Partida Rol por web

La Celada

La Mota del Lobo (Escena II)

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14/12/2017, 03:50
Director

El barón se negaba a revelar ese detalle. Götz trató de ser "muy persuasivo", pero es difícil llegar a intimidar realmente a alguien con el que has convivido tantos años y forjado una relación de amistad. Al final del proceso, con el barón muy maltrecho, se abría el interrogante. Su mutismo, en realidad, solo podía significar una cosa: que dicho acontecimiento se estaba produciendo en aquel mismo instante. Y a la pregunta "dónde", obviamente, el único lugar donde aquello podía ser: la capilla del castillo.

Allí es donde encontrarían a la baronesa, a Ulfrida y al joven señor, con aquel oscuro sacerdote con el que se habían topado en los pasillos. Lógico. Querían dejarlo todo bien atado, aquella misma noche. ¡Que monstruosidad! Mientras en el castillo se mataba y violaba a sus criadas, sirvientes y partidarios, al mismo tiempo, una boda forzada, para presentar el hecho al príncipe usurpador. ¡Malnacidos!

El problema seguía siendo el problema. Götz estaba solo, y por muy bien que se pudiera armar, era más que probable que a la baronesa la escoltaran bastantes soldados. Con los suyos atrapados al otro lado del patio y muchos enemigos armados entre ambos objetivos, era poco lo que dos personas podían hacer, y contando con que una de ellas era una mujer que no sabía usar más armas que un cuchillo.

-¿Qué hago con éste? -le preguntó, secándose el sudor.

- Tiradas (2)
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14/12/2017, 04:03
Director

Durante un momento, hubo prudencia. ¿Era una trampa, o quizá se trataba de un acto de locura suicida? Los soldados tomaron las armas, poco a poco, procurando no ser "demasiado" agresivos. De cualquier modo, no sabían de lo que él era capaz, ya que teóricamente un hombre de Dios tiene prohibido hacer manar la sangre, y además los franciscanos eran famosos por poner "la otra mejilla". Había, sin embargo, goliardos y sopistas que en las escuelas catedralicias se entretenían en sus ratos libres aprendiendo la esgrima de los comunes, en plazas y palestras, y se volvían diestros pendencieros de la espada y el broquel. Nada, sin embargo, comparable con la guerra. Todas aquellas triquiñuelas y florituras, que estaban muy bien para el uno contra uno, se volvían en un recurso de poca valía en la guerra, donde una mano villana puede derribar al caballero con un golpe certero, y donde el número y la disciplina eran de mayor importancia que el valor personal y la destreza.

-¿De qué hablas, fraile? Ésto es botín de guerra, y como tal nos pertenece.

Hubo risas, y uno de ellos chocó su lanza con la espada, como provocándole. Emmerich, que no era un guerrero experimentado, lanzó un par de tajos que solo hicieron que la situación fuera a peor. Ellos sabían bien como apartar su arma, como ganarle la distancia. Además, le estaban rodeando y él tenía poco que hacer. Estaba dispuesto a sacrificarse, por Dios, por la joven Karina, por hacer lo correcto. Uno de ellos cometió una pequeña imprudencia, ya que pensaba que rota su guardia sería fácil apresarle. Fue a echarle la mano encima y de regalo recibió un golpe de filo, duro y fuerte como el hacha de un leñador. El mesnadero se apartó unos pasos, con una gran brecha en la frente, blasfemando.

-Aquí mueres, gordinflón -dijo el que parecía el jefe.

Una tormenta de estocadas y golpes que cayeron sobre él. Se defendió, más por retroceder que por que parar con su arma, recibiendo pequeños cortes en las manos y las pantorrillas. Le acorralaban, y él no podía si no ceder terreno. Risas. El fraile perdió pie, trastabillando debido a un mueble. Poco más se podía hacer, así que condenándolos a todos al infierno, cerró los ojos.

Un sonido familiar, el de una ballesta disparando, se escuchó una vez, y luego otra, y otra... Un total de diez veces. Hierro cayendo al suelo, cuerpos que pataleaban, sangre. ¿Era su sangre?, ¿Estaba ya en pos de reunirse con su creador? Finalmente, un par de golpes, de lo que sonó como un hacha, y los cuerpos dejaron de moverse.

