas, una extraña sensación de desazón había comenzado a instalarse en lo profundo de la mente de Caranthir.

Y entonces llegó el Nigromante de Dol Guldur. Los huargos, los orcos y, sobre todo, la oscura progenie de Ungoliant violaron una y otra vez las fronteras del reino del bosque. Y los elfos del Bosque Verde se cobijaron bajo tierra, en los Salones de Rey. Caranthir siguió con sus estudios pero cada vez le quedaba más claro que su sitio no estaba entre libros y canciones, si no tal vez afuera, con un arma en sus manos para rechazar la incipiente oscuridad. Los hechos que desembocaron en la sangrienta Batalla de los Cinco Ejércitos fue todo lo que el elfo necesitó para saber que a la Sombra no se la combate desde un estudio o una biblioteca, leyendo sobre reyes, reinos y grandes capitanes del pasado. Aunque ese conocimiento no es desdeñable, pues bien puede servir para asesorar y guiar a quienes se oponen a los designios de Gorthaur.

Cinco años habían pasado desde aquella batalla. Thorin Escudo de Roble había recuperado Erebor y, junto con la Piedra del Arca, restableció el reino enano. Su primo Dain sucedió al malogrado Thorin, Valle comenzaba a reconstruirse y la nueva ciudad del Lago se había constituido, una vez más, en el centro del comercio en el Norte. Todos se mostraban satisfechos y esperanzados. Pero Caranthir desconfiaba; para él, aquella paz y prosperidad eran la calma que precedía a una tormenta mayor. Mas nadie quería creerle pues los enanos estaban felices por tener de nuevo la Montaña Solitaria y sus riquezas minerales, Valle volvería a florecer a sus puertas y Lago crecía con la riqueza derivada del comercio, con flotas y flotas que amarraban y partían desde y hacia el oeste y al sur cargadas con oro o con juguetes, armas, armaduras, joyas,... Nada sugería que aquella bonanza que alcanzaba a elfos, enanos y hombres pudiera tener fin.

Caranthir había dejado los Salones para volver a respirar aire fresco y ver la luz de las estrellas. Pero también para advertir contra la complacencia. Haber destruido a más de la mitad de los trasgos guerreros en las montañas del Norte no significaba que hubieran ganado definitivamente. Pero nadie quería escuchar sus funestas premoniciones. Así fue como el elfo decidió callar y emprendió la marcha hacia Lago. Y en el camino tropezó con un grupo de viajeros en apuros, atacados por bestias que habían bajado de las montañas donde se asentaba la antigua fortaleza del Nigromante. Un grupo variopinto formado por Beran, un beórnida, gran conocedor de los secretos de las Montañas Nubladas (y, por extensión, de otras cordilleras), quien acogió bajo su protección a un cándido hobbit, Trotter, el cual se maravillaba boquiabierto por los valles, los altos montes, los profundos bosques y por la aventura que era recorrer cada uno de esos lugares.

Quien completó tal grupo era un naugrim, Beli de las Colinas de Hierro. El enano había buscado fortuna en la reconstrucción de Erebor aunque, por lo que contaba, pronto se aburrió, vendió lo que pudo y se echó a los caminos. Las viejas rencillas entre el pueblo de Durin y la gente de Elbereth afloraban a menudo, cada vez que Beli se creía en la necesidad de corregir el saber y las canciones acerca de mitos con que Caranthir debía aplacar la curiosidad ocasional del hobbit. Extrañamente, esta en apariencia hostil confrontación no había tardado en convertirse en una singular dinámica dentro del grupo que hacía reir al elfo en su fuero interno.

Sólo llevaban juntos un par de días en la ciudad del Lago cuando Beli, mientras conversaba con un lugareño, obtuvo un rumor para nada alegre. Según le contaron, Hraf hijo de Hrabin, un cuervo de la montaña, había llevado a Erebor noticias siniestras: dos mensajeros enanos que partieron de la montaña Solitaria con un encargo habían desaparecido y no se sabía nada de su paradero. El reino Bajo la montaña estaba inquieto, tanto que el propio Gloin el enano, el que participara en la liberación de Erebor bajo el liderazgo del difunto Thorin Escudo de Roble, había hecho saber que quien proporcionara cualquier noticia relevante acerca de los enanos desaparecidos sería ricamente recompensado.

El enano no tardó en compartir esa información con el resto de miembros de la compañía. Quizá la propia recompensa valiera la pena para algunos, mientras a otros les motivara más el honor y la satisfacción de realizar una buena acción, o tal vez el simple hecho de correr una aventura fuera lo que les empujara, pero el caso es que sin duda ahora ellos deberían decidir qué hacer.

