Partida Rol por web

El agua relajo todo mi cuerpo, llevándose todos mis pensamientos. Luego me senté y noté el cuerpo cálido de Ryôta en mi costado.

Asentí a lo que me dijo y le dejé un rato sobre mi hombro, podía notar su respiración y casi el latir de su corazón, estabamos en silencio, no quería romper el momento, pero había que moverse, solo había empezado el día y seguramente mil pruebas me depararían a lo largo de la corte. 

-Ryôta...-san. - Le susurré despacio. -Tendría que salir ya, ¿nos vemos luego?- ¿Sería muy contraproducente que quedasen luego? No tendría ningún problema que un Shugenja y un Bushi hablasen, aunque uno no fuese de una familia principal.

En cuanto se apartarse de mi hombro, saldría del agua y me dispondría a tomar el aire un poco, allí ya hacía demasiado calor, o eso le estaba pareciendo.

EL chico se había quedado adormilado apoyado en tu hombro, por lo que tu voz le sobresaltó. Rojo como un tomate asintió a tus palabras.

 -Cla-claro. Quizás... Quizás podamos tomar el té juntos por la tarde y... más cosas. Ya sabes.

Porque dos samuráis que celebraban una pequeña ceremonia del té era de lo más normal del mundo. Después de todo, mantener el espíritu saciado y en equilibrio era algo que todos los samuráis deberían hacer cada día. Y para eso, nada mejor que la ceremonia del té. ¡Nada malo se podía pensar de aquello! ¿Verdad?

Al poco de que tú salieras, el libélula salió también, secándose y vistiéndose con calma.

Asentí despacio al comentario de Ryota-san. luego salí despidiéndome de él, me sequé y me vestí con energías renovadas, hay que decir que ese baño me había sentado de maravilla... quien lo diría.

Aun repasando mentalmente todo lo que había ocurrido minutos atrás fui andando despacio por el palacio, fui a mi cuarto a coger algo de abrigo y finalmente mis pies me llevaron a los jardines, tenía muchas ganas de verlos, la verdad y algo del frío invierno, que acechaba con cortar todas las rutas accesibles, me vendría bien para terminar de relajar mi mente. Despacio coloqué la tela sobre mis hombros, dejando los brazos fuera y comencé a caminar entre los setos y las plantas del palacio.

El camino hacia tu habitación fue silencioso, ya que no te encontraste con nadie de importancia. Tu cuarto estaba pulvramente ordenado, probablemente algún sirviente hubiera ido a hacer limpieza después de que tú te ocuparas de ordenar tus cosas tras levantarte. Por ese motivo no te costó nada encontrar un sobrekimono de algodón grueso y unos buenos calcetines gorditos para protegerte del frío. Una bufanda de piel para el cuello y la cabeza complementarían tu vestuario y te dejarían listo para enfrentarte al frío invernal.

Al salir al jardín, lo primero que hiciste fue maravillarte con la frágil belleza de los jardines. Las primeras nevadas aún no habían llegado, al menos no en firme, por lo que en el jardín predominaban los árboles desnudos y el suelo duro y casi seco. Eso sí, la temperatura sí que ra invernal, provocándote un pequeño escalofrío cuando asomaste al exterior. No te extrañaba que apenas hubiera gente paseando por allí, prácticamente todo el mundo estaba disfrutando del cálido interior del palacio. Prácticamente todo el mundo... Salvo un samurái que practicaba katas en mitad del frío de los jardines. Era alto, de largo y sedoso cabello negro y piel pálida. Iba ataviado con un kimono de algodón de color negro azulado, indicativo de un clan menor que no recordabas en ese momento. Su rostro estaba totalmente sereno mientras practicaba y viendo la forma física que tenía, podías intuírte que no era la primera vez que practicaba esos movimientos.

No había reparado en tu presencia, aún.

El gélido frío consiguió alcanzar mi rostro, el cual instintivamente escondí parte de el con la bufanda, es cierto y se sabe de sobras que un buen cambio de temperatura era estupendo para la piel, pero eso no evitaba que buscase el calor de mis ropajes.

Vi a aquel samurái practicando sus Katas, pero no quise interrumpirle, así que di un pequeño paseo para no molestarle, tampoco era plan de quedarme mirando como si fuese una actuación, a mi tampoco me gustaría que se me quedasen mirando y menos aun sin saber que lo estaban haciendo. Si se daba cuenta de mi presencia cuando pasase por su lado y se detenía entonces si que me presentaría como toca, si no continuaré caminando, dejando que el frío me acaricie.

