Partida Rol por web

Alma sólo se encoge de hombros - Demuéstrame que perteneces a esa familia. Si no puedes no me hagas perder el tiempo.

Mientras las mujeres se dedican a jugar al gato y al ratón – mira a Takeshi, satisfecho por devolvérsela sin recurrir a una pelea barriobajera – yo estoy aquí perdiendo el tiempo. ¿Le tengo que pedir permiso a la magnánima señora de Mibu para largarme de una vez?

Sí, tal vez sea lo mejor - responde Tomoe, irritada por la burla - Tomohiro-dono, ordenaré que le preparen los coches.

Mi más sincera gratitud - dice Tomohiro inclinándose - Furuhashi-san ¿Podría hacer algo con el brazo de Zweihänder-san? Ya que tiene tantas ganas de acción lo enviaremos a la primera línea...

Tras desayunar delicada, pero copiosamente, ya que desde que había hablado no había hecho otra cosa que comer esperando respuesta, escuchó las conversaciones de la mesa e intentó hacerse una idea de las relaciones entre unos y otros, aunque era complicado.

Se alegró que no le negaran su petición, eso significaba que tenía un sí por respuesta, así que se preparó mentalmente para iniciar la búsqueda de aquel desgraciado que había causado tamaño desastre. Las palabras de Tomohiro a Arisa le hicieron mirar disimuladamente a la mujer pelirrosa y asentir brevemente cuando ésta le miró a los ojos por un momento, dispuesta a ayudar de la misma forma que la última vez.

Cerró los ojos y se concentró, esperando sentir la aureola de Arisa para impulsarla con su propio poder...

No había mucho que decir, el ambiente estaba caldeado gracias a cierto energúmeno. Desde la misión en la que habíamos rescatado a la niña ya había notado su ánimo por simplemente provocar, y si a eso le añadimos la maldita niña kabane me hacía considerar como de importante tenía que ser su apellido para que Tomohiro-dono lo aguantase en la tripulación.

Fuera como fuese su intervención hizo que la reunión se estuviese por acabar y fuéramos a buscar al causante de esta desgracia, lo cuál ya era algo. Así que sin más espero a la orden de Tomohiro-dono para marchar del lugar.

Tenso los hombros y respiro hondo un par de veces para no ser yo el que les diga a los guardias que le peguen un tiro por la evidente falta de respeto. Al fin y al cabo, ella puede defenderse sola y si le doy cuerda lo único que voy a conseguir es una escalada en su comportamiento infantil y pordiosero. Por lo menos me toca en el lado inteligente de las cosas, en el bando de la gente que no quiere morir. Frunzo el ceño y dirijo una mirada de leve confusión a Chihiro... Espera un momento...creo que acaba de llamarme “mujer” indirectamente.

Sigo desayunando con calma y mirando disimuladamente a los que se supone voy a acompañar en la búsqueda del criminal. Asano nunca me ha dejado tirado y se puede confiar en él, al igual que la guardaespaldas. Sólo tengo que asegurarme de que no se larguen en “Rayito” a una estampida de Kabanes. Hime-sama ya me ha demostrado que es de utilidad, pero me preocupa Alma-san y el hecho de que aún no se haya recuperado del sofoco, los golpes y la falta de sueño y comida. Tendremos que tener cuidado con ella. Miro un momento a la chica morena...me produce curiosidad y no entiendo muy bien por qué, así que desvío los ojos cuando me doy cuenta de que la estoy observando con excesiva atención. Al final le devuelvo una sonrisa sesgada a Kotaro, inclinando ligeramente la cabeza y mirando fijamente su brazo en cabestrillo. Si estás vivo no es precisamente por tu habilidad, cenutrio. Mi sonrisa se hace más amplia y cínica, y para evitar hacer algo de lo que luego la señora de Mibu me hará arrepentirme bajo los ojos y termino mi desayuno dejando toda la cubertería de la forma adecuada, y simplemente espero a que den el aviso de que nos podemos marchar, charlando en voz baja con la gente sentada más cerca de mi.

En un momento determinado establezco contacto visual con la pelirrosa y luego miro el brazo de Kotaro y enarco una ceja, sonriente. No sé si es que no quiere curarlo o no puede...pero me gustaría ver otra vez cómo hace "eso".

