Partida Rol por web

Derguín hace lo propio y se desabrocha la protección de la cabeza. Después de desacelerarse se siente algo cansado de inmediato pero aún le dura la excitación del combate, de hecho, se encuentra bastante alegre. Incluso no le afectó que le recordaran que no tenía la septima marca.

-Es que menudo arranque tuviste, en comparación pareció que yo ni me moví. Desde luego que eres bueno para tener cinco marcas. Y desde luego que no parecias un niño con un palo ¡Parecias un adulto con un palo! Dijo Derguín señalando a la katana de madera que habían utilizado en el combate.

En cuanto al golpe, bueno según la gran mayoría de maestros de Tahedo, eso es que estas aprendiendo. Si te parece, mejor empezamos mañana el entrenamiento, ya que nos vamos de excursión como propuso la loca de mi sobrina, que por cierto ¿Dónde está?

Tranquila me dedico a leer en mi habitación, sin quitar ojo de la ventana que va a dar al patio interior de la casa. Al escuchar los comentarios de Tamir no puedo evitar una floja risita.

Pobrecillo...  Si no usase la aceleración seguro que incluso le ganaba.

Asomo la cabeza por la ventana y digo:

-¡Aquí, Derguín! No tenía muchas ganas de los combates, sabes que me hastía la violencia.

Con una serena complicidad digo la frase con total naturalidad, antes de proseguir con mi discursillo desde la ventana:

-Descansad diez minutos, que luego salimos, ¿vale?

Si claro...a ti te va más arrojar fruta. Gritó Derguín hacia la ventana, mientras sacaba la lengua. Además, bien que estabas con la oreja puesta. Siguió el joven, divertido.

Con una expresión de irónico desdén digo: Si los hombres aprendiéseis a gritar un poco menos... No es mi culpa que os haya escuchado. 

Miro a Tamir con una expresión cándida

-Es una pena que hayas perdido, pero no te desesperes... Derguín tuvo suerte, seguro. La próxima vez seguro que le das una buena excusa para quejarse.

- Eres muy amable Llywellyn - dice Tamir sonriendo -. Si tú me apoyas, la próxima vez lo haré lo mejor que pueda y ganaré a Derguín.

En este momento interviene Kurastas, evidentemente disgustado.

- Sí, ha sido un buen combate. Ahora, mejor será que entremos dentro y comáis un poco. Y tú, Llywellyn, comportate como una dama civilizada y no como una verdulera de pueblo. Si quieres hablar con tu primo, baja y no andes dando voces por la ventana.

Lo cierto es que los dos ibtahanes tienen hambre y sed, pues la aceleración consume mucha energía.

Pasáis el resto de la tarde y la noche charlando. Tamir siente mucha curiosidad por vuestro negocio, y hace muchas preguntas al respecto. También os habla de como es el negocio de su familia y os cuenta que le gustaría introducir algunas novedades. Al final, y contra todo pronóstico, Kurastas y él acaban haciéndose amigos, si bien a Kurastas sigue sin hacerle ninguna gracia que su hija dedique miraditas furtivas al Ibtahan.

Un poco más tarde de lo habitual, os váis a la cama todos.

Las novelas de caballería me ocupan parte de la tarde, atenta a los movimientos de Tamir.

Aún así no puedo evitar que venza mi imaginación... No puedo evitar imaginarme surcando los grandes mares con él, luchando contra terrofícos piratas y conociendo seres fantásticos entre apasionantes aventuras y amigos...

Aunque no tarda demasiado en volver mi cabeza al mundo real, segmento de mí que perdería si mi abuelo se enterase, así que será mejor que vaya creciendo de una vez...

Leo unas páginas más hasta que el sueño me vence...

A Derguín le estaba cayendo bastante bien Tamir y se interesó por lo que contaba de su vida hasta que, oh desgracia, se descubrió que el invitado sentía atracción por los negocios. Fue entonces cuando Kurastas se unió a la conversación manteniendo ocupado a Tamir con extrañas formas de negocio y, por tanto, aburriendo a Derguín como una ostra. Al jovén no se le daban mal los negocios, al fin y al cabo su gran memoria y cierta habilidad para las matemáticas lo hacían bastante apto para los mismos, pero le aburrían soberanamente. Frecuentemente su hermano le decía que estaba desperdiciando su talento y él estaba totalmente de acuerdo, debería ser un tahedoran y no pasarse el día con libros de cuentas.

Así pues, Derguín ocupó sus pensamientos en lo que se llevarían al día siguiente a la escursión: El equipo de entrenamiento, comida, agua, espadas de verdad por lo que pueda pasar. Pensaba.

Y dandole vueltas a aquello se fué a su habitación.

Derguín duerme, pero su sueño no es tranquilo. Sueña con que en el cielo, las tres lunas se han unido para formar un ojo de mirada maligna. Es el ojo de un dios enorme y terrible, que comienza a llevarse el calor del mundo. Derguín trata de huir, pero sus pies se niegan a moverse del sitio, y cae de rodillas ante ese dios que viene para traer una eternidad de frío y sufrimiento.

