Partida Rol por web

Es medio día del 13 de Anfiundanil de 999. Derguín está trabajando en la plaza, como siempre, haciendo labores de copista, que compagina con tareas de administración en los negocios de su hermano. A la hora del almuerzo, Lliwellyn le lleva la comida, como cada día, para que no tenga que marcharse a casa a comer y desmontar el puesto. En lugar de eso, se aparta unos metros del puesto, y allí se dispone a comer, como suelen hacer el resto de mercaderes, artesanos, vendedores, etc... que trabajan en el mismo lugar que él.

Hoy, sin embargo, hay algo diferente en el ambiente. Cuando Lliwellyn está acercándose a la plaza, se da cuenta de que las miradas de la gente han empezado a dirigirse hacia el centro, donde se empieza a formar un círculo de curiosos que observan a dos hombres. Los hombres están de pie, uno frente a otro, mirándose fijamente como si estuviesen petrificados.

Me dirijo alegremente a la plaza, silbando una de las tantas canciones típicas de la costa ritiona, alegrándome el corazón por este día tan maravilloso y mordisqueando distraida un trozo de manzana.

Canta, canta gorrión de la mañana
Canta, canta, canta gorrión de amor
que cuando pase esta noche
encontraras tu nido lleno de sol
que cuando pase esta noche
encontraras tu nido lleno de sol

Justo cuando doblo la esquina no puedo evitar enarcar una ceja, ante tanta muchedumbre...

Por Hímie, que no esté Derguín por medio...

Agarrándome con la mano la parte de delante de la falda para correr más rápido pienso:

Rayos, es Derguín,! por supuesto que estará en medio!

De la mejor forma que puedo me voy colando entre la gente con "perdón"; "disculpas", "lo siento" y demás, hasta llegar a la primera fila.

En el proceso intento escuchar lo que ocurre, y distiguir a los dos hombres que se miran fijamente.

Derguí tardó unos instantes en darse cuenta de lo que pasaba en el centro de la plaza. El joven tenía cierta  tendencia al ensimismamiento cuando se dedicaba a las labores de copia de libros. Aquello era algo que le apasionaba y le evadía de recuerdos que, a pesar de los 2 años que habían pasado, aún rondaban por su mente y lo deprimían de vez en cuando. Si no fuera por el ejercicio que realizaba por las noches probablemente su cuerpo ya hubiera tomado forma de silla por el tiempo que pasaba sobre estas.

De esta evasión solía sacarlo su sobrina Llywelyn cuando le traía la comida. Pero esta vez no fue eso lo que le hizo separar su vista del libro sino una multitud que empezaba a aglomerarse en el centro de la plaza. Derguín dudo un instante pero finalmente la curiosidad pudo con él y, utilizando el codo cual quilla, atravesó el grupo de gente hasta llegar al centro de la plaza donde dos hombres se encontraban frente a frente quietos cual estatuas.

- ¡Gorán! ¡Hijo de una cabra y una lechuza! Por fín, después de tantos meses buscándote he logrado dar con tu paradero. Ahora... ¡desevaina tu espada y prepárate a morir! ¡Ha llegado la hora de vengar a mi hermano!

Según va hablando, el hombre desenvaina su espada. Cuando lo hace, os dais cuenta de que se trata de una espada curva de tahedo. En su brazo lleva una pulsera con cinco marcas, de modo que se trata de un ibtahán, un maestro menor de la espada de un rango menos que Derguín. Sin duda debe tratarse de un buen luchador.

El otro hombre, el llamado Gorán, no se altera. Simplemente desenvaina su espada y asiente con un movimiento de cabeza.

- Si así ha de ser... sea.

A continuación, se pone en posición de lucha. Este segundo duelista no es tahedorán, sino que más bien parece ser un guerrero que combate al estilo ritión, sólo que en lugar de espada y escudo, lleva un mandoble de considerable tamaño. Contra un tahedorá que conociese la segunda aceleración, no tendría oportunidad, pero contra un ibtahán que sólo conoce la primera, la cosa puede estar equlibrada.

