Partida Rol por web

La vida en los campamentos romanos era rigurosa y organizada. Los soldados vivían en tiendas o chozas pequeñas, y pasaban la mayor parte del día entrenándose y realizando tareas militares. La disciplina era estricta y se esperaba que los soldados cumplieran con sus deberes de manera eficiente y efectiva. También había tiempo para el ocio, como juegos y carreras, pero esto dependía en gran medida del comandante del campamento. La comida era simple y consistía en granos, verduras y carne, y se servía en el comedor común del campamento. En definitiva, la vida en los campamentos romanos era dura pero organizada, con un fuerte énfasis en la disciplina y la preparación para la guerra.

Marco Porcio Catón, el Viejo sonrió ante aquel consejo táctico para planear la batalla. Las tácticas de guerra romanas eran muy efectivas y se basaban en la organización y disciplina de sus tropas. Algunas de sus tácticas más conocidas incluyen: Formación en cuña: los soldados romanos formaban una formación en cuña para romper las filas enemigas. Legión en formación testudo: la formación testudo, o tortuga, protegía a los soldados de los proyectiles enemigos con escudos que cubrían tanto arriba como los costados. Uso de la infantería y la caballería: los romanos utilizaban una combinación de infantería y caballería en sus batallas, con la infantería proporcionando estabilidad y la caballería realizando ataques sorpresa. Construcción de fortificaciones: los romanos eran expertos en la construcción de fortificaciones, como puentes y fortines, para proteger sus líneas de suministro y mejorar su posición en el campo de batalla. Todo aquello le gustaba al Cónsul.

El ejército romano estaba altamente organizado y se componía de unidades especializadas. La unidad básica era la cohorte, que constaba de entre 500 y 1,000 soldados. Diez cohortes conformaban una legión, que era el grupo más grande y se componía de aproximadamente 5,000 a 6,000 hombres. Cada legión estaba dividida en unidades más pequeñas, como manípulos y centurias, y cada unidad tenía un líder o comandante. Los oficiales superiores, como los tribunos, tenían responsabilidades administrativas y supervisaban a las unidades más pequeñas. Además de la infantería, el ejército romano también contaba con una fuerza de caballería, que era esencial en las batallas y se utilizaba para realizar reconocimientos, mensajería y ataques sorpresa.

De toda la legión, el Centurión Flavio Octavio Mercio era el comandante de caballería (Equites). También contaba con tropas auxiliares de sus tributarios suessetanos, enemigos mortales de la ciudad a conquistar. Amusico "Piel de Lobo" era su líder. Y contaba también con un magistrado, un diplomático para negociar las rendiciones en su nombre: Alessio Eligio.

Pero la táctica de guerra es lo que más le preocupaba aquí. Estaba siendo presionado por su Sibila, su adivina, en tomar una ciudad que realmente no era tan táctica para aplastar la sublevación íbera (era más partidario de asegurar Bolskan primero, sin desviarse) pero la conocía desde hace años. Aquella sacerdotisa oscura tenía una intención oculta en la ciudad, pero no sabía cual.

Quería escuchar a su comandante, al caudillo suessetano y a su magistyrado para elaborar conjuntamente una táctica de batalla y así tomar Iacca lo antes posible.

La situación de la ciudad preocupaba sobremanera al comandante de la caballería.

La ciudad no parecía precisamente fácil de tomar, por mucho que las tropas romanas fuesen superiores tácticamente a las legiones íberas. Todo parecía ponerse cuesta arriba.

