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PENEJOTIZADO

—Y añadir que esa misma escolta se había encontrado con los dáctilos con los que nos enfrenatmos por primera vez en el muelle, y tras recogerlos se dirigían directos al palacio en busca de refuerzos para buscarnos.—

- Entonces... - el noble hizo una pequeña pausa y miró alrededor - la princesa no debería de andar demasiado lejos de aquí y estará sola, por lo que tenemos una gran oportunidad. - Néstor tenía mucho interés en conocer a la princesa y no sabía muy bien por qué.. o quizás si. 

- Qué raro, ¿para que dejarían aquí sola a la princesa? Esto huele a una especie de sacrificio a la bestia, aunque no sé si su “padre”- dijo, entrecomillando con las manos en el aire- tendrá algo que ver.

- Está bien, vamos a buscar a esa pobre chiquilla. Como dice Néstor, no puede andar muy lejos. Y esperemos que los gnomos se entretengan buscándonos en los túneles un buen rato.

Y dicho esto, Melanctha se puso a investigar los alrededores del lago.

Preocupada por el estado de la princesa. Melanctha sintió cierto alivio al comprobar que no había restos de sangre por ningún lado. 

Al principio resultó un poco confuso. Había gran cantidad de huellas en la playa de grijo. Sin embargo, pronto empezó a sacar conclusiones.

Melanctha estaba convencida de que un grupo numeroso de criaturas équidas había descendido hasta la playa siguiendo el sendero. Habían permanecido un buen rato, y se habían marchado poco antes de llegar ellos, los héroes, a la playa. Por el peso de las pisadas, no parecían llevar jinetes. Al menos, en conjunto.

Hubo una serie de circunstancias y pistas que la provocaron gran confusión. Vio una marca reciente en la playa, con forma de cuña. Allí habían encajado los dáctilos la proa de su embarcación antes de volver de nuevo de vuelta al muelle. No había huellas de dactilos, así que ni siquiera debieron bajar de la embarcación. También vio, cerca de la marca con forma de cuña, algunas pisadas de tamaño humano. Parecía alguien calzado con sandalias. Bien.

Luego estas huellas desparecían, así que era posible que la princesa subiera a una de las criaturas tras bajar de la embarcación, porque no había huellas abandonando la playa o subiendo por el sendero, no que Melanctha viera.

Y Luego estaban las pisadas de aquél otro équido, indistintas de las otras si no fuera porque allí donde pisara, la criatura calcinaba el grijo, como si sus cascos fueran incandescentes, o brotaran llamas de sus pezuñas. Lo más curioso es que había huellas del ser en la playa, y ascendiendo por el camino, pero ningún rastro de los mismos cascos calcinados descendiendo por el sendero. ¿Había salido del agua? ¿O quizás sus huellas se confundían con las de los demás équidos al descender, y luego por alguna razón sus cascos empezaron a arder al llegar a la playa?

Sea como fuere, el rastro era fácil de seguir. Una manada de esas criaturas équidas se fueron junto a aquella criatura de cuyos cascos brotaban llamas. Melanctha siguió el sendero ascendiendo hasta la parte superior del repecho. Una vez allí, el rastro de la "manada" se dirigía directamente al  bosque, hacia el sur.

Y de las huellas del ser humano, probablemente la princesa, salvo abajo en la playa, ni rastro...

Melanctha se quedó un rato dando vueltas y observando el suelo. Luego empezó a ascender por el camino que llevaba a la playa desde lo alto del escarpado mientras no apartaba su mirada del suelo, deteniéndose a veces para examinar algo detenidamente, antes de continuar. Todos la siguieron.

Al llegar a lo alto del repecho, oyeron un relincho. Al girarse, con las armas preparadas, vieron allí mirándoles, en el borde del bosque, al hermoso semental blanco que Aetos y Néstor obtuvieran como botín de guerra.

- Bueno, está claro que la bestia que perseguimos pasó por aquí, junto con la manada que la sigue. Parece ser que nuestra princesita puede haberse ido montada en uno de ellos. Sus huellas desaparecen sin más.- dijo, como toda explicación. No quería aburrirlos con el resto de detalles.

- Ah, vaya. ¡Mira quién ha vuelto!- dijo entonces, contenta de volver a ver al semental. Se acercó a acariciar su larga crin mientras esperaba a los tres hombres.- Las huellas de la manada van en dirección sur, hacia el bosque.- terminó.