Reincarnation

Lyashi y Arisa entrelazan sus manos y ponen las que les quedan libres sobre el hombro de Kotaro formando un triángulo. Las dos psíquicas se miran a los ojos y tras un breve instante de comunión sus ojos quedan en blanco. Tenues ondas de luz plateada surgen de sus manos mientras Kotaro nota una agradable calidez que borra el frío y pesado entumecimiento que lastraba su pecho y brazo. La sensación del movimiento de los huesos para ponerse en su sitio y soldarse mientras la carne desgarrada a su alrededor se regenera sin dejar cicatrices no es desagradable pero sí extraña. Por un momento el hombro izquierdo de Lyashi se hunde adpotando la misma forma que la de Kotaro, pero rápidamente se vuelve a ponerse en su sitio mientras ella exhala un tenue suspiro. Cuando todo termina Kotaro inhala una gran bocanada de aire de forma involuntaria. No se había dado cuenta hasta ahora de lo difícil y doloroso que le resultaba respirar.

Asombroso - comenta Tomohiro en voz queda.

Ahora lamento aún más que haya decidido irse en la Ryugujou - dice Tomoe - Cuídala bien, Tomohiro-dono. Lyashi-san, no te vayas de Mibu sin antes pasar a verme por favor...

Andenes de Mibu

Magia

Al llegar por los andenes una feroz visión toma al asalto la mente de Arisa. La joven no puede evitar un grito de terror cuando ante ella pasan hacia atrás las imágenes de la cruda carnicería ocurrida en la Lady Lovibond tras el sabotaje. La vidente queda sumida en un profundo trance, cayendo en los brazos de Takeshi. La mano derecha de Arisa se alza señalando hacia la salida de los andenes.

Confío en todos vosotros - dice Tomohiro - Cuidad de Furuhashi-san y encontrad al culpable.

Calles de Mibu

Dos potentes coches de vapor recorren las calles de Mibu siguiendo las indicaciones de Arisa. Yûki conduce el primer coche acompañada por Hideo y su pistola de vapor. En los asientos de atrás viajan Takeshi al mando de una ametralladora y vigilando a la inconsciente Arisa. El segundo coche es conducido por Minami Sonbei con Kotaro de copiloto empuñando sus dos rifles de vapor. Atrás viajan Lyashi y Araki Suzume, quien no ha dudado en prestarse voluntaria para la misión.

Takeshi actúa como transmisión de las indicaciones murmuradas de Arisa, en cuya mente se mezclan imágenes del saboteador con el horror de los primeros días del ataque kabane. La comitiva atraviesa primero el distrito comercial de la estación con sus calles sembradas de cadáveres con el pecho reventado y los edificios manchados de sangre o medio en ruinas a causa de las llamas. Le sigue el pequeño distrito rojo con sus burdeles y sus casas de comida baratas en el mismo estado que los del distrito comercial. Aquí ya se escuchan los disparos de los soldados que luchan contra los engendros cenicientos. Algunos de ellos surgen de edificios y callejones atraídos por los ruidos de los motores gimiendo furiosos y hambrientos.

¡Por la derecha! - grita Arisa de repente.

Pero su advertencia no llega a tiempo y un kabane salta sobre el capó del primer coche tras atravesar una ventana medio desvencijada. Al mismo tiempo dos kabane se cuelgan de las barras metálicas del segundo coche. Uno de ellos agarra a Sonbei, que derrapa durante unos segundos y consigue que el kabane se suelte estrellándolo contra un edificio...

Yûki estaba concentrada en el camino que tenia delante, pero su sentido del oido estaba pendiente de cualquier sonido que pudiera sonar sospechoso, lo que no esperaba es aquel kabane se interpusiera en su campo de visión, obligandola a reducir la marcha debido a la sorpresa.

Sus ojos se estrecharon mientras miraba el cuerpo medio descompuesto del tipo y volvió a pisar el acelerador mientras daba pequeños volantazos para desestabilizarlo, en una de las curvas, intentó hacer derrapar el vehículo para lanzarlo fuera debido a la inercia del movimiento.

