Partida Rol por web

Walter saca la pistola y la alza preparado para disparar. Pueden oír las voces de los guardias, aunque no llegan a distinguir lo que dicen, separados como están por varias paredes. Tras unos segundos unas botas pesadas resuenan contra el suelo de metal, y pueden oír cómo uno de los guardias se mete en la sala anterior y avanza hacia la puerta, soltando maldiciones sobre la poca fiabilidad de sus sistemas eléctricos. 

Las botas se detienen finalmente junto a la puerta.

    El momento había llegado, preparé el martillo esperando que Walter me respaldase, listo para cargar tan pronto la puerta se abriese, sin miramientos me abalancé sobre el guardia trazando un poderoso arco directo al torso, por desgracia la carga descompenso la carrera haciendo que la cabeza solo golpease el aire, si Walter no lograba abatirlo iniciaríamos un combate que no nos convenía lo más mínimo por los riesgos que conllevaría. 

Por desgracia el martillo pasa cerca del guardia, soltando chispas del marco de la puerta y levantando un trozo del recubrimiento. A la vez, Walter dispara, pero Sgrog está en medio ocupando casi toda la puerta y el disparo sale desviado, ni rozando al guardia. 

El Caballero solo tiene un segundo para reaccionar y intenta golpear con su bayoneta, que es desviada por la armadura de Sgrog. De momento no ha dado la alarma por la confusión del momento, pero es cuestión de segundos que lo haga. 

    Levante el pesado martillo, el cual volvía a brillar recorrido por pequeños arcos voltáicos, el guardia no había logrado acertar pero era cuestión de tiempo que su falta llamase la atención de su compañero, lancé otro poderoso golpe que resultó precipitado en exceso al solo alcanzar el espacio próximo a su rival en vez de a su torso, si Walter no acertaba aquello sería nuestro fin.

Suceden unos segundos frenéticos en los que el guardia lucha por esquivar las acometidas de ambos, y lo logra con éxito. Nota el peligro tan real cada vez que el martillo pasa junto a su cabeza que ni siquiera ha recordado dar la alarma, pero en algún momento lo recordará y puede que ese sea el final de la pequeña escapada de Sgrog y Walter, o tal vez no. 

Maldición, aquel guardia había logrado de nuevo esquivar el golpe, no lograba acertarle y aún no entendía que demonios estaba haciendo Walter a mi espalda, de qué demonios le valían aquellos cuatro brazos si ni tan solo era capaz de disparar con una de sus manos.

Por desgracia la pistola de Walter parece incapaz de superar la gruesa armadura del Caballero, que aguanta todos los disparos sin dar muestras de que le molesten. Sgrog por su parte tampoco tiene más suerte y toda la fuerza de su martillo la recibe el marco de la puerta, que queda destrozado. 

Finalmente el guardia, al ver que los ataques de sus enemigos son inútiles, aprovecha un recoveco de la armadura del vesk para clavar su bayoneta haciendo un rasguño sobre las escamas de Sgrog. Esta victoria parece quitarle el miedo y hacer que por fin recuerde que tiene otras cosas que hacer, como por ejemplo dar la alarma. 

-¡Alarma en el sector 3! ¡Los presos han escapado y están armados!- grita por el comunicador. 

Casi inmediatamente, la iluminación de la sala cambia, las sirenas suenan por toda la estación y se pasa a las luces de emergencia, que giran en sus focos llenando el espacio de claroscuros. Se oyen varias botas pesadas que se apresuran en su dirección. 

    "Menudo montón de m..." La alarma había sonado y nos quedábamos sin tiempo por lo que ya únicamente teníamos una salida posible que tomar.

    -¡WALTER!- Rugí sin miramientos haciéndome oír por encima de las bocinas de aviso. -YA SABES LO QUE HACER, MARCHA, HAZ LOS PREPARATIVOS, TE DARÉ EL TIEMPO DEL QUE SEA CAPAZ.- A estas alturas solo quedaba correr y rezar para que le diera tiempo a activar algunas de las cápsulas antes de que se nos echase encima todo lo que quedaba de la guarnición, por ello esperé a que el mecánico recordara el plano de la estación y fuera capaz de escaparse a la carrera hasta la sala evitando ser cogido en el trayecto, por mi cuenta intentaría darle ganar algo de tiempo, aunque en cuanto me precipité a levantar el martillo para lanzar el último golpe solo pude sentir que... "Por todos los krexers, me ca..."