Asomando la cabeza entre el gentío contengo mi rabia 

¡¡estúpidos!! los hombres sólo saben solucionarlo todo con muerte y con sangre!

enarco la ceja enfadada, mientras escucho a los dos hombres fanfarronear, perono puedo reprimir callarme:

-¡Ibtahan! ¿Que clase de honor es luchar contra un ritión a muerte en medio de una plaza del mercado?! ¡¿Sois acaso una lechuga?! ¡Si tenéis asuntos que solucionar salid de las murallas y las leyes de Zirna y malgastad vuestras vidas como consideréis adecuado, pero no tenéis derecho a molestar nuestros quehaceres! 

Con la energía con la que he gritado varias frutas se me han caido de las que llevaba en el regazo, y entre maldiciones y farfulleos comienzo a recogerlas.

Derguín miró a los contendientes con atención. Uno de ellos era un ibtahán de 5 marcas, una menos que Derguín, según pudo ver tenía una buena espada, curva, adecuada para los practicantes del tahedo. No se podía menospreciar a aquel guerrero. Su contricante no parecía irle a la zaga en cuanto a peligrosidad, llevaba un enorme mandoble y por la posición de lucha que adoptó no parecía un cualquiera aunque su estilo de lucha estaría muy por debajo del de un tahedoran.

Un tajo de ese mandoble probablemente destrozaría al Ibtahán de un solo movimiento, pero la velocidad y destreza de este último podían acabar derrotando al tal Gorán.

Todo esto pensó Derguín mientra observaba a los guerreros con ojo crítico. Se le pasó por la cabeza el intervenir, la lucha se produciría en el centro de la plaza y alguién podría resultar herido. Desde luego no era el mejor sitio para luchar. Pero, en cualquier caso, había sido un duelo en toda regla, lanzado por uno y aceptado por el otro, sería una afrenta que alguién los interrumpiera y sinceramente Derguín no quería buscarse problemás, no al menos sin una espada a mano.

Cuando había decidido que, simplemente, se quedaría a ver el espectaculo y que, en cualquier caso, intentaría mantener a la gente a una distancia prudencial, apareció Llywelyn desde la multitud, increpando a los luchadores. Derguín se alarmó considerablemente, no sabía como aquellos hombres podrían reaccionar ante aquel comentario así que se dirigió hacia su sobrina lo más rápido que pudo dando codazos a la multitud.

Uno de los espectadores increpa a Llywelyn. Se trata de un hombre de edad avanzada, con el rostro surcado de arrugas, como si fuera una pasa.

- Calla niña. Esto son cosas de hombres y tú no te debes meter en ellas. A veces un duelo es la única forma de vengar la muerte de un ser querdio y lavar su honor. ¡Ya lo entenderás cuando crezcas!

Entretanto, los hombres no parecen haber oido a la muchacha. El ibtahán, con la espada ya desenvainada, no tiene posibilidad de ejecutar una yagarteí que cercene la cabeza de su oponente con un solo golpe, y, además, el ritión está a demasiada distancia como para ello. Eligiendo una guardia baja, el ibtahán se lanza contra su enemigo a gran velocidad. Derguín se da cuenta de que ha entrado en Protahiteí, la primera aceleración, que concede cierta ventaja sobre los enemigos. Puesto que el ritión no puede entrar en aceleración, el ibtahán tiene la posibilidad de acercarse y atacar antes de que su contrincante reaccione.

Aunque los movimientos del ibtahán son rápidos, no son lo suficiente como para que al ritión no le de tiempo de cubrirse tras su escudo y alzar la espada, preparado para atacar cuando el otro entre en su radio de acción. Sin embargo, el escudo no es necesario, ya que véis que la espada del ibtahán traza un arco demasiado ancho y demasiado alto, acaba pasando inofensiva a la derecha del llamado Gorán. Lo que es peor, el brazo del ibtahán lleva tanto impulso (en parte debido a la fuerza extra que proporciona la primera aceleración), que su propia fuerza lo desequilibra y le hace caer de culo. Un instante después, el ibtahán está sentado en el suelo con cara de estúpido, mientras que el otro envaina su espada y se marcha tranquilamente, dándole la espada.