En cuanto llegaron a los andenes, el mundo se transformó en un instante a los ojos de la psíquica. Varios kabane corrían a su alrededor, atacando a los defensores de la Lady Lovibond, con sus ojos brillando como ascuas y sus bocas abiertas chillando y gruñendo. Algunos kabane caían, con un boquete en el lugar en el que debería estar su corazón, mientras que otros se volvían a levantar, sin brazos o con media cabeza desaparecida. Las balas pasaban silbando cerca de la cabeza de Arisa, que no podía evitar encogerse en un respingo, aún sabiendo que no estaba en ese lugar físicamente.

Pero pronto empezó lo peor. Un trozo sanguinolento cayó frente a ella con un chapoteo. Y luego otro, y otro... Arisa levantó la vista para encontrarse con un grupo de kabanes que habían atrapado a un soldado, despedazando a mordiscos su armadura y peléandose por sus intestinos, lanzando restos de cualquier forma a su alrededor. La escena se repetía en distintos lugares, con distintos soldados, pero todos con la misma cara y de horror antes de que fuese arrancada de sus huesos entre los gritos de su dueño. La joven dio un chillido, aterrada, mientras notaba espesas lágrimas cayendo por sus ojos, que no eran suficientes para ocultar semejante espectáculo. 

En medio de aquella locura, Arisa tardó unos momentos en recordar a qué había "vuelto" y se dispuso a buscar la presencia de Gennosuke. Consiguió localizarle huyendo junto a un gran grupo de soldados, mermados tras la carnicería. "Por allí... tenemos que avanzar." La visión le hacía difícil moverse en el mundo físico, pero en cuando todo empezó a desplazarse a su alrededor, supo que habían recibido el mensaje. 

Las calles de Mibu eran otro hervidero de kabanes. Había familias por las calles, gritando y resistiendo a duras penas el avance de esos monstruos, tapiando las puertas con tablones de madera que se quebraban bajo los dientes de los monstruos. Una madre que empujaba a su hija dentro de casa, era mordida por un kabane y se abalanzaba sobre la misma casa, dejando un charco de sangre saliendo por la puerta. Un hombre intentaba clavarse una aguja de metal en el corazón de forma desesperada, sin éxito, mientras su piel palidecía y sus ojos brillaban cada vez más. Ríos de sangre bajaban por las calles, acompañados de manos, piernas y cabezas, despojadas de sus cuerpos... 

Arisa da un respingo cada vez que una bala pasa a su lado o cada vez que un kabane salta sobre una persona a través de ella. Aunque su mirada sigue fija en el hombre que ha conseguido subir a un transporte de emergencia, la joven percibe algo más nítido, más "presente" de lo normal, corriendo hacia ella desde una de las calles contiguas. Aunque da la voz de alarma y todavía no puede ver que hayan llegado hasta ellos, Arisa siente un tirón en el mundo real, pero no dolor. "No me han mordido, ¿verdad? Sigo viva... ¿Y los demás?" Todavía nerviosa y pendiente del coche en el que avanzaba Gennosuke, la psíquica intenta concentrar el resto del mundo en el presente-futuro o buscando la forma de avanzar su visión más allá.

Es alucinante lo que están haciendo, y me levanto de la mesa en silencio para poder ver mejor todo el proceso, dando un pequeño respingo cuando veo el hombro de la joven morena moviéndose. Rascándome la nuca asiento con fervor al comentario de Mogami-sama, y luego salgo del salón tras haber hecho un leve gesto de despedida con la cabeza a mi madre y Chihiro. De verdad, de verdad, de verdad que quiero investigar las capacidades de las dos muchachas.

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Casi no me da tiempo a avanzar un par de pasos cuando veo a la pelirrosa desvaneciéndose. Hace menos de cinco segundos estaba perfectamente, pero ha pegado un grito y...de forma torpe la sujeto y la levanto. 

-Te pillé, Furuhashi-san. Deberías haberte acabado el desayuno.- Se me escapa mientras la pego a mi, dando gracias en mi mente de que sea tan pequeña; el maldito kimono que lleva puesto abulta bastante más que ella. Asiento a Mogami-sama y luego hago un gesto hacia dónde señala la vidente. Después empiezo a andar en esa dirección con la muchacha en brazos.- Lo haremos lo mejor que podamos, señor.