- Tribuno, antes de comenzar con todo esto, me gustaría saber qué nos han informado nuestros exploradores. ¿Con qué tropas cuentan los íberos en la ciudad? ¿Sabemos algo sobre sus defensas? Aún no he tenido tiempo de dar una vuelta de reconocimiento, y no estoy seguro de que, en una zona montañosa como esta, nuestras cohortes dispongan de suficiente ventaja como para igualar el terreno. Sería necesario saber si existe algún paso lo suficientemente amplio y abierto como para que nuestra caballería pueda marcar una diferencia. -

Flavio siempre se había preocupado por la seguridad de sus ataques. Era conocido por dejar poco espacio a la improvisación, y le gustaba saber de antemano con qué problemas podía encontrarse para preparar contingencias de antemano. La mayor parte de las veces, esas contingencias no eran necesarias, pues siempre intentaba pensar dos pasos por delante del enemigo, pero le reconfortaba saber que estaba preparado para lo que pudiese surgir.

Esperaba que los exploradores hubiesen hecho su trabajo antes de que el llegase, o si no su látigo iba a marcar más de una espalda...

Alessio miraba con cierta preocupación los planes de batalla, no por la guerra sino por lo aburrido y cansado que eran estas batallas a veces interminables, sabia perfectamente que a la larga podrian tomar la ciudad sin duda alguna, ya fuera con mayor o menor coste de hombres y matrrial para ambos bandos...

-Quizas podamos aprovechar la intimidación de nuestros ejércitos y la fama de nuestras victorias para que la ciudad claudicara antes de vernsus tropas y a sus ciudadanos diezmados unos y quizas heridos los otros, lo que nos llevaria a una victoria rápida y sin tantas bajas-

Vana esperanza reconocia para si mismo, sabienfo lo que les gustaba la guerra a los que mandaban tropas, pero abria que intentarlo.. O buscar una opcion menos escandalosa encontrado por donde entrar un grupo reducido de barbaros que pudieran diezmar desde dentro las posibles defensas de la ciudad... Lo que hiciera falta por ahorrarse el tedio de una larga batalla

El nuevo centurión de equites había llegado al campamento y ya había empezado el revuelo, se acaba de presentar en la reunión como un vendaval, exigienciendo informes al tribuno, al menos no era un ínutil que se quisiera lanzar a ciegas a la batalla en busca de gloria, lo cuál Amusico apreciaba, pero tenía espíritu de lucha y arrojo, eso le gusto a Amusico, aunque aún era pronto para juzgarlo.

El diplomático por otro lado, pecaba de optimista en opinión de Amusico, los puercos de Icca nunca se rendirían, tenían el terreno y el orgullo de su lado, no cederían ante unas barabatas extranjeras, al menos no rápidamente.  Tras haber escuchado a sus nuevos líderes Amusico se recolocó la piel de lobo y con un Latín correcto, aunque un acento un tanto rasposo exclamó:

-Si me permiten, los iberos enemigos Marcó claramente la palabra enemigos en la forma de pronunciarla. -tienen una fuerte presencia militar, aparte de una ciudad fortificada y el terreno montañoso a su favor. No son ajenos a la batalla, por lo que no se rendirán facilmente. Un sitio podría funcionar, pero llevará meses como poco, y no se si eso conviene a su esfuerzo bélico. Si lo que pretenden es utilizar la fuerza de sus Equites, quizá hacerles pensar que somos una fuerza menor y hacerles salir para luego emboscarlos en terreno bajo con su legio y sus jinetes podría ser más productivo. O quizá que un grupo reducido abriese sus puertas para un asalto nocturno, si no, no creo que los jinetes sean un factor relevante con este terreno y muros. Si sus exploradores no han conseguido información mis hombres conocen la zona, podríamos hacer una incursión rápida, para evaluar el terreno. 

Paseo la mirada entre el consul, el magistrado y el centurión, esperando a su resolución.

Bueno, el caudillo bárbaro era, desde luego, un buen aliado en la batalla. Sabía ver las fortalezas y debilidades del enemigo, y conocía el terreno.

La idea de sacar a los íberos a campo abierto no era mala, pero no creía que fuesen tan estúpidos como para salir cuando las tropas romanas estaban en las cercanías, al menos, no en un asalto frontal.

