Partida Rol por web

El lobomizado agradece el encontrarse recluído una vez más entre húmedos muros de piedra. Sabe que no podría aspirar a una vida normal. El castillo es tal cual cabría esperar: húmedo, desagradable, con algún instrumental que chisporrotea ...y muy descuidado. Herr Doctor presta tanta atención y cuidados a su hogar como a sus creaciones.

Unos metros más adelante, al fondo, del pasillo una antorcha ilumina una escalera. La promesa del cuello de Frankenstein. Súbitamente, un movimiento capta su atención (y la de todos). Es el pequeño cuerpo de bebé que compartía las mazmorras con él y la mujer-rata, quien parece tratar de ocultarse.

Entonces, aquella voz amenazante. El insulto y el desprecio: "essscoria" y la promesa de agresión y una muerte brutal ...o al menos un sufrimiento atroz. El sujeto que la profiere alcanza nuestro nivel y nos ve. Nos teme. Sus delirios de grandeza se disuelven. No es más que otra burla de la naturaleza, quizá no obra del Doctor pero igual de deforme que si así fuera. Trata de huir tratando de alertar a sus esbirros.

- No... No te lo pondremos fácil. No te lo permitiré.

El aberrante ser se lanza a la desesperada contra el retorcido cuerpecillo del cobarde esbirro de Frankenstein. Pagará por lo que trataba de hacer. Pagará por lo que, seguramente, ha hecho tantas veces. Pagará... con sangre y dolor.

Siguiendo al sujeto 1.144-X,  entro en el castillo, atemorizado por la nueva compañia. Dentro del castillo, avisto a la figura del bebe. La nueva figura no le aterra, sino que despierta su curiosidad, y, mirando al gran simio, escucho una nueva voz, ya conocida. "Ven aquí esssscoria, ¡voy a hacerte puré!" . Atemorizado, busca refugio en 1.144-X, pero descubre que este se pone a correr, como puede, tras la figura. No sabe qué hacer, asi que se queda mirando la grotesca escena y a los dos sujetos que corren hacia el deforme y encorbado ser que está en las escaleras.

En un intento por comprender lo que él debe hacer, descubre que ahora es un soldado del gran simio y, como los dos sujetos que corren tras Igor, empieza a dar grandisimas zancadas hacia él.

El doctor estaba jugando una vez más a ser Dios cuando la Mano se topó con él. Indignada de ver ese ser aún mas monstruoso que ella misma, se dejó llevar por la ira y delató su posición. El "creador" al principio se sorprendió, pero su arrogancia le hizo estar desconcertado poco tiempo, tenía que hablar, como si le fuera a ayudar en algo.

Frankenstein empezó a decir que la Mano ocular era un primer paso para una mano con ojos más lista y habladora, que sus actos estaban más que justificados por el bien de la ciencia y que el miembro deforme debía acabar con su vida, como si fuera algo insignificante, que no merecía tenerse en cuenta ni en la memoria. Pero el engendro solo oía ladridos de perro, incoherencias, ya que para ella el doctor era igual de monstruo que la mano para éste.

Entonces se dió cuenta de cual era su objetivo todo este tiempo. Era mas fuerte que la libertad personal, no era ni siquiera justicia ni venganza... era limpiar un error, hacer un favor a la humanidad. Deshacerse de alguien que pretendía mejorar el mundo cuando el realidad se burlaba de él. Hacer que no quedara en la memoria de nadie ni en la historia semejante "monstruo".

Sin pensar las consecuencias, dominada por el asco y la ira, saltó hacia el doctor con todas sus fuerzas. Era él quien debía saltar por la ventana, el que tenía que desaparecer para restablecer el orden de la Naturaleza. Puede que no lograra nada y sus actos fueran precipitados, pero era mejor intentar algo que dejar que alguien así se saliera con la suya, con la idea de que no habrían represalias.

Cerraba sus ojitos, comenzando un leve llanto, pensando que ya era el fin, el fin de todo lo que había ocnocido.