Al llegar al coche primero meto a la chica, procurando que esté lo más cómoda y alejada de las aberturas posible. Sé que no es muy adecuado pero la cubro con mi chaqueta, por lo menos que no se congele o lo que quiera que le pase durante los trances. Se me escapa una risita al pensar que estoy haciendo de tapar a Hime-sama con mi chaqueta una costumbre un poco rara.

A partir de ahí mi atención se divide entre servir de emisario para la pelirrosa, comprobar que la metralleta está lista y disponible y procurar que la pobre chiquilla no se me caiga al suelo. Al final opto por protegerla  con mi cuerpo al menos parcialmente, la última vez que lo hice funcionó. Además así le doy más puntos de apoyo que eviten una caída.

Al oír el grito de Arisa miro hacia delante, a tiempo de escuchar el golpetazo del Kabane aterrizando sobre nuestro capó. Tenemos un problema. Con el ceño fruncido le cubro la cabeza con parte de la chaqueta, lo que menos necesitamos ahora es que alguno de esos muertos vivientes vea la colorida cabecita y se le ocurra la feliz idea de intentar agarrarla. Porque lo reviento así me lleve la mitad del coche por delante.

-Hime-sama, sé que lo estás haciendo lo mejor que puedes pero nos vendrían bien un par de segundos de ventaja.- Como no creo que me esté oyendo (o que sea consciente de lo que pasa a su alrededor) yo mismo empiezo a buscar Kabanes que puedan intentar saltarnos encima. Pero eso me exige sacar los ojos de la joven, así que con gesto resuelto la pego un poco más a mi, procurando que mi brazo se quede pegado al suyo.- No sé si me oyes, pero si necesitas algo limítate a clavarme las uñas hasta que te haga caso.

A partir de ahí me preocupo en mantener la zona libre de Kabanes, haciendo de pantalla para la inconsciente muchacha.

Un poder así y la gente lo aceptaba sin más. Cierto que no dejaban una horda de cadáveres caníbales tras de si pero podían ser igual o más peligrosos que gente como yo. Sin embargo ellos eran alabados por sus dones e incluso las familias nobles estaban orgullosas de sus miembros con esas habilidades. Debido a esto no puedo evitar sentir cierta envidia ante el milagro que estaba ocurriendo delante mía.

Fuera como fuese, una vez curado el brazo del mestizo, salimos camino a la Lady Lovibond donde otra vez basamos nuestras acciones en los poderes de la noble. Esta vez parecen afectarle muy fuerte mientras un desgarrador grito surge de su garganta mientras se desmaya en brazos de Takeshi... como lo viese Chihiro-san seguramente volvería a gritar las mismas cosas que dijo en la enfermería ayer. Sin embargo no había tiempo para imaginarme situaciones, pues al parecer dentro de ese trance en el que había entrado Furuhashi-hime había alguna manera de localizar al responsable de todo este desastre. Por lo que sin más subo a uno de los vehículos y preparo mi arma por lo que pueda pasar.

Según vamos avanzando los problemas no se hacen esperar mucho y un kabane salta encima del capó de nuestro vehículo. Sin dudar un segundo le disparo un par de veces sin preocuparme donde le daba, pues suponía que el impacto bastaría para derribarlo y dejarlo atrás.

Cuando Arisa y Lyashi formaron un triángulo con Kotaro, su primera reacción fue la de adoptar una pose y risilla de fanfarrón. -- ¿Vais intentar asustarme con bobadas asustaniños? No me hagáis reír – Vuelve la mirada a Tomohiro, manteniendo la risilla pero esta vez con una mirada desafiante -- ¿Qué pretendes conseguir con esto?

En cuanto siente que en el interior de su brazo izquierdo algo que debería estar quieto empieza a moverse, rápidamente vuelve la mirada hacia las dos chicas. – Pero qué c… -- No habría dudado en alejarse y ponerse a la defensiva de no ser por la agradable sensación que producía la “magia” de las dos… ¿brujas? -- ¿Los putos inútiles de la Ryugujou tenían razón? ¿¿Existen las brujas??

