Partida Rol por web

La conversación es interrumpida por una risa cargada de desprecio. Todas las miradas se dirigen hacia Wong, que mira a los presentes con ojos desorbitados y enloquecidos.

No es sólo Kuroyama Shin-sama, niña - le dice a Yûki - El Kokuryukai es mucho más.

A un gesto de Tomoe los soldados llevan a Wong en volandas hasta arrodillarlo junto a Gennosuke.

Explícate, traidor miserable - le exige la mujer

¡JA JA JA JA JA! ¿De verdad crees que esto era todo, estúpida? A estas horas nuestros mensajeros ya están diciendo a todas las estaciones cercanas que Mibu ha caído en manos de los kabane por culpa de esa perra extranjera. Pronto habrán convencido a todos los gobernantes para que cierren sus puertas a los extranjeros y exterminen a los que estén dentro de sus murallas. Y todavía nos quedan muchos agentes en Mibu que terminarán lo que empezó con la Lady Lovibond ¡JA JA... HAK!

Saito interrumpe la risotada del hombre dándole un golpe en la nuca que le hace estrellar la cabeza contra el suelo.

¿Pero por qué? - pregunta Tomoe enfurecida - ¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Satisfacer vuestra simple y mezquina xenofobia?

Wong vuelve a reírse sin levantar la cabeza del suelo - Eso podrás preguntármelo cuando nos veamos en el infierno, maldita yegua.

Cuando vuelve a levantarse sus ojos refulgen con el intenso brillo rojo de los kabane. La piel alrededor de su boca se ha convertido en una costra negra surcada de brillantes líneas rojo-doradas. Lanzando un alarido hambriento Wong aprisiona la garganta de Gennosuke entre sus dientes...

Cuando escucho a la petición de la joven morena de gafas no puedo evitar poner una mueca, entendía perfectamente porque lo hacía. Maldita sea, estoy seguro de que la mayoría de los que estábamos en esa sala lo entendíamos. Al fin y al cabo esas ganas de venganza vienen de la mano con épocas como esta. Sin embargo en el fondo no iba servir de nada, ni ella se iba a sentir realmente mejor, ni quien hubiese muerto iba volver a la vida. Fuera como fuese esa decisión estaba en manos de la madre de Takeshi. Lamentablemente nos quedamos sin respuesta pues el otro zelote que habían atrapado empieza un discurso bastante enfermizo justo antes de que se desate el caos.

Mierda.- Sentí demasiado tarde la infección como para actuar a tiempo y ahora se habían perdido a los dos únicos miembros del  Kokuryukai que conocíamos. Lo peor es que estaban infectados y, aunque estaba seguro de que capitán de la guardia era bueno en su trabajo, él único que no corría peligro de infectarse era yo por lo que avanzo rápidamente y agarro a ambos del cuello para estamparlos e inmovilizarlos contra el suelo y que el resto hagan lo que tengan que hacer.

La petición de Lyashi deja algo desconcertada a Arisa, ya que no esperaba que la joven tuviese tanto rencor hacia Gennosuke. Pero después de lo que pretendía hacerle ella a Wong, no podía culparla. Aquellos hombres eran escoria y estaba claro que ninguno desearía para ellos una muerte rápida. 

En ese momento, la basura que todavía no había hablado, levanta la voz entre risas, provocando que la pelirrosa apriete los dientes y tenga el deseo de ponerse delante de Takeshi para evitarle la simple visión del asesino de su padre. Se mantiene tensa mientras la escoria habla, deseando que apaguen su voz de una vez por todas hasta que él mismo la calla, mordiendo la garganta de Gennosuke. Durante unos instantes se queda sin saber muy bien qué pasa hasta que Hideo atrapa a los dos por el cuello contra el suelo. 

Kabanes. No. Otra vez no.

