Partida Rol por web

Concentrado en sólo percibir con tu fino sentido del oído, comienzas a tratar de separar todo aquello que no sea el rumor de las aguas estancadas y el goteo de estas por las paredes. Logras distinguir algo parecido a ronquidos, al fondo de los pasillos a los que Trotter se asomara haría unos momentos, y también susurros y lamentos al otro lado de la puerta en un idioma que llegas a reconocer como khuzdûl.

El sonido de una bisagra contra el suelo te arrebata esa concentración y, lo que antes eran ronquidos débiles, se convierten en varios gruñidos que parecen responderse unos a otros.

Por unos momentos, Caranthir aparentó olvidarse de respirar. Como un resorte, se había erguido cuan alto era en cuanto el gozne que Trotter liberara cayó y chapoteó en el agua con un sonido alto y claro. Lo que oyó después, en respuesta, fue intranquilizador.

- No estamos solos. Las criaturas de las garras saben que estamos aquí. - Fue un susurro ronco, como si una vez más se sintiera bajo la opresiva atmósfera del Bosque Negro, donde el aire pesado ahogase cualquier palabra.

- Me ha parecido escuchar la lengua secreta de los enanos al otro lado de la puerta. Sería un buen momento de que alguien les convenza para que nos abran la puerta. Y nos preparemos para el combate. - Con la lanza en ristre, el elfo se giró hacia la entrada al corredor, en un intento por figurarse si podía aprovecharla de algún modo para ganar una ventaja sobre los enemigos que se abalanzarían sobre ellos a no más tardar.

Trotter quedó parado durante un segundo que parecía eterno viendo caer la bisagra que no había sido capaz de atrapar. Al escuchar el retumbo en la habitación donde se encontraban, y escuchar cómo se transmitía a lo largo de los pasillos sintió cómo se le encogía el estómago mirando con horror a sus compañeros. Más aún al escuchar a Caranthir decir que su torpeza había despertado la atención de las criaturas de las garras.

Carraspeó nervioso y habló con voz clara hacia la puerta. - Señores enanos... ¿Balin y Óin? Somos una compañía de cuatro destinada a rescatarlos, nos envía su hermano Glóin. Pero ahora mismo hemos llamado la atención de quienes sean los seres que habitan este lugar, y dado que no sabemos ni cuántos ni qué clase de seres son, les estaríamos eternamente agradecidos si pudieran abrirnos la puerta para resguardarnos en conjunto y planear la huida o el combate con más información. Y así podríamos rescatarles mejor que si nos hacen trizas estas criaturas. ¿Por favor?

Los nervios se adueñaron del beórnida mientras el eco del estruendo provocado por la bisagra coincidía con el acercamiento de alimañas hacia la posición de la comunidad. Beran sopesó la posibilidad de empuñar su lanza como medida defensiva, pero era consciente de que el túnel escalonado no era más que un callejón sin salida, un escenario que resultaría en un enfrentamiento desfavorable y una muerte segura. Optando por una alternativa, golpeó enérgicamente la puerta que se erigía ante él y entabló comunicación con los enanos resguardados en su interior.

—¡Desbloquead la entrada o la reduciré a ruinas! Y si lo hago, todos nosotros nos veremos atrapados sin posibilidad de escapar. ¡Permitidnos refugiarnos ahí dentro!

—¡Ikhami tûr, Na-ursu Khazad!^1,2, exclamó Beli intentando que su potente voz se oyera del otro lado de la puerta. En el caso de que la cortesía hobbit o la vehemencia del beórnida no fueran suficiente, tal vez unas palabras en khuzdul apelando a uno de los símbolos más sagrados para un enano acabasen de hacer efecto. 

Después el enano agarró con fuerza el mango de su piqueta, dispuesto a hacer frente a lo que fueran aquellas criaturas, mientras avanzaba para posicionarse al lado de Caranthir.

En otras circunstancias podrías decir que se produce un silencio entre vuestras palabras y la respuesta, pero no es este el caso pues los gruñidos que Caranthir ya detectara empiezan a ser totalmente audibles para vosotros; lo que sea que more estas ruinas se acerca y no parece amigable.

Escucháis cómo algo metálico se desliza al otro lado de la puerta mientras los gruñidos van a más hasta que al fin el portón se libera y se abre lo suficiente para que dos personas pudieran atravesarlo a la vez hombro con hombro.

- ¡Vamos! - dice una voz con premisa de urgencia - ¡Sólo aquí estaréis a salvo!

Podéis ver como las caras de dos enanos, uno de ellos de barba blanca ataviado con una capa y capucha roja y, el otro, de ropajes pardos y con su barba adornada con un llamativo y espeso bigote, se encuentran situados a ambos lados de la puerta, cada uno de ellos sujetando una de sus partes para cerrarla presto en cuanto os decidáis a pasar.

Alcanzáis a ver a vuestras espaldas varios puntos brillantes más allá de la negrura de la sala al fondo.

