Partida Rol por web

Delante de ella Niguel ve desaparecer de su vista el corpachón de Kolthar a la vez como siente que el suelo desaparece bajo sus pies, sin tiempo para agarrase al borde, cae entre sus compañeros en un revoltijo de brazos y piernas.

Aturdida durante unos instantes, la joven intenta levantarse en la atestada trampa llena de gente mientras escucha los gruñidos y refunfuños de sus compañeros.

Salvo Amílcar y Hank, los demás caéis a un duro suelo con charcos de agua, filtraciones de la bahía. Por suerte, es fácil salir otra vez a la calle. Está claro que el barrio kénder está lleno de sorpresas: recordáis haber escuchado que la ciudad kénder de Kendermore fue un auténtico bastión defensivo gracias a que todo ejército que penetraba se veía atrapado en su laberinto de calles y trampas.

Mientras camináis por el confuso laberinto de callejones oscuros (desgraciadamente, el kénder olvidó mencionaros unos cuantos giros y media docena de callejuelas que se cruzan en extrañísimos ángulos), oís un tumulto que procede de delante. El sonido parece acercarse a una velocidad alarmante.

Gnart saca su arco y se pone contra una pared intentando ocultarse lo mejor que puede...

Niguel se echa hacia atrás y se pega a la pared mientras de sus labios surge una breve plegaria señor, otorgame tu poder protector y que nada ataque a tu devota servidora.

Kolthar se adelanta cubriendo al grupo con su enorme cuerpo peludo, preparado para lo que pueda ocurrir.

Amílcar dispone una flecha en el arco y se abre hacia el lateral contrario al que se ha desplazado el semiogro.

De repente, una figura acorazada que empuña una espada larga iluminada de azul aparece retrocediendo desde la entrada de un callejón, empujado por el ataque implacable de un hombre dragón de escamas plateadas. ¡Un sivak! A ambos lados del sivak llegan dos kapak, empuñando sus espadas, cruelmente curvadas y rezumando un icor verdoso con las que intentan encontrar una brecha en las defensas del hombre de la armadura.

Ríndete, escoria solámncia, sisea el sivak con los ojos ardientes mientras su espadón oscila en un arco mortal hacia la cabeza del humano, solo para ser bloqueado en el último momento por el escudo brillante del hombre. Por desgracia, esto deja al solámnica vulnerable a la hoja emponzoñada de uno de los kapak y la pnta teñida de verde de la espada encuentra una abertura y sale manchada con sangre del humano.

NUNCA, replica el humano con los dientes apretados mientras retira el escudo, aparta la hoja del kapak y blande la suya en un brillante semicírculo ante él.

¡EST SULARUS OTH MITHAS!, grita con una voz que resuena de modo extraño en el callejón.

Incluso si el sivak no hubiera revelado la identidad del humano, su juramento le habría identificado claramente como un caballero de Solamnia, un caballero lejos de territorio amigo.

De repente, uno de los kapak grita y os señala con una garra:

¡El caballero tiene amigosss! ¡Cogedlosss!