Su mirada se desvía hacia Takeshi, hacia Tomoe y finalmente hacia Saito. Demasiada gente que proteger y demasiadas pocas armas en la sala. La muerte de cualquiera de ellos supondría una tragedia para todo Mibu, para Hinomoto y... La visión de Takeshi gritando de nuevo se interpone en su mente, obligándole a mirar de nuevo las figuras de los dos kabanes sin poder liberarse.

Nunca más...

Sus ojos violáceos se mantienen fijos en la figura de Wong, a la vez que sus puños se aprietan. Al igual que en el patio, sus rizos se alzan como si estuviesen flotando sobre un mar invisible. La cabeza de Wong se aplasta de nuevo contra el suelo y poco a poco se gira hacia Hideo, crujiendo poco a poco.

Nunca más le harás daño...

La cabeza sigue girando en la misma dirección, una, dos vueltas, produciendo cada vez más crujidos hasta que la piel y la carne se desgarran enteramente del cuello. La psíquica alza la barbilla y la cabeza de Wong queda flotando a un par de metros de altura del suelo, mirándola con un rostro deformado por la enfermedad kabane, chorreando sangre con un sonido desagradable. Ella no aparta la mirada y respira pesadamente, esbozando una sonrisa desafiante, sintiéndose realizada por haber terminado esa cuenta pendiente.

...

La sonrisa desaparece poco a poco tras unos segundos, en el momento en el que Arisa se da cuenta de lo que ha hecho. Su pelo vuelve a ceder bajo la gravedad y la cabeza hace un ruido sordo al chocar contra el suelo de forma natural, al lado del cuerpo al que antes pertenecía. Sus manos tapan su boca, intentando ocultar esa fugaz sonrisa, junto con las ganas de gritar que tiene en ese momento. Ni siquiera se atreve a mirar a nadie, sabiendo que no hay nada bueno que le puedan decir en ese momento. 

Sólo hay que acabar con el otro...

Al ver como aquel desgraciado mordia a la otra inmundicia desenvainó con suavidad su katana de acero kabane, pero de repente.... Yûki tuvo que parpadear varias veces para saber si lo que realmente estaba sucediendo era verdad. Le parecia casi imposible que alguien de la dulzura de Arisa hiciera algo como aquello.

Pero aquello no terminaba con el criado*. Había que atravesar su corazón. Como Hideo seguía sujetando a lo que quedaba de Gennosuke decidió ensartarlo ella primero, pues nunca se sabia que podia hacer una cabeza sin cuerpo. Mejor no arriesgarse

Lyashi apretó los labios al escuchar a aquel interfecto reirse y hablar. Deseaba que se callara, que le dieran permiso y quedarse a solas con el asesino, pero mantuvo su rostro todo lo impasible que pudo.

Las palabras del criado afectaron al principio a Lyashi, pero al poco las racionalizó. - ¿Quién se pondría a matar a extranjeros a mansalva sin pruebas? Incluso si le dieran pruebas, ¿no existen leyes? ¿los líderes son tan manipulables? ¿Acaso un extranjero en tu ciudad tiene la culpa de lo que haya hecho otro en otro sitio? - se preguntó, dándole la vuelta a los argumentos que aquel idiota daba. No tenía sentido, y dudaba que aquello fuera adelante, aunque siempre había fanáticos que harían lo posible para que sus ideales dominaran el pensamiento global. Lo de que habían otros agentes en la ciudad y que iban a sabotear todo para terminar el trabajo, eso le daba más miedo, quizá por lo inmediato o por la cercanía...o porque eso era mucho más creíble que lo otro. También podría ser que el hombre se lo estuviera inventando todo para sembrar ponzoña.

Lo que no esperaba es que aquel hombre se convirtiera también en un Kabane allí en medio, vigilado como estaba, y se abalanzara sobre Gennosuke.

A continuación todo sucedió muy rápido.

