Partida Rol por web

*** [PENEJOTIZADO] ***

Viendo la señal de Aetos, Aristocles asintió desde la cubierta de la embarcación.

Aristocles se acercó a los Salvajes, intentando comunicarse con ellos, pero estos se encogían de hombros. Tras un par de minutos, pareció convencerles de que le prestaran un trozo de las pieles que llevaban. Con él en mano, Aristocles se acercó al mástil de la embarcación, intentando cubrir con la piel a aquella piedra brillante situada en el extremo superior de la punta del mastil.

El mástil no era muy alto, pero sí más que el anciano, y a este le resultaba complicada la operación. Estaba sudando.

Al darse cuenta de lo que intentaba hacer, los salvajes se lanzaron a echarle una mano. Tras cubir totálmente la gema y anudar la piel con primitivas cuerdas al mástil, la embarcación quedó a oscuras.

Mientras, Melanctha avanzó a lo largo de espigón, mas allá de la luz de las lámparas al borde del puerto, hasta desaparecer de la vista de todos en la oscuridad...

Tras ocultar la azulada luz que delataba la embarcación de forma tan llamativa, los salvajes dirigieron la embarcación hasta el muelle. Allí Aetos y Nestor recibieron a Aristocles y a los Salvajes, los cuales desembarcaron a tierra sobre el dique.

Aristocles lanzó una mirada al enano tendido en el suelo: - Dáctilos, también llamados Gnomos de los Dedos. - Reconoció. - Unos seres poco fiables y extremadamente inteligentes, descendientes de la antigua civilización Lemuria. -

- He estado comunicándome mentálmente con su Rey, Sirio. De algún modo, notó mi presencia y se enlazó telepáticamente conmigo. Me advirtió que fuera obediente con als instrucciones de los guardianes de su puerto y entrada al reino, si no quería que fueran violentos conmigo.- Mira de nuevo el cuerpo del enano sobre el muelle antes de enarcas las cejas sind ecir nada.

Tras pensar unos segundos, Aristocles añade: - También se ofreció a enviarme una escolta para llevarme a su palacio, pero rechacé su "ofrecimiento". Pareció muy cordial, pero no sé si fiarme. -

- ¿A donde ha ido Melanctha? Puede haber más guardias por aquí cerca. -

Pero había desparecido de la vista de todos, en la oscuridad.

Melanctha avanza hasta la anterior posición de avanzada, oculta junto a la pared, donde en su momento divisara a los guardias junto a Aetos. Los tres Dáctilos seguían allí, esperando a su compañero. No entendía lo que decían, pero se mostraban claramente impacientes.

Mapa de situación:

Melanctha seguía en su posición, atenta a que los tres gnomos no se levantaran y fueran a buscar a su compañero. De vez en cuando giraba la cabeza para comprobar si Aristocles y los salvajes habían llegado ya. Al ver que el sabio desembarcaba e intercambiaba unas palabras con Aetos y Néstor, Melanctha esperó hasta que sus compañeros dirigieron su mirada hacia ella. Entonces hizo un gesto interrogativo, encogiéndose de hombros.

Aetos espera a que la barca con Aristocles y los salvajes se acerque y ayuda a bajar de ella al anciano. Lo primero que hace es explorar el fondo de la barca en busca de su armadura y la de Néstor.

-¿Habéis cogido nuestro equipo?

Señala el cuerpo inconsciente del dáctilo, al que le falta un brazo, e intenta justificarlo.

-Intentamos pillarle desprevenido, pero no salió bien. Hay más ahí adelante. Lo que cuentas no son buenas noticias, si su rey es capaz de comunicarse mentalmente, seguramente el resto de guardias ya sepan que estamos aquí. ¿Pudiste preguntarle por la bestia que buscamos?

El hoplita habla en tono bajo echando vistazos nerviosos al dáctilo inconsciente y la zona por la que desapareció Melanctha. Estar sin su armadura le causa algo de ansiedad, pero no está seguro de si tendrá tiempo para ponérsela antes de que el resto de guerreros se den cuenta de que el que han dejado fuera de combate no regresa.

El noble escuchó con atención las palabras de su mentor. ¿Un Rey que se podía comunicar mentalmente? Parecía interesante y llamaba la atención del joven, siempre dispuesto a meterse en cualquier berenjenal.

- Soy noble, el Rey debería recibirme como tal - luego miró al gnomo sin brazo, se encogió de hombros y miro a Aristocles - ¿Crees que es demasiado tarde para que nos traten como a tales ? - Sonrió con cierta picardía. Podía ser bastante exasperante en situaciones como aquellas, cuando había que tomar decisiones vitales y él parecía divertirse, despreocupado. 

Sin mucho problema, Aetos descubre en el fondo de su embarcación su armadura, y sus otras pertenencias, así como la armadura y enseres de Néstor. Parece que Aristocles y los Salvajes han traido todo consigo.

Al ver el interés de Aetos por los objetos, los salvajes desembarcan las armaduras, e inmediatamente empiezan a ayudar a Aetos y Néstor a ponérselas sin mucho problema.

