Partida Rol por web

El camino discurría a través de una extensa explanada, con poco más que arbustos. Hacia la izquierda, por donde creías que estaba Cuatrocaminos, ves que la explanada se convierte en un denso bosque y éste en unas inmensas cordilleras que ocupan el horizonte hasta donde te alcanza la vista. El camino no es realmente amenazante, de hecho puedes ver a todas las personas que te rodean en un kilómetro de radio y de hecho, no ves a nadie en los alrededores.

La cosa cambia un tanto cuando cae la noche, y el camino se adentra en un territorio boscoso, realmente frondoso, perfecto para hacer una emboscada a cualquier viajero poco cauto que se adentrara en esas tierras. Antes de adentrarte en el bosque, ves que a la derecha un camino se bifurca hacia la ladera de una montaña, y al acercarte y agudizar la mirada, ves que conduce a un pequeño monasterio muy rudimentario, construido al parecer siglos atrás.

Señor Psyches... este es tu día de suerte. Vas a poder dormir bajo techo abusando de la hospitalidad de unos cuantos monjes cándidos y confiados.

No había que descartar la posibilidad de que haya sido tomada por exploradores gnolls con la fuerza de las armas, pero ya tendría tiempo de apreciar signos de violencia según se fuese acercando. Quién sabe, con un poco de suerte estaría vacío y en desuso, y no tendría que aguantar las monsergas de ningún idiota con sotana.

O mejor aún... podría ser el monasterio de unas jóvenes y preciosas monjitas vírgenes de algún culto que solo acepte a sacerdotisas.

Jejeje... Mejor apuro el paso.

Entusiasmado con la idea, acelera cuesta arriba por el camino de la derecha. ¿Debería ponerse las espuelas para hacer su entrada derrite-corazones? No, es más seguro verificar antes si había mujeres dentro.

Caminas cuesta arriba durante un corto periodo de tiempo, en el que el sol desaparecía por el oeste mientras tu te dirigías cuesta arriba hacia la promesa de una orgía contínua en el monasterio de la colina. Pronto de darías cuenta de que habías caído en un error pensando en que lo que allí te encontrarías es un monasterio de sacerdotisas jóvenes y vírgenes para ti solo, pero esa imagen reconfortaba tu mente tras la noche pasada en la que habías sido rechazado por nada más que una fulana, a la que habías cortejado tan bien como habías sabido.

Te acercas cada vez mas hasta ver unas puertas de roble de gran grosor, cerradas a cal y canto, mucho más modernas que el resto de la estructura. El monasterio se encuentra en silencio, inmóvil, pero las huellas recientes, tanto de pisadas humanas como de caballo, revelan que alguien habita en el monasterio.

Ni siquiera se iba a molestar en buscar trampas en la puerta. Las huellas en la entrada dejaban bastante patente que ese acceso era usado con demasiada frecuencia como para molestarse en armar mecanismo ninguno. O eso creía. Pero después de la lección aprendida de mano de Garret, mejor asegurarse. Es más, como no conocía a muchos monjes con caballos, Vinie empezaba a sospechar que aquí se podría alojar un viajero, y alguna medida de seguridad sí que podría haber tomado para que no le sorprendiesen en plena noche.

Qué mierda... Pero si está cerrada con llave, es que los que viven aquí son sus habitantes habituales. Un viajero no tendría las llaves para cerrar. Soy idiota. ¡Venga, a buscar!

No hay ninguna trampa en la cerradura de la puerta, sino que más bien es una cerradura bastante común, pero de buena calidad, y tus trucos corrientes en el arte de abrir cerraduras no son suficientes para abrir el mecanismo de la cerradura.

La falta de actividad sexual debe estar oxidando la maestría de mis dedos. No pasa nada, esta era solo una primera toma de contacto. Puedo hacerlo. Sé que puedo hacerlo. Monjitas, allá voy.

Se quitó los guantes y los guardó bajo el acolchamiento de cuero de su armadura. Vinie frotó la yema de sus dedos para que entraran en calor. Por un momento le pareció escuchar algo.

Imaginaciones mías.

Hizo como si siguiese trabajando en la cerradura, pero temiéndose lo peor, el fantoche empezó a vigilar por el rabillo del ojo. Se sentía observado.

Tras de ti, en el camino y camuflados entre la oscuridad ves a tres figuras encapuchadas, que cargaban con poco más que sus ropajes, que se acercan, con pasos silenciosos hacia la puerta y por extensión, hacia ti. Eran tres individuos con túnicas que cubrían el cuerpo hasta las rodillas y los brazos hasta los codos, mientras que el resto del cuerpo que estaba visible, lo cubrían con unos ropajes ceñidos.

Las tres figuras caminaban juntas, era muy probable que no te hubieran visto hurgando en la cerradura del monasterio.