La idea, sin embargo, de colar una pequeña fuerza y abrir las murallas de la ciudad para que las cohortes y los equites pasasen a hierro a todos aquellos bárbaros si satisfacía al Ventrue.

- Me gusta vuestro arrojo, caudillo. Aplaudo la idea de una incursión preventiva que nos permita abrir las puertas, si pudiésemos. Una pequeña fuerza introduciéndose furtivamente por la noche podría cambiar el curso de la batalla, desde luego, y con pocas pérdidas para nuestro bando. -

Esperaba la opinión del tribuno, pero era un plan con visos de ser efectivo...

Si por algo se había caracterizado Marco Porcio Catón era por haber librado batallas que estaban ganadas antes del primer contacto, así que escuchaba con interés a sus consejeros, tomando buena medida de sus ideas y planes.

- No tenemos demasiada información táctica de la ciudad, pero calculamos entre doscientos y trescientos guerreros ahí dentro. Han tenido contacto con los Cartagineses los últimos años desde la Guerra Púnica, así que es probable que estén bien equipados y formados.

La realidad era que no sabían a qué se enfrentaban exactamente.

- Mi Sibila propuso urdir una artimaña también para combatir en el llano. Quizá si construimos máquinas de asedio del tipo catapulta terminarán por salir, pero necesitamos una estrategia más rápida. Hacerles salir de alguna forma para que pierdan la ventaja del terreno. Pero... ¿quién sería el loco o el temerario qie abandonaría una plaza fácilmente defendible y con qué motivo?

Cuando el barco se hunde las ratas corren, creo que serian las palabras mas adecuadas, pero dejo la eleccion de la guerra para los que saben mas de estrategia

La costumbre de escuchar a mucha gente y que nadie haga caso de casi nada me da la libertad de ir dando ideas hasta que alguna sea aceptable

El viejo claramente esta pidiendo voluntarios, y Amusico tenía muy claro que él y los suyos tenían muchas papeletas para serlo, sin embargo si el viejo quería carne para cebo de Ibero, se lo tendría que pedir claramente. Asintió ante las palabras del magistrado.

Si no podemos tentarlos con un cebo lo suficientemente suculento, quizá un caravana de provisiones con una figura importante y poca escolta, lo que comenta el magistrado es nuestra mejor baza, el miedo o la ira son las otras dos razones por las que una rata saldría de su agujero, si le pegamos fuego a la ciudad, debilitando los muros, se verán obligados a hacer una salida, para intentar diezmarnos lo suficiente antes de que entremos.

La estrategia de pegarle fuego a la ciudad no era mala, pero... ¿Querían tomar la ciudad o sus cenizas?

- ¿y si tratasemos de crear una distracción que nos permita abrir las puertas? - 

El centurión comenzó entonces a explicar una táctica que había oído no hace mucho tiempo, y que podría ser eficaz. 

En primer lugar, sería necesario contar con al menos dos cohortes que efectuasen la distracción. 

Ambas debían avanzar hacia la fortaleza, con la clara intención de montar un muro de escudos en forma de rampa que permitiese al resto de la infantería cargar sobre ello. 

Sería necesario hacer entrenamientos de este movimiento en un punto visible para los defensores, pero no tan visible como para que parezca que se ha hecho a propósito. Al comienzo de la tarde, se amaría al ejército para la marcha, procurando hacer toda la fanfarria posible. Se retrasaría el avance hasta la noche. 

Mientras tanto, una pequeña fuerza expedicionarios se colaria por el lado opuesto de la fortaleza. Mientras los defensores estaban atentos a las cohortes frontales, esa fuerza abriría las puertas, permitiendo la carga directa.

- Será un plan sin duda arriesgado, y puede salir mal, pero en caso de funcionar, ahorraría días de asedio. - 

- Tomo nota de sus estrategias y coincido con ellas. Coincido en que si hay un cebo suculento podrían salir a luchar fuera, pero eso requiere un engaño elaborado. ¿Qué cebo sería tan cuantioso como para influenciar a un pueblo inteligente con el Iaccetano? Sólo saldrían a combatir si están seguros de su victoria, y aún así dejarían una guarnición dentro...