En cuanto pasaste a su lado, el samurái dejó de practicar katas, irguiéndose y girándose para mirarte. Entonces hizo una inclinación respetuosa a modo se saludo, aunque se mantuvo en silencio. Al principio eso te extrañó, pero luego recordaste que no era extraño ver a aun miembro de un clan menor presentando sus respetos a un miembro del clan mayor.

Al terminar la inclinación, se te quedó mirando. Sus ojos eran negros y profundos y podías ver que te examinaba de arriba a abajo, midiendo tu postura y todo lo que le pudiera decir tu calidad como guerrero. Sin emabrgo, no habló, esperando a que iniciaras tú las cortesías, como miembro superior a él que eras en el órden celestial.

Bueno, seguramente alguien como yo no pasaba desapercibido así como así. Me quedé mirando su reverencia e instintivamente yo hice otra. 

-Disculpad si os he interrumpido vuestro entrenamiento, solo paseaba por los jardines admirando el paisaje, no era mi intención hacer que paraseis. Soy Daidoji Daisuke, mis más humildes disculpas- Vuelvo a hacerle otra reverencia de nuevo, mostrando mi respeto hacía su perfección de las técnicas de su escuela.

El samurái se irguió en cuanto te presentaste.

 -No hacen falta disculpas. Es la etiqueta.

El smurái hizo una pausa, como si estuviera meditando lo que iba a decir a continuación.

 -Kyuzo. Del clan de la Tortuga.

Automáticamente te pusiste un poco tenso. La Tortuga... El clan más abominable de todo Rokugan. ¡Los que se atrevían a burlarse del órden celestial! El clan de la Grulla despreciaba a la Tortuga y todo lo que representaba. Y aunque tú, como buen Daidoji, no eras un grulla "típico", no pudiste evitar que tu primer pensamiento no fuera precísamente positivo.

Disculparse también entraba dentro de la etiqueta... pero no iba a enfadarme por esas palabras, así que mantuve la compostura y sonreí amablemente ante la presentación del tortuga.

-Encantado Kyuzo-san, espero que no os inoportune mi presencia, estaré dando un paseo por el jardín, así os dejo tranquilamente con vuestro entrenamiento matutino.- 

No quería seguir molestando a Kyuzo-san, asi que le hice una reverencia a modo de despedida y si no tenía nada más que decir seguiría mi camino, paseando por los jardines, admirando la belleza efímera de la naturaleza.

El samurái de la tortuga se inclinó de nuevo a modo de despedida y siguió practicando sus katas. No te paso desapercibido su peculiar estilo de kenjutsu. Te recordaba más a un dragón que a una tortuga, ¿ya aceptaban en la escuela Mirumoto a miembros de clanes menores? Podía ser un buen tema de conversación con otros samuráis, podrías guardarte la idea para cuando estuvieras en medio de una tediosa reunión entre guerreros.

Dejando atrás a Kyuzo, continuaste tu paseo por los jardines. Estaban silenciosos y solitarios y, aunque aún quedaban semanas para que se cubrieran por completo de nieve, reflejaban esa pálida belleza invernal tan característica de los árboles desnudos y la tierra durmiente. Caminabas dejando que tu alma se solazara con la paz del jardín cuando te encontraste con dos samuráis del clan del Fénix hablando entre sí. Por su aspecto parecían shugenjas, cosa que no te sorprendía mucho viendo el clan al que pertenecían, y no te pasó desapercibido el hecho de que había una diferencia de edad palpable entre ambos. ¿Un maestro y su alumno?

Al acercarte más pudiste escuchar sus voces. Susurraban acaloradamente y, aunque no podías distinguir aún el contenido de la conversación, parecía ser que hablaban de un tema que les preocupaba bastante.

Poco a poco me fui acercando hasta donde se encontraban aquellos dos Shugenjas, no quería entrometerme pero parecían muy preocupados y como no espiar eso era impensable, que deshonra sobre el nombre del bushido. 

Así pues me pare frente a ellos y les realice una reverencia presentandome ante ellos.

-Hola samas, mi nombre es Daidoji Daisuke, estaba dando un paseo y no pude evitar verles, se que no me atañe sus preocupaciones, pero si puedo ayudarles en algo, aquí me tienen a su disposición.- Y más aun siendo un guardaespaldas Daidoji, mi deber es ayudar. 