Alas negras, noticias oscuras.

Así rezaba un viejo proverbio enano y esta vez tampoco era una excepción, la noticia de la desaparición de los mensajeros enanos cayó como una pesada losa sobre el corazón de Beli. No sabía quienes eran, por lo que desconocía si no era un pariente el que había sufrido tan aciago destino, además era habitual que los mensajeros fueran escogidos entre los enanos más jóvenes, lo que no hacia si no aumentar su tristeza.

Cuando volvió con sus compañeros con el rostro sombrío y la mirada perdida, todos sospecharon, pero cuando Beli rechazó el plato de comida que Beran le ofrecía se hizo obvio que algo andaba mal. Fue Trotter el primero en acercarse a preguntar con una pipa armada en la mano. Tras dar una larga calada y soltar el humo hacia arriba en forma de anillos de humo, Beli comenzó la breve historia.

- Han desaparecido dos mensajeros enanos, no se mucho, solo se que partieron de la Montaña Solitaria con la luna creciente¹ y que desde entonces no se han vuelto a tener noticias. Desconozco adónde se dirigían o que encargo tenían pero debía ser importante porque el mismo Glóin ha ofrecido una recompensa a quien sepa dar noticias de su paradero.

Beli hizo una pausa para mirar los rostros preocupados de sus compañeros.

- No me importa la recompensa, pero levantaré cada piedra de aquí a Khazad-dhum con tal de encontrarlos. Aunque entenderé si preferís ir atrás de un tesoro, solo que en esta ocasión yo no podré acompañaros².

Beli sopesaba las opciones, no sabían cual era el encargo de los mensajeros, ni tampoco su destino, por lo que no podían salir a buscar indicios de su paradero. Solo se le ocurrían pues dos opciones: viajar hasta Erebor y preguntarle al propio Glóin, con lo que perderían días tal vez cruciales en su búsqueda de los mensajeros o bien averiguar cuando llegaría el próximo cargamento comercial enano procedente de la Montaña e intentar obtener información con los recién llegados.

Beran escuchó atentamente las palabras de Beli, sintiendo cómo la sombra de la preocupación se extendía sobre su rostro. Conocía el peso de la responsabilidad que recaía sobre los hombros de los mensajeros enanos y la importancia de sus misiones. La desaparición de dos de ellos no auguraba nada bueno. Su corazón se llenó de angustia por aquellos jóvenes enanos.

La mirada expresiva del enano aseguraba que no se detendría ante nada hasta encontrar a los desaparecidos, pero también entendía que, aunque los cuatro habían formado un grupo férreo los últimos días, cada uno de ellos debía decidir su propio camino. Beran no podía evitar sentir una llamada dentro de sí que le unía a la aventura.

Dirigió una mirada seria hacia los demás miembros de la compañía, notando la diversidad de pensamientos y motivaciones que se reflejaban en sus rostros. Cada elección sería respetada, pues no sería quién para juzgarlas. Entonces se acercó a Beli y puso una mano reconfortante en su hombro. Lo miró directamente a los ojos y le fijo con voz firme, pero cálida:

—Beli, hermano, comprendo tu dolor. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras los mensajeros enanos enfrentan un destino incierto. Siempre sentí un fuerte vínculo con nuestras montañas. Acompañarte en esta búsqueda es mi deber y mi deseo.

Beran se volvió hacia los demás y su mirada recorrió de nuevo los rostros de sus compañeros. Esta vez, su temple era más relajado que el anterior, dispuesto a aceptar las diferentes motivaciones que pudieran tener. Juntos formaban una pequeña, pero agradable comunidad y quería mantenerla.

—Compañeros, la elección es vuestra. La recompensa puede ser tentadora, pero no debemos olvidar el valor de la solidaridad y el honor. Si alguien decide unirse a esta búsqueda, sabed que caminaré a vuestro lado y seré leal a mis principios.

En su corazón, Beran ya había elegido lo que hacer, no dejaría de luchar por la justicia y seguridad de los jóvenes enanos. Si otros decidían seguir diferentes caminos, Beran respetaría sus elecciones.