¿Salgo corriendo o me quedo? ¿Salgo corriendo o me quedo? ¿Qué hago?

Viendo que ya era tarde para escabullirse, Vinie se giró con los brazos abiertos hacia los desconocidos.

¡Buenas noches, caballeros! Menos mal que les encuentro. Mi nombre es Wallace Chestershire...

Nota mental: memorizar el nombre de Wallace Chestershire por si me lo preguntan más tarde.

...estaba viajando por la zona, y francamente, me emocioné al ver un edificio a lo lejos. ¡Civilización al fin! Me acerqué todo esperanzado, pero según me iba aproximando, y viendo el edificio más de cerca, ya temía que no se tratase más que de un monasterio abandonado.

Díganme, ¿viven ustedes aquí?

Buenos días caminante, señor Chestershire, te encuentras ante el monasterio de La Mano de Ilmater, sed bienvenido a las puertas de nuestro templo. - Caminaron hasta la puerta del monasterio y uno de ellos sacó una llave de buen tamaño, que introdujo en la cerradura, abrió un cerrojo, y luego metió la llave más profundamente y abrió el siguiente, mientras otro se acercó a ti.

Aquí vivimos nosotros con nuestros hermanos, ¿Qué se te ofrece?

¿Ilmater...? ¿Ilmater...? Agh, siempre llevé mal distinguir unos dioses de otros. Por favor, que no sea un credo en el que se sacrifica pelirrojos. Con eso ya me conformaba.

¡Qué Ilmater nos bendiga a todos, claro que sí! Yo venía porque la noche se me echó encima. Así que me dije: ¿Vi...-ups-ste Wallace ese remanso de paz cuesta arriba? Ahí voy yo. Ilmater-¿se llamaba así?-nunca permitiría que la soledad te embargase en una noche estrellada tan bonita como esta. Y fue cosa de la divina providencia: os encontré y heme aquí. Para mí sería todo un honor poder alojarme aquí hasta mañana, y compartir con vosotros unos buenos instantes.

Ilmater ayuda a los que sufren, y si no te aceptáramos ahora, te tendríamos que aceptar dentro de dos horas, cuando sufrieras el frío o el acoso de las fieras... pasa, refúgiate bajo nuestro techo. -Empujó la puerta y se abrió con un quejido y te condujeron por un patio, lleno de instrumentos de entrenamiento, con estantes llenos de armas exóticas que nunca habías visto en estas tierras, así como arcos de gran tamaño.

Entraste con ellos por un largo pasillo alumbrado con un par de antorchas, y os cruzasteis con un erudito que os miró pero no dijo una palabra, quizá por un voto di silencio. Te llevaron a una celda  con la puerta abierta, lo que revelaba que estaba vacía. Dentro había un camastro muy sencillo, que a penas se alzaba más de un palmo del suelo y que no tenía grandes comodidades.

Nos levantamos al amanecer para entrenar, si quieres te despertaremos cuando vayamos a desayunar.

Vinie tiró la mochila a un lado y se tumbó en el camastro con los brazos cruzados tras la cerviz.

Ya, claro... Desayunar... Sí, sería estupendo. Avisadme. Oye... Una pregunta. Me pareció ver huellas de cascos en la entrada. ¿Por casualidad no habrá ningún jinete por aquí, verdad? Me refiero a otro viajero, como yo, pero con caballo...

Piensa el ladrón que todos son de su condición, y Vinie temía que los viajeros que en este monasterio se alojaran, desapareciesen súbitamente a la mañana siguiente. Algo así como un grupo de monjes que te matan por la noche y se quedan con todas tus pertenencias. Vinie había pensado alguna que otra vez en montarse un negocio de ese estilo, pero le faltaba dinero para la inversión inicial. Además, los asuntos turbios siempre es mejor llevarlos de manera itinerante: si te quedas mucho tiempo en un lugar siempre te acaban pillando.

El caballo pertenecía a una muchacha que partió ayer al amanecer hacia Tonfalia. Además, hay otro viajero con nosotros, un viejo amigo de la orden, que se ha quedado aquí para entrenar con nosotros. -No había mentira en sus palabras, los monjes no acostumbraban a mentir.

El monje, al ver que te habías tumbado en la cama, lo tomó como una señal para acabar la conversación, y se fue, cerrando tras de si la puerta de tu celda.

¿Pero qué...?

Dejarme a mí con la palabra en la boca... Mamarracho. Me pienso levantar en mitad de la noche para cortaros la garganta a todos. A ti el primero. Una chica... Amazona... ¿Será guapa? Es que si es guapa sería una pena que se marchase a Tonfalia con la que va a caer. Pero no le puedo preguntar a los de Ilmater si es guapa. ¿Cómo hago? Ey, camaradas en sotana... vosotros que os enclaustráis dando prioridad al ejercicio físico frente al gusto por las mujeres... ¿La viajera estaba o no estaba bien?