La situación había pasado a ser desesperada en cuestión de segundos. Las alarmas sonaban por toda la estación ensordecedoras y las botas chocaban contra el suelo con estruendo como de toros cargando. El fino oído de Sgrog pudo detectar con facilidad el sonido de varios rifles láser siendo preparados, aun por encima de todo el estruendo. Las luces giraban y bailaban, y al haberse activado la iluminación de emergencia, el pasillo que Walter había sumido en la oscuridad volvía a estar iluminado por las luces naranjas.  

A la nueva luz, Sgrog pudo ver plenamente a su atacante, aunque nada le distinguía del resto de guardias de armadura negra. Su bayoneta ya estaba salpicada con sangre del rasguño que le había hecho antes. El vesk lanzó su martillo hacia delante, pero el arma eligió el momento menos adecuado para sufrir un cortocircuito y apagar el campo eléctrico que la rodeaba. El mecanismo se recuperó al instante y volvió a crepitar, pero no lo suficientemente rápido como para que el golpe hiciese algún daño, pues rebotó inofensivo contra las placas negras. 

Los gritos de Sgrog hicieron que Walter saliera corriendo, mientras decía:

-¡No se tarda nada en activar el sistema! ¡Ven conmigo, no hace falta que te quedes atrás!

El kasatha interrumpió su carrera cuando dos guardias le salieron al paso, bloqueando la puerta. Otro más salió de la oficina golpeando la puerta, desde detrás de Walter. El kasatha disparó y acertó haciendo crujir las placas de la armadura de uno de ellos, pero no era suficiente para tumbarle. Los tres dispararon al unísono, buscando acribillarle, pues era un blanco fácil en medio del pasillo. Sin embargo, milagrosamente, su armadura de carbono activado absorbió y disipó la energía de los láseres sin que ninguno llegara a afectarle. Por fortuna, aún tenía una puerta por la que poder llegar a las cápsulas, a su derecha, pero quién sabía si tras ella habría más guardias.

Aprovechando la distacción ocasionada por su compañero, el guardia atacó a Sgrog con su bayoneta, pero falló al enganchársele en un cable suelto del marco de la puerta, reventado por los golpes del martillo del vesk.

La vida del solariano y el mecánico pende de un hilo, y, dado que el shirren dijo que necesitaría cierto tiempo para ir a por ellos, tal vez fuera un buen momento para ir avisándole. 

    "Sea" De un puñetazo aporreé el control de la puerta, sabía que eso no serviría de nada pero si lograba retrasar a aquel caballero ya habría sido más útil que el martillo, los vesk son entrenado para no retroceder nunca pero hacía tiempo que había abandonado los credos del Imperio, subí el arma hasta mi hombro y busqué rápidamente el comunicador para activarlo mientras salía disparado en dirección al mecánico.

    -De acuerdo Walter, nos largamos.- Rugí hasta que fui capaz de escuchar sobre el sonido de las alarmas el crepitar de la estática que anunciaba que el canal de comunicación había sido abierto. -Scwick, aquí Sgrog, rastrea mi baliza, necesitamos extracción urgente y no vamos a ir solos.- No me detuve a dar más explicaciones, la situación apremiaba y aún tenía mis dudas sobre cómo lograríamos salir de aquel infierno.

A la orden de Sgrog, el mecánico corre por su vida, alcanzando la relativa seguridad de la habitación de combustible y piezas de recambio, donde abre con un solo botón la pared levadiza que la separa de lo que ya es, por fin, la sala de las cápsulas de escape. Por suerte, ningún otro guardia le sale al paso. Ya solo hay unos pocos metros entre él y las cápsulas salvadoras. 

La respuesta de Schwick suena por el comunicador: 

-¡De inmediato Capitán! Dos minuitos para la extracción, me dirijo a su posición.

