Partida Rol por web

Bajo el humbral de la casa comunal, el hermoso semental sobre el que cabalgaba el jóven noble, pace tranquilamente como trofeo.

- Vuestros amigos partieron de aquí hace unas dos horas. Venían buscando al demonio que ha asolado a nuestra tierra. Primero la infame Bestia y ahora esto.... - Señala a los prisioneros heraklyanos. - Les contamos lo que sabíamos del demonio. Yo no lo he visto .... muy bién. Sólo una vez de noche, pero algunos de los miembros del pueblo sí... -

- Tiene alas negras de murciélago, y parece salido del mismo Tártaro. - Dice un campesino.

Otro se levanta al fondo de la sala comunal, un anciano, y añade: - No es cierto. Yo lo ví bien. Tiene ojos rojos como el infierno y escamas de lagarto... ¡¡Lo juro!! -

- No, no, estos zoquetes se equivocan. - Explica una mujer con un bebé en brazos: - Ví perfectamente sus tres cabezas, por las que lanzaba rayos que abrasaban aquello que tocaba. Así calcinó parte de nuestros campos de trigo. -

- Y venía con otros seres como él. Era una legión infernal. - Ahora las palabras salieron de una muchacha, y esta vez todos asintieron. - Siempre nos ha atacado de noche, quemando nuestros trigales. - Por una vez, hubo un asentimiento unánime en lo que alguien decía.

- La Bestia y su camada salen del bosque. Son seres caníbales. Tras acabar con algunos miembros del poblado, se alimentaron de sus cadáveres frescos...- Al decir esto, Calístrato se estremece de miedo. Entonces apunta al nordeste, en dirección a las altas montañas. Al pié de ellas, a apenas un kilómetro de la aldea, más allá de los campos de trigo y la llanura, se ve un bosque frondoso y verde, no como el campo de olivos que Nestor y Aetos cruzaran antes. - Hacia allí se dirigieron vuestros amigos, hace cuatro horas, después de que la mujer que acompañaba al anciano examinara las huellas de las criaturas que hay cerca de la aldea... - Después señala al noble y el soldado. -Estos otros monstruos bípedos, en cambio, llegaron del oeste. Creo que venían de la costa....-

Ahora que se encuentra frente a algo de comida, Aetos se da cuenta de que el combate ha abierto su apetito, por lo que aprovecha las viandas como si fuesen un auténtico manjar. Escucha sin perder detalle el relato de los campesinos, salvo alguna rápida mirada para controlar a los prisioneros. Dentro de poco habrá que tratar de hacerles confesar la razón del ataque y decidir qué hacer con ellos, asunto sobre el que el hoplita duda.

-Tal vez esa extraña criatura pueda cambiar su apariencia, y de ahí la variedad de descripciones. Lo cierto es que no tengo ni idea de si algo así es posible, seguro que Aristocles puede responder a ello. ¿Habéis oído hablar de algún guerrero que se enfrentase a la bestia?

La descripción de la criatura, junto con el relato de cómo se alimentó de cadáveres humanos la hacen aún más terrible de lo que parecía según la describía el poeta, pero la convicción de Aetos es fuerte, y no se permite a sí mismo ni un estremecimiento. El compromiso de Néstor de enfrentarse con la bestia es inevitable, y abandonar al noble es algo que ni siquiera pasa por su cabeza.

Sonríe con franqueza cuando Calístrato llama a los soldados que yacen atados "monstruos bípedos". -Vuestro pueblo ha sido asolado por la mala suerte, no cabe duda. Ojalá nuestras fuerzas basten para acabar con esa amenaza diabólica también.

Los cuidados en la pierna de Néstor le sentaron mejor de lo que el noble jamás hubiese admitido. Y todo se volvió aún mejor con la modesta comida que le trajeron, algo que el noble agradeció notablemente ensalzando las habilidades culinarias de la cocinera, todo con una gran sonrisa siempre.

Los comentarios sobre la bestia no parecían impresionar a Néstor. Había demasiadas contradicciones en lo que cada uno había visto y en las cosas que decían... y, de todas formas, le tiraba más el orgullo y la posibilidad de convertirse en una leyenda... que cualquier tipo de miedo. Néstor era un guerrero temible por ello, puesto que parecía no ser consciente, en más de una ocasión, de que era tan mortal como el resto.

Cuando su compañero terminó de hablar y todos los presentes... fue cuando alzó su voz.

- Tranquilizaos gentes. Mi compañero y yo saldremos en pos de dicha bestia.. y os prometo que acabaremos con ella - estaba en toda su salsa... 

Miró a los heraklyanos después... pensando que hacer con ellos.. Lo que sí tenía claro que el caballo era un digno premio por la valía demostrada anteriormente y por salvar a toda esa gente de una muerte segura. Era un corcel que parecía más que digno para él..