Llywellyn, por su parte, también tiene pesadillas. Sueña que un monstruo le ofrece el poder para gobernar el mundo, pero sólo si se casa con él. Es un hombre muy pequeño, con la cabeza desproporcionadamente grande, y un cuerpecillo atrofiado, que no se puede sostener a si mismo, pero del que emana la maldad y el poder en estado puro.

En un momento u otro, ambos se despiertan sobrecogidos, sintiendo que sus sueños son malos presagios que vienen a hablarles de un poder que está más allá de las lunas, en algún lugar del que no hablan los mitos sobre los dioses. Lo que les ha sacado del sueño es una música que llega arrastrada por el viento del noroeste. Es una vaga armonía, que se siente más en los huesos que en los oidos, y es al mismo tiempo muy triste, pero reconfortante, como una nana.

Cuando érais niños, Cuiberguín os habló de la música de Corocín, una melodía mágica que provenía de aquel lejano bosque, aunque hacía mucho tiempo que no se escuchaba. Kurastas no la había oido nunca, pero otras personas mayores de Zirna, sí. Habían cuentos y leyendas sobre el origen de la melodía de Corocín, pero nadie se ponía de acuerdo sobre cual podía ser la verdadera.

Derguín se levantó entre sudores frios, con una horrible sensación de opresión en el pecho, frio y...miedo. Aquellos sueños le asustaban de verdad y ultimamente se hacían más frecuentes, como si realmente aquel ente poderoso e inhumano estuviera cada vez más atento a él.

Pero que tonterías, Derguín. Es solo un sueño, nada más. Se decía, aunque realmente no se lo creía.

Y entonces escuchó. El viento venía acompañado de una extraña melodía que calaba hasta lo más hondo, triste y melancólica, pero que a la vez te llenaba de una extraña energía. Estaba claro que no era nada normal y además parecía provenir desde muy lejos. Derguín recordó las historias sobre la melodía de Corocín, el mágico y peligroso bosque que se encontraba justo de donde provenía el viento.

Ya no quedaba tanto para que amaneciera, asi que Derguín decidió salir al fresco de la noche a disfrutar de aquella extraña melodía.

Doy vueltas en la cama, entre sudores fríos y temblores...

No... No pienso hacerlo... No quiero poder... No lo quiero...

Cada vez los argumentos del desproporcionado ser resultaban ser más convincentes, y cuando, con lágrimas en la cara iba a estenderle la mano me levanté, entre sudores fríos. Estaba molida, pero tras frotarme la cara con las muñecas pude escuchar una melodía, junto con los pasos de mi tío.

 Con un gesto firme y silencioso doy a entender a Derguín de que voy con él, quiera o no.

Cojo, sin pensar muy bien en ello una ocarina y algo de ropa de abrigo, no debe hacer mucho calor ahí fuera...

Su sobrina le sorprendio por el pasillo, portaba con ella una ocarina. A Derguín se le iluminaron los ojos. Una parte de su mente le decía que era una tontería, pero el resto estaba influenciada por aquella melodía. Así pués Derguín corrió a buscar su viejo laud para acompañar a Llywelyn.

Desciendo hasta fuera de casa, confiada, y medio encantada por la melodía...

Me dirijo hacia las cercanías del bosque, donde el sonido se vuelve más intenso, y comienzo a tocar lentamente la ocarina, de forma suave y acompasada...

Las leyendas dicen que la música de Corocín es el canto de las hadas de ese bosque. Otros dicen que una vez cada 30 años, las hembras de los coruecos se lamentan por los hijos que han perdido devorados por sus propios machos (aunque esto no parece muy factible). Algunos mantienen que la toca un mago inmortal, que añora su hogar desaparecido en el tiempo, e incluso hay quien sostiene que esa música no tiene nada de sobrenatural, y que la tocan los viajeros que pasan por allí (pero eso último es bastante improbable, ya que Corocín está muy lejos).

Derguín siguió a su sobrina hasta las cercanias de un bosque cercano. Ambos comenzaron a tocar sus instrumentos pero Llywelyn estaba ciertamente inspirada y el ibtahán se límito a acompañarla por una sencilla melodía de su laud. Y los dos, a su vez, acompañaban a aquella mágica canción. Durante un tiempo estubieron estasiados tocando...

La música de Corocín os acompaña durante algo menos de una hora después de que hayáis empezado a tocar. Después se apaga, y la luz roja de Taniar, junto a la verde de Shirta, dan un extraño color a la noche.

Suponéis que quien sea que produzca la música de Corocín no os habrá escuchado acompañarle, ya que ese bosque plagado de coruecos y otras extrañas criaturas de leyenda está muy lejos de Zirna. Pero... ¿Quien conoce las extrañas leyes de la magia?

Llywellyn agarra del brazo a Derguín, susurrándole:

Las leyendas dicen que las hadas son las que cantan... aunque otros opinan que es un mago inmortal el que la toca, porque echa de menos su hogar...

Miro a los ojos de Derguín, emocionada:

Por favor... Vayamos a echar un vistazo... Los coruecos no nos molestarán.