Alek, a su vez, consiguió extraer una saeta de su carcaj con un movimiento limpio y rápido que se vio continuado en menos de un parpadeo por el tensar de la cuerda de su arco y el disparo limpio de su flecha, que alcanzó la vela al vuelo y la desplazó fuera del alcance de los dedos que tanto la preciaban. La candela rodó por el suelo yendo a parar a los pies del explorador, casi como si de un truco preparado se tratase.

Sam consiguió alcanzar el objeto mágico entre sus dedos. Este mantenía su mecha ligeramente prendida, así que con un concentrado soplido, increíblemente medido, consiguió avivar la llama justo cuando sus pies se detenían ante los pies de la figura embozada. Los dedos del druida consiguieron alcanzar el arranque de la tela de su capucha a la altura de los hombros, aun teniendo que elevarse de puntilla para lograrlo, moviéndola de un tirón para descubrir el rostro pálido que habían entrevisto unos segundos antes, pero esta vez más claramente...

Y todos quedaron pasmados porque conocían aquel rostro, uno más especialmente que el resto, pero había algo que no era como debía...

Alek juraría que aquella cabellera era más cobriza aquella mañana, y dudaba que Molla hubiese podido perder un ojo y haber envejecido algunos años en poco más de una hora.

La profesora (Si era ella) puso una cara de sorpresa que rozaba el miedo y el pánico más absoluto, antes de lograr arañar el dorso de la mano de Sam al tiempo que volvía a cubrirse, soplando la vela al mismo tiempo desde su oscuro escondite tras la tela.

Los tres aventureros vieron desaparecer al bebé monstruoso, la figura embozada y su brazo de sombras en una milésima de segundo, antes de volver a encontrarse en el silencio del sótano junto a los cuerpos caídos de Geoff y su sobrino, quienes permanecían inconscientes y heridos. 

Todos creyeron escuchar el tañido de una campana al otro lado de la pared del sótano, pero eran conscientes de que aquel sonido no provenía de Niom.

En cuanto vio el rostro debajo de la capucha la mente de Alek quedó paralizada por un momento.

- No era ella... no... - dijo, tratando de calmar su tormenta.

Pero era imposible. No podía negar lo que sus ojos habían visto, lo que activamente estaba tratando de descubrir. Era ella, o al menos una versión de ella. ¿Tal vez su abuela? ¿tal vez el futuro?.

Dio un paso atrás, buscando la escalera. Geoff parecía malherido, lo mismo que Ewant. Alek los miró un momento. Pagando el pecado de sus padres, sintió por ellos pena y repulsión en cantidades iguales. Y pensó en Molla, y en su hermano devorado por la niebla, y en la ropa de hombre sobre la cama de la maestra...

- Tengo que... tenemos que buscarla - concluyó, subiendo las escaleras a zancadas.

Sam por fin logró descubrir el rostro de la sombra... Era la profesora como se dio cuenta que era en la construcción de la escuela donde irradiaba todo.  Lo que no creía que la profesora estuviera involucrada lo cual fue todo un hallazgo. El susto que se llevó fue poco que provocó que se echara hacia atrás en un momento de sorpresa y a la vez de temor. Para el bien del grupo fue todo lo que pasó, la sombra pasó y se encontró con el cuerpo del alcalde y el joven yacido en el suelo. - ¿Y ahora qué hacemos? Sam se acercó con las cataplasmas que tenía para ver si podía curarlos.

- Tranquilo! - Le dijo Taddeus a Alek, tomandolo gentilmente del brazo. Por supuesto que debemos ir a ver si es la profesora quien está detrás de todo esto, y hablarás tú -le aseguró. Pero debemos ir preparados, aparentemente es un enemigo de cuidado, y nuestro objetivo es recuperar a los niños perdidos.

Esperaría que Sam tratara al alcalde, y mientras prepararía sus armas. Una vez que todo estuviera en su sitio, era hora de enfrentarse con quien habían descubierto. Y si no era ella la culpable, seguramente sabría con certeza que era lo que estaba ocurriendo allí.

Alek se dejó detener por Taddeus. En el fondo estaba más preocupado por Molla que ansioso de enfrentarla, era evidente por su expresión de desasosiego.

- Es cierto, veamos qué podemos hacer por Geoff y Ewant -

No era un sanador, pero podía prestar ayuda. Necesitaba sentirse útil.

Sam consiguió recuperar a Geoff de las garras de la parca, peor el alcalde de Niom estaba confuso, desconcertado e incluso aparentemente amnésico sobre lo que había contecido. No reconocía a sus salvadores, peor si a Ewant, quien se recuperó con más facilidad y rapidez que él, ayudado por Alek, empleando una de las mezclas curativas del druida en su dolorido cráneo. El joven consiguió tranquilizar a su tío y juró y perjuró que se encontraba lo suficientemente bien como para hacerse cargo del anciano mientras ellos partían para tratar de desenmarañar aquel oscuro misterio.

- Vamos a la escuela, si no la encontramos ahí podemos buscar en su casa -

Hablar de Molla como si hablaran de un criminal lo hacía sentir enfermo.

- Gracias Alek por tu ayuda. Le comentó a su compañero mientras curaba al alcalde y al joven. Una vez que los dejaron conscientes aunque desorientados se encaminó juntos a sus compañeros hacia la escuela. - Buena idea Alex, será mejor estar preparados creo que esa maestra nos puede dar un buen problema si es la llave del todo el meollo. Comentó el mediano mientras salía con sus compañeros cogiendo la vela, y dirigiéndose hacia donde le habían dicho pero observando a su alrededor.

Todo era quietud y murmullos en el sótano de Geoff mientras curaban a los caídos, tras el fúnebre tañido de aquella ventana inexistente (AL menos en este mundo), pero cuando nuestros héroes salieron al exterior...

Lo primero que les llamó la atención fue el griterío que allí había, parecía haber gran bullicio en la plaza y otros rincones del pueblo, pero costaba deducir qué estaba pasando, pues la niebla estaba comiéndose el lugar. Alek, Sam y Taddeus poco más podían ver que en un radio de tres metros alrededor suya, peor aun así podían avanzar hacia su destino sin mayores problemas. El entorno se había teñido con un gris más propio de los atardeceres de lo peor del invierno, más que de una soleada mañana, como había comenzado aquella jornada, y las volutas con las que la ciénaga penetraba en Niom también hacían por hacerse fuertes en la garganta y el pecho de aquellos que trataban de cruzarla.

En el caos de voces y movimientos, de vez en cuando alguna figura, armada con una espada o un tridente, cruzaba el campo de visión de los personajes, pero no permanecían en él el tiempo suficiente como para que quedase claro qué se proponían o hacían. Parecían ir a l trote a tratar de socorrer a sus familias o hijos, pero no dejaban de ser una desbandada ciega y armada, lo que nunca dejaba de ser peligroso, sobre todo para ellos mismos.

Fue más preocupante cuando los aventureros creyeron escuchar voces por encima de sus cabezas, pidiendo ayuda. ¿Cómo podían llegar tan alto? ¿Hacia dónde se alejaban? Pero por ahora no lo sabían, solo podían continuar avanzando hacia el infausto campanario de la escuela, que parecía estar en el corazón de las nieblas, así como en el del misterio de esta historia.