-Las criadas están aquí -dijo una voz familiar- Y parece que hemos llegado a tiempo.

Abrió los ojos, finalmente, todavía con la mano aferrando la espada levantada, temblorosa, que escocía por un corte. Al levantar la mirada, vio soldados de pie, pero no eran del barón, si no los del conde. Los soldados del capitán. Los otros, estaban tirados en el suelo, poco más allá de donde estaba él, atravesados a saetas emulando el martirio de San Sebastián. ¡Los ballesteros del capitán! Habían dado buena cuenta de los enemigos, salvándole a él y a las mujeres. Los contó mentalmente, dándose cuenta de que no estaban todos.

-Estáis entero, padre -dijo Álderic- Aunque algo magullado

Allí lo tenía, justo delante, con su arco, que apoyó en la pared para ayudarle a levantarse. No se había alegrado tanto de ver al cazador desde hacía tanto tiempo que ni lo recordaba.

-Hemos dado un rodeo por el aljibe y las mazmorras. Algunos escudados se han quedado en el cuerpo de guardia, pues así se creerán que seguimos todos allí, atrapados. Nos ha costado llegar, pero gracias a Dios encontramos las llaves del carcelero y abrir las puertas fue mucho más fácil.

Sonrió, palmeando su hombro. Los soldados ayudaban a las mujeres, dándoles mantas y telas para que se taparan.

-¿Y el capitán? Debemos encontrarle, él sabrá qué hacer.

Notas de juego

Álderic PNJ

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14/12/2017, 14:02
Fray Emmerich

- Gracias Padre por cuidar de tus ovejas.- dijo el fraile orando al cielo - Y gracias a vos, Duval, por ser el brazo ejecutor de nuestro Señor. No me dolía tanto por mí como por estas pobres hijas de Eva que quedaban a merced de esos malnacidos. ¡La muchacha!

El fraile retrocedió hasta la sala anterior para llamar a la joven:

- ¡Pequeña! Nuestras súplicas han sido escuchadas y aquí hay hombres de verdad que han de protegernos.

Se volvio hacia su salvador:

- Buena razón tenéis maese Duval. ¿A dónde debemos dirigirnos?

Notas de juego

Dioses, con el asco que le tengo a Kevin Costner en esa película y ahora resulta que es mi héroe. La vida es una ironía...  XDDDDD

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18/12/2017, 18:44
Lady Jocelyn

Tenían que hacer algo y tenían que hacerlo rápido así que Jocelyn dejó de perder tiempo con ese hombre. Nunca se creyó capaz de decir aquellas palabras pero lo re y en ese momento sólo importaba rescatar a su hermano aunque se le fuera la vida en ello.

-¡Matalo! Un traidor no merece vivir

Ni siquiera pensó si Götz podía o no, simplemente dio la orden.

-Alcanzame en la pasillo, voy a ayudar a mi hermano aunque sea lo último que haga pero antes debemos liberar a los demás.

Suponía que todos estarían ocupado con la boda y habrían dejado más relajado el cuidado de los prisioneros.

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18/12/2017, 21:22
Director

El barón se removió en la silla, orinándose encima del miedo. Poco pudo hacer, pues el capitán le hundió la espada en la garganta y al salir ésta, brotó la sangre a borbotones y con ella se le fue yendo la vida al desdichado. Aprovechó Götz para terminar de armarse con las piezas de armadura de los soldados que había abatido, de modo que se hizo con un buen arnés.

Tras ésto, recorrieron los pasillos con cuidado, recelando de los ruidos, rumbo a la planta baja. Sin embargo, unos ruidos en la escalera les pusieron en alerta...

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18/12/2017, 21:26
Director

¿Donde podía estar el capitán? Si había sido hecho prisionero, estaría en los aposentos del barón, pues no lo habían visto al pasar en las mazmorras. Jugándoselo a una sola carta, enfilaron el pasillo y subieron por las estrechas escaleras, con cuidado. Arriba, se escucharon ruidos de pasos. ¿Les disputarían el acceso a aquella parte del castillo? Los soldados iban preparados, pero en la estrechez de unas escaleras, podían tener las de perder.