Néstor siguió en silencio a Melanctha, pues se fiaba de sus cualidades como rastreadora y lo mejor era dejarla trabajar tranquilamente. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando el semental blanco apareció nuevamente en escena. Junto a la exploradora, se le acercó y acarició su lomo.

- Bienvenido de vuelta campeón - le dijo suavemente. Hizo una pequeña pausa y miró a la rastreadora - Sigamos hacia el sur entonces

Aetos acaricia al imponente caballo que aún se encontraba esperándoles. 

-Es una suerte que no le haya sucedido nada.- Comenta, antes de ponerse en marcha siguiendo a la cazadora. La bestia no parece haber mostrado interés en el caballo, y, lo que es más sorprendente, este no parece sorprendido por el paso de la criatura.

Aunque el resto se alegrase por ver al caballo, a mí me inquietaba. ¿Cómo era que una bestia que arrasaba con todo lo que encontraba a su paso había dejado al corcel? Sin duda era extraño.

Pero, como siempre, estábamos con prisas, y no era el momento de andar con preguntas que acabarían resolviéndose solas después.

Así, dije al resto—. Creo que el caballo nos vendrá bien. Deberíamos saber cuán lejos está la criatura y si la princesa va con ella. Alguno deberías galopar siguiendo su rastro. Adelantaremos más que a pie...

Yo lo haré - dijo convencido. A fin de cuentas estaba deseando montar su nuevo corcel ganado en batalla y, por si fuese poco.. tenía muchas ganas de encontrar a la princesa.

Néstor monta el caballo y se dirige hacia el sur, desapareciendo al poco entre los árboles del bosque en busca de las criaturas. 

Aunque el rastro sería relativamente fácil de seguir, debido a la cantidad de criaturas en la manada y las huellas calcinadas, por otro lado no es que él Néstor sea precisamente un rastreador.

Además, seguir un rastro desde lo alto de una montura y a cierta velocidad no resulta del todo fácil....

Mientras contempláis como Néstor desaparece entre los árboles, el último superviviente del grupo de cazadores de la Tribu de la Roca Viva os mira con curiosidad.

- Bueno, vamos allá.- dijo Melanctha, preparada para seguir el rastro en dirección al bosque.

Avanzó al trote por un bosque de cipreses, encinas y fresnos. El rastro era fácil de seguir. Un grupo numeroso de criaturas équidas, todas ellas galopando en manada, al unísono, y dejando un rastro de tierra y maleza pisoteada.

Bajo él, sentía la fuerza y musculatura del poderoso Crinos. A pesar de llevar sobre su grupa a un Mythiko enfundado en pesada armadura, parecía moverse como nadando entre nubes.

Tenía cuidado de no golpearse con las ramas bajas, pero era un bosque bastante despejado, en general. Llevaba un rato cabalgando, pensando que no encontraría aquello que buscaba, cuando se encontró con una escena horripilante...

En la oscuridad, sobre el suelo cubierto de hojas secas, algo llamó la atención. Había alguien allí tirado, en una postura realmente retorcida. No vio su rostro, porque en su lugar sólo había una calavera sanguinolienta.

Las ropas destrozaron le confirmaron que debió ser un cazador o leñador, posiblemente de la aldea en la que habían estado aquella mañana. Se lamentó por el pobre desgraciado. Los restos eran muy recientes. Demasiado. No debió aventurarse en el bosque tan tarde.

También echó en falta parte del torso y del vientre, donde ahora sólo había un vacío. Alguien se los había llevado.

Oyó unos relinchos. Realmente cerca, a unos cientos de metros. Los seres que habían hecho esto no se encontraban lejos. Un rastro en las hojas secas llevaba desde donde se encontraba el cuerpo destrozado hacia la oscuridad de la que habían surgido los relinchos. Quizás, estaban aún degustando la cena.

De aquél mismo lugar, creyó ver el parpadeante destello de pequeñas llamas.

Avanzaron caminando por un bosque de cipreses, encinas y fresnos. El rastro era fácil de seguir, a pesar de la oscuridad. Un grupo numeroso de criaturas équidas, todas ellas galopando en manada, al unísono, y dejando un rastro de tierra y maleza pisoteada.

Era un bosque de ramas bajas, pero estaba bastante despejado, en general. En la oscuridad, el suelo estaba cubierto de hojas secas.