Ante tan decepcionante final, la multitud se deshace rápidamente y cada cual regresa a sus quehaceres diarios.

Derguín aún se dirigía hacía Llywelyn cuando el combate terminó de aquella manera tan curiosa. ¿Era realmente aquel hombre un ibtahán de cinco marcas? Como no le hubiera tocado el arma y el brazalete en una tómbola de pueblo...bueno también cabía la posibilidad de que hubiera untado a los examinadores. Derguín pensaba que eso no era posible pero desde luego explicaría muchas cosas.

He de admitir que eso no me lo esperaba, ahora obtiene la 5º marca cualquiera...Pensó Derguín mientras se dirigía a donde estaba su sobrina a la que empezó a ayudar a recoger lo que se le había caido.

-Esta claro, acabas de presenciar un gran combate entre poderosos guerreros. Uno de esos que no se vuelven a repetir en años. Y quién esperaría, oh dioses, este épico e inesperado final. Digo Derguín en tono de broma.

-Ahora en serio, no me des estos susto que uno tiene ya una edad como para esto sobresaltos. Dijo dirigiendose a Llywelyn con una sonrisa.

Sonrío, aunque ligeramente enfadada, mientras recojo las frutas enfáticamente.

Lo que no entiendo es que hacen, Derguín, luchando en medio de una plaza.

Me acerco, ligeramente susurrante a él, añadiendo:

Oye, ¿soy yo o el ibthahán era más torpe que una garza ballestera? Si a eso le llaman técnica mortal... Menos mal que sólo ha quedado en deshonra, sería una estupidez haber llegado a la sangre... Parece que no solo el tahedo guarda algo de honor en esta plaza.

Me hecho para atrás, mientras le tiro una naranja, con una sonrisa.

de verdad Tío, no hay quien os entienda.

Llywelyn lanza una naranja a su tío con bastante buena puntería y algo más de fuerza de lo que ella pretendía. Derguín, a quien había cogido desprevenido, no tuvo tiempo de pillarla al vuelo y la esquivó rápidamente, con un movimiento reflejo. La fruta se perdió en el aire, y fue directamente a estrellarse contra el cogote del ibtahán (o lo que fuese), que se levantaba del suelo, con el orgullo y el trasero doloridos.

- ¡Ay! - Tamir recogió la naranja del suelo y miró a su alrededor buscando de dónde había venido. Cuando se dió cuenta de que se la había tirado Llywellyn, sus hombros se hundieron como si le hubiese caido un gran peso encima, dejó caer la naranja al suelo, como si se hubiese olvidado de que la tenía en la mano, y empezó a alejarse lentamente de la plaza - Lo que me faltaba, no sólo no puedo vengar a mi hermano, sino que ahora hasta los niños me humillan.

Siguiendo el ejemplo de Llywellyn, aunque en este caso, intencionadamente, el hijo del dueño del puesto de verduras lanza un tomate sobre el ibtahán, y a continuación se estrella sobre su espalda una lechuga en mal estado. Los improvisados lanzadores son reprendidos inmediatamente por los adultos que hay a su alrededor, pero no con demasiado entusiasmo, y sí con algo de recochineo.

Me llevo las manos a la cabeza con un gesto de preocupación y de vergüenza por mi parte.

Miro de nuevo a Derguín, con los ojos muy abiertos y enarcando ligeramente una ceja, mientras me incorporo lentamente, y veo cómo las hortalizas vuelan, impactando en el despechado ibtahán.

Interrogante, espero a que Derguín actúe, al fin y al cabo él es el ibtahán y yo sólo una mujer Ritiona a la que todos tienen a bien de ignorar.

Derguín casi se arrepintió de haber esquivado la naranja viendo lo que esto había provocado. Aquel hombre era, aunque patoso, un guerrero, un maestro menor, y como tal merecía respeto.

Derguín se enfurecio terriblemente, no era dado a burlarse de la gente, pero en estas circustancias le parecía aún peor. Corrió hacia el guerrerro mientras gritaba a pleno pulmón a la gente que lanzaba las horatlizas.

