Partida Rol por web

Todos a dormir...

¡Qué aprisa había pasado el tiempo!

Os parecía que la tarde en la casa de Emmeline había transcurrido en apenas un suspiro. La cena había resultado francamente agradable, a la par que deliciosa, aunque también era cierto que con tan copiosa comida costaba ligeramente conciliar el sueño a la primera, a causa de una digestión lenta y pesada.

Emmeline dormía en el piso de abajo, porque como ya sabéis, le cuesta muchísimo ascender las escaleras a causa de que las piernas ya no le responden como debieran, a causa de su avanzada edad y del sobrepeso, así como de ciertos problemas de circulación. Si a todo ello se le suma que la humedad que había reinado durante los últimos días no era lo mejor del mundo para no sentir dolencias óseas, ni una inundación de proporciones bíblicas podría hacer que subiese los escalones que conducían al piso superior otra vez más en ese mismo día.

Emmeline se acostó pronto, como hacía siempre, por costumbre, desde que era una niña. Acostarse pronto, y despertarse a primera hora de la mañana. Siempre había sido así.

Los dos hermanos y Coraline, tras pasar por el cuarto de baño a cepillarse los dientes y ponerse la ropa de dormir, se despidieron para acudir a sus respectivos cuartos.

Joseph se tumbó en la cama, algo somnoliento, pero sin llegar a conciliar el sueño. Estaba algo inapetente, y no le apetecía ponerse a hacer nada en concreto.

Por su parte, Coraline y Alfred conversaron un rato sobre la afición del fallecido abuelo Marsh a la lectura. Dicha charla derivó en comentarios por parte de Alfred de algunas anécdotas simpáticas de Emmeline, como cuando siendo niños los persiguió escaleras arriba en la casa, sartén en mano, furiosa por una travesura gorda de los dos mellizos... y otras historias del mismo calibre.

Al rato, Alfred se echó a dormir, algo cansado. Su prometida, por su parte, encendió una lamparilla de lectura y sacó un libro de su maleta, dispuesta a leer un ratito ya metida en la cama, antes de echarse a dormir.

Tumbado en la cama permanezco oyendo los sonidos típicos de toda casa, sin que nada llame mi atención en particular.

Alfred se estaba quedando dormido tras la agradable charla con Coraline. Recordar la infancia le había dejado tan tranquilo y relajado que apenas se dio cuenta de que Coraline encendía la lámpara y se ponía a leer.

Te parece percibir el rechinar de los viejos escalones de madera. Parece que alguien está en las escaleras, subiendo o bajando el piso, en mitad de la noche.

Alfred parece no haberse inmutado. Quizás no lo haya oído.

Los escalones parecen rechinar como si alguien subiese o bajase por la escalera. Coraline alza los ojos del libro y escucha atentamente. Sí, parecen pasos.  Mira  a Alfred dormido -o eso cree ella- y decide no molestarlo con tonterías. Deja el libro sobre la mesita ubicada a un lado de la cama y se incorpora lentamente a escudriñar la escalera. Silenciosa y lentamente, empuña el picaporte y abre la puerta. Un tímido haz de luz se cuela hacia el pasillo.

Coraline se asoma y mira.

Tanto silencio se me hace pesado. Por más que escuche no oigo ni los sonidos habituales de cada noche.

Alfred, percibes cómo tu futura esposa se levanta de la cama y se acerca a la puerta, abriéndola con suavidad y escudriñando el exterior.

Abres la puerta de tu cuarto con delicadeza, y miras al exterior. No se ve a nadie en los escalones. Sin embargo, cuando vas a cerrar de nuevo, pensando que todo ha sido fruto de tu imaginación, te percatas de que la puerta de la biblioteca acaba de cerrarse suavemente. ¿Será Joseph?

De momento nada ni nadie perturba tu sueño. Estás sobre la cama, inapetente, y medio dormido.

Alfred estaba quedándose dormido cuando sintió a Coraline levantarse lentamente y abrir la puerta de la habitación. Abrió los ojos a tiempo para verla asomarse al corredor. Se incorporó ligéramente contemplándola.

Cariño, ¿a dónde vas?

Pero estaba tan somnoliento que su voz apenas se oyó en el cuarto. Con desgana apartó las mantas y se levantó tras ella.

Querrá ir al servicio, pero no debe acordarse de dónde está. Tendré que ir a decírselo antes de que tenga que recorrer toda la casa y pueda despertar a los demás.

Salió silenciosamente de la habitación. Tan solo oía sus propios pasos, parecía que tan solo estuviese él en la casa. Caminaba sin encender las luces, puesto que no quería despertar a Joseph, pero la oscuridad no era problema, conocía cada rincón de esa casa como la palma de su mano.

La curiosidad es una virtud o un defecto, diría la fallecida abuela de la muchacha. En su trabajo, la curiosidad es una virtud; en otras circunstancias, un incurable defecto. Coraline entrecierra los ojos, intrigada.

Melita indudablemente no es. Entonces, ¿Joseph? Quizá no puede dormir, como ella. Recordó aquella espada, quizá Joseph sepa algo más sobre su origen. Además podría echarle otra mirada, más detallada.

Coraline entrecierra con mucho cuidado la puerta del dormitorio y se dirige hacia la biblioteca. Empuña el picaporte y empuja suavemente la puerta, al tiempo que susurra, muy muy quedo: ¿Molesto?

Pendiente como está de lo que ocurre fuera del dormitorio, no se percata de las palabras apenas esbozadas por su novio ni de sus pasos tras ella.

Escuchas pasos y voces fuera de tu cuarto. Desde luego, hablan bajito, como tratando de no molestar, pero aún así, al no estar profundamente dormido, sus susurros desvelan tu sueño. Parece la voz de Coraline, así que deduces que está en el pasillo, hablando con Alfred. ¿Qué demonios harían en el pasillo a esas horas intempestivas?

¿A qué juegan estos dos a estas horas de la noche?

Me levanto sorprendido, y cubriéndome el torso con una camiseta antes de abrir la puerta de mi habitación para encontrarme con ellos.

Cuando estáis a punto de abrir la puerta de la biblioteca, para entrar en la sala, Joseph sale de su cuarto, sorprendiendo a Alfred y Coraline en el pasillo, junto a la puerta, Coraline pomo en mano.

Los tres os miráis extrañados al veros los unos a los otros. Si Joseph estaba en su cuarto... ¿Quién demonios está en la Biblioteca? ¿Emmeline? Pero si le cuesta un mundo subir las escaleras... Coraline abre la puerta y los tres os quedáis mirando dentro. La luz está apagada, pero entra sufiente luz del pasillo como para ver su interior con total claridad.

Emmeline se encuentra en la sala, de espaldas a vosotros, cambiando algunos libros de sitio de uno de los estantes. No sabéis a qué se atiene este cambio de posición, porque antes estaban perfectamente colocados por tamaño, y ahora están de cualquier manera.

Melita no parece haberse dado cuenta de que estáis observándola, y sigue a lo suyo, de espaldas a vosotros, y susurrando algunas palabras que no llegáis a comprender.

- ¿Se puede saber qué estais haciendo aquí a estas horas? ¿Estais bien los dos? Pero entonces veo lo que están mirando.

Entro asombrado en la biblioteca, mirando a Melita.... ¿Estará sonámbula? Me acerco despacio a ella, sin tocarla... si es sonámbula no debemos despertarla, pero me intriga qué está murmurando. Quizás esta sea la explicación de por qué se encuentra en sitios de la casa a los que no recuerda haber ido....

Siempre crei que el sonambulismo se manifestaba en la infancia....