Por fin habían dado con sus objetivos de búsqueda, pero parece que al menos el principio del rescate no iba a ser todo lo heroico que Trotter se había proyectado cuando salieron hacia el bosque.
Nada más abrirse la puerta, y mientras escuchaba la invitación del enano, entró en la habitación.

- ¡Hora de irse, maese elfo! - dijo Beli palmeando el brazo de Caranthir, mientras comenzaba a caminar hacia la puerta, ahora abierta, no sin antes echar un último vistazo hacia atrás para intentar capturar al menos una imagen de las criaturas que los cercaban.

Sentía una inmensa emoción por haber encontrado con vida a los dos legendarios enanos, pero ya habría tiempo para las presentaciones, ahora mismo tenían asuntos más importantes entre manos. 

Todo sucedió deprisa. La puerta se abrió dejando pasar a los primeros, mientras las antorchas ondeaban su luz en la cima de las escaleras. Beran fue el último en pasar de espaldas, apuntando todavía con su lanza por si debía bloquear algún proyectil. Lo obvio sucedería a continuación: ayudaría directamente con la puerta empujándola hasta cerrarse.

Después, considerando que probablemente no los habían escuchado meterse dentro del pasadizo, les indicaría con un dedo que guardaran silencio por un momento, a la espera de comprobar cuál era el siguiente movimiento de las alimañas.

Antes de cruzar el umbral que se acababa de abrir, Caranthir lanzó una furtiva mirada al final de las escaleras. Más allá, unos puntos brillaban en la penumbra de la gran sala. El elfo se preguntó qué clase de siervos de la Sombra serían, o si lo serían siquiera. Por unos instantes, pugnó contra su curiosidad, por mantener la posición hasta tener una vista clara de aquellas cosas. Pero las acciones del resto acabaron por empujarle al interior de la "seguridad" de la estancia ocupada por los enanos desaparecidos.

Lejos de preocuparse por las criaturas una vez estuvo del otro lado de la puerta, mientras Balin y Oín y Beran se afanaban por atrancar la puerta, Caranthir observó el lugar en que estaban. Lo hizo con la esperanza de desterrar la sospecha de que se estaban encerrando en una ratonera, sin otra salida que aquella por la que acababan de entrar. Y sin vituallas suficientes para soportar una larga estancia.

Con la urgencia de la situación, os adentráis en esa nueva sala junto a los enanos desaparecidos y una nueva esperanza parece brillar en vuestra misión: continúan con vida. En un último vistazo hacia la sala principal, aquellos que lo hicieran podrían llegar a ver una serie de criaturas humanoides de piel pálida y húmeda, como la de un cadáver dejado pudrir en el agua durante demasiado tiempo, que se arrastran tambaleantes. Sin embargo, lo que más llama su atención sin duda es aquella luz maligna en sus ojos.

La sala en la que os encontráis tiene toda la pinta de una bodega, amplia y de techo bajo sustentada en dos filas de siete pilares cortos y gruesos. Ahora ya pudiendo observar mejor a vuestros "salvadores", comprobáis cómo su situación no es ni mucho menos de las mejores pues ambos dos muestran síntomas de debilidad y agotamiento: quién sabe cuántos días llevan ahí encerrados.

- ¡Por las barbas de Durin! No sé cómo habéis terminado aquí pero ¡bien hallados seáis, amigos! - expresa el enano ataviado con la capa roja - Soy Balin, hijo de Fundin y junto a mí se encuentra Óin, hijo de Gróin.

El otro enano saluda con un asentimiento de cabeza.

- Llevamos días aquí atrincherados tras esta puerta y no miento si digo que comenzábamos a perder la esperanza. ¿Quiénes sois vosotros?

- ¡Saludos, Balin y Óin, héroes de la compañía de Thorin Escudo-de-Roble! - saludo Beli con efusiva reverencia antes de comenzar con las presentaciones - Yo soy Beli, hijo de Fari, y me acompañan Beran, beórnida de las Montañas Nubladas, Trotter de la Comarca y Caranthir, elfo del Bosque Negro. El noble Glóin, hijo de Gróin, vuestro pariente, es quién nos ha enviado en vuestra busca y hemos estado siguiendo vuestro rastro por días.

- Sabemos de vuestro encuentro con el troll de piedra, de la barca destrozada, de la campana que llama con su son lastimero... - Beli se detuvo dándose cuenta por primera vez de que se encontraban tan atrapados como aquellos a los que habían venido a rescatar - Pero... ¿qué diantre son esas cosas?

¡Las campanas! - Recordó Trotter cuando Beli las mencionó. - ¿Fuisteis vosotros quienes las tocasteis para pedir ayuda... o os atrajeron al interior de este lugar?. Cuando las oímos, sentí una atracción bastante fuerte, y me costó bastante fuerza de voluntad no entrar sin pensar en este lugar. ¿Quizás esas criaturas no pudieran resistir la influencia maligna de esas campanas y perdieran así su humanidad?