El cónsul pensaba en qué estrategia utilizar, escuchando a aquellos hombres.

- Si pudiéramos apostar escondida en los bosques una cohorte de equites y tentar a los iaccetanos a luchar contra los suessetanos afuera, podrían tomar la ciudad sin demasiada oposición. Sin embargo, no lo veo tan sencillo. ¿Cómo podríamos tentarles?

Flavio pensó en las palabras del tribuno. 

¿Qué podrían querer aquellos hombres? Lo mismo que todos,supuso. Oro y armas.

- ¿Y si les mostramos un cargamento de armas o comida que parte del campamento? Tal vez sea un botín lo suficientemente suculento como para que consideren que vale la pena salir a por el... - 

No le gustaba la idea de poner un cebo de oro, dado que sería demasiado descabellado, pero para un pueblo guerrero, un cargamento de armas romanas podía valer más que todo el oro de Cartago... 

-No creo que por un simple cargamento salga una tropa considerable para que valga la pena el riesgo, como mucho enviaran algunos hombres para robarlo, no creo que un señuelo les haga salir suficiente... veo mas viable infiltrar a alguien nuestro en la ciudad para que vaya haciendo sabotajes varios incluso abrir las puertas en plena noche-

pero claro, no soy un soldado, nunca veo la batalla como una buena opcion-

Sin mucho mas que decir Alessio busca un asiento y se sirve una generosa copa de vino...

Viendo que no había estrategia clara por el momento, y tratando de desviar la atención de la idea propuesta en la que los suyos hacian de carnaza tomo la palabra y propuso:

-Parece que para cualquiera de las ideas propuestas nos falta infomación, por qué no realizamos una aproximación nocturna con un grupo pequeño y móvil, parte de mis hombres y algunos equites de confianza del centurión, evaluamos posibles puntos de entrada, objetivos de interés para sabotear y posiciones de ataque o emboscada en los alrededores, y si vemos la oportunidad identificamos personalidades relevantes en la ciudad que podamos con ese grupo entrar y secuestrar para tomarlos como rehenes. Si conseguimos esos rehenes tendríamos una mano con la que el magistrado podría negociar su rendición, forzarles a salir para recuperarlos, o como mínimo distraerlos mientras entramos de nuevo a sabotear las defensas y abrir las puertas. Si no, al menos con el reconocimiento habremos obtenido una información más precisa de sus fuerzas y defensas, del estado de sus reservas y del número de entradas y salidas de la ciudad, con lo que podremos establecer una estrategia más adecuada de asalto o como tentarles para que salgan.

Lo que esta claro es que debemos tomar una resolución rápida, cuanto más tiempo inactivos estemos más posibilidades de que sus exploradores nos avisten y refuercen sus defensas o pidan ayuda a pueblos aliados.

El cónsul valoró la situación antes de descartarla.

- Una acción hostil, por pequeña que sea, los pondría rápidamente a la defensiva. Podemos mandar exploradores a reconocer el terreno, claro está, pero la cuestión es cómo hacerlos salir de ahí.

- Los iaccetanos viven, entre otras cosas, de los saqueos a sus vecinos. El caudillo Amusico lo sabe bien. Sería fácil tentar a las habitantes de Iacca para saquear tierras vecinas si saben que no pueden defenderlas... Mi propuesta es enviar al Magistrado a la ciudad y decirles sutilmente que mientras los suessetanos luchan junto a Roma contra los bárbaros como los Ilergetes, sus tierras no están defendidas en absoluto.

Aquella sombría figura daba repelús hasta al más valiente de los soldados. Fría, taimada, escalofriante. Había estado allí, en las sombras, desde hace un rato. Inadvertida por todos, su intervención demostraba quién tenía el verdadero poder tras Catón.