Tras el ritual o lo que aquello fuera, observa desconcertado a Arisa y Lyashi, todavía tratando de calmar su estado de alerta. Se acaricia y palpa su costado izquierdo, buscando comprobar que de verdad le han sanado. Le pareció muy irónico y a la vez una victoria moral que la propia nobleza utilizara “milagros” en un individuo como él, la antítesis de lo que ellos representan.

Aunque Kotaro odiaba deberle favores a nadie, sabía que la orden dada a ambas “brujas” no fue desinteresada. – Por lo menos existen algunos nobles que saben cuándo les interesa cuidar a sus perros – piensa, volviendo momentáneamente la mirada a Tomohiro mientras sigue acariciándose levemente, todavía con cierto desconcierto.

La reacción posterior, casi instintiva, fue mirar a Chihiro buscando alguna respuesta. -- ¿Sabías lo de Arisa? ¿Por qué no fue lo primero a lo que se recurrió?

Antes de que se marcharan de su lado vuelve la mirada a quienes de verdad les podía deber algún favor. Apenas sabía nada de Lyashi, pero la impresión que tenía de Arisa desde que la conoció en la Ryugujou ahora le dejó dubitativo. -- ¿Por qué te sometes a un “señor” pudiendo hacer esto? ¿Por qué no utilizas tu brujería para cambiar el mundo? – Instintivamente se hizo preguntas que surgieron tras empatizar, desde un nuevo punto de vista, con la joven noble. Sin embargo, no estaba seguro de querer saber las respuestas – Podrías cambiar el mundo… pero también podrías asegurar que queda sometido a tus amos.

Tratando de disimular su reciente fascinación por lo ocurrido, estira su brazo izquierdo y comienza a abrir y cerrar con fuerza su mano. A continuación hace un par de movimientos hacia la izquierda con su tronco para asegurarse de que sus costillas vuelven a estar como antes del encuentro con el fundido.

El kabane intenta agarrarse a las barras del coche para evitar ser lanzado a volar por la maniobra de Yûki, pero los disparos de Hideo le abren un agujero en el vientre y le dejan una pierna colgando de unos pocos jirones de carne. El kabane sale despedido dejando un rastro sanguinolento sobre el capó.

En el coche de atrás el culatazo de Kotaro rompe la mandíbula y arranca varios dientes del kabane que intenta subirse. El disparo del fusil hace salir volando la mitad del pecho y le arranca el brazo izquierdo. El engendro se suelta y rueda varios metros por el suelo detrás del coche antes de detenerse mientras su brazo sigue agarrado al coche.

¡Mierda! - maldice Sonbei. Mientras Kotaro estaba ocupado una multitud de kabane ha salido del callejón en pos del primer coche. Suzume dispara al primero de ellos atravesando su corazón y haciéndole dar media vuelta sobre sí mismo antes de caer.

¡Son demasiados! - grita la soldado

¡Agarraos! - Sonbei hace da un volantazo y desvía el coche por otra calle perdiendo de vista al primer coche...

¡Arisa, Lyashi! (1) - la voz de Yamato Ryushun se abre paso en la mente de ambas jóvenes entre el ruido de los motores, los estallidos de los disparos y los rugidos de los kabane. Sin embargo el noble enmudece por un momento cuando el torrente de imágenes que se entremezclan en la mente de Arisa irrumpen en el vínculo psíquico. Lyashi siente su cuerpo desplomándose sobre su asiento mientras sus propios recuerdos de estar encerrada en la jaula del cuartel se mezclan con los de Arisa.

En otro recuerdo se ve a Lyashi desnudándose ante la mirada escrutadora del capitán Saito mientras otra mujer tiembla de puro terror cuando deshace el nudo de su obi. 

No voy a violarte, mujer - dice la voz de Saito - Pero si no me muestras tu cuerpo te mataré ahora mismo.

Sentimientos de dolor, culpa y rabia inundan el vínculo cuando la segunda mujer obedece mostrando la mordedura de kabane en su brazo izquierdo.

No podías hacer nada - intenta consolarla Ryushun - Este mundo es así.

Alguien zarandea el cuerpo de Lyashi. El rostro de Suzume se abre paso entre las atroces visiones del pasado reciente de Mibu. De repente un par de manos cenicientas la agarran del cuello y la levantan apartándola de su vista. Lyashi sólo tarda un segundo en comprender que de alguna manera está compartiendo la capacidad de Arisa para ver el futuro a través del vínculo creado por Ryushun (2)...