Pero, ¿dónde están mis modales?. Yo soy Trotter, el miembro más pequeño de esta pequeña compañía, encantado de conoceros. - Dijo haciendo una reverencia a los enanos. - Mi amigo Bilbo me ha contado muchas cosas sobre vosotros y tenía muchas ganas de poder ayudaros en vuestro trance... Aunque aquí dentro parece que no hay mucho que podamos hacer ahora mismo, tendremos que buscar un plan de escape.

Con el corazón en su puño, el beórnida pudo secarse el sudor de su frente que acompañaba a la humedad ambiental. La bodeda era una cárcel rodeada de criaturas endiabladas, pero el mejor lugar en el que pudieron esconderse, al disponer de alimentos con el que perdurar varios días. Ahora entendió cómo habían sobrevivido tanto tiempo perdidos en el infierno.

—Saludos, nobles enanos. No parece que esas criaturas nos hayan perseguido. Podemos descansar aquí un tiempo hasta que vuelvan a esconderse. En ese momento deberemos huir lo más rápido posible, sin descartar un enfrentamiento —Beran observó a los enanos; a pesar de ser mensajeros, deberían viajar con alguna protección—. ¿Disponéis de armas o herramientas que nos permitan salir de ésta?

El gran escalador pretendía subir por el hueco de la chimenea pero, si la campana era la causante de la hipnosis, deberían abandonar la idea para buscar un camino alternativo.

La peor de sus sospechas se hacía realidad. Se habían encerrado en una ratonera. Y a juzgar por el estado de los enanos desaparecidos, ahora hallados, aquel lugar no debía ofrecer muchas posibilidades de sustento aunque aparentase ser un almacén o bodega. La comida se habría echado a perder probablemente por la inundación o por el paso del tiempo.

Obviamente, tanto para Balin como para Oín era una dicha verles, encerrados como debían de haber estado varios días. Caranthir se limitó a inclinar la cabeza levemente cuando Beli le nombró. No hizo mucho más. Sus compañeros ya habían lanzado suficientes cuestiones a los dos emisarios, quienes debilitados como estaban seguramente agradecerían algo de tiempo para serenarse y explicarse.

Lo que si que tendrían que hacer era olvidarse de lo superfluo y concentrarse en un plan para salir de allí. La curiosidad que el elfo sentía por el lugar y sus "habitantes" seguramente se podía satisfacer de forma segura fuera de aquella lúgubre estancia y sin la amenaza de las criaturas malignas.

- Una vez terminadas las presentaciones, sugeriría examinar las opciones que tenemos para salir de aquí y dejar los detalles, como la identidad de las criaturas de afuera o el tañido de campanas, para más tarde. Quizás para cuando estemos en lugar seguro.

Ignoraba cuan cerca o lejos estarían de las fronteras del reino del Bosque, pero en su cabeza ya estaba formando un plan para tener una expedición que investigase aquellas ruinas... si Thranduil y el resto de elfos no le tachaban de agorero una vez más. Y antes lograban salir de allí con vida.

- Son habitantes del pantano - interrumpe Óin dando un paso hacia delante - Una antigua raza de criaturas de la Sombra: mortíferos... terribles...

El gesto de ambos enanos se vuelve sombrío con sólo pronunciar esas palabras

- Estamos atrapados con ellos y, ahora, vosotros también.

- Disculpad a mi primo, llevamos días aquí casi sin probar bocado y nuestras fuerzas ya comienzan a abrir grietas en nuestro espíritu... Pero ahora estáis aquí, menos mal que Glóin os ha enviado.

Balin se sienta en el suelo con cierta dificultad, un gesto que denota que nada de lo que os dijeron acerca de sus fuerzas pueda ser mentira.

- Como vosotros, escuchamos el tañido lastimero de esa campana, ¡vaya que si lo escuchamos! Y después sólo oscuridad y sombras hasta que despertamos aquí adentro, en estas húmedas ruinas. En cuanto escuchamos el horrible y salvaje gruñido de esas criaturas, corrimos tan rápido como pudimos y gracias a que pudimos refugiarnos en esta bodega y atrancar la puerta.

- Eran decenas de ojos hambrientos los que nos acechaban y perseguían - vuelve a intervenir Óin - completamente llenos de maldad. Era impensable hacerles frente en ese momento, pero ahora - dice señalándoos - ahora contamos con brazos jóvenes y corazones ardientes para ayudarnos, ya que los nuestros apenas sacarían fuerzas para levantar nuestras armas.

Comprobáis cómo el propio Óin se apoya en una piqueta, mientras que Balin lleva una espada al cinto. Atrás, al otro lado de la puerta todavía podéis escuchar los gruñidos crueles y cómo la madera de la puerta es arañada por sus garras.

- Tendremos que esperar a que se calmen nuevamente, y escapar de estas ruinas y de este cenagal. ¿Tenéis alguna idea de cómo salir?