Partida Rol por web

Baxter asintió en dirección a Jimmy, saludó con un cabeceo a los demás, pagó su consumición y salió del local.

Francine meneó la cabeza cuando Baxter salió del local. Ay, señor, murmuró.

De nuevo me concentraba en agarrar la taza de chocolate, pensativa, pero esta vez mis pensamientos no se centran en el pasado, si no en el presente. La actitud del poeta es extraña.

¿Estará enfermo?

Y para colmo aquella tormenta repentina, que parece haber traído con ella a Mike. O quizás es Mike quien ha invocado la tormenta, y le sigue.

Como si fuera una alarma, una señal.

Miro a Jimmy con preocupación mientras se despide de Charles, y con más preocupación a éste cuando se levanta y se marcha. Segura de que mis amigos pueden darse cuenta de la gravedad de mi expresión, les miro uno a uno...

¡Pero si ha entrado Mike en el local!

- Buenas noches, Mike. - Intento que en el tono de la voz no se me note demasiado la confusión causada por la escena entre Jimmy y Charles.

Jimmy miró con algo de preocupación en el rostro como Charles se marchaba antes de entrar, y saludar al resto de sus compañeros. Sin embargo, no quitó ojo al poeta hasta que dejó de ser visible a través de las ventanas. 

-Estaba... Demasiado concentrado, Fawkes. Parece que ese libro le tiene algo más que absorto-explicó el marinero, en respuesta a los comentarios del escritor. 

-En fin, puede que me lo haya imaginado... ¿Cómo estás? ¿Y tú, Mike?-preguntó a los dos recién llegados, devolviendo su atención a la mesa. 

Mientras dejaba que la puerta se cerrase detrás suyo, Mike se quitó el sombrero a la vez que agachaba ligeramente la cabeza saludando a Amanda.

-Buenas noches señorita Amanda- dijo con fingida cortesía y mostrando una sonrisa alegre. Reencontrarse con sus viejos amigos le ayudaba a ahuyentar los viejos fantasmas. Aunque fuera momentáneamente...

Colgó el abrigo y el sombrero del perchero que dormitaba en la entrada, mientras contestó a Jimmy.

-Bien socio, bien. He salido a pasear. Ya sabes, necesitaba despejarme.

El detective se acerco a la mesa. Posó su mano sobre el hombro de Fawkes mientras se dirigia a Francine.

-Sí, un muy buen paseo, gracias. Pues un café bien negro y caliente, y un trozo de esa tarta tan rica que tienes, gracias.

Mike se sentó al lado de Fawkes y le sonrío.

-¿Cómo vas amigo? ¿el desayuno de los campeones, eh?- Dijo mientras pellizcaba un trozo de magdalena y se la llevaba a la boca, guiñándole el ojo.

Entonces se dio cuenta de la expresión de sus amigos.

-¿Pasa algo con el bueno de Charles?

-No estoy del todo seguro-dijo Jimmy, en respuesta a la última pregunta de Mike. Y lo cierto es que no lo estaba, puede que se hubiera imaginado todo, al fin y al cabo.

-Como estaba diciendo, parecía extremadamente absorto en aquel libro. No quería separarse de él, incluso cuando he conseguido que lo cerrara, seguía teniendo la mano cerca de él. Y parece que hasta que no lo ha cerrado, no se ha dado cuenta del tiempo que hacía. Tenía la taza sin tocar, con su contenido frío. Y...

Dudó un momento antes de continuar, decidiendo hacerlo en voz baja, en un tono más confidencial.

-Cuando cayó el rayo, me pareció que había algo raro. Nos silueteó a todos, pero en su caso parecía recortar solo su esqueleto... Y el libro se veía extraño. 

Cuando Francine me trae mi desayuno ligero, empiezo a comer como si no hubiera mañana. Le respondo a sus ofrecimientos  de pescado con un movimiento de muñeca que quería indicar "Alejese" y susurrando No me tiente.

Cuando Mike se sienta a mi lado, lo saludo con la boca llena y muy sonriente. Me pregunta por mi desayuno y veo como su mano se acerca a mi pastelito, le arranca un trozo y se lo lleva a la boca. Un sentimiento de dolor me invade y desearía gritarle que jamás volviera a quitarme mi comida. Pero como no voy a hacerle eso a Mike ni a ninguno de mis viejos amigos, me tranquilizo y dejo que mi sonrisa permanezca en mi boca. Mike, tu siempre tan exagerado. Me rio. Esto es un pequeño tentempié para llegar con hambre al almuerzo.

Jimmy me pregunta como estoy, me señalo el cuerpo, sobre todo la corbata y le sonrío. Tan elegante como siempre, ya me ves. Mi columna del periódico sigue dando sus frutos. Levanto una magdalena al aire en forma de brindis y me la intento comer de una vez. Entonces Jimmy nos cuenta sobre el libro de Charles.