Yûki maniobra el coche con destreza esquivando o pasando por encima de los cuerpos de los kabane derribados por la pistola de Hideo o la ametralladora de Takeshi, a quienes Arisa ayuda con sus capacidades precognitivas.

Sin embargo algo le pasa a Arisa que le impide avisar de la multitud de kabane que surge de un callejón y obliga al segundo coche a girar bruscamente para evitar estrellarse contra ellos y perdiéndose de vista.

No voy a violarte, mujer - balbucea Arisa con voz ronca que no parece la suya - Pero si no me muestras tu cuerpo te mataré ahora mismo.

Hideo está terminando de recargar las balas de su pistola, pero la caldera está casi agotada. Yûki traga saliva al ver que hay seis kabane corriendo de frente hacia ellos. Los de delante van desnudos y tienen numerosas heridas viejas y recientes salpicando su piel cenicienta. Cuando levantan los brazos se pueden ver las garras largas y melladas que surgen de sus dedos. Sus bocas están repletas afilados colmillos chorreantes de sangre y saliva. Se lanzan a la carrera sin miedo alguno a ser atropellados...

¡Lo siento! ¡Lo siento! - grita Sonbei al tomar el desvío - ¿Por dónde vamos ahora?

¡Lyashi! ¡LYASHI! - grita Suzume desde atrás - ¡Oe! ¿Qué te pasa? ¡Respóndeme, Lyashi!

Por si todo eso fuera poco el coche no deja de dar bandazos para esquivar a los interminables kabane que no dejan de salir de casas y callejones, demasiados como para que Kotaro pueda derribarlos a todos.

¡Necesito saber por dónde voy! - exige Sonbei

¡No tengo ni idea! - responde Suzume - ¡La que guiaba era la vidente del pelo rosa! ¡Intenta encontrarlos!

Kotaro ve entonces a un kabane que empuña una naginata con la hoja astillada mientras corre hacia el coche. Lo que le hace sentir un escalofrío no es el arma en sí, sino que la mantiene con la punta hacia abajo, apuntando hacia la rueda del coche...

No os preocupéis - dice Ryushun - Os mantendré vinculadas mientras me sea posible...

Las palabras de Kotaro sacaron a Lyashi de su complacencia, disfrute y pasividad. - ¿Con que esas tenemos, eh? Tu madre debió darte unos azotes de pequeño, insolente. - Sin importarle qué fuera lo que pensaran el resto de ella y arriesgándose como nunca antes había hecho, se levantó y, mirando a Arisa a los ojos, asintió antes de concentrarse en reparar los daños sufridos por aquel bocazas. La energía le recorría, se entrelazaba con la de Arisa de una forma que era totalmente nueva para ella, tocándose entre ellas en su misma esencia hasta formar un sólo hilo de energía , dirigiendo el zarzillo de energía a las zonas maltrechas y heridas de Kotaro. Notó como su hombro y costillas se rompían y volvían al sitio, el dolor fue corto, pero intenso. Cuando volvió todo a su sitio lanzó un hondo suspiro de alivio, deseando no volver a probar ésto de nuevo en un buen rato. Para ella era doloroso en extremo, pues sufría las mismas heridas que su paciente pero en un intervalo de tiempo muy pequeño, lo cual concentraba todo el dolor de una. Y esto era algo que nadie que no hubiera experimentado sabría, y por supuesto, que no agradecería. Había que tener una enorme fuerza de voluntad y sacrificio por los demás para hacerlo. 

Claro que la gente pensaba que usar éstos dones era gratuíto, cuan equivocados estaban. 

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Al subir al coche a vapor pensó que le harían conducir, pero la relegaron a la parte trasera, suponía que pensando que debían protegerla ahora que era la conductora de la hayajiro. La arrancada del vehículo despertó su instinto y automáticamente se puso a buscar Kabanes a su alrededor. Pronto se introdujeron entre las calles infestadas y las escenas que allí sucedían le hicieron sentirse mal. Allí el horror no se había detenido y la gente, mientras ellos habían estado descansando, disfrutando de un buen baño y comiendo con total tranquilidad, había seguido sufriendo miedo, horror y muerte. 