Las noticias que trajo Beli no parecieron en principio tan extrañas. La espesura era peligrosa y que alguien desapareciera no sonaba tan descabellado; un ataque de bestias hambrientas, una emboscada de salteadores,... Varias eran las posibilidades que podían explicar tal suceso. El de mensajero, además, no era un oficio seguro. Sin embargo, la preocupación que, según el enano, imperaba en Erebor por este acontecimiento le hacía suponer al elfo que los recados portados por estos enanos eran importantes. Y una razón sospechosa y peligrosa a partes iguales se abría paso en su mente: el advenimiento nuevo de la Sombra podía estar detrás de las desapariciones. Pero ya en el pasado aquellas advertencias suyas habían sido desatendidas o el propio Caranthir tachado de agorero, así que prefirió guardarse tal parecer para sí. Por el momento.

- En cualquier caso, lo importante primero es saber. Antes de echarse a los caminos en su búsqueda, primero debemos averiguar qué ruta llevaban y luego encontrar el lugar donde desaparecieron, para buscar pistas y rastros desde allí. Podríamos empezar por preguntar en las posadas y tiendas de abarrotes de Lago por si las visitaron antes de ponerse en camino. O dirigirnos a Erebor y preguntar por los detalles al propio Gloin.

Por supuesto, Caranthir afinó el oído por si acertaba a escuchar alguna conversación relacionada con el suceso. Aunque sólo fueran rumores probablemente, nunca podías saber dónde aparecería una información que ayudase en algún paso de una investigación. Y ésta, sospechaba, no sería muy distinta a rastrear hechos oscuros del pasado entre versos de la tradición oral y escritos desperdigados.

Mientras comentaban la información y los posibles pasos a dar a partir de esta, un hombre que carga con una cesta con pescado en su diestra y una caña de pescar al hombro, se os acerca.

- Disculpad que os interrumpa, pero no pude evitar escucharos. ¿Decíais de buscar a Glóin? Sin duda que es por las noticias de esos enanos perdidos ¿cierto? ¡No hace falta que viajéis hasta Erebor! Glóin actúa como emisario del rey Bajo la montaña aquí mismo, en Esgaroth, por lo que reside aquí varias semanas al año. Podéis encontrarle en una residencia cercana al Ayuntamiento; no tiene pérdida.

Acto seguido os da unas indicaciones para encontrar dicha residencia.

- ¡Que tengan un buen día, señores! ¡Estos peces no van a venderse solos! - se despide.

Trotter sentía la afectación de su compañero enano desde que llegara de recibir la noticia, y tenía claro que no le iba a dejar sólo en su búsqueda. - Amigo Beli, nuestros caminos se cruzaron por casualidad al principio, pero ya te considero parte de mi vida, y no te dejaré sólo en tu búsqueda. No soy fuerte, ni tengo grandes habilidades para la lucha, pero espero que mi compañía te pueda ser de ayuda de alguna forma. Cuenta conmigo. - Estaba de acuerdo con su compañero elfo. Lo primero que necesitaban era información, y Glóin estaba en la ciudad, por lo que era la mejor fuente, la raíz. - Podemos pasarnos por su residencia, ya que sabemos donde vive. Otra opción sería ir a la taberna a preguntar primero, por si ir con una idea de lo que buscamos nos puede ayudar a preguntarle datos con más precisión, yo haría esto último si os parece bien.

Tras escuchar la opinión del enano, que abogaba por acudir directamente a casa del líder de su raza para ponerse en marcha cuanto antes sonrió con aceptación - Se notaba que el enano estaba impaciente, y no era para menos, y quería apoyarle en su decisión - Si tú lo consideras así, amigo, vayamos a hablar con Gloin directamente. Cuanto antes vayamos antes partiremos.

Beli sintió la emoción que le embargaba mientras sus recién conocidos amigos se unían sin pensarlo en la búsqueda de los mensajeros enanos. Apretó firmemente el brazo que le ofrecía Beran y agradeció asintiendo con la mirada tanto a Caranthir como a Trotter. Si la desaparición de los enanos había sido una nube oscura, la ayuda unánime de la Compañía se sentía ahora como un esperanzador rayo de sol.

Como presagio de que la suerte parecía comenzar a cambiar, la aparición del pescador supuso otra alegría para el enano, que se levantó rápidamente para agradecerle la información, e que incluso hizo cuestión de comprar todos los peces de la cesta, eso sí, a un precio razonable.

- Diantre, mi querido amigo mediano, ¿si ya sabemos dónde está el oso para que seguir removiendo los arbustos?. Vayamos sin más demora a la casa de Glóin y hagámosle a él todas las preguntas que estimemos necesarias y tenga a bien respondernos. Siempre tendremos tiempo después para buscar más información o para acabar de equiparnos.

