Partida Rol por web

Siguen a Aristocles hasta ponerse a la altura del mismo y de Aetos.

- Esto no tiene vuelta de hoja compañeros - dijo el noble con cierta pomposidad - Terminemos lo que hemos empezado - avanzó hacía la posición del resto convencido de atacar a los otros gnomos.

Aetos observa la situación pensativo. Realmente no hay muchas opciones: un dáctilo muerto y otro manco no facilitan negociar con el resto, así que, aunque no le gusta la idea, asiente y sigue al noble, con la lanza preparada para el combate.

[Dáctilo Zambo]

Un nuevo Dáctilo aparece corriendo tras la esquina, arco en mano. Bueno, eso de que corre... Al menos lo intenta, porque parece caminar de forma extraña, como si renqueara. 

[PNJTIZADA]

Aún oculta en su posición, Melanctha apunta con cuidado al ojo del Dáctilo que acaba de aparecer. La flecha se desvia hacia abajo, alcanzando al Dáctilo en el pecho, pero la cazadora tiene suerte y la flecha penetra hondo en el pecho donde estaría el corazón del ser, fulminándolo de inmediato.

El Dactilo cae al suelo, muerto.

[Dáctilo Delgado]

Un nuevo Dáctilo hace aparición tras la esquina, mientras su compañero cae fulminado por la flecha de Melantha. Parece que ambos venían juntos, este degundo a apenas dos pasos por detrás del otro.

También está armado con un arco, pero este Dáctilo es algo más delgado.

Al ver como caían los pequeños seres, una duda me asalta. Si esa es su resistencia física... ¿Cuál será su resistencia mental? Así, me concentro, con el objetivo de crear alguna ilusión que distraiga al ser, y lo deje indefenso contra nuestros ataques. Pero... ¿Será posible?

Aristocles estiende sus sentidos al límite, intentando alcanzar la cabeza del Dáctilo en la Distancia. Al llegar hasta él topa inesperadamente con una mente compleja, propia de un individuo formado. Aun siendo un simple esbirro, Arisctocles se encuentra con complejas conceptos sobre matemáticas y filosofía natural. Es más inteligente que un humano medio, sin duda, y también más capaz de soportar sus intentos de doblegarle mentálmente.

Aristocles pone más impetu, y tan sólo su gran pericia como hachicero logra reodear las barreras que inconscientemente el pequeño humanoide le impone, para alcanzar el núecleo de sus miedos y temores. De allí Arisctocles saca una imágen temible, a la cuál va dando forma detrás del Dáctilo en forma de una ilusión que sólo el pequeño ser y Aristocles puden ver.

Tras el Dáctilo empieza a formarse una manada, más que un grupo, de seres humanoides de estatura similar a la suya. Estos seres son primitivos, de abundante pelaje albino cubriendo su cuerpo y ojos también albinos. Su abundante pelaje está sucio por lo que parecen manchas de sangre reseca, sobre todo cerca de sus endsangrentadas bocas.

Parecerían simples animales, si no fuese porque portan toscas armas hechas de hueso: Lanzas, mazas y cuchillos. También son de hueso sus adornos: Collares de dientes. Roídas tibias anudadas a su pelaje o afilados huesos atravesando zonas de la piel como piercings.

Sin embargo, Aristocles se percata de que todos esos huesos ... parecen pertenecer a perqueños seres humanoides, y el asco le invade al reconocer un pequeño brazo amputado colgando del cinto de uno de ellos, mientras que otro porta ensartada en su lanza lo que parece la semipodrida cabeza de un Dáctilo.

Al verolos, el Dáctilo pone ojso como platos, y el horror empieza a invadir su mente.

El hechizo, ha funcionado..

[Dáctilo Delgado]

Algo extraño pasa cuando el Dáctilo se gira, dejando de prestaros atención, para mirar algo a su espalda. Parece haber descubierto algo que vosotros no alcanzáis a ver, pues su rostro muestar entonces horror y soprpresa. tanto que deja de prestaros atención. Parece estar a punto de soltarlo todo y salir huyendo.

Los miembros de la Tribu de la Roca Viva aprovechan ese momento de distracción para lanzarse ahullantes contra el Dáctilo, corriendo hacia él tomando carrerilla antes de arrojar sus lanzas de caza, a modo de jabalinas, contra el...

Una andanada de jabalinas y lanzas caen sobre el desgraciado. De forma que es saeteado vílmente una y otra vez hasta la muerte, sin tiempo apenas de dar dos pasos.

Emite su último aliento, y su cuerpo queda empalado por la andanada de lanzas. Cae en una posición extraña, como si fuera sostenido por un caballete de lanzas, mientras el suelo empieza a encharcarse con la sangre que escapa por sus múltiples heridas.

- FIN DEL COMBATE -

Algo más adelante en el túnel, girando un recodo a la derecha, Melanctha, Aetos, Nestor y los salvajes de la Tribu de la Roca viva alcanzaban a ver una zona también iluminada, pues de largas varas alrededor de los muebles de la estancia cuelgan candiles de aceite encendidos, igual que en el puerto.

Pero, repentinamente, al aparecer vosotros, también surge luz azulada de las "gemas" situadas en el extremo de las varas. Otras varas empiezan también a a iluminar el túnel, de aquí en adelante, como si reaccionaran a algo.