Sgrog corre también tras cerrar la puerta al guardia en las narices. Este no se molesta en abrirla sino que sale por el otro lado, reuniéndose con su compañero. El vesk se da cuenta tarde de que es en ese pasillo donde se están concentrando los guardias, y que, al haberse ido Walter, solo tienen un objetivo: Sgrog. 

De inmediato siete láseres atruenan al unísono, convirtiendo el pasillo en una tormenta de fuego y luz roja. Las ráfagas rodean al vesk como una aureola, desde todos los ángulos, pasando de ser una batalla a un fusilamiento en toda regla. La armadura absorbe varias descargas, que aun así le golpean como mazazos, pero finalmente sus células de disipación se sobrecargan y tres de los disparos atraviesan la protección y alcanzan su piel escamosa. Uno de ellos hace una gran quemadura en el hombro, y otros dos atraviesan de parte a parte el vientre, dejando dos agujeros cauterizados al instante. El dolor abruma al vesk al momento, anulando cualquier otra sensación. Siente que la visión se le nubla, que la vida se le escapa entre las garras...

Con solo el ruido blanco de la radio al otro lado y sin saber qué sería de sus compañeros, la espera se le ha hecho eterna al shirren. Allí, oculto en el campo de asteroides, el tiempo pasa tan lentamente que parece haberse detenido, y al místico le da tiempo de meditar y sobre todo de ponerse nervioso. Finalmente, la súbita voz de Sgrog inunda la cabina, en tono de urgencia total: 

-Scwick, aquí Sgrog, rastrea mi baliza, necesitamos extracción urgente y no vamos a ir solos.- 

Por detrás se oye el sonido de múltiples disparos de láser y el de una sirena de alarma. 

El shirren dio un respingo al escuchar la transmisión de Sgrog. ¿Ya? ¡Pero si apenas había reconocido un tercio de las constelaciones que se veían por allí! No obstante, Schwick se abalanzó sobrelos mandos de la nave para ponerlo todo en marcha. Tenía compañeros a los que rescatar.

 -¡De inmediato Capitán! Dos minuitos para la extracción, me dirijo a su posición.

Dicho esto, el piloto aceleró y salió de su escondrijo para ir a recoger a su capitán. ¿Que le detectarían por el camino? Seguramente, pero no le importaba. Entrar, recoger y salir a la mayor velocidad posible era lo único que tenía en mente en esos momentos. Saldrían de allí enteros y libres.

    Corrí como nunca lo había hecho, alcancé a Walter en el momento justo para cubrirlo mientras lograba atravesar la puerta, si el lograba ponerse a salvo al menos merecería la pena haber corrido el riesgo, eso fue todo lo que tuve tiempo de pensar antes de enfrentarme a la realidad que me rodeaba, el martilleo de las armas que anunciaba el final.

    Fogonazos de luz provenientes de todas partes me cegaron hasta casi hacer arder mis retinas, sentía como secciones de la armadura abrasaban la piel que debían de proteger al no soportar aquellas elevadas temperaturas, las fuerzas me fallaban y de golpe no pude evitar desplomarme sobre mis rodillas. Lancé una última mirada a los caballeros esbozando una sonrisa que no alcanzarían a comprender, me había llevado por delante a varios de los suyos, el intercambio parecía más que justo.

    La visión se nublaba, el abrasador calor se disipaba rápidamente para dar paso al frío, sentía como la luz de mi estrella me abandonaba para regresar al vacío del cosmos, no tardaría demasiado en seguir a aquella vieja compañera. Repentinamente lo horizontal y lo vertical intercambiaron sus lugares, apenas había sentido la contusión provocada al golpear con la cabeza contra el suelo, solo podía ser el testigo de cómo los colores perdían su calidez para dar paso a la oscuridad primordial...

    "-¡Levántate, recluta!-" Repentinamente recobre la conciencia, estaba tendido en el suelo, cubierto de fango en un paraje helado con un desagradable sabor a metálico en el fondo del paladar y sintiendo la presión de cada latido en las sienes. "-¡Maldita sea, Smogran, no se te ha dado permiso para descansar, tú deber no ha terminado patán ¿Acaso pretendes que tu holgazanería le cueste la vida a tu escuadrón? Qué clase de vómito de behemoth permitiría algo así.-" De pronto reconocí el lugar, estaba en Vesk-8, durante mi formación para el ejército y aquel era nuestro Sargento, me llamaba Smorgan a modo de insulto combinando mi nombre con la palabra despectiva que se usaba para determinar a los que se aprovechan de sus privilegios al saber que mi padre formaba parte del mando de la estación ¿Pero por qué allí, por qué en ese momento?