Beli se preguntó si el viejo Glóin se acordaría de él, habían coincidido en alguna ocasión en la Montaña, pero apenas habían intercambiado unas pocas palabras. Sin embardo se sentía feliz de poder verlo nuevamente, como todos sus congéneres, Beli profesaba una gran admiración por el noble Glóin, uno de los héroes de la Batalla de los Cinco Ejércitos. En todo caso, su opinión era dirigirse sin pérdida de tiempo y con todos sus compañeros a la residencia de Glóin.

Estando de acuerdo en que la forma más rápida de conocer más datos acerca de la desaparición de los enanos era preguntar al propio Glóin, todos partís hacia el barrio del Ayuntamiento, siguiendo las indicaciones que os había proporcionado el pescador.

En toda la zona que rodea al Ayuntamiento se utilizaron las pilastras más altas y más robustas para conseguir que esta estuviera lo más alta posible por encima de la superficie del lago. Pronto comprobáis también por qué a este barrio se le considera el mejor de la ciudad, pues posee las casas más grandes y los alojamientos más cómodos, ya que es aquí donde las familias de mercaderes más antiguas y ricas de Esgaroth escogieron para construir sus residencias; es normal que la mayoría de consejeros de la ciudad y otros funcionarios vivan en esta zona, al igual que los muchos embajadores, tal como Glóin, y emisarios que llegan a la ciudad del Lago con alguna misión de sus gobernantes. Por encima de todo, el Ayuntamiento domina el paisaje, y es el edificio más impresionante de toda la ciudad. 

Cuando os encontráis frente a la puerta de la residencia del emisario de Erebor, esta no es como os la habíais imaginado por las palabras del pescador, pues nada que ver con una residencia más, si no que se trata de una rica mansión bastante lujosa. Os recibe un enano que seguramente haga las veces de ayudante o sirviente y, nada más explicarle el motivo de vuestra visita, este os conduce sin más por uno pasillo hasta llegar ante una sala. Tras un par de golpes de sus nudillos para anunciar su llegada, una voz desde el interior da su permiso. El enano os abre la puerta y la cierra a continuación una vez entráis en lo que parece un cuidado despacho. Tras una mesa entre libros y pergaminos, os encontráis con Glóin hijo de Gróin.

El veterano enano que viste ropas lujosas de color blanco, y cuya edad ya se encuentra a medio camino entre el siglo y los dos siglos, levanta la vista de sus documentos para fijar sus ojos en vosotros.

- Sed bienvenidos - os saluda con cortesía. A continuación se levanta limpiándose la tinta de los dedos con una impaciencia apenas contenida. Se aprecia que a pesar de que sus palabras son agradables y respetuosas, tras ellas oculta una gran preocupación - Contadme, por favor.

Trotter miró boquiabierto al lujoso edificio en donde vivía Glóin. Incluso más que la majestuosidad de la construcción lo que le emocionaba es que... ¡Iba a conocer a uno de los protagonistas de las historias de Bilbo!

Se preguntó si se acordaría del Hobbit. Supuso que sí; por las historias que contaba su amigo en la Comarca, habían sido grandes amigos. Tendría que preguntarle más tarde. Pero primero se centrarían en la misión que les traía aquí.

Cuando entró se sorprendió de la formalidad del asunto. Tenía una idea de cortesía y etiqueta, y le pareció que quizá sería buena idea tener un portavoz que pudiera transmitir sus intenciones, en vez de estar todos cortándose los unos a los otros de forma constante. La elección obvia sería Beli, si él quería, ya que estaba acostumbrado al protocolo enano y se había erigido como cabeza de la misión que se traían entre manos, pero a Trotter no le importaría hacerlo él si su compañero así lo prefería.

Una vez hablado de negocios, ya podría tratar de sacarle chascarrillos y aventuras al antiguo compañero de su amigo de infancia.

Beli no sintió demasiada extrañeza con la suntuosidad de la mansión de Glóin, bien sabía de las riquezas con las que la Montaña bendecía a sus moradores y siendo Glóin emisario del Rey bajo la Montaña en Esgaroth, su casa debía estar acorde con su status y responsabilidad. 

- Saludos noble Glóin, Beli hijo de Fari, a vuestro servicio, hizo una breve reverencia al estilo enano, quizás me recordéis de la Montaña, trabajaba allí como oficial constructor... dejo caer esas palabras, esperando la reacción de su interlocutor.

- Me acompañan Beran de las Montañas, guardián beórnida, Trotter, mediano de la comarca y Caranthir, erudito elfo, hemos venido en cuanto nos hemos enterado de la noticia de la desaparición de los emisarios enanos. Querríamos ayudar en su búsqueda, noble Glóin...