- Si nadie tiene nada que objetar, me quedaré el magnifico caballo que montaba esa escoria - dijo señalando al joven heraklyano

- No... - El tuerto niega con la cabeza para responder a Aetos. - ...aquí no hay bravos guerreros, solo hay campesinos... - Durante un instante, una extraño gesto, difícil de discernir, se refleja en su cara. - ... y los pocos que se atrevieron a salir fuera de noche a impedir que la Bestia quemara la cosecha fueron asesinados, luego devorados por la Bestia y su prole.  Hace tiempo mandamos a un jóven de la ciudad a Tenas, pidiendo ayuda al Rey, y por las noches nos encerramos en las chozas, y no salimos fuera, dejando que la Bestia haga de las suyas con los campos. Hemos perdido ya prácticamente la mitad de la cosecha... -

Entonces se queda un momento meditando, recordando algo:

- Bueno, ahora que lo pienso... también están los salvajes de las montañas, más allá del bosque, pero nunca vamos allí, ni tenemos relación con ellos. Son gente peligrosa, que habla una lengua primitiva, y tiene costumbres bárbaras. Es mejor no relacionarse con ellos. No sé si ellos se habrán topado alguna vez con la Bestia y su prole. -

Tras contestar a Aetos, y ante las palabras de Néstor, Calístatro se gira hacia el orgulloso noble, y le dice: - Doblemente agradecidos, entonces, si conseguis acabar con el monstruo. Tened mucho cuidado al ir a la caza de la Bestia. Si no os dáis prisa, la noche caerá sobre vuestros amigos. La hora de la Bestia, o al menos, el único momento en el que la hemos visto. -

Mira al corcel y añade: - En cuanto al animal, desde luego os lo habéis ganado. Es un digno premio por vuestra valentía. Por desgracia, solo hay uno. -

-Por cierto, ya que lo decis... ¿Qué pensáis hacer con ellos? - Y señala a los prisioneros.

El jóven noble, ante el comentario de Néstor, se despeja un poco para replicar, iracundo: - ¿Escoria yo...? ¡No oses hablar así a Lykaios, hijo de...-

En ese momento el jóven es interrumpido por el repentino empujon de lado del maniatado soldado más mayor, el que recibió la pedrada: - ¡Cerrad vuestra maldita boca, excelencia... y morid dignamente!-

El comentario del noble cautivo irrita a Aetos, que se levanta, camina con pasos tranquilos hasta la esquina en la que están atados los heraklianos, y se acuclilla frente a Lykaios, mirándole fijamente y hablando con una tranquilidad que contrasta con el contenido de sus palabras.

-Para morir dignamente se necesita algo de dignidad. Y destruir un poblado indefenso sólo es digno de vulgares bandidos y de escorias.- Mantiene la mirada al noble unos momentos y después se levanta, sin esperar respuesta.

El joven guerrero considera que corresponde a Néstor tomar la decisión de qué hacer con los prisioneros, así que se acerca a él apoyando su mano en el hombro de éste de modo amistoso y le habla en un tono de voz suficientemente bajo como para que Lykaios y sus soldados no escuchen la conversación.

-¿Qué piensas que debemos hacer con ellos? Un noble herakliano arrasando terrenos del rey Theseos... tal vez el asunto merezca su atención, aunque no sé como podemos hacer llegar al tal Lykaios a Tenas.

Para colmo, las palabras del noble herakliano, aunque cortadas por el soldado mayor, podrían indicar que éste pertenece a una familia especialmente relevante. Todo el asunto resulta preocupante, pensado con frialdad; un ataque así, con las viejas tensiones entre las polis reapareciendo después de tantos años sin guerra, es lo último que conviene a esa paz, que Tenas consiguió 60 años atrás. Aetos intenta transmitir estas preocupaciones a Néstor, el noble conoce aún mejor que él mismo la antigua guerra entre Heraclia y Argos.

El joven noble terminaba de comer tranquilamente, parecía inalterable ante las palabras de los heraklyanos, aunque su cabeza no dejaba de dar vueltas y pensar al respecto. El noble enemigo se había dejado llevar por el ímpetu y sus palabras habían ido más allá de lo sensato, relevando que quizás fuese una persona más importante de lo que en un principio podrían haber creído.

Aetos parecía más metido en todo aquél asunto, siempre había sido más sensato y mas afín a solucionar cualquier problema que se le pusiese por delante. Néstor no es que no fuese así... pero lo demostraba menos y siempre le podía su necesidad de protagonismo. Sin embargo, la situación merecía un mejor estudio, ya que estaban jugando con algo más que una simple escaramuza entre pueblerinos y heraklyanos, quizás tuviesen en sus manos la continuidad de la paz que había reinado hasta ahora.

Asintió ante las palabras de su compañero, sin decir nada. Se levantó y se acercó a los cautivos.

