Partida Rol por web

Ese tiene pinta de esclavo... - dice Dorwas acercándose a dicha puerta, no sin antes mirar por encima del hombro y decirle a Diegen. - Y a ver si miramos mejor los estorbos, muchacho.

Me sorprendo al ver al enano reponiendose después de tremendo guillotinazo.

- Propongo que utilicemos al enano como ariete, su cabeza podría abrirnos nuevas entradas en cualquier momento - avanzo a paso lento para no chocar con mis compañeros - esa cabeza sería una notable arma de asedio.

- joder, Dorwas, me debo estar haciendo viejo pero debo reconocer que es la primera vez en el último año que prefiero que montes un escándalo a que estés en completo silencio.

Levnatando el arco señala a la puerta.

-Y ahora vayamos a ver quien era ese.  ¡Tú! Abre esa puerta y sal aquí si no quieres que mi amigo te dé una hostia a mano abierta con esa manita que mirabas incrédulo hace un minuto.

Jonova siguió a los compañeros. - Quizá aquí es donde guardan a los esclavos...

No ha sido su cabeza - dice el mago mirando la cimitarra con curiosidad. - No hay mas que ver las ondas de Evocacion que han salido del arma. Ha sido una Esfera de Emergencia. Un conjuro poderoso. Impresionante. Sin embargo no creo que tu amiguito Vardishal te pueda salvar cada vez que hagas algo estupido como meterte en una trampa obvia, beber 2 litros de alcohol de cicuta o tirarte a un pozo de lava. Asi que, a partir de ahora, intenta no ser tan idiota.

Mira hacia la puerta.

Vayamos hacia los esclavos. No me ha gustado ese ruido que se ha oido detras.

El grupo abre la puerta por la que apareció el hombre y entran en una habitación bastante bien iluminada gracias a unos candelabros de cerámica azul que cuelgan del techo amarradas por grandes cadenas de bronce.

En la pared norte, alineados de forma irregular, hay una docena de cajas y urnas de adobe. Un montón de piedras intenta mantener bloqueada la puerta sur. En el oeste un montón de piedras mal colocadas quieren hacer una especie de trono en el que se sienta un ser extraño. Muy grande para ser humano, deforme como un ogro pero más pequeño, con una sola oreja, una pierna demasiado corta y un brazo demasiado grande, parece un mestizo extraño.

Delante de él 8 humanos, vestidos con poco más que harapos, armados con trozos de metal que difícilmente se pueden llamar armas, os miran intentando parecer amenazadores, pero sin ser capaces de ocultar sus temblores y su miedo.

- Tirar vuestras armas y vivireis como mis esclavos, en otro caso serviréis de cena. - dice el ser de la silla, sin que parezca querer levantarse.

De verdad? - responde Jaali levantando una ceja y mirando alrededor, hastiado de perdedores con delirios de grandeza - Entran 7 tios armados hasta los dientes y lo unico que se te ocurre es proponernos que te rindamos pleitesia? Con ese nivel de inteligencia la verdad es que das el perfil para nuestro grupo. Contrapropuesta: Te quedas callado y nos ayudas a matar a los gnolls. Todos estos tambien. Y cuando acabemos, teneis libertad para volver a la civilizacion. Y por cierto, - dice como puntilla - se dice "tirad". Tanto tiempo con gnolls, has debido copiar su forma de hablar.

Gracias pero ya venimos desayunados de casa. - responde Dorwas, quien había entrado primero en la sala. - Y siento haber roto la cuchilla de la puerta, deberíais tener cuidado no vaya alguien a hacerse daño.S

Se fija entonces en las piedras del sur.

Por lo que veo, no os lleváis demasiado bien con los caraperros, ya que tu reino - abre las manos, sin soltar la cimitarra, para mostrar la habitación - no es excesivamente grande, cosa que podría cambiar si nos ayudas...

- Jaali, no los distraigas que necesitamos calentamiento. Que el gordo se ha calentado con la cuchilla de la entrada pero los demás no. 

mirando al que abrió la puerta antes hace un gesto con la cabeza señalando a un lado.

- ya veis que vuestro metal de mierda no nos afecta. Haceos a un lado y os libraremos del engendro desorejado este. Estoy harto de esta cháchara.

y sin más dilación levanta el arco y lo descarga sobre el minitroll.

Cojo, pon la oreja.

Mientras el grupo avanza por la sala de la guillotina y entra la siguiente habitación, Diegen sigue a sus compañeros cerrando la marcha, atento a cualquier peligro que pudiera venir desde el sur-sureste.

Jonova siguió a Dorwas, Itzala, Turling y Haarve, el anciano se situaba delante de ella y de Jaali dispuesto a protegerles... tenía sentido, porque Jaali podía atacar desde atrás y Jonova curar a los que fueran heridos. Diegen cerraba la marcha.

No tuvieron que esperar mucho. Un enorme ser, un tirano con unos pobres esclavos alrededor les saludó. Jono casi se alegró de que Turling comenzara el combate. El monstruo debía desaparecer. 

El disparo de Turnling es rápido y sin tiempo de apuntar, pero aún así la flecha alcanza la única oreja del engendro clavándosela al trono.

Lazrul se levanta del trono, saca sus armas y escudo y avanza unos pocos pasos hacia vosotros.

- Acabar con ellos - ruge hacia sus esclavos.

Los esclavos, con más miedo a Lazrul que otra casa se lanzan a la carga golpeando con la primera linea formada por Turling, Dorwas e Itzala. El enano mantiene la linea con extrema facilidad, siendo un luchador mucho más experimentado y hábil que los esclavos. Con una sonrisa se prepara para un contraataque fácil cuando se da cuenta que a sus compañeros le ha ido mucho peor.

Turling tiene una fea herida en un brazo, pero peor es el bardo que apenas se mantiene de pié con un feo corte en la barriga y sangrando por una pierna.

Jaali dice una palabra magica y una bola de fuego alcanza al engendro. Sus harapos estallan en llamas

No mateis a los esclavos - dice tranquilamente, ignorando las heridas del bardo - Necesitamos su ayuda junto a los escapados de arriba. Y despues podran venir a Kelmarane con nosotros como hombres libres

Los esclavos, sus caras demacradas por el hambre y el miedo, se lanzan a la carga como pueden.

- La resistencia es fútil, engendro. Tus esclavos serán asimilados libres!

Diegen se mueve con velocidad por el flanco de los esclavos que rodean a Turnling. Pone la zancadilla a uno de ellos, que cae al suelo, y después da un golpe en la cara con el pomo de la cimitarra a un segundo, que cae al suelo entre sollozos, cubriéndose con las manos la cara llena de sangre.

- No queremos mal para vosotros! Dejad de luchar y seréis libres a nuestro lado!