[PENEJOTIZADO]

Mientras los Salvajes hacen esto, Aristocles respondea Aetos: - Tal vez los guardias del puerto sepan que estamos aquí, tal vez no. Sospecho por qué ha podido comunicarse el rey conmigo. Es un hechicero, al iguál que yo, y utilizó esa extraña gema... - Señala al cristal facetado que hay en la punta del mástil de cada embarcación, así como en las puntas de las largas varas a lo largo de la línea del puerto, más adelante. - ... como enlace. Es Oricalco o algún otro material mítico con propiedades parapsíquicas. -

 - Es decir, que si ninguno de los guardias del puerto es hechicero, no habrá problema. Pero si lo hay...- Deja que sus compañeros deduzcan lo que quiere decir. -

- En cuanto a la bestia, me dijo que no sabían nada, pero que en los límites de su reino subterráneo hay muchos túneles perdidos y olvidados en los que habitan monstruos errantes.  Pero...  no sé. Sabemos que la criatura debió pasar por aquí, y esta entrada al reino está custodiada por soldados de Sirio, así que .. ¿pasó la Bestia sin ser vista por los guardias? -

- Bueno, es posible, pero algo no cuadra. No me pareció muy de fiar, y creo que ese rey sabe más de lo que dice.-

Aristocles se gira con el ceño fruncido ante las palabras de Aetos, no cargadas de ironía: - Querido pupilo. Ambos hemos conocido a hombres crueles que se vanagloriaban de su nobleza. Sí que puede haber cierto respeto ante enemigos. Por sus palabras, deduzco que me considera su igual intelectual, y no me parecería extraño que a tí te considerada un igual respecto al linaje. -

- Pero eso no hace al Rey Sirio menos letal o peligroso. En vez de minusvalorarnos, nos considerará rivales "a su altura" - Aristocles no pudo evitar sonreir, pues en cierto modo había seguido ingeniosamente la gracia de su pupilo.

Melanctha observa cómo, mientras charlan, los salvajes ayudan a Aetos y Nestor a ponerse las armaduras.

Mientras, los tres gnomos frente a la mesa de juego discuten en su extraña lengua. Tras un moderado cruce de palabras, uno de ellos, impaciente, se levanta de la silla y se dirige hacia la pared donde se encuentran alineados los arcos y flechas. Es curioso el efecto "camaleónico" de su cuerpo al avanzar y adaptarse al color de la pared.

No es que haya sucedido nada que pueda haber alarmado al gnomo. Simplemente, se mueve con tranquilidad, pero con clara intención de equiparse con el arco. Los otros dos gnomos permanecen sentados y sosegados.

Melanctha volvió a girarse, reprimiendo un bufido de impaciencia. ¿Sería posible que ahora estuvieran perdiendo el tiempo poniéndose las armaduras? El segundo gnomo no tenía prisa, pero sin duda iba a averiguar por qué su compañero tardaba tanto.

Finalmente, decidió volver sobre sus pasos para avisar a sus compañeros. Manteniéndose en todo momento pegada a la pared, no fuera que el gnomo la viera retirarse, fue retrocediendo poco a poco.

- Pssstt... chicos, viene un segundo guardia.- susurró, sin abandonar la cobertura de sombras.

- Mantén a tus enemigos cerca, ¿no es esa otra antigua enseñanza? - el joven Noble sonrió ante su mentor - Debemos llegar a él, podemos hacerlo de dos formas. Sea como fuere nadie dijo que esto fuese a ser un paseo. - El joven noble estaba casi convencido de que aquél Rey no sería una ayuda. Pero si se acercaban pacíficamente, quizás, podían contar con cierto factor sorpresa. Y.. ¿quién sabía? Quizás ese Rey fuese tan confiado como lo era él..

Aetos observa en silencio como Aristocles habla con su pupilo. Una vez tiene puesta su armadura, coge su recién recuperada lanza, envainando la espada que llevó con él nadando. Finalmente se decide a intervenir en la conversación, intentando dar su opinión.

-Lo más probable es que si aceptamos la oferta del rey nos haga acudir desarmados como condición. Y, la verdad, no me gustaría encontrarme así en territorio desconocido ante un rey que no parece demasiado de fiar. Además, no acabo de creerme que la bestia pudiese pasar sin ser vista, con toda la vigilancia que hay; pero supongo que deberíamos darle el beneficio de la duda.

El hoplita mantiene un ademán serio en todo momento, totalmente opuesto a la tranquilidad y la sonrisa de Néstor. Se toma un instante para echar un rápido vistazo en dirección hacia dónde Melanctha hace guardia, escuchando por si está en problemas, antes de seguir hablando.

-Aunque también es cierto que no creo que seguir enfrentándonos a los guardias sea lo más inteligente. ¿Podrías intentar convencer al rey de que nos permita investigar esos túneles y preguntar a los guardias? O crees que ya será demasiado tarde para esa cordialidad. -Aetos curva sus labios un momento en una sonrisa compungida; aunque fue el noble quién cortó el brazo del dáctilo, él se siente responsable. Si hubiese noqueado al defensor cuando tuvo oportunidad las cosas no habrían llegado tan lejos.

[PENEJOTIZADO]

Aristocles se gira para mirar a Aetos, con gesto de condescendencia. -Hijo... yo apostaría a que mientras estamos aquí discuriendo, Sirio ya ha mandado a su Guardia Real o cualesquiera fuerzas que disponga, en esta dirección.- Se golpea la sien un par de veces con el dedo índico antes de añadir: -Bueno. Al menos  eso es lo que yo haría ¿No crees?-

Aristocles, Aetos y Néstor están hablando entre sí, cuando repentinamente una voz femenina surge no muy lejos, de entre las sombras junto a la pared: - Pssstt... chicos, viene un segundo guardia.- Reconocéis enseguida la que sin duda es la voz de Melanctha.

Miráis todos hacia delante. Y un segundos más tarde, aparece andando tras el siguiente recodo de la caverna una figura menuda armada con un arco y una especie de daga, al igual que el dáctilo anterior. Su piél mórfica le hace difícil de distinguir de la roca del fondo.

Debido a su capacidad camaleónica natural, tal vez si Melanctha no os hubiera advertido de su llegada, no le habríais visto llegar.

El gnomo se queda tan sosprendido como vosotros al veros.