Finalmente, el lancero que iba delante se asomó, preparado para todo, y vio a un hombre armado a la manera del enemigo, pero con una espada que le era familiar. Amagó un golpe de lanza, pero él movió las manos y gritó algo inesperado.

-¡Soy yo, el capitán!

Subió la visera del yelmo y pudieron ver su rostro. ¡Era cierto! Y justo detrás, a buen resguardo y con una daga en la mano, la joven Lady Jocelyn, algo maltratada en el rostro, pero gozando de la libertad.

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18/12/2017, 21:31
Götz von Ritter

El capitán les ayudó a subir hasta el rellano de aquella planta, complacido de verles sanos y enteros. Estaban allí, casi todos sus soldados, incluyendo al bueno de Duval, el fraile y la niña a la que había salvado milagrosamente. Detrás venían, con dificultades, las criadas de la señora, lloriqueando y muy maltratadas, y por la ropa rota y el gesto parecía que también ultrajadas. El ama de llaves cuidaba de ellas, como podía, aunque ella también tenía el rostro marcado de golpes. ¡Malnacidos!

Duval les puso al corriente. Habían dejado a algunos soldados en el cuerpo de guardia, al otro lado del patio, protegiendo las puertas cerradas, como distracción para el grueso de la mesnada del barón. Ellos habían llegado allí a través del aljibe y la mazmorra, y posteriormente salvado al fraile y las criadas en el gran salón, donde estaban haciendo cosas que no debían nombrarse en aquel momento.

-El barón acaba de morir, pero como sospechaba, solo era una mera marioneta de su esposa. La baronesa se ha atrincherado en la capilla con algunos caballeros del enemigo, para forzar una boda del joven señor con la hermana del barón. Creo que pretenden heredar valle, una vez que el ejército del usurpador cruce el paso nevado y ataque valle a traición, junto a sus nuevos aliados.

Parpadeó, apretando la empuñadura de la espada larga en torno a sus manos.

-Sin barones, no hay ejército. Hay que detenerles y pasarles a cuchillo, antes siquiera de que llegue el enemigo. Los de afuera tendrán que escoger entre huir o rendirse cuando sepan que sus señores han pasado a la historia. Habrá que mandar entretanto una paloma mensaje a valle, para vuestro hermano -dijo a Lady Jocelyn- El fraile y vos podéis encargaros de ello, escoltados por algunos hombres, mientras nosotros detenemos la ceremonia y acabamos con la pérfida casa de Wolfegg.

Notas de juego

Pnjotizado

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19/12/2017, 18:43
Lady Jocelyn

Por primera vez en bastante tiempo se sintioo aliviada de ver a aquellos hombres, lo cierto es que ya se imaginaba muriendo en aquel maldito lugar o peor aún, antes de morir siendo ultrajada por aquellas bestias inhumanas porque no había otra manera de llamarlos.

-Bueno, entonces el fraile y yo nos quedaremos aquí con las sirvientas y la niña, haré esto lo más rápido posible.

Miró a sus hombres, esos hombres que habían hecho más por ella que los que tenían que hacerlo, así fue cómo se vio decidida y de alguna manera reconfortada.

-Vayan allá y salven a mi hermano, os prometo que no olvidaré lo que están haciendo por nosotros cuando mi hermano recupere lo que es suyo.

Lo decía muy en serio, no titubeaba, no dudaba en sus órdenes.

-¡Qué no os tiemble la mano si hay que derramar sangre que no sea la vuestra!

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19/12/2017, 21:58
Fray Emmerich

Fray Emmerich todavía sostenía en su mano la espada arrebatada a uno de los atacantes.

- Seré de más ayuda como escriba que como guerrero.

Se sintió aliviado al saber que algunos soldados quedarían con ellos para defender a las mujeres. No temía por su vida, ya la había entregado al Señor en aquella cocina y le había sido devuelta, así que todo lo que pasara a partir de ahora era un regalo. Pero las mujeres que quedaban a su cargo y al de los soldados no merecían un final tan horrendo como acabar en manos de aquellos diablos que servían al barón.