¿ES QUÉ NO TENEIS NINGUNA CLASE DE RESPETO?

Y sin dejar que pasara ni un segundo corrió tras el ibtahán, intentandole indicarle una dirección donde guarecerse de la verdura que arrojaban sobre él, ya que Derguín no esperaba que sus palabras amilanaran a nadie.

Soy ib Derguín-dijo enseñando el brazalete con sus seis marcas. Perdonadnos a mi sobrina a mi. No pretendiamos que os diera aquella naranja. Continuo francamente azorado.

Tras reprobar a parte del gentío con la mirada me acerco, y tímidamente hago un gesto de disculpas ante el guerrero, pronunciando en Ainari :Mis disculpas aprendiz de tahedo, no eran esas mis intenciones

cambiando de idioma, digo:

Siento que no hayáis podido vengar la muerte de vuestro hermano, ibthahán, pero permitid que continúe disintiendo con retar a alguien a muerte entre niños pequeños, ancianos y animales. Como muestra de arrepentimiento estoy seguro de que mi tío permitirá que comas con nosotros, como muestra de buena voluntad.

Miro a Derguín, con una sonrisa cándida, buscando su complicidad.

Tal vez en otras circunstancias el Ibtahán se habría sentido aún más humillado por tener que ser protegido por una chica y un hombre joven, pero el brazalete de Derguín lo cambia todo, y, de cualquier modo, tampoco parece que le quede demasiado orgullo.

- Yo soy ib Tamir - dijo haciendo una reverencia al estilo ainari, pero hablando en idioma ritión -. Supongo que me merezco recibir una lluvia de verduras podridas por dar un espectáculo tan patético en mitad de la plaza del mercado de Zirna, pero debo decir en mi descargo que llevo siguiendo a ese canalla desde hace meses. Cuando me descubre, huye a toda prisa si tiene la oportunidad, y si le reto, ni siquiera lucha contra mí, como ha ocurrido hoy. Pero yo juré vengar la muerte de mi hermano, así que el honor me obliga a perseguirlo y aprovechar cualquier oportunidad que tenga, o perecer en el intento... Ciertamente, creo que perecer en el intento sería más honorable para mí y para la memoria de mi hermano, pues parece que los meses de inactividad han deteriorado mi técnica.

Escucho apenada el relato de Tamir. Cuando concluyen sus tristes palabras respondo:

No debéis comportaros así, Tamir. La venganza no es lo que perseguís Tamir. No veo en vos la sed de sangre del animal ni la falta de piedad del vengativo. Vos buscáis justicia. Pero la justicia y la ley pocas veces coincíden... Supongo que recuperar vuestro honor pasa por el filo de vuestra espada, ¿verdad?

Antes de lanzaros en pos de vuestro perseguido deberíais lavaros y descansar.

- El corazón de las mujeres, y más el de las mujeres jóvenes, es más tierno que el de los hombres, y no podéis entender la imperiosa necesidad de satisfacer las cuestiones del honor, que no siempre puede satisfacer la justicia. No es un impulso animal, es... difícil de explicar. Sea como sea, en lo que sí lleváis razón es en que necesito lavarme y descansar. O descansar al menos. Y replantearme las cosas.

Derguín cambiaba de opinión sobre Tamir según hablaba con él. Parecía un hombre razonable y sus modales superaban o los de la mayoría de la población de Zirna, también era cierto que los Ritiones no eran conocidos por ademanes especialmente recatados y elegantes precisamente. Y aquella reverencia no era algo que se viera usualmente en Ritión, aunque si era algo común de los estudiantes de Uhdanfiun.

Estoy de acuerdo con Tamir en eso. Hay situaciones que merecen de este tipo de acciones. Aún con todo, no es el mejor lugar, pero no somos quién para juzgar ya que no conocemos los detalles que os han llevado a esta persecución en pos de aquel bandido. Como dice mi sobrina y vos mismo, necesitais un descanso y aunque yo no quisiera invitaros, seguro que el señor abuelo de Llywelyn no se niega, al fin y al cabo a esta enana-Derguín le revolvió el pelo con cariño- nunca le niega nada. Es la nietecita de sus ojos.