Los gritos y la sangre seguían estando a su alrededor y por un momento volvió a su pequeño barrio, donde nadie importaba a los demás excepto para sacarle algo en beneficio propio, para aguantar un día más. La cara de Aoi retornó a su mente mientras ella estiraba de la anilla que hacía explotar aquel artefacto encima de su corazón, dándole la paz que demandaba y enviándola con sus antepasados. 

Un golpe en el capó del vehículo la hizo retornar al presente y se percató que los kabanes, posiblemente alterados y enfurecidos por el ruído de los vehículos, así como la concentración de carne y sangre en poco espacio, se tiraban literalmente encima de ellos para tratar de alcanzarlos. 

Arisa estaba concentrada intentando encontrar, mediante sus poderes, al responsable de todo aquello. - ¿Qué más sabrá hacer ésta chica? - pensó Lyashi. Takeshi parecía tener algún tipo de vínculo emocional fuerte con ella, pues la protegía con su propio cuerpo mientras trataba de apuntar con aquella poderosa arma a los Kabane. Tenía que hacer algo. 

Sin decir, nada, se acurrucó entre las piernas de Suzume, abrazando a Arisa y se concentró de nuevo. Al instante, quedó inerte como si estuviera muerta. 

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Pronto comprendió superficialmente como funcionaba el poder, y se lanzó si pensar a usarlo. Una vorágine de recuerdos entremezclados la inundó y se percató que Ryushun estaba presente con ellas. Sintió un momento de vergüenza pero se sobrepuso, a sabiendas de que tenía que controlar todo ésto o estarían muertos, todos. 

Dejó que la desagradable sensación pasara por encima de ella, la atravesara y la miró desde atrás, controlando, ahora sí, aquel torrente. En todo momento aquello tironeaba de ella a punto de escaparse, pero se mantuvo firme canalizando el poder para rebajar la tensión de Arisa. Puso lo mejor de ella para que el poder no se descontrolara. 

- Arisa, estoy aquí, a tu lado. Tranquila...yo te ayudaré. Juntas podemos conseguirlo. No tengas miedo. - habló con ella. 

La voz de Ryushun las inundó y ella asintió - Gracias - le dijo. 

Conseguimos dejar atrás al kabane gracias a la maniobra de Yûki, por su parte la pelirrosa empezaba a decir cosas sin sentido. A saber por lo que tendría que estar pasando y aún más si nos iba a servir de algo sus indicaciones. Por si fuera poco mi pistola se estaba quedando sin vapor, así que tampoco me iban a quedar muchos disparos.

Sin embargo la situación no es precisamente una en la que pueda ahorrar munición, pues de repente aparecen 6 kabane que no dudan en cargar contra nuestro vehículo. Ante esta situación me asomo por el lado para no interponerme entre la ametralladora de Takeshi y me pongo a disparar intentando eliminar a la mayor cantidad posible.

- Takeshi un poco de ayuda vendría bien.- esto último lo grito para hacerme oír sobre el ruido del momento, aunque sin acritud aparente. En cambio si que había cierta tensión en mi tono pues solo dos de ellos habían caído.

Jesús, creo que a Arisa se le ha ido la cabeza de todo, o al menos eso parece. Además el otro coche se ha tenido que desviar por culpa de los malditos Kabane, que están empezando a amontonarse de mala manera. Estoy recargando la puñetera ametralladora y oigo a Hideo hablarme, así que me giro un momento y le sonrío de oreja a oreja mientras le hago el gesto de la victoria con los dedos. Acabo de tener una idea maravillosa.

Hay muchas maneras de disparar un juguetito como el que tengo entre las manos, una de ellas se llama “fuego de supresión”., y todavía no la he probado. Termino de asegurar la cinta de munición con un gesto brusco y miro hacia abajo, a Hime-sama. Le hago un gesto para que abra la boca y que no se le revienten los tímpanos y luego le sonrío con sorna. Pobre muchacha, la que le espera...

Tras afianzar los pies abro fuego. A lo bruto y sin miramientos, literalmente parando el avance de los monstruos a base de disparos. Pronto empiezan a saltar trozos, a medida que mis balas van mellando a esas bestias. La sangre salpica por todas partes y las manos empiezan a dolerme de mantener la ametralladora y dirigirla hacia el bulto de seres que van a intentar matarnos, pero aprieto los dedos y me muerdo la parte de dentro de los carrillos para no soltar una carcajada. Este cacharro es la leche.