Elucubrando sobre cómo sería esa desconocida, Vinie se mantuvo despierto por largo tiempo. Un par de minutos. Luego cayó rendido. Ni tuvo tiempo de quitarse las ropas o la armadura para estar más cómodo. Durmió del tirón y no tuvo tiempo de recorrer el monasterio en plena noche matando gente. Mañana será otro día.

Te sumerges en un profundo sueño en un sitio desconocido en el que no deberías tener esa seguridad, pero estabas cansado y te daba igual lo que pasara en el monasterio mientras no se te cayera sobre la cabeza. Te despertó el golpear de la puerta por parte de alguien al que no habías llegado a ver, y cuando abriste la puerta no había nadie, pero el olor de la buena cocina te condujo hacia el patio, donde viste a los monjes en parejas entrenando en seis parejas de luchadores bien entrenados. 

Mas allá había un conglomerado de cinco monjes alrededor de un hombre, el cual esquivaba los golpes de bastón de los monjes a su alrededor con una velocidad y una precisión certeras. Instantes después, un hombre apareció en la escena y toco una pequeña campana que llamaba a los hombres a desayunar y al que reconociste como el que no había dicho nada cuando te cruzaste con él.

Seis, ocho, diez...-contaba Psyches-doce, dieciséis... Dieciocho más el mudo. Menos mal que no se me dió por liarla ayer por la noche. Está claro que podría con ellos, eso no lo dudo... pero eran suficientes para morirse en una pelea estropeando mi bonita cara a golpes. Eso sería un desastre. Saluda, idiota... como si no pasara nada.

Hola...

Vinie se mezcló entre los monjes en su camino hacia el desayuno. De reojo miraba a uno y otro lado, intimidado, o como él diría: "intimidado no, siempre alerta, que no es lo mismo".

Hola que hay... Buenos días...

Al sonar la pequeña campana todos pararon de repente de entrenar, todos menos el hombre que seguía concentrado en esquivar los golpes y que aún no se había acostumbrado a la disciplina del monasterio. Todos uniformados caminaron hacia el viejo, presentándote sus respetos con una reverencia al pasar a tu lado, excepto el guerrero, que se acercó a desayunar, te miró, y te saludó con un movimiento de cabeza - Buenos días.

Los pasos de los monjes te condujeron a un gran comedor donde ya se habían dispuesto diecinueve platos, y uno a uno se fueron sentando, dejando un hueco para ti. El desayuno consistía en un plato de arroz hervido mezclado con trozos de manzana un potaje de garbanzos y una porción de pan.

Si este es el desayuno, es motivo suficiente para matarles a todos y arrancarles la piel a tiras. ¿Dónde están los huevos? ¿Dónde la carne?

Se bajó la pañoleta, descubriéndose la cara. Como siempre que quería comer.

Me dijeron que había otro viajero por aquí, pero si es cierto, con todos vestidos igual no le distingo. ¿Ya se ha marchado?

Sabía por la conversación de anoche que el viajero entrenaría por la mañana, pero mejor obligarle a descubrirse que jugar a las adivinanzas. Para Vinie era más útil la información que pudiese contar el viajero, que lo que soltasen un montón de enclaustrados por esa boquita.

El guerrero que te había hablado con un buenos días, y que había entrenado rodeado de cinco monjes sonrió antes de contestarte. - Yo soy ese "viajero" del que te han hablado, si bien no me considero como tal, supongo que el hecho de estar en un camino entre un sitio y otro me convierte en un viajero. Me llamo Ríev.

El guerrero era alto y ancho de espaldas, lo suficiente para intimidarte un tanto, pero tenía una voz tranquilizadora que te hacía sentir en un entorno seguro. - Tu debes de ser el extraño que ayer estaba a las puertas. Un placer ...

V... Wallace. Me llamo Wallace. ¿Qué pasa? ¿Cómo es eso de que no os consideráis viajero, Ríev? ¿No será que pensáis quedaros aquí permanentemente? Jo, eso sí que es como para pensárselo. Déjame adivinar... ¿Un lío de faldas? ¿Un amor no correspondido? Entra dentro de la lógica que, estando despechado, se busque una salida propicia. Imagino que es verdad lo que dicen: el entrenamiento es algo que aleja de la mente las distracciones.

A mí, sin embargo, que me vengan todas las distracciones femeninas que quieran. Y si me distraen de dos en dos mejor que mejor.

Bueno, Ríev... ¿Se cuenta alguna novedad de tierras lejanas? ¿O lleva lo suficiente en este lugar como para que todas sus historias sean viejas historias.