Hideo se lanzó encima de los dos prisioneros para tratar de inmovilizarlos, es decir, se lanzó hacia el Kabane y el futuro Kabane y les empujó contra el suelo. De repente, la cabeza de wong se puso a dar vueltas como una peonza y con un crujido de huesos rotos, y un chasquido húmedo, se separó del cuerpo, cayendo al suelo. Lyashi miró a Arisa, pues ésta aún manifestaba como una pequeña aura invisible que hacía que su cabello se alzara hacia arriba. - Vaya. - pensó.

Yûki, rápida y expeditiva, como siempre la había visto hasta ahora, desenvainó la espada y la clavó en el corazón del criado.

Ella simplemente se preparó, se concentró y permaneció atenta*. No dejaría que aquellos monstruos hicieran daño a nadie, aunque tuviera que descubrir el poder de su otro yo, el poder por el cual había sido repudiada por muchos.

Mientras Yûki remata el cuerpo de Wong Saito se dispone a acabar con Gennosuke, pero se detiene al notar la gélida aura negra que rodea a Lyashi. Del aura surgen varios tentáculos que se introducen en el cuerpo del hombrecillo agonizante atravesándole el pecho. Tras retorcerse de agonía durante unos segundos Gennosuke queda inerte en el suelo.

Los soldados retroceden asustados de la asesina psíquica. Algunos de ellos incluso levantan sus fusiles y apuntan a la joven.

¡Bajad las armas imbéciles! - ruge Saito. Los soldados obedecen de inmediato.

La estancia queda en silencio hasta que Tomoe golpea el suelo con el pomo de su naginata - Quitad esa basura de mi vista - dice señalando los cuerpos de Wong y Gennosuke. Mientras los sirvientes acuden para llevarse los cuerpos Tomoe se dirige al señor de la Ryugujou.

Tomohiro-dono, te estoy más que agradecida por lo que tus hombres han hecho por mí y por esta estación. Si puedo hacer algo para devolverte el favor sólo tienes que pedirlo.

Tan sólo pediré que me proporcione los repuestos, munición y combustible para seguir nuestro viaje, Fukui-sama - responde Tomohiro inclinándose.

En tal caso siéntete libre de coger cuanto necesites de nuestros silos y almacenes. Me ocuparé de que no te pongan inconvenientes. Ahora, si no te importa, te pediría que tú y Lyashi-san me acompañaseis. Tengo una cuenta pendiente con ella antes de dejarla marchar de Mibu. Takeshi-san, espérame junto a tu padre por favor.

Por supuesto, Fukui-sama - Tomohiro vuelve a inclinarse ante la mujer y se vuelve hacia Hideo - Vuelve a la Ryugujou y ayuda a Natori-san, por favor...

Arisa-san - la voz de Ryushun se cuela en la cabeza de Arisa. El noble no quiere interrumpir la conversación entre Tomoe y Tomohiro - ¿Me acompañarías a dar un paseo, por favor?...

Me mantengo en silencio durante todo el camino de vuelta, estirando de vez en cuando y con gesto ausente las zonas de mi ropa que se están quedando rígidas debido a la sangre que las ha encharcado.

Mi madre nunca me perdonaría que me comportara como una persona débil delante de desconocidos, y mucho menos que la tratara como quiero tratarla ahora mismo, así que me mantengo todo lo sereno que puedo en un discreto segundo plano ligeramente por detrás de ella, intentando mantener la misma expresión de tranquilidad aunque ahora mismo me están matando las ganas de torturar a esos dos impresentables. La tentación de estrechar a mi madre entre mis brazos es tan poderosa que estoy empezando a plantearme la posibilidad de hacerlo aunque me vean todos.

No he tenido tiempo de verla a solas antes del juicio, sólo he podido cambiarme para evitar el impacto psicológico de que tuviera que ver a su único hijo con la ropa empapada de la sangre de su esposo, así que mantener la compostura me está costando mucho.

