Partida Rol por web

¡Estoy bien! - grita Izume desde el suelo. La sacudida lo ha tirado del techo de la locomotora y ahora está levantándose con todo el cuerpo dolorido - ¡No te preocupes por mí! ¡Ve a ayudarlos!...

La Eisenfaust ya se está moviendo hacia el túnel, ganando más y más velocidad conforme avanza. El primero en llegar a la puerta del vagón artillado es Hideo, al que poco después se unen Yûki, Arisa, Isae y Toshiie, siendo Sakura la última en llegar. La puerta del vagón artillado está cerrada desde dentro y es imposible abrirla desde fuera. El cañón sigue moviéndose para apuntar al frontal de la Ryugujou mientras de su interior llegan los traqueteos del mecanismo de recarga...

Rápidamente llego a la puerta pero como era de esperar estaba cerrada desde dentro, fuera quien fuera esa kabaneri no quería ponérnoslo fácil. Doy un paso atrás para tener espacio justo cuando llegan el resto, no había tiempo que perder así que suelto aún más la presión de mi collarín.

- Han mordido a Takeshi creo que se ha librado de la infección pero quizás alguna puede hacer algo.- comento sin mirar antes de lanzar una repetida sucesión de golpes en cruz contra la puerta antes de darle una patada para intentar de derribar los restos.

La puerta blindada cayó al suelo tras varios golpes salvajes y totalmente desaforados de Hideo, lo que hizo alzarse las cejas de Isae y que mantuviera la boca abierta durante unos momentos. Recuperándose rápidamente, entró en la sala, o mejor dicho, la forma atractiva y femenina de Isae entró, rodeada por varios tentáculos negros que entraron por delante de ella, serpenteando y moviéndose sinuosamente, subiendo por las paredes o reptando por el suelo, como si estuvieran buscando alguna presa que llevarse a las diminutas bocas que se podían adivinar en las puntas de los mismos. 

Dando un paso al frente, la conductora, ahora transformada en una psíquica dispensadora de muerte, miró al interior y atacó a quien estuviera manejando aquel cañón. No permitiría que le siguieran haciendo daño a la gente que iba dentro de la Hayajiro. 

Su poder interno había despertado, y por nada del mundo iba a quedarse sin hacer nada para evitar que aquel virus siguiera destruyendo su mundo. 

- Duele....Duele.... - musitó, pero apretó los dientes y siguió adelante. 

Me remuevo incómodo al ver a Hideo marcharse. Como le de un cañonazo a la Ryugujou con esa cosa desde tan cerca va a ser un “adiós muy buenas...”. Miro a Kagura un momento y me quito las manos del cuello. Sigo sangrando, así que rompo una parte de la chaqueta para poder cubrirme el cuello y me levanto de golpe.

-Vale, tenemos que evitar que dispare o desviar ese cañón. O las dos cosas para estar seguros de que no nos la lía.- Miro a la conductora y sonrío de medio lado.- Tú sigue aquí, yo voy a ver si puedo ayudar a que ese idiota de mecánico sobreviva al baile.

Salgo de nuevo para comprobar que no sé cómo pero han abierto la puerta del vagón, y miro al cañón un momento.

-Creo que podemos desviarlo sin nos cargamos todos en él...o algo.- Comento dubitativo y con voz ronca, ignorando la imagen que debo de dar con el cuello todo ensangrentado. Con rapidez entrelazo mis manos en el cañón y doy un brusco tirón. Lo noto moverse y me mantengo donde estoy a pesar del dolor en todo el cuerpo. Luego dirijo una mirada de reojo al resto de la concurrencia.- Esto...si alguien quiere ayudar es bienvenido.

