Partida Rol por web

- ¿Quién está en la cocina? Melita está fuera, y nosotros aqui.... ¿No ois eso?

La última pregunta la hago ya caminando a largas zancadas hacia la cocina. Sería algo increible que se nos hubiera metido un ladrón con todos nosotros dentro.

Coraline entrecierra los ojos y suspira mientras cruza los brazos. ¿Y ahora qué...? A una mala noche no le sienta bien un día iniciado con sobresaltos. Arquea las cejas, se encoje de hombros y contempla un instante a su novio y murmura, más cansada que asustada: ¿Y ahora qué...?

En cuanto Joseph se aproxima a la puerta de la cocina, ésta se abre, y por ella sale una mujer rubia, de mediana edad, a la que no habíais visto nunca antes. Va distraída, con un caldero con agua en una mano y una fregona en la otra. Al ver a Joseph tan próximo, da un salto atrás, e interpone la fregona entre ambos, amenazante.

-¡Santo Dios! ¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí? ¡Más vale que salgan de la casa antes de que llame a la policía!

Alfred no había oído nada. Observó a su hermano avanzar con paso decidido cuando una mujer apareció de pronto ante él y, asustada, los amenazaba a todos con la fregona. Se apresuró a ponerse junto a su hermano y, con tranquilidad, se dispuso a explicar la situación a la mujer.

Tranquilícese, por favor. Me llamo Alfred, él es mi hermano Joseph y ella Coraline, mi prometida. Somos los nietos de Melita. Si ha venido a verla, ahora mismo no está; ha ido a la compra. Si es usted tan amable de bajar la fregona... No quisiera parecer grosero pero, ¿quién es usted y qué hacía en la cocina?

A cuadros, en un movimiento reflejo estiro la mano y le quito la fregona mientras Alfred le habla.

Parecía cuasi convencida de que erais inofensivos, pero al ver que le arrebatáis la fregona, se asusta, y se pega a la pared, atemorizada.

-¿Y cómo esperáis que os crea? ¿Creéis que os voy a creer así como así?

Alfred no sabía cómo convencer a la mujer de que no iban a hacerle daño. Al ver lo asustada que parecía, le lanzó a Coraline una mirada suplicante para ver si ella podía tranquilizar a la desconocida.

¿Quién es usted y qué hacía en la cocina?, interrogó Alfred.

Buena pregunta. Coraline parpadea, confundida. Quizá era quien se encargaba de la limpieza de la casa, pero con lo poco que conocía a Melita... No. Melita tendría que estar en sillas de ruedas como para acceder a recibir ayuda doméstica. Es de las típicas mujeres que encaran el hogar como su propia carrera profesional, posgrado incluído.

Además...

Coraline pone los brazos en jarra y observa la escena con una leve sonrisa, por la ridícula escena que acaba de imaginar.

...sino fuese imposible, juraría que los intrusos somos nosotros.

La muchacha observa cada detalle de los vestidos de la mujer, de su andar y de sus gestos y miradas.

Cualquiera que contemplase la escena en estos momentos juraría eso.

Después de que Joseph le quite la fregona de las manos -arma letal como pocas, sobre todo en eso de crear pisos resbaladizos- y ante la mirada suplicante de Alfred, Coraline decide intervenir.

- ¿Melita no le habló de sus nietos? Seguramente le mostró un retrato de los mellizos y le comentó de su venida..., dijo con una sonrisa y agregó dulcemente: Si eso la tranquiliza, podríamos mostrarle alguna identificación, pero no lo creo necesario. Como dijo Alfred, soy Coraline. Mucho gusto, señora...

La tácita pregunta quedó flotando en el aire.

Aparto la fregona a un lado en un intento de que esta mujer no se asuste más, mientras Coraline trata de calmarla. La escena es realmente absurda, y pensativo me arrasco la cabeza un momento.

Le tiendo una mano, tratando de sonreir:

- Y yo soy Joseph.

Susan se aproxima hacia la puerta, a toda prisa, justo en el momento en que penetra por la puerta de la calle Emmeline, cargada con bártulos.

-¡Suuuuuusan! ¡Veo que ya conoces a mis nietitos!- exclama, nada más entrar por la puerta. Susan frena de golpe.