   Apoyé mis manos en el barro para impulsarme y ponerme en pie, era una prueba de entrenamiento habitual, estábamos cargando con los suministros de una estación a otra a marcha forzada y había tropezado dejando caer mi carga y saliéndome de la formación. El costado me dolía horrores, si, ahora recordaba mejor, aquel día por culpa de la mala caída mi costado debió de aterrizar sobre duras piedras de oximorx, por orgullo me negué a aceptar la atención médica o tratos de favor por la lesión hasta que descubrí en un reconocimiento posterior que una de mis costillas se había roto, en lugar de eso recogí la carga y aceleré la marcha hasta alcanzar la cabeza del pelotón y llegar entre los primeros.

    Ahora comprendía por qué estaba allí, por qué justo había despertado en el momento en que el instructor me dedicaba aquellas palabras, mi hora aún no había llegado, el cosmos me enviaba un mensaje, no podía rendirme allí, Walter aún no estaba a salvo y Scwick no sabría hacia donde ir si no detectaba la baliza. Cerré los puños, apreté la mandíbula y abrí los ojos, debía de alcanzar las cápsulas y aquellos soldados no me detendrían.

El barro de Vesk-8 se mete por las botas y las escamas de Sgrog mientras se levanta, al grito de su sargento. Ya va a echar a correr por el camino mojado de las prácticas de marcha cuando el cielo del planeta parpadea y se vuelve gris, naranja y negro. Al mirar hacia abajo deja de notar el barro omnipresente y solo nota el frío del metal, y los agradables sonidos militares de la marcha y las órdenes son sustituidos por las botas pesadas, el crujido de las armas láser y el estruendo de una pistola sónica. Y de pronto, toda la escena desaparece en un parpadeo y Sgrog recobra la consciencia, viéndose en el suelo de la estación Fireguard, con su martillo chispeando a su lado, en el suelo. 

De inmediato el dolor le devuelve a la realidad: el dolor de tres heridas mortales de necesidad, el dolor de un intestino hecho papilla y de un hombro atravesado de parte a parte. Solo la adrenalina, el entrenamiento y su sobrehumana constitución de vesk le mantienen con vida. Demostrando a todos el por qué los vesk son guerreros tan duros y terribles, se levanta como un muerto viviente, con la visión clara (demasiado clara, las cosas parecen afiladas y tan nítidas que duelen) y echa sin más a correr hacia las cápsulas. 

Cuando llega ve que Walter ha demostrado su valía: ha corrido hasta situarse tras unas cajas de acero, a cubierto, en una zona en la que los guardias se apelotonan sin poder desplegarse, pues es tan estrecha por una nave averiada que no pueden alcanzarle todos. Algunos se han subido a la nave rota y disparan por las puertas, pero sin mucho tino. Las cápsulas están tras él, activadas y listas, pero el mecánico kasatha parece haber esperado a su compañero, para el que previsoramente ha hecho un agujero en la endeble pared que tiene a un lado. Los guardias se quedan helados al ver aparecer al vesk corriendo con su martillo, a pesar de haberle acribillado a láseres hacía pocos segundos, y el momento de desconcierto les sirve para subir a las cápsulas y escapar por fin. 

Para cuando los soldados reaccionan, ya es tarde: Sgrog y Walter están ya en el espacio. Son lanzados junto con el resto de cápsulas, vacías. Inmediatamente las armas de la estación se activan, pero hay muchos señuelos y sus cañones están diseñados para naves, no para objetivos tan pequeños como una cápsula de escape. Algunas cápsulas vacías explotan en mil pedazos junto a ellos, pero las suyas aguantan. 

Por fin, ven aparecer, lanzada a toda velocidad, su salvación, La Righteus Indignation.