Isae apenas se fija en la cabina o en quién se sienta a los mandos del cañón. A sus ojos sólo hay una figura traslúcida con la palpitante luz roja del corazón latiendo en su pecho. Consiguiendo a duras penas dominar el dolor del estridente pitido de su cabeza, Isae lanza todos su odio y deseo de muerte contra esa figura que amenaza a la Rygujou. Sin embargo toda esa energía no hace sino rebotar contra la coraza de hierro negro que envuelve su objetivo (1)

Hideo destroza la puerta del vagón artillado al golpearla con su guadaña provocando sonoros chirridos de metal contra metal. Iase es la primera en entrar, sobreponiéndose de alguna manera a la influencia del inhibidor y lanzando sus negros tentáculos contra la persona sentada a los mandos del cañón, pero por desgracia éstos no parecen tener ningún efecto sobre ella. Sólo el acto desesperado de Takeshi, que trepa hasta encaramarse al enorme cañón consigue desviar ligeramente el proyectil de forma que no consigue un impacto directo contra la Ryugujou y en lugar de eso deja una profunda herida de metal desgarrado en uno de los costados. La brutal conmoción del disparo y el calentamiento del cañón hacen caer a Takeshi sobre la plataforma trasera del vagón con toda la parte frontal del cuerpo chamuscada...

El interior del vagón artillado es una enorme estructura de soporte para el masivo cañón. A ambos y lados y justo por delante de Isae se levantan dos gruesos andamios metálicos que reducen el espacio para llegar a la cabina de disparo y asiento del artillero. Tras fallar el disparo contra la Ryugujou y sentir el gélido toque de los tentáculos de Isae, la figura se levanta del asiento y se vuelve hacia los intrusos. Se trata de una mujer enfundada en una armadura completa de hierro kabane que se levanta la visera del yelmo para fulminar a los tripulantes de la Ryugujou con sus brillantes ojos rojos.

Airin Zweihänder se ha convertido en una kabaneri.

Su rostro tiene ahora el color de la ceniza y está surcado de brillantes venas rojas. Rechina los dientes con rabia mientras desenfunda una extraña pistola sin caldera con la derecha y una espada larga y fina del mismo material que su armadura con la izquierda. De la herida que antes le hiciera Isae con su ballesta sólo queda un agujero en la muslera izquierda.

Insectos miserables - escupe con rabia - ¡OS VOY A MATAR A TODOS!

Los mecanismos de la torreta empiezan a emitir unos sonidos metálicos cuando empiezan la recarga automática del cañón...

Al principio creo que no he conseguido hacer nada al colgarme del cañón. Luego el chupasangres armado dispara y se desata el infierno. Casi se me rompen los dientes con el impacto del disparo, la parte de delante del cuerpo la siento como si me hubiera pegado a una plancha para hacer Okonomiyaki y en mi desesperación por apartarme del dolor salgo despedido y aterrizo en...algún sitio.

-Oh...joder...la hostia con el cañón...pero sólo a mí se me ocurre...- Murmuro entre dientes. Por lo menos he caído de espaldas y no me he hecho más daño en el pecho. Giro un momento la cara e intento enfocar la vista para comprobar si he conseguido librar un poco a la Ryugujou. Se me escapa una sonrisita al ver que no la ha borrado del mapa. Hago recuento de daños, por lo menos sigo respirando, no tengo nada roto y no estoy en llamas (lo cual siempre es de agradecer). Por un momento me planteo la posibilidad de hacerme el muerto hasta que todo pase, la verdad es que poco me queda...pero esa cosa me ha rechupeteado, y ahora quiero venganza. Respiro hondo y me incorporo, luchando contra el vahído que siento.- Vamos, no vaya a ser que mueras de viejo en la cama. Eres un puto genio.

Me acerco a la puerta y miro la cerradura con la cabeza ladeada durante un par de segundos maldiciendo en voz muy baja. Echo las manos hacia la parte de atrás de mi cintura, donde (a juzgar por el dolor de mis riñones) aún tengo el cinturón con todas las puñeteras herramientas que uso para cosas tan lógicas como apretar tornillos, aflojar válvulas y ahora al parecer forzar cerraduras. Mis dedos tropiezan con la pistola de vapor que me he metido en la cinturilla de los pantalones y casi suelto una carcajada al darme cuenta de que soy un chico muy afortunado: aparte de todo lo que me ha pasado podría haberme volado el culo.