En su mente, le preguntaba a Dios por qué lo hacía, qué había hecho él para merecerlo...recordaba y recordaba...las anguilas ¡OBRA DEL DIABLO Y ÉL QUEDÓ ABSORTO EN ELLAS! ¡todo tenía sentido! se había dejado tentar y uno de lso ángeles vengadores de Dios le iba a hacer volver en sí.

No había idiomas, no había palabras no pronunciadas en su mente por las que pedirle perdón a Dios. Había reconocido sus pecados, ¡y los había vencido! ya no miraría más las luces azules, los destellos eléctricos hijos del infierno. Y dios, sabedor de su arrepentimiento, mandó al liberador, al Mesías para salvarlo. Un simio, desagradable y enorme simio...grotesco el Bienaventurado que se sentaba a Su derecha...

El bebé salió, pues tenía la obligación de formar parte de las filas del Salvador. Su grito de victoria, de ira, de hermanamiento: un balbucéo que de haber habido una mujer en varios kilómetros a la redonda (obviando a la rata, que de mujer había demostrado no tener mucho más que él mismo) hubiese exclamado un "¡oooh!".

Gateó hacia el Bonobo, pues le dolía mucho todo para ponerse en pie, y estaba algo mareado. Le tocó en las piernas y le sonrió entre sus balbuceos victoriosos.

Él ya no pecaría. Su interior infantil no volvería a dejarse tentar por el Caído. ¡¡Abrazaría al Salvador y juntos alcanzarían el Cielo!!

A buen resguardo en la retaguardia del variopinto grupo de abominaciones de la naturaleza, caminando por momentos para no perderlos, terminaron ingresando en el gran castillo. La curiosidad le podía más ahora que no había ningún palpitante deseo de su baldada naturaleza. Incluso ella podía presentir, sin entender, que se acercaba una carnicería, podía percibir el tenso deseo de venganza que se respiraba en el aire.

No alcanzó a ver la criatura que estaba frente al grupo de asaltantes, pero si escuchó el siseo incesante y alarmado que debió emitir antes de huir -¡¡¡INTRUSSSSS, INTRUSSSSS, INTRUSSSSSOOOOOSSSSS!!!- dijo el desgraciado y algo en su cabeza pareció despertar... el miedo, los brazos (o las patas, a esta altura no había ninguna diferencia) empezaron a temblarle, y percibió al diabólico bebé que se arrastraba hacia el simio.

Lo que sucedió fue una mezcla de cosas, mientras su agresividad y su terror crecían al sentir la familiaridad malsana de aquel lugar, los deseos de satisfacer un ansía malsana y maligna, y la falta de intuiciones animales... observando a aquella cosita tan pequeña, conciliando su instinto maternal... se lanzó con rapidez hacia su rostro, con el objetivo de cerrar sus ojos para siempre... no por maldad, no por hambre, no por una vendetta... no, para evitarle la visión de la carnicería, tan absurdos y horribles eran los actos de la mujer-rata... que sin ser humana ni bestia, esa fue su única reacción ante el sentimiento (por darle un nombre) que le generaba aquella pequeña y herética criatura.

Y Dios es claro en sus enseñanzas, y los pensamientos del bebé le habían vuelto a traicionar.

Pensó mal de la rata y obtuvo su justo castigo. Sin aviso ninguno aquella abominación se lanza al ataque, se lanza a su cara... El bebé trata de defenderse como buenamente puede. Sus bracitos, heridos y pequeñajos no dan para mucho.

Al menos aprovechará que le ataca la cara para pegarle un par de mordiscos. Tal vez, si ve que el bebé hace daño, deje de atacarlo.

Han sido muchos los errores.

Que Dios nos pille confesados.

Y Dios es claro en sus enseñanzas, y los pensamientos del bebé le habían vuelto a traicionar.

Pensó mal de la rata y obtuvo su justo castigo. Sin aviso ninguno aquella abominación se lanza al ataque, se lanza a su cara... El bebé trata de defenderse como buenamente puede. Sus bracitos, heridos y pequeñajos no dan para mucho. Comienza aun llanto lastimero, unido a gritos de rabia mientras intenta defenderse de aquel atisbo de mujer.

Han sido muchos los errores.

Que Dios nos pille confesados.