Disparo imaginándome cuántas personas habrán caído ante esas garras, la cantidad de sangre inocente derramada, lo que pasaría si nos echan las manos encima. En la medida de lo posible me gustaría poder darles una oportunidad, pero sé que ellos no nos la van a dar a nosotros. No paro de disparar hasta que son una masa pulposa y asquerosa que ya nada malo puede hacernos. Cuando saco las manos de los mandos estoy temblando. Bajo un momento la vista hacia la pobre muchacha, a la que acabo de dar un meneo de cuidado debido a la vibración y al inevitable movimiento que producen varias decenas de disparos. Tras asegurarme de que está bien y hacerle un gesto de consuelo (asegurándome de pasada y disimuladamente que ningún trozo le ha caído encima) miro a Hideo.

-Espero haber estado a la altura.- Le digo a voz en cuello mientras cambio la cinta de munición.- ¿Cómo vas de balas?.

Con un conductor que se ha perdido y empieza a desquiciarse, una bruja que acurrucada e inmóvil parecía bajo un ataque de pánico y una voluntaria que también parece fuera de juego, Kotaro se sintió muy “con el culo al aire”. – Pero qué cojones… ¿Por qué coño aceptan venir si ya se están cagando encima? Para colmo me toca ir con ellos, maldita suerte la mía. La enana por lo menos tenía pelotas. -- piensa, acordándose de Yûki.

***

PEDAZOS DE MIERDA – grita, mezclándose su voz con el rugir del vehículo. No se podía saber si se refería a los kabane o no, pero se calló repentinamente al ver al que portaba la espada. – Ése no es un fundido… ¿los normales también saben usar armas? ¿¿Pero qué coño pasa aquí??

Ante la adicional sensación de inseguridad que su reciente descubrimiento le iba a provocar, como si fuera un método de defensa psicológica desarrollado y asentado en su ser desde hace muchos años, convierte el miedo en coraje y frialdad.

Estira un brazo apuntando a su objetivo. Bastaría con inutilizarle la mano o hacer que el impulso de la bala lo empujara hacia atrás en el momento oportuno, pero Kotaro no se sentía satisfecho con esas soluciones. Sus entrañas le reclamaban una actitud de depredador, de cazador, de carnívoro; sabía de sobra que una actitud de herbívoro, de ovejita asustada, le habría llevado a la muerte hace mucho tiempo.

En definitiva, en la mente de Kotaro el objetivo es exterminar, no huir. Su actitud le dice que si los kabane tuvieran conciencia, serían ellos los que tendrían temerle y no al revés.

Con una frialdad que desentona con el resto de ocupantes del vehículo, dispara su rifle apuntando directamente al corazón de su objetivo, terminando con sus días*.

 Rápidamente vuelve su atención a los ocupantes del vehículo. – Tengo que hacer algo…

¿ME HABÉIS OÍDO? OS VAIS A CONVERTIR EN MONTONES DE MIERDA DE KABANE COMO NO MOVÁIS EL PUTO CULO – sigue gritando como un sargento, esta vez dejando claro a quién se está refiriendo.

SONBEI, SIGUE HACIA DELANTE HASTA ENCONTRAR UNA CALLE ANCHA Y CON MENOS OBSTÁCULOS. Una vez ahí gira a la izquierda para seguir al otro vehículo en paralelo. Si los perdemos al menos les quitaremos algún kabane de encima desviando su atención hacia nosotros y alcanzaremos a los soldados.

TÚ – le grita esta vez a Araki, tal vez porque siga en modo sargento, meramente por la adrenalina o porque no quiere que su voz se pierda con el ruido del motor – A QUÉ COÑO ESPERAS PARA COGER UN PUTO RIFLE**

Y TÚ – mira a Lyashi, aparentemente acobardada – TÚ… SI TE VAS A CAGAR ENCIMA DEBERÍAS HABERTE QUEDADO EN LAS LETRINAS DEL CASTILLO. ¡¡COGE UN PUTO RIFLE Y HAZ ALGO!!