Seguro que era un libro muy bueno. A mi también me pasa, que en ocasiones un libro me tiene tan absorto que no puedo separarme de él. Me da ansiedad y siento la necesidad de abrirlo y leer hasta acabarlo... Ahora tengo curiosidad por saber cuál es ese libro tan interesante. Tendré que hablar con Charles.

Jimmy nos cuenta su experiencia con un rayo. Apunto sus palabras en mi libretilla, pueden servirme para la edición del Sábado. Son muy curiosos los efectos visuales que tienen lugar en nuestro planeta. Me relleno la taza de café y cojo otra magdalena.

Esa misma noche...

La tormenta fue de aupa. Nieve, viento... Por suerte no había demasiada gente en el mar, y los daños en el puerto no fueron cuantiosos: la misma boya de siempre (la vieja Dolly) apareció colgada del mástil de un pesquero. Se hundieron algunas barcas bajo el peso de la nieve. Los aullidos del viento no dejaron pegar ojo a muchos... y a muchos afortunados que solían dormir de día les sirvieron de inspiración.

Despertaron a media noche a todos los operarios del servicio de limpieza de la comunidad, y los bomberos voluntarios no pegaron ojo. Fue una noche movida. Fue una noche para nada inesperada. No volaron las tejas a causa del viento porque se mantenían pegadas a los tejados por culpa del hielo.

Muchos árboles fueron desgajados, muchas personas sufrieron caídas de menor importancia... Típico de esta época y de este lugar.

Al día siguiente...

Otra vez, a la misma hora, en la cafetería del Embarcadero Blanco (El Embarcadero, para abreviar), y en la misma puerta, quizá atraídos por algún oscuro presentimiento, se encontraron de nuevo Amanda, Fawkes, Jimmy y Mike. Hacía frío. Se fijaron en que, aparcado en la misma puerta, estaba el coche del jefe de policía, Tris. No se veía el interior por culpa de la escarcha. Curioso que Francine no la hubiera quitado. Era capaz de salir a quitar la escarcha cada media hora si, como ocurría en estos días, se formaba una y otra vez.

El frío era helador. Todo el mundo se preguntó para su coleto, y al mismo tiempo, qué diablos hacíais en la calle cuando deberíais estar entrando a toda prisa.

Os mirasteis a las caras leyendo en los otros ese mismo pensamiento. Por un momento las sonrisas afloraron a vuestros rostros, como si los pensamientos recorrieran el éter que os separaba. Pronto mirasteis a la puerta del local con idéntico temor. ¿Qué haría Tris en este local? No era de los que le gustaban. No había venido aquí para pasar el rato.

La tormenta de esa noche fue memorable. Al día siguiente, tal y como estaba todo y el frío que hacía, Mike decidió no ir a pasear. Su idea era no salir aquel día y pasarlo en casa, delante de la chimenea. Pero sin darse cuenta casi, mientras anochecía, Mike se encontró vestido y preparado para salir.

Llegó casi a la misma hora de ayer delante del local de Francine. Y ahí, atraídos como por el cántico de una sirena, se reencontró con sus viejos amigos. Aunque a Mike no le pasaba por alto que faltaba alguno...

-Buenas noches, amigos -dijo tocándose el sombrero con los dedos- ¿Está Tris aquí? ¿Qué raro, no?

Entonces, el detective reparó en la escarcha. No era nada normal que Francine no la hubiera quitado.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, Mike se arrebujó en su gabardina. Sus sentidos de detective saltaron.

-¿No habrá pasado algo?

Dijo un poco asustado, y se dispuso a entrar en el local.

El día no había sido nada productivo. Después de la tormenta, no estaba el puerto como para salir a faenar. De hecho, aún tardarían en reparar algunos destrozos, aunque no había que lamentar demasiadas pérdidas, salvo en el tiempo que tendrían que quedarse anclados. El caso es que, después de pasarse a evaluar los desperfectos y como iban las reparaciones, decidió pasarse por el Embarcadero, para encontrarse con que sus compañeros habían tenido la misma idea... Y que el coche del jefe de policía estaba allí, además de haber escarcha en los cristales. Algo raro pasaba.

-Buenas noches-respondió Jimmy, aunque no perdió de vista el local-esperemos que no haya pasado nada, aunque solo hay un modo de averiguarlo-dijo, empezando a avanzar hacia la cafetería, esperando que el resto le siguieran. 

Entre lo que había descrito Jimmy sobre el momento en que cayó el rayo, la extraña tormenta, el extraño comportamiento del poeta, la coincidencia de volver a estar de nuevo allí, y la presencia del policía, eso de "esperemos que no haya pasado nada" me sonaba a esperar demasiado.

Sigo a los chicos al interior de la cafetería, en silencio.

Tenía un semblante patibulario, por cierto, confirmando los temores de los cuatro amigos. Estaba acodado en la barra diciendo algo a Francine, pero se interrumpió al escuchar el sonido de la puerta, se irguió y esperó a que los recién llegados estuvieran a su altura. Francine estaba un poco llorosa, retorciendo el delantal entre las manos.