Ahora véis bien varias sillas alrededor de una mesa, muebles los cuales se encuentran bellamente trabajados en una epecie de hermosas rocas cristalinas, cuyo color varía según como les incida la luz. Sobre la mesa hay también bellas jarras trabajadas en el mismo material.

Los héroes alcanzan a ver que sobre la mesa (la cuál es de notable extensión) hay desplegado lo que parece ser un enorme laberinto tallado en roca a escala. Dentro del laberinto hay varias miniaturas muy bien talladas en roca, representando a gnomos y otros seres míticos.

Una de las figuras, por ejemplo, representa a un gnomo en miniatura con una lanza en la mano, y está situada frente a otra representando a un minotauro. Hay también una serie de extrañas rocas cristalinas poliédricas de colores, con diversas muescas y símbolos difernciados en sus caras, seguramente en alguna notación de escritura o numérica propia de los Dáctilos.

Parece algún tipo de juego.

Los gnomos tenían también una especie de armero contra la pared, ahora vacío, salvo por carcajs con más flechas. Aunque las paredes son de roca, el suelo a partir de aquí parece nivelado.

Más adelante de esta especie de "sala de descanso" hay un túnel que se adentra en la oscuridad, flanqueado por más "varas luminosas" con esos extraños cristales facetado en el extremo. Las más cercanas están iluminadas. A partir de cierta distancia, permanecen apagadas. Lo curioso es que en estas varas alrededor de la mesa hay candiles para iluminar, y en las de los túneles no hay candiles.

¿Redundante?

Arisctocles cree oir un eco que proviene del túnel más adelante: -Adelante...- Cree reconocer la voz del Rey Dáctilo, pero no está muy seguro... ¿Ha sido el único que ha oido la voz? Mira el rostro anodino de sus compañeros para darse cuenta que así parece haber sído... ellos no se han inmutado.

También reconoce los símbolos gravados en los costados de las pequeñas rocas cristalinas poliédricas sobre la "mesa de juego". Son números en datación Lemuria.

¿Dados?

Néstor se acercó curioso a la mesa donde se encontraba aquél especie de laberinto tallado. Le pareció algo digno de admiración, tenía que reconocer que aquellos gnomos sabía lo que hacían con la roca. No se paró demasiado a mirar el tablero, no era lo suyo descifrar aquellos juegos. Sin embargo, el túnel que tenían en frente si que llamó poderosamente su atención, así como aquellas extrañas varas que hacían de guardianas del mismo. Lo pensó por un momento... ¿acaso reaccionaban aquellas varas a la presencia de cualquiera de ellos? Tendrían que comprobarlo....

- ¿Veis algo en el tablero Aristocles? - dijo sin quitar ojo al túnel - ¿O continuamos por el túnel? - estaba deseoso de ver que había más allá, azuzado aún por la adrenalina que había despertado en él un posible combate, aunque no tuvo tiempo de usar su espada.. ya es

El hoplita se permite respirar con calma cuando el último de los dáctilos cae. Dirige una mirada impresionada a la cazadora e inclina ligeramente la cabeza, en señal de admiración. Sin embargo, no dedica el mismo reconocimiento a los salvajes.

-Criaturas enrevesadas estos "dáctilos".- Aetos echa un vistazo al juego de las criaturas, que encuentra demasiado complejo para ser divertido. Enseguida aparta sus ojos del tablero y se dedica a comprobar enemigo por enemigo su pulso. Sabiendo que se regeneran, no sería prudente dejar de asegurarse.

[PENEJOTIZADO]

- Es algo propio de unas mentes más capaces que la humana. - Responde a Aetos.

- Son seres extremadamente inteligentes, por lo que he podido comprobar. - Continúa. No da más explicaciones sobre cómo ha llegado a esa conclsuión. - En cuanto al tablero, mi querido pupilo. - Añade, dirigiéndose a Néstor, y cogiendo la figura del minotaurio del tablero para examinarla de cerca. - No veo nada en él digno de mención, a parte de que sin duda muestra lo hábiles que son estos seres con las rocas... -

Vuelve a dejar la figura del Minotauro en el tablero: -... bueno, y que esta simpe talla, tan finamente tallada en esta hermosa roca, que a ellos les debe parecer un simple juego, se vendería como una fortuna en un día de mercado en el Foro de cualquiera de las Polis. Si esto es lo que ofrecen sus simples divertimentos, no me imagino cómo debe ser el tesoro del Rey.- Guiña el ojo a néstor y Aetos.

Nota la impaciencia de su pupilo, y añade: - Pero no hemos venido aquí por esto. Tenemos una presa que capturar. - Se gira hacia Melanctha, en un gesto educado, mostrando la salida del túnel que continúa: -Las damas primero...-

[PENEJOTIZADA]

Melanctha asiente ante las palabras del sabio anciano, sin decir nada, y se adentra cuidadosamente en el túnel, pegándose a las paredes del mismo con una flecha preparada en su arco.

El inicio del túnel permanece iluminado, y a medida que ella se adentra más allá hacia la oscuridad del mismo, no se encienden más.

¿Por qué?

Tras esperar unos segundos a que Melanctha se adelante, el resto del grupo empezáis a avanzar. Aetos Aristocles, Nestor y los Salvajes...

... y entonces es cuando empiezan a iluminarse las varas luminosas más adelante en el túnel.