- Si unos hombres del pueblo del caudillo y unos equites son demasiados, tal vez tuviésemos que buscar un grupo más... "pequeño". Tal vez unos viajeros cansados puedan recibir hospitalidad... Al fin y al cabo, aún no se hayan bajo sitio ni esperan un ataque de Roma. -

Flavio sabía que los Iaccetanos no esperaban el ataque Romano. El mismo no lo esperaba hasta que el tribuno empezó a organizarlo. Iacca no era un objetivo estratégico, y conquistarla implicaba desviar efectivos que, de otro modo, ahora estarían luchando con los celtíberos.

Sin embargo, esa misma sorpresa podría ser efectiva. 

Si se infiltraban en la ciudad antes de que los moradores esperasen un ataque, quizás tendrían opciones. Sobre todo, si al menos uno hablaba fluído el idioma y otro era un buen conversador...

Miró al tribuno y a la selección de hombres que había en aquella sala. Y entonces cayó. El viejo era sibilino, eso sin duda.

Las palabras de la mujer cayeron como puñales sobre Amusico, un guñido gutural se le escapo entre dientes al escucharlo, y aunque cuando respondió lo hizo de manera calmada y con el tono sereno, tras recobrar la semblanza, un brillo peligroso asomaba en los ojos del caudillo.

-Sin duda confirmo que es perros gustan de asaltar a mi pueblo. En parte por eso accedimos a servir al vuestro señora, y sin duda así lo haremos, aunque parco servicio haran mis hombres, si aquello que les motiva esta muerto y quemado. Mis guerreros y guerreras juraron luchar y morir por Roma, y así lo haremos, hasta la última gota, dispongan de nuestros filos como mejor estimen, si bien espero que no escape ninguno de esos Iaccetanos, para que los míos puedan prestar el mejor servicio posible.

Confió en la labia del magistrado para vender la carnada, aunque centurion, con un pueblo aliado de Cartago, me temo que no reciban muy bien a unos viajeros romanos, por cansados que estén, quizá deban ustedes hacerse pasar por íberos como yo...

Cuando estén listos, diganme como nos necesitan a mi y a mis hombres.

En todo momento mantuvo la mirada fija y dura en la esquiva señora, sabía que le debía lealtad, al ser el verdadero poder tras Catón, y esto no le suponía problema alguno, era común en su cultura que las mujeres liderasen, pero no por ello iba a permitir que usasen a su pueblo como sacrifició, ni aunque el mismo senado romano se lo exigiese...

Desdeluego ese posible botin será mas suculento que cualquier caravana, no se quan aptos son para que las sutilezas sean validas o quizas pueda simplemente indicarles mi animadversion hacia estos barbaros que ensucian el suelo romano - 

Una mirada de total desprecio dirigida hacia el lider Amusico... Seguido de un guiño y una sonrisa picara

Tampoco se quan creible seria que simplemente entrara alli, si qur tengo cierta influencia entre mis pares, pero necesitariamos algo que pudiera darles para demostrar mis intereses comunes con ellos, aunque fuera algunas cabezas vestidas de barbaro

Desdeluego cualquier plan era bueno antes que meterse en una batalla feroz e interminable

- No podemos alargar esta discusión eternamente, me temo. Tempus fugit. Si no tomamos la ciudad con presteza no tardarán en encontrar nuestra posición: es difícil esconder un campamento militar entero. Podrían recibir refuerzos...

La Sibila añadió a las pañabras del cónsul la siguiente declaración:

- Mis informes personales indican que hay al menos un vástago en la ciudad. Una malnacida de África, quizá de Etiopía o de tierras todavía más lejanas. No sé qué hace aquí, pero sea lo que sea es un peligro inminente para nosotros. Si no tomamos Iacca pronto, no podremos tomarla. Así que jueguen sus cartas: tentad a los iaccetanos y podremos entrar a la ciudad impunemente para acabar con esa extraña cainita africana.