Saco un par de las herramientas que me parecen más adecuadas y empiezo a trastear en la cerradura, intentando hacer el menor ruido posible. No quiero entrar, sólo quiero tener línea de visión para así meterle una bala en la cabeza a esa cosa. O por lo menos distraerla un poco.

-Venga que no queda nada.- Me digo a mi mismo.- En cuanto acabemos esto nos vamos a casa, todo va a estar bien.- Oigo un "click" que parece buena señal y me aparto el pelo, manchado de hollín y mojado de sangre, de los ojos.- Y podré tomarme unas merecidas vacaciones.- Sonrío de medio lado de nuevo, casi me muero tres veces en los últimos tres cuartos de hora.- Debí haberme casado antes con ella...Si es que eres idiota...

- ¡¿Que le han hecho qué?! - tras llegar a la puerta, preocupada por el cañón, Arisa mira a Hideo con gesto de horror cuando éste le da otro motivo para preocuparse - ¿Pero está...?

No tiene tiempo de preguntar cuando ve al susodicho con una venda en el cuello encaramándose al cañón de la Eisenfaust y desaparecer igual de rápido cuando se produce el disparo. La psíquica suelta un grito ahogado y en cuanto va a comprobar con su visión si está bien, se encuentra con los ojos rojos de Airin, enfundada en su armadura y con venas brillantes cruzando su rostro. Ya no es el demonio de ojos amarillos...

Pero sigue siendo un demonio. Por la mente de la psíquica pasan las imágenes del futuro, de su hogar destruido, de la Ryugujou cubierta de rojo, del emblema de Die Kriegshunde por todas partes... Y de Sachiko, sola, habiendo sufrido durante años para esperarla, habiéndose enfrentado a aquel monstruo de pesadilla, para sólo salir de aquella desesperación con la muerte... Arisa aprieta los dientes al escuchar a Airin y cierra el puño entorno a su arco. 

- No, esta vez no. - susurra, rápidamente avanzando para quedarse tras los andamios, mientras prepara una flecha. Ya sea con o sin poderes, no pienso dejar que llegues a ver ese futuro.

Y luego el idiota soy yo...

No era justo pero es lo que pienso cuando veo a Takeshi saltar sobre el cañón y pasarse hacia el otro lado, sin embargo lo que hay al otro lado de la puerta llama toda mi atención. No la conocía pero esa armadura era más que suficiente para reconocerla, Airin Zweihänder, y por si fuera poco esos surcos y ojos rojos eran casi como mirarse a un espejo. Consciente de lo que era capaz alguien como nosotros no me espero un segundo.

Con un gesto rápido me quito el colgante del todo dejando que la sangre kabane recorra mi cuerpo con casi completa libertad. Los mismos ojos y venas ardientes empiezan a brillan en mi cuerpo mientras que el calor que desprende genera humo alrededor a la vez que una pequeña corriente de aire se revuelve alrededor mía antes de que me lance contra ella a una velocidad difícil de seguir con el ojo humano.

La oscuridad se cernía sobre ellos, en forma de aquella mujer llena de ira y odio, de maldad y muerte. Era irónico que fuera una kabaneri, que el virus que había intentado desatar sobre el resto la estuviera consumiendo a ella...o quizás era una causa de su forma de ser. Nunca lo sabría. 

Tras la sorpresa que se llevó al comprobar lo resistente que era a sus poderes psíquicos, sólo le quedaba una solución, ensartarla con los virotes de acero kabane que llevaba. Habían demostrado ser útiles contra ella hacía unos minutos, nada indicaba que no fuera a suceder lo mismo ahora. 

