Partida Rol por web

¿Qué hago, Lyashi? - pregunta Suzume, nerviosa - ¿Puedo ayudarte?...

Le mira,le mira,le mira,le mira...y se acerca a él quedando a escasos centímetros de su cara

-"Jamás has perdido mi confianza"-responde antes de sujetar su cara entre las manos y besarle con pasión,sus manos ascendiendo hasta enredar los dedos en su pelo haciendo el beso más profundo-"Te amo,Izume-san"-susurra contra sus labios antes de seguir besándolo.En un momento se separa sólo para advertirle-"No vuelvas a irte sin mi,no vuelvas a asustarme de ese modo...no soportaría perderte"-sin dejarle responder le vuelve a besar volcando toda la ansiedad y el miedo que ha sentido los últimos días,saboreando al hombre que temió perder para siempre

Los brazos de Izume envuelven a Sakura en un cálido abrazo mientras él le devuelve el beso con una ansiedad que delata sus ganas de arrancarle la ropa.

No volveré a irme - le susurra al oído - No sin ti. Yo también te quiero, Sakura.

Pasan el resto de la tarde juntos hasta que empieza a anochecer y el mar empieza a hacerse visible en el horizonte. En ese momento la alarma de combate de la Ryugujou empieza a sonar...

Alarma de combate

Atención, estamos bajo fuego enemigo - anuncia Tomohiro - Se declara el estado de alerta de combate. Los no-combatientes deben acudir a sus refugios. Todos los soldados preparados para el combate. Furuhashi, Asano, Kinomoto, reuníos conmigo en la cabina de pilotaje...

No quiso decirle nada, pero los dioses no serían los encargados de protegerlos, sino ellos mismos. Revisó sus armas y para cuando sus compañeros fueron llegando ella ya lucia como al principio de aquel viaje,  con la determinación y ausencia de sentimientos en su mirada, solo que esta vez su corto cabello enmarcaba su rostro a la altura de la barbilla.

- Takeshi-san, no recuerdo si había más de un cañón. De ser el caso podría ayudarte para eliminar esos barcos que quieren tocarnos las narices -
 

Frunzo el ceño al escuchar a Mogami-sama, pero me pongo en pie como un resorte cuando Chihiro también lo hace. La abrazo con fuerza durante el beso que me da y luego la suelto.

-No te preocupes.- Le acaricio con suavidad la cabeza y sonrío, intentando infundirle ánimos.- Nos vemos después.- Con una sonrisita le cojo la libreta en la que ha estado apuntando todo.- Te la devuelvo luego, me hace falta.- Me quedo un momento callado, ruborizado e incómodo. Al final decido que los soldados no me importan.- Te quiero.

Cuando se marcha y cierra la puerta me vuelvo a sentar en el cañón y empiezo a dibujar un esquema en una hoja limpia con los ojos fijos en los barcos.

Vuelvo a pulsar el interruptor cuando escucho la voz de Yûki, una sonrisa bailándome en la boca.

-Sólo hay un cañón doble, tendrías que sentarte en mi regazo y no creo que eso sirviera para aumentar nuestra puntería.- Sonrío de nuevo. La chica es valiente, ojalá que podamos volver a vernos.- Pero gracias.

Sigo dibujando un esquema sin mirar el papel y carraspeo.

-Bien, quiero que en cuanto termine de disparar vosotros recarguéis el cañón lo más rápido que podáis. Ellos se van a acercar a disparar, y son dos. Y mejor armados que nosotros.- En mi esquema empiezo a poner números y a hacer cuentas.- Quiero disparar lo más rápido que pueda en el caso de que falle, o estamos todos muertos.- Señalo la salida.- Si alguien cree que se va a morir de miedo y a huir en medio de todo el pifostio ahí tiene la puerta. Necesito poder dejar nuestras vidas en vuestras manos.

Miro un momento la válvula de vapor, pensando en que si aumento la presión podría disparar antes. Al final desecho la idea: sobrecargar el cañón puede llevar a que reviente o se rompa, y además dispararía al bulto. Lo que quiero es disparar justo donde más les duele. Observo a los barcos, buscando sus armas de mayor potencia y alcance u otros puntos frágiles donde pueda provocar un buen destrozo, tomándomelo con una calma casi enervante. Si no puedo acertar a las armas un disparo directo en el almacén de munición debería permitirnos que se viera una lluvia de trozos de leyenda. Si no es posible disparar a la línea de flotación es un éxito seguro.

Termino las cuentas y las repaso otra vez, mirando la velocidad a la que se mueven los barcos y comprobando que no he fallado mis aproximaciones. Al final calibro con extraordinario cuidado el cañón, esperando al momento justo en el que entran en rango de alcance para poder abrir fuego antes que ellos.

-Oe Oyaji.- Murmuro en voz baja, casi como si estuviera rezando.- Si es verdad que me ves hazme un favor y échame una mano. Me la estoy jugando mucho...y esos cabrones se lo merecen y lo sabes.

Levanto un momento los ojos del visor y me froto el pelo, vuelvo a lanzar una súplica no demasiado silenciosa a mis padres, a mi puntería y a los dioses de las Matemáticas y la Física y aprieto el gatillo...

Escudriño a través del visor a ver qué he hecho, casi insensible a todo el frenético movimiento a mi alrededor. Sé que están recargando lo más rápido que pueden, así que empiezo a hacer cuentas otra vez, por si acaso no he sido lo suficientemente enérgico en mi "que os den".

Vuelvo a pulsar el interruptor cuando escucho la voz de Yûki, una sonrisa bailándome en la boca.