Compostura que se me va un poco de las manos cuando escucho las explicaciones de los prisioneros, aunque se me escapa una fiera sonrisa al ver a mi madre acuchillando a uno de ellos con su arma. Siento alivio al ver que la señora de Mibu decide mantener a nuestros aliados vivos, no me esperaba menos, y tenso la mandíbula al escuchar lo que tiene que decir ese malnacido xenófobo; lo que ofrece la muchacha morena acerca de la tortura me está gustando demasiado e intento mantenerme concentrado en los detalles que están diciendo mis compañeros. Sólo reacciono al escuchar a ese bastardo insultar a mi madre y lo que sucede después. Miro a nuestro jefe de guardias antes de que la señora de Mibu se tome la justicia por su mano. No voy a repetir la triste hazaña de perder a uno de mis progenitores a manos de semejante basura.

-Sait...

Y entonces Arisa, la dulce muchacha que una vez torció el gesto al casi escucharme decir una palabrota, le arranca la cabeza al hombre que se acaba de convertir en kabane. Y sonríe al hacerlo, provocándome un escalofrío brutal por la espina dorsal. No puedo ayudar a mis compañeros, así que le hago un gesto a Saito. Al fin y al cabo ya no nos sirven para nada transformados en kabane...y quiero verlos sin cabeza. 

La muchacha morena se adelanta a mi petición y enarco las cejas sorprendido. Vaya...en silencio tomo nota de los soldados que han levantado las armas contra una aliada de Mibu, y cierro los ojos involuntariamente cuando mencionan la Ryugujou. La verdad es que ahora me da pánico lo que vaya a pasar, no sé si mi madre me pedirá que me quede o no, pero sé que va a ser difícil...

Tomoe conduce a Lyashi y a Tomohiro, seguido de cerca por Yûki, hasta un despacho amueblado al estilo occidental. Allí coge un estuche de pergamino de bambú y se lo tiende a Lyashi.

No sé qué desgraciadas te llevaron a vivir la vida que llevabas, Lyashi-san, pero estos documentos te habilitarán como ciudadana de pleno derecho en todo el imperio. Tómalos. Te los has ganado (1)

De un lado del escritorio coge una ballesta de extraño diseño con una caldera de vapor adosada - Sé que ya tienes tu propia arma, pero me sentiré honrada si puedes darle uso a este arma...

Loneliness

Takeshi aguarda la llegada de su madre en una habitación apartada del castillo donde han dispuesto el cuerpo de Fukui Eiji antes de su cremación. Lavado y ataviado con un sencillo kimono de seda blanca el señor de Mibu parece estar simplemente dormido. Pero Takeshi no puede dejar de ver su palidez ni la quietud de su pecho. Los últimos momentos de la vida de su padre pasan por su cabeza una y otra vez, agobiándose por el peso de la pregunta repetida hasta la saciedad.

"¿Y si hubiera...?"

La puerta se abre despacio, como quien entra en la habitación con cuidado para no despertar a alguien que duerme. Tras dejar su naginata apoyada en la pared, Tomoe se arrodilla para acompañar a Takeshi junto al lecho del difunto. Toda su fachada de dureza y frialdad se ha venido abajo. Ahora sólo queda una mujer destrozada con las mejillas arrasadas en lágrimas.

Dime una cosa, Takeshi - dice con la voz rota - ¿Qué fue lo último que te dijo?...

En un principio no supo muy bien qué pasó. Cargado de confianza creyó que podría prever con suficiente antelación el disparo del guardia, pero el golpe de su espalda contra la rueda del vehículo lo desconcertó. – ¿Q… Qué demonios? ¿Por qué me he caído?

No llegó a pasar ni un segundo cuando un agudísimo dolor le avisaba de que algo andaba mal con su hombro izquierdo. De reojo vio el destrozo que había provocado el disparo en su carne, sintiendo la todavía caliente sangre en el lateral izquierdo de su cuello y cara.

