Partida Rol por web

- Calma - murmuró Alek al grupo - parece que no tiene intención de atacar... por ahora -

Guardó la estatuilla que había tomado y trató de salir de la habitación pisando por donde había entrado. Su atención ahora estaba centrada en el magullado Sam y en cómo esquivar a la criatura.

Taddeus se preparó para resistir el embate de la criatura. Se alegraba de que centrara su atención en él y no en ningún otro de sus compañeros. Mantuvo la antorcha en alto con la izquierda y se preparó para combatir con la derecha. Si veía intenciones agresivas no dudaría en lanzarle un mandoble. O los que hicieran falta para hacerla retroceder.

La mirada de la criatura (den ojos pequeños y carentes de inteligencia, al menos a simple vista) parecían centrarse en la antorcha del paladín, casi como si el fuego de esta la hipnotizase, pero era consciente de que quien la portaba podía ser alguien peligroso. Se levantó sobre sus cuartos traseros y se abalanzó hacia delante, levantando por inercia toda la masa de piel y grasa que conformaban su forma, tratando de alcanzar a Taddeus para aplastarlo. 

Taddeus resopló con determinación en los tramos finales del avance de la criatura. En una fracción de segundo vio sus opciones. Podía aguantar el ataque, con lo que estaría en mejor posición si en una segunda instancia quería hacer más daño, o podía intentar apartarse de la embestida, pero no lo convencieron ninguna de las opciones. La primera lo dejaba muy vulnerable si salía mal, y para la segunda debía estar más ligero. No, él debía enfrentarse al peligro cara a cara. Intentaría darle con su espada cortando la iniciativa de su rival.

- ¡Por Ashur! -gritó, a pesar de que supiese que él no estaría allí para ayudarlo. Bien, que aquella criatura y cualquier otra que lo escuchase temiese el nombre de su dios, aún allí, en sus dominios.

La bestia carnosa cayó con todo su peso sobre Taddeus, pero este tuvo suerte de que sus pezuñas, casi ocultas entre los pliegues de su correoso pellejo,  golpeasen sobre los protectores de sus hombros, mitigando en gran medida su dolor. Aun así la antorcha salió disparada de sus dedos hacia la estancia de la que la bestia había salido. El paladín podía ver su reflejo, aun encendido en el flanco de la bestia, pero Alek vio como el pasillo, al otro lado de la sala en la que se encontraba, caía en las sombras.

Stella había desenvainado su estoque, tratando de clavarlo en la bestia, pero esta le dio una gran coz con sus cuartos traseros, estampándola contra el muro posterior, quedando tendida a pocos pasos de donde asomaba la mano de Sam bajo las tablas, que parecía volver a moverse una vez que el peso de la criatura dejo de presionarle. Su brazo despareció rápidamente bajo las tablas al tiempo que una rata salía disparada de allí. Parecía que el cambiaformas había vuelto a usar su poder característico.

Alek no podía ver nada donde estaba, ni mucho menos ayudar, así que abandonó las sutilezas y corrió de vuelta al pasillo para cubrir a Taddeus.

Dio unas cuantas zancadas tratando, pero ahora sin mucha atención, de no pisar las baldosas más evidentes. Tal vez por la  costumbre de escuchar al paladín, se le escapó un ruego: - ¡Ashur, no me dejes activar una trampa! -

Colmillo, por su parte, saltaba de un lado a otro esperando la orden para atacar. Se mantuvo alejado de la bestia, pero su instinto salvaje estaba por desbocarse. 

Había tenido suerte, su ataque había sido errático y sin concentración. Puede que la oscuridad reinante hiciera mella en su determinación. La criatura lo atacó pero con torpeza, y el paladín agradeció a su dios en silencio. Era tiempo de tomar la iniciativa nuevamente. No podían huir, ni hacia adelante ya que las posibles trampas podían activarse y sería peor, pero tampoco hacia atrás, ya que dudaba de que fueran más rápidos que la bestia. Intentó atacarla nuevamente, apretando las muelas y tomando con una fuerza inusitada el mango de su fiel espada.

Taddeus, agradeciendo su suerte a Ashur bajo el peso de la bestia, aprovechó su visión despejada del vientre de la bestia para atacarla con su bendito acero, hundiéndola hasta la empuñadura con un mínimo esfuerzo, notando la calidez de la sangre de la bestia manando sobre los nudillos, entre las articulaciones de sus guanteletes. Pero aquella criatura no se rendía, y, aprovechando el tenerlo aun entre sus patas, esta le propinó un cabezazo, pero el casco y la coraza del paladín fueron de incuestionable ayuda una vez más.

Stella seguía inconsciente, en el suelo, mientras Sam, en su forma de roedor, trataba de encontrar algún punto débil por el que atacar a la bestia, aun a sabiendas de que con este tamaño y forma lo más que haría sería causarle alguna infección y un mínimo daño, pero siempre podría ser una distracción a aprovechar por sus compañeros, así que le mordió en el talón derecho posterior, justo por encima de su pequeña pezuña negra.