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21/12/2017, 19:20
Director

Las espadas chocaban en la capilla mientras el fraile garabateó el mensaje en letra minúscula, atado a la pata de una paloma blanca. Que llegara a Valle era sencillo, pues era la ruta a la que el animal estaba acostumbrado. Solo fue preciso soltarla para que el ave iniciara su vuelo a través del aire gélido y el fuerte viento. ¿Llegaría a tiempo a su destino?

En el castillo, las armas resonaban. Los ballesteros protegían los pasillos, y los soldados del barón lo pasaban muy mal al intentar acercarse a la capilla, donde la titánica lucha estaba llegando a su fin. A pesar de las artimañas de la baronesa, que peleó hasta el final con una ballesta en la mano, los soldados redujeron al enemigo en inferioridad, cosiéndoles a virotes y lanzadas. Fiel a si misma hasta el final, antes de dejarse matar o capturar, la pérfida baronesa se arrojó desde su ventana al vacío, cayendo desde la Torre del Homenaje hasta su muerte en la plaza de armas.

La resistencia se quebró poco a poco, a pesar del rencor. Muertos los caballeros y oficiales, los mesnaderos del barón afrontaron la rendición o la retirada. Sabedores que el ejército bearnés estaba cerca, huyeron miserablemente para salvar sus vidas, dejando la fortaleza en manos de su enemigo. Los criados del barón, llenos de espanto y entre lágrimas, se arrodillaron pidiendo clemencia, y el joven señor tuvo a bien concedérsela.

A pesar de las nieves, el usurpador Carlos y su ejército bearnés tardaron solo dos días en llegar hasta las puertas del castillo. No era un ejército numeroso, pues habían sufrido bajas a causa del intenso frío, pero si lo suficiente para plantearles un duro asedio. Sabedores de que los defensores eran pocos, probaron durante dos días consecutivos a dar un asalto, en cuya lucha murieron buenos hombres y otros fueron heridos. Pero el asalto estaba saliendo caro al pretendiente enemigo, pues las damas al mando de Lady Jocelyn se habían sumado a la pelea, lanzando rocas, aceite hirviendo, brea de calafatear y tiros de ballesta, que bien pelearon como leonas para sorpresa de aquellos hombres armados.

Al despuntar el quinto día, el ejército del conde Josef, su hermano, apareció en el horizonte, capiteando a una fuerza de caballeros de otras casas aliadas. Dieron batalla cruenta a Carlos, que luchó como bravo, y le derrotaron en buena lid tras un día sangriento. Sin embargo, durante ésta lucha feroz fue el conde herido de muerte, y llevado al castillo murió entre lágrimas arrepentido de su villanía al haber expulsado de su casa a sus hermanos. Fray Emmerich, que allí estuvo para tomarle testamento, fue el primero en cerrarle los ojos y el tercero, después del capitán y lady Jocelyn, en besar la mano del que era su nuevo señor: el joven Andel.

La casa De Goff quedó así en buenas manos, y el capitán von Ritter colmado de honores por el agradecido rey Segismundo, que le nombró señor de aquel castillo y sus tierras. Casó años más tarde con la joven Jocelyn, haciendo lo que el barón quiso pero no pudo. El joven Andel gobernó con justicia durante muchos años, siendo próspero su linaje y teniendo muchos hijos con una sobrina del rey. Siempre tuvo a fray Emmerich a su lado, hasta que la vejez se lo llevó. Siglos más tarde, la iglesia católica le nombró beato, por el milagro de salvar a varias personas de la peste con su dieta del queso azul y su providencial papel en la oscura jornada de la Mota del Lobo.

Sobre Álderic Duval, las crónicas poco dicen. Los que bien le conocían supieron que dedicó el resto de su vida a cazar junto al joven señor y vivir en paz con su esposa e hijas, en el bosque. La vida que siempre quiso, la que consiguió.

Mucho podría escribirse del futuro del reino y de la casa De Goff durante su dilatada historia, aún con un papel significativo en otros siglos y frente a otros enemigos. Pero esa es otra historia y ésta, la nuestra, tuvo un final digno de convertirse en leyenda.

Notas de juego

Fin de la partida