Partida Rol por web

Y al fin la cámara principal. Muchas penurias habían tenido que soportar para llegar hasta aquí, la más importante de todas las estancias de la tumba. Y era aquí donde encontrarían el mayor de los tesoros, conocimientos y sin duda, el mayor de los peligros.

Bueno sonrió entre satisfecho y nervioso parece que al fin lo hemos logrado. Pero quietos, no cantemos de alegría por una victoria que aun no está del todo completada. Me temo que esta estancia va a tener la más mortal de las dificultades de las que nos hemos encontrado hasta ahora... y no es que esté acobardándome, pero me gustaría que todos fueseis ni que fuese la mitad de prudentes de lo que yo quiero ser en estos momentos.

Tras su comentario casi convertido en discurso, como solía hablar Alí, se concentró en ver si a primera vista podía haber algo raro o alguna trampa en esta sala... aunque de ahí habían salido las cucarachas, bastante dañinas fueron, pero en estos lares nada era fácil y nada se podía dar por seguro o sentado.

Siguiendo por el pasillo, el grupo avanzó sin más impedimentos. Al final del corredor, se adivinaba una nueva cámara y, por encima del hombro de Nylwa que caminaba delante de él, pudo ver un magnífico sarcófago rematado en oro.

El comentario que hizo Alí era preocupante. Había demostrado saber moverse en entornos tan peligrosos como aquella condenada tumba, y ahora aseguraba que estaba próximo un peligro indeterminado. Lo más sensato era hacerle caso y andarse con ojo. Con voz queda, preguntó: - ¿Qué pasa? ¿Qué hay?

De nuevo estaban en la zona en la que unas horas antes, un poco más, y mueren. Pero ahora no había ni rastro de aquella jauría reptante. Eso quizá ponía más nervioso al explorador que si se hubiese encontrado con el triple de bicis.

Ravic comenzó a mirar en todas direcciones: paredes suelos y techos. No se fiaba no de su propia sombra. Pero al parecer no había rastro de la mortal alfombra de insectos.

Acabaron con cautela hacia la, que parecía, cámara mortuoria principal. Reinaba una misma sepulcral calma, hecho que hizo que se le irizaran todos sus pelos. Algo le decían sus sentidos, que estuviese alerta, ..., pero ¿era real aquella suposición, o metas alucinaciones suyas?

Entraron en la cámara funeraria de Akhentepi con la mayor de las cautelas pero en la penumbra se escondía el último guardián de los secretos del noble osiriani. Con un movimiento fugaz y apenas perceptible una temida cobra se abalanzó sobre Ali hincando sus mortíferos dientes con saña.

Nylwa contempló como un enorme ofidio se cernía sobre Alí y le clavaba los colmillos sin compasión- ¡¡TALIIIIIIIIIII!!- gritó la muchacha ante la terrible visión. Acto seguido vio como el estrafalario mercader parecía sucumbir a la debilidad. Maldita criatura.

Con rapidez, abrazó su guja y se dispuso a cercenarle la cabeza a aquella cobra que se mantenía erguida en una danza hipnotizante...

De pronto, Alí sufrió la rápida mordedura de un ofidio que se hallaba oculto, a la espera.
Ibrahïm se preparó para hacerle frente junto a los demás; no habían llegado tan lejos para amilanarse ante una serpiente, por muy fiera que esta fuese.

Y el ofidio cogió por sorpresa a Ravic, mientras estaba absorto en los detalles de la sala que tenía enfrente.

Con penosa rapidez, afianzó su espada corta y su escudo, y se dispuso a acercarse a la nueva, y esperaba, última amenaza.

Cuando el letal ofidio mordió al extravagante mercader notó tras el calor casi quemazón que el veneno inoculado provocaba, como sus ánimos y vitalidad quedaban mermados, se sentía débil y algo mareado, pero por suerte de momento todo quedaba en eso, una ligera debilidad. Empuñó con firmeza una de sus dagas y se dispuso a responder a la mordedura con acero.

Inquieta e impaciente por descubrir la cámara final de aquel que tantas trampas había reservado para los que había considerado intrusos como ellos, Awib alzó un salmó en lengua enana a su dios, consciente de que sin un atisbo de duda superar aquella última cámara no sería tarea fácil. 