Mientras la bestia trataba de librarse de aquella molestia colmilluda, Alek y colmillo alcanzaron el final del pasillo.

Alek llegó al pasillo. Necesitaba hacer algo para liberar a Taddeus, así que tensó su arco y apuntó. Colmillo vio al explorador y adivinó su intención. Como tantas otras veces que habían peleado juntos contra bestias enormes, el lobo atacó buscando los tendones blandos para causar el mayor dolor posible y bajar su guardia.

La distracción surtió efecto. La criatura levantó el cuello y entonces el tiempo se detuvo.

Alek vio el objetivo, inspiró, mantuvo la respiración y soltó la flecha, que salió despedida suavemente bordeando la madera del arco y el guante de cuero. En vuelo la flecha cortó el aire enrarecido del Templo y encontró su camino hasta la cabeza del monstruo, debajo de la mandíbula. Penetró profundamente acompañada de un silbido.

Mientras Sam y Colmillo se cebaban en los cuartos traseros del animal y Taddeus forcejeaba asiendo con fuerza la empuñadura de su espada, causándole tremendos daños internos, Alek invertía todo su talento con el arco realizando un tiro magistral que alcanzó bajo el mentón a la bestia, causando un manantial de sangre que terminó por vaciar las reservas de preciado elixir de vida del cuerpo de la bestia. Esta cayó, emitiendo un ahogado estertor, sobre las piernas del paladín, pero sin la fuerza de la vida sosteniendo sus músculos, la criatura no resultaba tan pesada, con lo que el guerrero pudo extraer su acero y rodar hacia un lado con facilidad.

Colmillo liberó a su presa pero no desaprovechó la oportunidad de beber de sus heridas, como si de un ritual de caza se tratase. Sam, a su vez, recuperó su forma humana lentamente, dejando que una manta de pelo cayese bajo su cuerpo.

- Diablos. ¿De dónde ha salido esta bestia? Noté la presencia de un espíritu natural viciado tras esta puerta, por eso no reaccionaba, creo que se trataba de esta criatura, pero es una perversión, algo artificial, posiblemente creado por un hechicero o una bruja. Nunca había visto tal cosa, claro que en Bajovalle nunca se permitiría la creación o acceso de una bestia similar. Oh, STELLA.- Al ver a su compañera caída, el mediano corrió en su socorro, extrayendo unas sales especiales de su zurrón, que pasó bajo la nariz de la joven, consiguiendo que esta despertase en unos segundos.

- ¿Qué... Qué carajo me ha zurrado? ¿Lanzaron un carro contra mi cabeza?- Se quejó la barda mientras se recomponía.

Taddeus, cubierto de entrañas y sangre, que se sumaban a la sucidedad de la ciénaga, recuperó la vertical mientras Alek comprobaba que su flecha se había hundido con tal profundidad en las carnes de la bestia que no valía la pena el tratar de recuperarla. Tras unos minutos, agradecidos por todos para recuperar el aliento y un mínimo de brío, tocaba decidir qué hacer.

Alek se acercó a Colmillo y trató de acariciarlo, pero el animal todavía mantenía la excitación del combate y no quería molestarlo en ese estado. Felicitó, eso sí, al resto de los compañeros.

- Gran trabajo paladín - le dijo a Taddeus - Sam, Stella, ¿están bien? -

Después sacó la estatuilla y la mostró.

- Esto estaba guardado en la habitación del fondo. Parece un juguete, pero muy desagradable. ¿Habían visto algo así? -

Taddeus había sumado la viscosa sangre de la criatura a los barros del pantano, las secreciones del engendro que enfrentaran afuera y al polvo de la cripta donde estaban. No era su mejor día, pero al menos estaba vivo, y era algo para agradecer a Ashur. Todavía tenía planes para él y eso era bueno, podía seguir sirviéndole.

- Gracias Alek -le dijo cuando pudo desembarazarse del cuerpo. No sé si hubiese sobrevivido sin tu ayuda. Y la de Colmillo, claro -agregó unos segundos después, al escuchar los gruñidos que aún profería el can.

Observó la estatuilla, pero no le sonaba de nada. Negó con la cabeza. Tal vez Stella tuviese más suerte. 

Reflexionó tras lo dicho por Sam respecto a la puerta de donde había salido la criatura. Se dirigió a ella, para ver lo que había dentro, ahora que su ocupante yacía inerte en el pasillo.

Había algo en la estatuilla que llamaba la atención de Taddeus, como si supiese que de alguna forma Ashur quería llamar su atención sobre ella, pero el aura del objeto no terminaba de transmitir más información al paladín, así que le cedió el icono a la barda, ya que ella se jactaba de que, en sus miles de aventuras con su abuelo, se había encontrado con todo tipo de objetos mágicos y enigmas similares.