Los dos shugenjas se sobresaltaron al escuchar tu voz. Estaban tan concentrados en su cháchara que no te habían ni oído llegar. Y claro, con tu cabello blanco y tus ropajes de colores claros, por un instante les habías parecido un ubume o un yukinko.

El maestro fue el primero en hablar.

 -Es admirable que un samurái tan noble muestre preocupación por los problemas de los demás, pero creednos si os decimos que divagábamos sobre cuestiones filosóficas, nada importante.

 -¿Nada importante?

El tono del alumno, aunque era calmado, mostraba una indignación palpable.

 -Kazuo-sama, este joven samurái nos ofrece su colaboración. Ya hemos probado todo lo que podíamos ahcer por nuestra cuenta, ¿qué daño va ha hacer que nos ayude un tercero? Especialmente uno con capacidades radicalmente distintas a las nuestras, que podrá sobresalir allí donde hemos fallado.

El muchacho te miró con solemnidad.

 -No obstante, antes de que os contemos nuestras tribulaciones, deberéis prometer que no hablaréis de este asunto con nadie.

 -Es admirable que un samurái tan noble muestre preocupación por los problemas de los demás, pero creednos si os decimos que divagábamos sobre cuestiones filosóficas, nada importante.

-El deber de todo samurai es ayudar y proteger, tanto al emperador, como al imperio, por ende a sus gentes también.- Respondo con una sonrisa amigable, hacía el que parecía más adulto de los dos.

Me iba a disponer a decirles que no les importunaba más en sus charlas filosóficas ya que ellos dos comprenden mejor ese terreno, pero el otro hombre hizo parar mis cabilaciones.

-No obstante, antes de que os contemos nuestras tribulaciones, deberéis prometer que no hablaréis de este asunto con nadie.

Antes de contestarle a la ligera, me quedé pensativo antes esas palabras.

-Como bien dije antes sirvo para ayudar y defender el imperio y al emperador, por ende si es un asunto que os provoque cohibiros, prometo no hablar de ello a nadie.- 

Ambos shugenjas te miraron y luego se miraron entre ellos antes de volver a dedicarte su atención. Fue el mayor el que habló primero.

 -Veréis, Taberu-san y yo estábamos llevando a cabo una investigación acerca de una raza de espíritus llamados Mujinas. No son peligrosos, no tienen relación alguna con las tierra sombrías y su mancha.- aquella parte la dijo en una voz casi inaudible -Pero quizás sea por eso por lo que han intrigado a los sabios de nuestro clan. ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Qué les impulsa a visitarnos y a interactuar con nosotros? Es una materia fascinante.

El muchacho asintió a todo lo que su compañero iba diciendo.

 -Nosotros tuvimos la enorme suerte de poder dar con uno de estos seres. Sin embargo, no le hizo demasiada gracia que lo... Atrapáramos en una caja para estudiarlo. No pensábamos hacerle ningún daño, pero la criatura se tomó la privación de su libertad bastante mal. El problema, samurái-san, viene que al llegar a nuestro cuarto hace un par de días, encontramos la caja que contenía al mujina caída en el suelo, abierta y vacía.

 -Así que eso es lo que nos preocupa. Queremos encontrar al mujina y devolverle a su plano de existencia antes de que cause problemas serios por aquí. Si llegara a molestar a alguno de los daimyos o de los dignatarios, la vergüenza caería sobre nosotros. ¿Creéis que podríais ayudarnos?

Escuche atentamente cada palabra de ambos, aquello no podía pasar! 

-Ciertamente no es un tema en el que esté muy versado, pero pondré todo mi ser en encontrarlo y proteger esta corte, rápido vayamos a sus aposentos, puede que la propia escena pueda decirnos algo. Además necesito más información sobre este ser, ¿cómo es? ¿qué cualidades tiene? ¿Hay algo que lo atraiga? ya sea comida, o algún objeto...-

Todos mis sentidos comenzaron a trabajar tras esta información, ¿cómo podría yo, un bushi, atrapar un espíritu? ¿Los espíritus dejan rastros? no lo se, pero sin duda si esa caja se ha abierto pueden ser por dos cosas, una el propio ser pudo romper el sello o dos alguien abrió esa caja.

-¿Alguien más sabia que llevabais el espíritu en esa caja?-