En cuánto el comerciante hizo sus funciones y fueron sorprendidos por aquel ofidio la paladina se preparó para el combate.

La chiquilla de ojos verdes y piel bronceada lanzó como si de un reflejo se tratara un golpetazo de su cestus, pero el guante reforzado pasó demasiado desviado de aquella serpiente peligrosa y escurridiza. Aunque había realizado una maniobra bastante adecuada, el brazo pasó inofensivo sobre el cuerpo de aquel reptil venenoso que seguía danzando con un patrón armónico y repetitivo...

El ofidio se ensañó con el joven Lisimba tratando de volver a inocular su potente veneno y debilitar aún más a su enemigo, pero en aquella ocasión el ataque no consiguió su objetivo. La cobra culebreó hacia atrás mostrándose en todo su esplendor con toda la cabeza plana, símbolo de su cólera. En ese momento un haz de luz incidió en el cuerpo serpentino de la criatura y los Leones de Wati pudieron deducir que aquel cuerpo no era el habitual para una serpiente, era como.... metálico.

Sin pensarlo dos veces y aprovechando la distancia que se había tomado la bestia metálica Alí hizo girar en el aire su daga al lanzarla con un perfecto giro de muñeca. El proyectil tomó una bella curva en su trayectoria he impactó en aquel cuerpo escamoso... no sabía si le dañaría, últimamente todos los seres con los que había luchado poseían la piel tan sumamente dura que apenas lograba causar rasguños

La paladín frunció el ceño en cuanto vislumbró el extraño aspecto metálico de aquella criatura y empezó a avanzar martillo en mano por el pasillo apartando a sus compañeros. La determinación era patente en su mirada, no iba a permitir que los Leones de Wati volvieran a sufrir de nuevo ningún peligro mortal como el que habían experimentado anteriormente.

Habían sido seis los expedicionarios que se habían internado a descubrir los secretos de Akhentepi y serían seis los que abandonarían las salas del antaño noble osiriano. 

Cuando la paladín phamet llegó a la altura de la escurridiza serpiente trató de golpearle con su gran martillo para aplastarla como la alimaña que era.

- Dale duro, destrózala. - dijo Ibrahïm al tiempo que ponía su mano sobre el hombro de Ravic, infundiéndole parte de sus propias reservas de energia.
Por el momento, todos los golpes que sus compañeros habían propinado a la metálica sierpe habían sido infructuosos, pero no iban a rendirse tan fácilmente.

Ravic recuperó la iniciativa, y con energías cargadas, gracias a la infusión de fuerza mágica de Ibrahïm, se desplazó por el lado opuesto del sarcófago para encontrar al metálico ofidio por el lado opuesto a sus compañeros.

Ravic, cuando llegó a la posición, titubeó al ver mejor a aquella serpiente. Parecía hecha de metal. Una especie de artilugio mágico, como los pequeños soldados de madera que encontraron en otra habitación. Qué extraños artefactos, que nunca había visto, se hallaban en aquella toma por tiempo no explorada.

Ravic se forzó a concentrarse en el adversario, y descargó un espadazo directo que impactó en el metálico ofidio con un sonoro "clonck". Pero al ser la primera vez que se enfrentaba a algo así, no tenía muy claro si su golpe había hecho alguna mella en aquel ferroso ser.

La muchacha dio un brinco para apostarse sobre el sarcófago de Akenhtepi. Awib la miró con ojos desorbitados, pero la muchacha se dejó llevar por un caótico impulso. Sabía que eso podía ser tomado como una ofensa al difunto, pero la bella chiquilla de ojos verdes y piel tostada, no dejaría que sus amigos sucumbieran por estúpidas tradiciones.

Desde lo alto de aquel receptáculo funerario, lanzó un nuevo golpe de su cestus, pero en ningún caso intentó golpear, si no que lo que buscaba era despistar al metálico ofidio.

La cobra se veía acorralada, pero vendería cara la piel. Aquellos intrusos habían entrado en sus dominios y no descansaría hasta verlos muertos. Se abalanzó sobre la paladín enana con una rapidez endiablada e hincó sus dientes inoculando el veneno debilitador.