El estómago se le encogió, los labios le comenzaron a hormiguear y el temor a morir volvía a estar demasiado presente. Aunque sin embargo el agudo dolor, las palpitaciones de la herida y el propio chorrear de sangre por su brazo le llevaban de nuevo a un estado de frenesí similar al que tuvo tras ser brutalmente golpeado por el fundido.

A ello se le sumaba el motivo de la herida: las más graves que ha sufrido en su vida han ocurrido desde que embarcó en la Ryugujou. La primera fue cometida por un monstruo irracional, por lo que su instinto de afrontar el peligro sin miedo, de apagar el fuego con más fuego, no iría más allá de ser una manera de buscar la supervivencia. Sin embargo, el motivo que subyace en esta nueva situación de crisis es algo más profundo: aquí no hay excusa de irracionalidad; esta vez el motivo había sido la cobardía y un odio injustificado; desprecio y sorna tras jugarse la vida por esta gente.

A su edad y tras todo lo vivido nunca se imaginaría que en él despertarían nuevas sensaciones, pero no podía estar más equivocado. Por primera vez un deseo de guerra se apoderaba de él y, junto a éste, el dolor de la frustración de no ser más que un pordiosero sin ninguna clase de ejército detrás. “El mundo está podrido y debe ser arrasado... pero no puedo hacer nada” sería la frase que resumiría esta sensación.

¿Qué clase de mundo les espera a sus “hermanos” del orfanato? Podrían estar protegidos durante un tiempo, ¿y después? Acabarán siendo consumidos por la podredumbre de Hinamoto. Quizá los kabane no sean más que la materialización del veneno que emponzoña al país, o tal vez un mero reflejo de éste.

Como si su alma se estuviera consumiendo dentro de una intensa hoguera del tamaño de su cuerpo, Kotaro se pone en pie como un autómata que no siente sus heridas.

*Con el sanguinoliento hombro al descubierto, su rostro manchado de rojo y el incesante goteo de sangre que cae por sus dedos, lejos de amedrentarse se enfrenta a los guardias una vez más.

Sin llegar a mirarle, le hace a Minami un gesto con su otra mano para que se quede atrás.

-- Tienes razón. El “señor” –dice con un tono que podría confundirse con dolor, pero que en realidad oculta rabia y resentimiento-- de Mibu no ha especificado si quiere a su ESCOLTA de vuelta en la Ryugujou vivo o muerto. ¡¡¿POR QUÉ NO LO COMPROBAMOS?!!

Con una sonrisa contaminada por la locura de alguien que se imagina el abrazar de la muerte, les desafía – La vida de un “maldito mestizo” por la de ocho cobardes traidores – observa los rostros de los ocho guardias, haciendo un esfuerzo por memorizarlos** – No… no es mal cambio.

--------- Si no le disparan --------

¡¡VAMOS!! ¡¡¿A QUÉ ESPERÁIS?!! – vuelve la mirada al soldado que le disparó – Tú… ¡TÚ…! No dejes a medias lo que has empezado, o no podrás arrepentirte más de no haberlo hecho cuando nos volvamos a ver. ¡¡VAMOS!!

--------- Si siguen sin dispararle --------

Larguémonos de aquí. Esta escoria no merece más tiempo – le dice a Minami como si no tuviera ninguna sanguinolienta herida en su hombro, esperando a que arranque el coche de una maldita vez para poder relajarse un poco.

Este imbécil no sabe cuándo mantener la boca cerrada - dice otro solado - Vamos a...

¡Ya basta! - Sonbei no se deja empujar a un lado por Kotaro y vuelve a interponerse entre él y los soldados - Habéis ganado ¿De acuerdo? Nos vamos - Mete a Kotaro en el coche empujándole pero evitando la gran herida que tiene en el pecho.

Que no os volvamos a ver por aquí, hollines - Los soldados mantienen los rifles en alto hasta que el coche se pierde de vista tras una esquina...