- Nadie va a morir maniatado hoy aquí - les dijo en un tono conciliador - Y a cambio sólo pedimos que nos contéis vuestra versión de los hechos, de lo que ha ocurrido aquí .. - el noble caminaba con las manos en la espalda, ciertamente tranquilo.. y con aire de magnificencia.

Ante el claro disgusto del soldado, el jóven Lykajos habla dirigiéndose a Néstor: - Antes me ha parecido oirte decir que eras miembro de una noble familia de Tritonis. Yo también lo soy de una nocle casa Heraklyana. No tenemos nada contra tí, Tritón, sólo contra los Tenanos. Inmiscuirte en esta pugna no te conviene. Si nos sueltas, te prometo que serás grandemente recompensado. Yo digo que Tenas caerá ante Heraklya pronto. Los Tenanos son eruditos. Los heraklyanos, en cambio, sonos los maestros de la guerra. -

El noble se paró ante las palabras de Lykaios, cómo si realmente sopesase la posibilidad de llegar a un trato con él. Aunque aquello distaba mucho de la realidad, internamente el noble estaba asqueado de alguien como ese, que no demostraba, bajo ningún concepto, pertenecer a la nobleza. ¿cómo podía un noble rebajarse a el deshonor de atacar a campesinos desarmados? ¿cómo podía soltar información sin más? Aunque le resultase un ser desagradable, podía serle útil, por lo que decidió seguirle la corriente.

- ¿Qué motiva a los heraklyanos a romper la tregua? - preguntó como interesado - No me tomes por necio, no es tan fácil convencerme con simples argumentos de.. ¡ganaremos! - Néstor le dio un toque teatral a su última palabra.

Las palabras del noble son muy preocupantes, parece que Heraclia está ansiosa por comenzar una guerra contra Tenas. Desde luego podría ser una bravuconada de Lykaios y no una opinión generalizada en la ciudad-estado, pero en cualquier caso es un tema peligroso, que, de no ser por el gran sufrimiento de las gentes del lugar, casi podría dejar a un lado en importancia su misión original de acabar con la bestia.

Aetos permanece en pie y cruzado de brazos junto a Calistrato. En este tipo de situaciones, Néstor sabe desenvolverse, así que no hay nada que él pueda hacer, salvo observar como avanza la conversación desde la distancia.

- No, no... ellos nos agredieron primero... No sé por qué razón. Nosotros, tan sólo respondemos a su ofensa. -

Las palabras del jóven temblaron en su boca, pero ¿sería por miedo?. Aetos y Nestor apenas tardaron una jornada (noche mediada en el viaje) en llegar de Tenas a la aldea de Kalyssia. Cuando salieron de Tenas, no había noticia alguna de agresiones o problema alguno entre Tenas y Heraklya. Además es raro encontrar heraklyanos aquí. Geográficamente hablando, Heraklya está más al sur de Tenas.

Sin querer interrumpir la conversación entre los nobles, Aetos echa un rápido vistazo a los campesinos que aún permanecen con ellos en la casa comunal, buscando alguna reacción reveladora a lo que afirma el herakliano. Después mira interrogante a Calístrato, y le pregunta en voz baja al respecto.

-¿Sabes algo acerca de todo eso? No había caído en ello hasta ahora, pero si no me equivoco Heraclia no limita con esta zona.- Aunque imprime a sus palabras un tono amable y conciliador, fija su mirada en el ojo funcional de Calístrato, intentando hacer ver al campesino que se trata de un asunto serio.

-Así que no parece el lugar más propicio para una escaramuza.- Termina, después de una pequeña pausa. Puede ser que corra algún rumor entre los lugareños, aunque probablemente la "Bestia" es suficiente para colmar sus preocupaciones.

Néstor desenfundó la espada nuevamente y colocó la afilada punta en el cuello del noble.

- ¿Tienes miedo? - preguntó serenamente sin dejar contestar al joven - Hay algo que no me estás contando y que quiero sabe el noble permanecía tranquilo, su tono de voz era quedo y sin un ápice de malicia o enfado.. lo que le daba, a su modo de ver, un tono misterioso en ese tipo de asuntos, algo que pensaba provocaba más miedo.

El noble empezaba a darle vueltas a su intranquila mente.. y pensaba que aquellos heraklyanos, quizás, no fuesen tales.

Los lugareños murmuran, pero parece claro que no sabían de problema alguno o guerra con los herakliyanos, al menos hasta que estos les calleron encima.

- Así es... - Contesta Calístrato a Aetos. - Heraklia está demasiado lejos al sur. Pero estos saqueadores vinieron del oeste, así que imagino que muy probablemente tengan algún navío en la costa, al oeste de aquí, a un día de viaje. Habrán bordeado toda la península desde Heraklya  hasta aquí. -

Aparentemente, Calístrato parece convencido de que son heraklyanos, al igual que vosotros, por sus vestimentas y colores.

El jóven noble, al oir lo que dicen tanto Aetos como Néstor y Calístrato, agacha la cabeza, cabizbajo y sin argumentos.