-¿Tus... tus nietos?- la veis santiguarse- ¡Santo Dios! ¡Qué susto! ¡Pensaba que eran ladrones!- comienza a reírse como una loca, y se aproxima hacia vosotros, mientras se ata con presteza la bata- Bueno, veo que no hemos comenzado con muy buen pie, pero bueno, ahora es hora de que me presente yo. Soy Susan Cartwright, la vecina de Emmeline. Encantada.

Alfred se sintió aliviado al ver entrar a Melita.

¡Ah, así que esta es la Susan de la que nos hablaba Melita!

Al ver que Susan se echaba a reír, Alfred exibió su mejor sonrisa. Por fin la confusión se había acabado. Se acercó a la mujer y le tendió una mano.

Un placer, señora Cartwright. Siento mucho que la hayamos asustado. Melita nos ha hablado un poco de usted. Tengo entendido que fue usted quien le vendió las estatuillas que adornan toda la casa y que tanto le gustan.

- ¡Melita! ¿Pero cómo te has ido sin despertarme mujer? Qué susto nos has dado. Bueno, parece que ni la mitad del que nosotros le hemos dado a tu amiga.

Como le decia, soy Joseph, siento lo de la fregona.

Reaparece Melita y la confusión se resuelve rápidamente. Saludos, disculpas y presentaciones. Cuando habla su novio, Coraline descubre que la señora Cartwright es la responsable de que por la casa pululen aquellas horribles figurillas. Figurillas que harían muy bien en desaparecer…

Por alguna causa que la muchacha no sabe explicar, aquellas cerámicas se han ganado su encono. Por otra parte, ¿cómo explicar que unas toscas piezas de artesanía generen tales sentimientos? Coraline echa una rápida y aprehensiva mirada hacia la pequeña mesa de cristal que se emplaza en un rincón del salón y suspira. En fin… Entonces, se vuelve hacia Melita y, luego de saludarla, procede a librarla del peso de aquellos bultos rebosantes de víveres y se dirige a la cocina.

Melita amaneció muy animada y no parece confundida por despertar en la cama de Joseph. Ni siquiera lo despertó para preguntarle que había acontecido. ¿Recordará algo?

Melita le da una palmadita a Joseph, y se dirige a la cocina, pues va cargada de bultos.

-¡Mas susto me llevé yo, que me vi en el piso de arriba! Ya tengo el sueño pesado, que ni me enteré de que me habíais subío- dice, antes de meterse en la cocina.

Susan os hace un gesto para que paséis al salón, mientras se abrocha convenientemente la bata.

-¿Les parece si charlamos un rato mientras Emmeline se cambia de ropa? No me parece bien irme así, tras este extraño y rocambolesco comienzo- parece una persona con cierta cultura, por su forma de hablar. Contrasta un poco con el resto de habitantes del pueblo, la verdad- Pues sí, soy Susan Cartwright, y soy la nueva vecina de Emmeline. He comprado la casa Ashtcroft, y suelo venir varias mañanas a la semana a ayudar a Emmeline un poquillo con las tareas, sobre todo tras las inundaciones.

Se sienta, y enciende un cigarrillo que ha extraído de la pitillera que guardaba en el bolsillo de su bata.

Alfred entró en el salón tras Susan y se sentó en un butacón. Por fin se había calmado todo aquel revuelo y Melita había aparecido sin aparentar sentirse mal por lo sucedido la noche anterior. Exhibiendo su mejor sonrisa se dirigió a Susan:

Es usted muy amable ayudando a Melita. Las inundaciones han causado estragos, pero seguramente gracias a su ayuda el agua no ha causado tantos daños como podría haberlo hecho de encontrarse sola Melita.  Disculpe mi curiosidad, pero esas figurillas que le vendió a Melita me llaman mucho la atención. ¿Qué representan?

Parece que Melita no se ha percatado de nada de lo ocurrido anoche. Ni siquiera ha encontrado extraño que la "hubieramos subido" como ella dice. Ya habrá tiempo para charlar con ella.

Pasamos con Susan a la sala.

Alfred me ha quitado la pregunta de la boca. Aquellas figuras que ahora inundaban la casa de nuestra abuela.