Andenes de Mibu

¡Mierda! ¡Mierda! ¡MIERDA! - vocifera Sonbei. Conduce el coche a la velocidad máxima que le permiten las estrechas calles sin llegar a estrellarse - ¿Pero qué demonios les pasa a esos imbéciles? ¡Malditos sean! Esto no quedará así ¡Los tengo que ver ahorcados!

El soldado no ha dejado de gritar y maldecir durante el camino de vuelta a la estación, furioso y avergonzado por el trato recibido por los guardias de Mibu.

¡Aguanta Kotaro! - el vendaje improvisado que le ha puesto su compañero ya está empapado de sangre. El sillón del coche empieza a teñirse de rojo - ¡Llegaremos pronto! ¡No les des a esos malnacidos el placer de morirte! ¡Joder! ¿Quién más podría sobrevivir a un disparo a tan corta distancia? ¡AGUANTA, MALDITA SEA!

Sorprendentemente la entrada a los andenes está vacía y silenciosa.

¿Qué demonios significa esto? - protesta Sonbei mientras ayuda a Kotaro a caminar hacia la hayajiro - ¿Te lo puedes creer? ¡No son capaces de mantener vigilados sus malditos andenes! No me extraña que tuviéramos que venir a rescatarlos ¡INÚTILES!

Con el pecho palpitando de dolor Kotaro camina junto a Sonbei hacia las vías donde descansan la Lady Lovibodn y la Ryugujou. Allí tampoco parece haber nadie, lo que provoca que Sonbei lance otra andanada de insultos y maldiciones.

Vamos - le anima Sonbei - Ya casi est... ¡GAHAK!

Un brutal empujón lanza a Sonbei hacia delante. Por un instante Kotaro ve la enorme cuchillada que su atacante le ha asestado en la espalda y que tiñe el suelo de rojo mientras el soldado rueda por el suelo hasta quedar inerte en el suelo. Kotaro se gira hacia el atacante...

... que resulta ser una niña de no más de quince años, con ojos de color rojo brillante y pelo de color ceniza asomando por fuera de su capucha negra. En su mano derecha porta una pistola de vapor con una bayoneta cubierta por la sangre de Sonbei. La izquierda está cubierta por un guantelete del que sobresale una recia cuchilla. La luz del sol se refleja por un momento en el metal bruñido cuando ella gira sobre una pierna para golpear a Kotaro con una patada...

Cuando Hideo vuelve a los andenes un escalofrío le recorre la columna. La Ryugujou y la Lady Lovibond descansan en vías paralelas, mostrando aún los signos de la durísima batalla de ayer. Todo está en silencio.

Demasiado silencio.

No hay nadie a la vista: ni soldados de Mibu, ni de la Ryugujou, ni nadie más. Mientras rodea la Lady Lovibond para llegar a la Ryugujou Hideo nota una única presencia kabane. Sólo la percibe durante unos instantes antes de que salga de su área de percepción.

¡Gyak! - de algún lugar al otro lado de la Lady Lovibond se escucha un gemido de agonía seguido de un vómito - A... ayuda, por favor...

La voz es la de Minami Sonbei...

Arisa se queda inmóvil mientras Yûki remata el cuerpo sin cabeza de Wong y sólo se gira un poco hacia Lyashi tras ver el destrozo que ha provocado ella. Varios sentimientos se agolpan en su mente, más acostumbrada a quedarse totalmente frío. ¿Es miedo? ¿Admiración? ¿Alivio por saber que no soy la única capaz de destrozar un cuerpo como antes? 

En el momento en el que los soldados alzan sus fusiles contra Lyashi, Arisa levanta el brazo frente a ella y mantiene la mirada fija en ellos, atenta a cualquier movimiento y con miedo a que el poder de alguna de las dos se suelte de nuevo contra alguno de ellos. Por fin Saito da la orden y ella baja el brazo, mirando algo avergonzada a la joven morena. ¿Por qué quería protegerla? La imagen de la pequeña Sachiko acude a su mente, recordando esa mariposa. Tal vez sean parecidas...