- Si, estoy bien. Me sabe la boca a rayos. No os recomiendo el reencarnaros en rata.- Se quejó divertido el mediano mientras emitía una serie de sonidos guturales de lo más pintorescos, como si todavía tuviese algún rasgo del roedor ocupando parte de su consciencia.

Stella giró muy lentamente la efigie humanoide entre sus dedos, estudiándola al detalle.

- Yo también estoy bien. Gracias por preguntar, montaraz. Pero esto... Esto no es un juguete.- Comenzó  evaluar el objeto. - Creo haber visto piezas similares en una cueva ocupada por trocalengos hace unos años. Sus hechiceros las emplean para realizar rituales de cambio. Realizan un extraño teatro en el que una miniatura que representa a sus pequeños es cambiada por una miniatura de humanos u otros linajes con los que se cambian. Si el hechicero es poderoso, sus artes lograrían sustituir a una entidad por la otra, en vez de tener que secuestrar a su víctima y poner en peligro a sus congéneres.- Ante la cara de desconcierto de Sam y de sus compañeros, la barda entró en detalles, creyendo que estos desconocían a este tipo de seres. - Los trocalengos son criaturas de barro, raices, ramas y fragmentos de hueso o dientes, como son... Feos... Y no son aceptados fácilmente por los humanos, al ser débiles suelen caer en la práctica de intercambiar sus bebes, a los que imbuyen de encanto feérico para que parezcan normales, con los de criaturas más atractivas y civilizadas. Los cambiados son criados y trtados como personas normales, pero suelen tener sus déficits, que se van haciendo más patentes a medida que se hacen adultos, hasta que en muchas ocasiones son descubiertos y eliminados, al ser culpados de la muerte de sus hijos. Mientras, los críos humanos o de la raza que fuere, son tratados como siervos o esclavos por sus captores.

Miró a Alek con curiosidad. - ¿Y había más figurines de estos en esa sala? Lo que me extraña es que suelen tallarlos y emplearlos durante su ritual, no es algo que acumulen sin ser usado, y si encontraste este y no a uno que representase a un trocalengo, eso quiere decir que el ritual no llegó a realizarse.

Stella no sabía si sus amigos seguían su cháchara, pero se esforzaba por tratar de hacerse comprender. Se mostraba curiosa y desconcertada. - Si al menos Joseph estuviese aquí. Él sabía más de estas mierdas.- Comentó la joven fastidiada, refiriéndose a su abuelo.

Taddeus había tratado de recuperar su antorcha, peor esta estaba rota y humedecida, así que le tocó tomar una nueva. Una vez que la lumbre besó la cúspide de este nuevo lucero, el cruzado se arriesgó a asomarse al cubil del que unos minutos antes había salido la bestia. Era un cuarto oscuro, de piedra recubierta con madera ennegrecida, apestaba a humo, podredumbre y deyecciones. En su suelo se veían huellas de la bestia inquieta, recorriendo la sala incansablemente, caminando sobre sus propios excrementos. De estos surgían huesos, armas rotas y curiosos restos que parecían haber formado parte de máscaras de madera. La mayoría de huesos hacían pensar en animales pequeños, peor claramente había restos de humanos y, mayoritariamente de medianos, como Sam. O tal vez trocalengos, si estos también eran de reducida estatura. En las paredes de la sala había cadenas y argollas, que muy probablemente habían sido usadas para inmovilizar o limitar los movimientos de la bestia. En la pared del fondo, a su lado izquierdo, parecía haber una pequeña puerta de hierro.

Taddeus reflexionó respecto a las palabras de Stella sobre la estatuilla encontrada. No tenían mucho sentido para él, o al menos no llegaba a comprender del todo, pero sospechaba que aquel cambio que tenía lugar debía estar relacionado de alguna manera con la desaparición de los niños. Lo que no llegaba a comprender era que si estas criaturas intercambiaban a los niños por ellos, los primeros no tendrían que estar desaparecidos, o deberían haber vuelto, y no lo habían hecho. 

Por otra parte pensaba que si se trataba en efecto de estos seres y estando tan cerca de Niom, sería extraño, teniendo en cuenta que el lugar estaba habitado, que no hubieran realizado al menos uno de esos cambios con aldeanos. Para aquello habría que evaluar con otro ojo a aquellas gentes una vez que volvieran. 

- No estaría de más buscar en la sala si hay más de esas estatuillas -dijo a sus compañeros mientras tomaba otra antorcha y la encendía. Pero primero quiero ver lo que hay dentro de esa sala -refiriendose a donde estaba la bestia que los había atacado.

Una vez allí se dirigiría a la puerta del fondo, para ver si podía abrirla.