Buenas noches. Vaya tormenta, ¿eh? ¿Están todos bien? ¿No han tenido problemas? Comenzaba el asunto en su estilo, dando rodeos.

- Buenas noches, jefe. - Saludo a Tris haciendo alusión a su cargo en la policía. - ¿Problemas? No, nosotros no, pero usted está visiblemente preocupado. ¿Qué ocurre? -  Desvío mi mirada hacia Francine y me acerco a ella. - ¿Tú estás bien, Francine?

El grupo entró en el local, en el caso de Mike, con el cuerpo en tensión por si le había pasado algo a la pobre Francine.

Pero por suerte, al superar el umbral el detective se fijó, para su alivio, de que Francine seguía con vida. Eso si, algo la perturbaba.

-Buenas noches jefe Tris. Pues no hemos tenido ningún problema no...¿Por qué lo pregunta?

Entonces, e detective vuelve a fijarse en Francine cuando Amanda la nombra. Se acerca a ella con su mejor sonrisa afectuosa y le pone una mano en el hombro.

-¿Ha pasado algo Francine?

Qué bonita noche la de ayer. Cuando llegué a casa, aproveché el momento para sentarme junto a la ventana, con una vela en mi mesa, una pluma en mi mano, y mis pies en un barreño con agua y sal. Las palabras fluyeron y en un par de horas, antes de mi almuerzo, conseguí terminar los relatos para las ediciones de las dos siguientes semanas del periódico.

Una vez terminados, los ordené sobre mi mesa. "El Arrancapalmeras", "Colgado del suelo", "¡Húndete, barco del demonio!", "Vecindad enloquecida"... Cada vez que nombraba a uno, lo colocaba al lado del anterior papel, en un extraño ritual de bautismo de relatos. ..."El lobo de los vientos", "Fregando con visceras"... Me detuve en uno de ellos.

Intentos de extinción.

Reinald buscaba en sus cajones. Casi no le quedaban cerillas. Solo una caja y media. Cree que necesitaría al menos el doble. Los nervios le consumían. Casi no le quedaban uñas. Esa noche era clave y no podía permitirse ningún retraso. Cuando volvió a encender la vela y se sentó para seguir escribiendo, se volvió a extinguir. Otra maldita vez.  La ventana estaba cerrada, ya lo he comprobado dos veces. Sin ninguna duda, la culpable era la vela. La maldita vela que no deja de apagarse una y otra vez durante toda la noche y que está haciendo mi vida un infierno.

Rompí el relato en varios trozos. La vela al final decidió dejar de extinguirse y no le guardo ningun rencor. El tercer relato de frustración de este mes. Me recriminé a mi mismo, pero se me escapó una sonrisa. Almorcé en abundancia, con nocturnidad y alevosía, y esperé al amanecer leyendo el libro "Ulysses".

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Hoy he decidido ponerme los zapatos viejos, aunque he tenido que pasar mas de media hora dandoles betún para que esten presentables. Cuando llego a la cafetería, me extraño al ver un coche de policía junto a mis viejos amigos. Me acerco y les saludo, y veo que ellos también están intrigados con la escena.

Les sigo al interior.

No ha habido ningún problema, todo lo contrario. - Le contesto a Trim -. Buenas noches, agente. Supongo que esta pasada noche no habrá podido usted apenas dormir por culpa de todo lo derivado por la tormenta.  Que esté usted aqui a estas horas, y no durmiendo, me hace pensar que ha ocurrido algo importante... ¿Podría usted informarnos y saciar nuestra curiosidad?

El jefe se encogió de hombros. Lo normal en esta época. Esperó a que los otros confortaran a Francine mientras tomaba su café. Se le notaba cansado tras pasar toda la noche en vela. ¿Podemos charlar un momento en privado? Incluyó a todos en la pregunta con un simple gesto. Con Francine ya parecía haber hablado.

Cuando estuvieron sentados en un rincón apartado del local, disparó: ¿cuándo fue la última vez que vieron al señor Charles Baxter?

Sí. Algo había pasado. Ya lo sabía antes de entrar, pero entrar y ver la cara de Francine y del policía no hizo más que asentar esa sospecha, que se confirmó cuando Tris se los llevó aparte y les hizo aquella pregunta.

-Aquí mismo, a esta hora más o menos. Estaba leyendo en la terraza, ajeno a todo. Se sobresaltó cuando le llamé, y no tardó mucho en irse a casa. ¿Qué ha ocurrido, Tris?-preguntó el marinero, sabiendo, de algún modo, que Baxter no estaba vivo. Lo de ayer fue un presentimiento, estaba seguro. 

A medida que Jimmy habla sobre el poeta da la sensación de que el aire de la cafetería se va agotando. Asiento a sus palabras en silencio, afirmando que ayer en la terraza fue la última vez que le habíamos visto, y que se comportó de forma extraña.