Como perdida en sus propios pensamientos, Arisa sigue en silencio mientras Tomoe y Tomohiro hablan. En cuanto parece que la reunión llega a su fin y cada uno va por su lado, la psíquica se queda con la mirada gacha, incapaz de mirar a la cara a ninguno de ellos, y hace una leve reverencia a Tomohiro.

- Volveré más tarde a la Ryugujou, disculpadme... - murmura con voz queda. Con paso rápido, Arisa se aleja, siguiendo a Ryushun fuera de la estancia.

Los pensamientos del psíquico pillan por sorpresa a Arisa, aunque no lo suficiente como para manifestarlo exteriormente. 

- ¿Estás seguro...? - es lo primero que piensa, nerviosa por lo que pueda pensar de ella, aunque intenta arreglarlo rápidamente - Sí, está bien...

Apretando la mandíbula con rabia tuvo la tentación de corregir las palabras de Minami – No he perdido… ¡¡Nunca perderé contra esta basura!! – Sin embargo, quizá porque su instinto de supervivencia al fin estaba tomando el control, o tal vez porque lo extremo de la situación le estaba empujando a madurar a la fuerza; la cuestión es que involuntariamente una frase resonó en su mente de tal manera que consiguió apaciguarlo lo suficiente: Vive hoy para poder luchar mañana.

Con un gruñido de enfado se sube al vehículo, dejando que sean los empujones de Minami los “culpables” de su retirada.

No se permite mostrar un mínimo gesto de debilidad hasta que no está fuera de la vista de todos, y habría esperado a que Minami tampoco estuviese de no ser porque era inevitable dadas las circunstancias.

Con todo el aire que sus pulmones le permiten coger, grita con tanta fuerza que más se parece a un rugido que a una queja desesperada por el dolor de la herida y la tensión de hace unos momentos.

¡¡¡¡ RAAAAAAAAAAAAAARRRRGGG !!!!

Al fin su cuerpo comienza a permitirse un mínimo de relax. El grito alivió levemente y por unos segundos el dolor de la herida, al igual que le permitió destensar su musculatura.

El cansancio entremezclado con la pérdida de sangre no era más que un clamor a cerrar los ojos y dormir. El ruido del vehículo y los gritos de Sonbei se convertían en poco más que un sonido de fondo apenas perceptible; una “nana de guerra y caos” para quien está empezando a habituarse a desafiar a la muerte.

Al llegar al andén apenas le quedaba voluntad para centrar su atención en algo que no fuera aquel líquido que utilizó Chihiro para aliviarle el dolor; se lo inyectaría él mismo si fuera necesario, pero antes tenía que llegar a la enfermería.

Dar cada paso le costaba como si fueran cien, su visión comenzaba a nublarse de manera intermitente y un frío que no debería estar ahí comenzaba a apoderarse de sus extremidades y su cara. Solamente su tozudez y voluntad por vivir “para poder luchar mañana” podían darle la fuerza necesaria para no desfallecer.

Durante la primera fracción de segundo que Minami fue empujado hacia delante, Kotaro se preguntó molesto a qué se debía esa repentina prisa por parte del soldado. Durante la siguiente fracción de segundo vio la bayoneta clavada en la espalda del soldado, poniéndose de inmediato alerta con un respingo hacia atrás*.

En menos de un suspiro veo como los dos cuerpos que tengo retenidos son destruidos, uno por una fuerza que no consigo ver y el otro por un aura oscura que me pone los pelos de punta.- Luego el peligroso era yo...

Cuando me levanto compruebo mis ropas otra vez manchadas de sangre, como echaba de menos el carbón y la grasa de los engranajes... Así que cuando Tomohiro-dono me indica que vaya a ayudar con las preparaciones acepto con una sonrisa y me dispongo a salir de la sala a recoger mis cosas y disculparme con el servicio por el resultado de la ropa.