Partida Rol por web

Tim se queda mirándote con una expresión de asco que parece que te va a escupir pero de pronto una especie de calambre le recorre su pierna patizamba.

- ¿Y no sabrás además de algo que mitigue estos dolores?

- Muy bien Tim. Mañana por la mañana prepararé unos emplastos que te aliviarán el dolor, aunque como ya imaginarás no van a curarte. ¿Servivía eso para pagar mi alojamiento y mi comida?

-Sí señora, lo tendré en cuenta, le pido perdón por despertarla -me disculpo efusivamente, que no quiero estar a malas con la casera-. Buenas noches.

Me despido y me encierro en mi cuarto. Siendo tan tarde, me iré directamente a dormir. Aunque me quedo tendido escuchando, no sin cierta malicia, a ver la bronca que les echa la señora de la casa cuando lleguen Mervin y Tim.

- Bueno, tendré que conformarme. Y ahora ayúdame a cerrar para que podamos irnos a dormir.

Tras un rato de recoger jarras y colocar bancos encima de las mesas salís de la taberna y Tim coloca un pesado candado a la puerta, asegurándose varias veces que está cerrado.

- Bueno, la posada se llama La sirena que ronca está un par de manzanas hacia allá, dice señalando a la derecha de la taberna conforme sales. Espero que mi mujer no esté de bronca hoy.

- Muchas gracias por todo Tim, y que pases buena noche..

Me despido de Tim y me encamino en dirección hacia la posada de la sirena ronca mientras por el camino voy tratando de hacer memoria de la vegetación circundante de la ciudad, y de las mejores zonas para tratar de encontrar las plantas para que alivien el dolor de la pierna de Tim.

-¿Es que piensas dejarme fuera de mi propia posada?

Tim llega a la puerta y se echa mano al bolsillo: -Ohhhh, no olvidé la llave.....ahora habrá que llamar

Toca a la puerta y al cabo de unos minutos se escucha el cerrojo y una mujer fea y gorda vestida con una especie de camisón remendado abre la puerta con cara de pocos amigos.

- Estoy hasta el coño de que llegues tarde, sin llave y con tus amigotes.

- No es un amigote, responde Tim, es un cliente. Es mejor que subas al primer cuarto que veas libre con la puerta abierta, te dice esperando una discusión larga.

Un buen rato después de llegar, casi te habías dormido, escuchas la puerta de la calle.

- Estoy hasta el coño de que llegues tarde, sin llave y con tus amigotes.

- No es un amigote, responde Tim, es un cliente. Es mejor que subas al primer cuarto que veas libre con la puerta abierta.

Hago caso de las instrucciones de Tim y empiezo a subir las escaleras.

- Buenas noches Tim, y buenas noches señora.

Sin esperar respuesta, prosigo con la ascensión y entro en la primera habitación que me encuentre en mi camino.

Me sonrío y sigo poniendo la oreja para intentar deducir dónde se aloja Mervin.

Como no acabo de fiarme de estos dos me mantendré un poco inquieto y en guardia, temiendo que en cualquier momento un destacamento de orcos eche abajo la puerta de la posada. Dejo el equipo listo para una rápida huída y me siento en la cama, apoyando la espalda contra la cabecera. Si pasan un par de horas sin ninguna novedad, acabaré cediendo al sueño.

Subes las escaleras sin poder dejar atrás los gritos de la mujer de Tim que no para de increparle. La planta superior es un pasillo con 4 puertas a la derecha y cinco a la izquierda. La segunda de la derecha está abierta y no ves pertenencias de nadie así que supones que está libre y te metes dentro cerrando la puerta.

La habitación es un sitio normalito tirando a cutre; la cama está un poco trillada, el baño es común y está al final del pasillo, te invade el mismo olor a pescado podrido de la taberna pero está resguardado de la brisa marina y parece tranquilo.

Escuchas pasos que suben las escaleras casi ahogados por los gritos de la posadera que no para de increpar a Tim. Los pasos avanzan un poco por el pasillo y parece que entran en la puerta frente a la tuya.

Hago mentalmente balance del día y recapacito sobre los acontecimientos que me han traido hasta esta peculiar ciudad mientras me dejo acunar en los brazos del reparador descanso nocturno. Demasiadas emociones para un solo día.

Te despiertas poco después de la salida del sol con el sonido de una cacerola golpeada por un cucharón y al grito de:

- ¡A desayunar!

Te arreglas un poco la ropa revisas tus pertenencias y sales al pasillo justo a la vez que tu nuevo compañero que resulta alojarse en ese cuarto.

Al salir de la habitación casi me doy de bruces con Mervin.

-Hombre, buenos días -le saludo con una palmada en el hombro y luego añado, en voz baja no me vaya a oír nuestra anfitriona-: vamos a ver que tal dan de comer en este sitio.

Tras reponerme de la impresion de estar a punto de ser sepultado por la enorme manaza del norteño rubio, lo saludo con una sincera sonrisa.

- Buenos días Samuel. Me agradará mucho que compartamos mesa durante el desayuno.

Mientras baja las escaleras junto a su nuevo compañero, Mervin se alegra del afable carácter del norteño. - Parece un hombre sencillo, sincero y noble al que  nada gustan los subterfugios o las verdades a medias a las que yo tan acostumbrado estoy. Espero que podamos compartir muchos momentos juntos, y quizá, solo quizá, lleguemos a ser amigos.

- Vamos a ver que nos han preparado de comer. Mi madre decía que una mujer es mejor cocinera cuanto peor carácter tiene. - Me acerco al oido de Samuel para susurrarle -  Si esa afirmación es cierta, la mujer de Tim tiene que ser la mejor cocinera que han visto estas tierras desce hace cientos de años. - Le guiño un ojo para que aprecie la broma.

-Jojojo -lanzo una franca carcajada, una risa limpia y natural. Me complace ver que ni siquiera la Sombra nos ha podido robar el buen humor-. Sin duda, sin duda... Bajemos, y ojalá que tu madre tenga razón- añado con la sonrisa aún en los labios y riendo entre dientes.

Cuando llegáis al salón de la posada podéis ver que las mesas han sido dispuestas para formar una única, alargada y que tres humanos están desperdigados "disfrutando" del desayuno.

Sobre la mesa podéis observar varias bandejas y una olla grande y humeante en el centro. Las bandejas muestran patatas asadas, huevos cocidos, pan negro, y algunas tiras de panceta; la olla os trae el temido olor a pescado del que os lleváis preguntando desde anoche.

Me lleno un plato con un par de patatas, otros tantos huevos, tres o cuatro tiras de panceta y dos rebanadas de pan negro.

- Bueno amigo, parece que no tiene mala pinta el desayuno ¿no te parece? - Digo dirigiendome a Samuel. - Si me queda algo de hueco, probaré el contenido de esa humeante olla.

Me siento en algún hueco que quede libre en la mesa, guardando un lugar a mi lado para Samuel.