La noticia de que Takeshi había resultado herido le hizo dar un vuelco el corazón. - No....no, él no. - dijo por lo bajo. Había prometido una cosa a su madre, y quizá ya no sólo la impulsaba el cumplir su promesa, quizás algo más en su interior la hacía querer salvar al muchacho. Quizás sería el único digno de ser un cabeza de familia y lidiar con todo lo que estaba sucediendo, al menos por lo que ella había visto por ahora, y no era justo que una persona tan amable y poco egoísta como él sufriera eso. 

Se lanzó hacia un lado, aprovechando unos andamios que le darían cobertura, mientras sacaba la ballesta de vapor, dispuesta a vender cara su vida y la del resto. - ¡ZORRA, VAS A MORIR! - gritó, furiosa como pocas veces había estado. No ayudaba que pensara en la gente que iba en la Ryugujou. 

La joven seguía sintiendo la rabia circulando por su sangre, sobre todo tras ver ese impacto en el costado de la Ryugujou. Al ver la estrechez de vagón decidió tomar una ruta alternativa. Se impulsó para saltar sobre el techo y correr por él para poder acceder al otro lado.

Además, sabía que allí estaba Takeshi y no podia dejarlo solo. - Ya estoy aquí - le dijo escuetamente al caer a su lado con su rifle de vapor en las manos.

Levanto la cabeza de la cerradura a medio abrir y sonrío a Yûki.

-Hola, chica. Cuánto tiempo sin vernos.- Murmuro con una sonrisa de oreja a oreja antes de volver a ponerme con el cerrojo.- Abro la puerta en silencio, buscamos ángulo de tiro y vemos de cubrir a los colegas sin que se cosque de que estamos aquí. Estoy bastante hecho una porquería y no quiero que vuelva a morderme.- Le guiño un ojo.- Y ya si la matamos de un tiro es un plus...

Hideo es el primero en lanzarse al combate pasando como una exhalación junto a Isae mientras Arisa, Toshiie y Sakura toman posiciones tras el andamiaje aunque por desgracia su línea de tiro se ve interrumpida por el kabaneri.

¡Quítate de en medio! - le recrimina Toshiie

Eres mío - Airin tuerce la boca en una sonrisa maníaca y llena de odio cuando lanza su estoque hacia Hideo a tal velocidad que la hoja se convierte en un borrón en movimiento...

Takeshi está terminando de forzar la cerradura cuando Yûki aterriza de un salto a su lado, casi provocando que al ingeniero se le caiga su herramienta por la sorpresa. Antes de que ninguno tenga tiempo de intentar abrir la puerta tres soldados de Die Kriegshunde que huyen del bombardeo suben a la plataforma del vagón. No tardan en levantar sus rifles contra Yûki y Takeshi...

Genial, igual de loca que su hermano, debe ser cosa de familia...

Sin embargo el ataque que hace es certero cuanto menos por lo que sin parar mi impulso y aprovechando la velocidad que llevo intento apartarme de su estocada.

Sonrió levemente al escuchimizado, aunque la sonrisa le duró poco. - me encargo yo. tú a lo tuyo - dijo mientras se colocaba para disparar a los dos soldados que takeshi tenia al lado.Al que estaba a su espalda tendría que esperar, no podia dejar que hicieran daño a su compañero cuando acababa de decir que estaba hecho mierda.

Dos disparos rápidos. Dos disparos certeros. Sin tiempo a pararse para coger aire, Yûki se giró mientras se inclinaba y elevaba una de las piernas para propinarle una patada al de atrás. Vamos, una patada voladora en toda regla.

Hideo esquiva con sobrenatural agilidad la estocada de Airin, descubriendo demasiado tarde que ésta ya se lo esperaba y le descerraja un tiro a bocajarro

Parece que el impulso resulta adecuado o mejor dicho planeado por esa zorra pues en apenas una fracción de segundo compruebo que tengo delante su otra arma apuntándome justo delante.