-Sólo hay un cañón doble, tendrías que sentarte en mi regazo y no creo que eso sirviera para aumentar nuestra puntería.- Sonrío de nuevo. La chica es valiente, ojalá que podamos volver a vernos.- Pero gracias.

Estaba realmente a gusto en ese momento y una parte de mí quería que durase para siempre, pero como el mundo era de todo menos perfecto una alerta de que entrabamos en combate nos alerto de que había llegado el momento.

- Te acompaño a tu camarote.- es lo único que le digo mientras me levanto sin soltar su mano mientras avanzamos juntos hasta allí para despedirme volviéndola a besar y dirigirme a la locomotora con una sonrisa que me dura un rato pero se diluye cuando entro en el lugar de reunión donde muestro mi rostro normal.

Entro serio como siempre pero con un brillo de resolución en mis ojos mientras me apoyo en un lado para dejar espacio para que los demás entren. En ese momento escucho a Kouzumi-san comunicarse por el interfono con Takeshi sobre la cantidad de cañones y la miro un poco extrañado aunque solo sea durante un segundo.

- Kouzumi-san solo tenemos un cañón, pero ¿que es eso de los barcos? ¿Han preferido atacarnos incluso antes de acercarnos?- así que no iban aprovechar la ventaja de que la isla era una fortaleza sino que tenían barcos para atacarnos, pues el plan de destruir el puente ya no era precisamente útil si tenían otra manera de sacar el gas.- ¿Cuántos son y a que distancia están?

El abrazo pilla por sorpresa a Arisa, que enmudece de pronto al escuchar las palabras del joven. ¿Un... regalo? Contiene el aliento, apenas dando pequeños respingos de su arrebato anterior y, con cuidado, apoya las manos sobre los brazos de Toshiie, abrazándole a su manera, y entierra su rostro un poco sobre ellos. ¿Esto está bien? Es cálido y reconfortante... Nunca había tenido algo así. No quiero separarme...

Aún escuchando las palabras del joven, Arisa asiente distraída y cierra los ojos, cediendo a ese pequeño momento de tranquilidad. Y abre los ojos repentinamente al escuchar la sirena. Aún reticente, se separa de él y se da la vuelta, sorbiéndose la nariz un momento.

- Te contrataré. Pero no quiero que me protejas a mí, quiero que protejas a otra persona. - dice con un tono más decidido. Finalmente, toma aire y le señala con el dedo - Protégete y vive. Porque puedo protegerme a mí misma, pero no sé si podré proteger a todos los demás. Así que ayúdame protegiéndote a ti. ¡Promételo!

Arisa se queda mirándole fijamente y le toma las manos casi impaciente, dando a entender que no se va a mover de allí hasta que se lo prometa o se niegue rotundamente a ello. Una vez lo hace, la pelirrosa sale de allí a paso ligero, apenas desviando la cabeza hacia él antes de marcharse.

Arisa llega a paso ligero al camarote, con la nariz algo más roja de la habitual y recolocándose la venda de sus ojos. Se queda esperando a los demás, intentando no mirar a nadie, mientras se mentaliza para la batalla. Un cuanto oye el mensaje de Koizumi-san, da un respingo y se gira hacia Tomohiro, acercándose un par de pasos mientras Hideo hace las preguntas correspondientes. - Mogami-sama, ¿cuál es el plan ahora?

Con su nueva arma en ristre Sakura Kinomoto entra con paso firme en la habitación a la que han sido convocados.Su rostro ya no está tenso y su mirada tiene un nuevo brillo que incluso dulcifica algo sus rasgos sin embargo su sonrisa lobuna sigue siendo la de siempre cuando se coloca firma ante su nuevo jefe y espera las órdenes pertinentes para actuar

Bajó la cabeza despacio al escuchar a Takeshi. Solo un cañón. Bueno, habría que buscar otro modo. Se giró hacia Hideo, que era quien hablaba.

- Hay dos barcos vigilando la isla. El Kokuryukai ¿no señor? - miró a Tomohiro para confirmar, pues realmente no habían dicho si los barcos iban de la mano de Kuroyama Shin o no. - Dicen que este sitio está bajo su mira. Quieren destruirlo y no nos dejan rescatar a nuestro objetivo. Así que le hemos dado la excusa perfecta para eliminarnos - cuadró los hombros y alzó el mentón - Si es que pueden. No se lo vamos a poner fácil.-

Kotaro observó con cierta admiración la gran cantidad y variedad de armas que había en aquella sala. Si las posibilidades que ofrecían los Juegos de Kaerikumo ensombrecían las capacidades de armarse en Kongoukaku, la armería de Gunkanjima directamente eclipsaba a lo que tuvo en Kaerikumo.

Sin embargo, a pesar de que podría pasarse horas examinando cada arma, su vista se posó de inmediato en lo que parecía la sección de armamento cuerpo a cuerpo y, concretamente, sobre un espadón que por su tamaño podría parecer más ornamental que un verdadero arma. De hecho, que tuviera más polvo que el resto de armamento le hizo pensar que hace tiempo que nadie la usa, si es que alguna vez alguien la utilizó.

Solamente la hoja ya era más alta que muchas personas, rondando los 180 centímetros. Si a ello se le sumaba el mango, su longitud era casi la misma que la altura del propio Kotaro. El ancho de la hoja no era menos impresionante, dejando en ridículo las esbeltas pero finas (en comparación) hojas de las katanas a las que estaba acostumbrado. El cuerpo del enorme mandoble parecía estar hecho de puro acero, aunque en su filo se dibujaban hermosos patrones de un material totalmente diferente y que, por su experiencia, diría que es acero kabane*.

El enorme tamaño del arma empequeñecía a todas las demás y, en cierto modo, infundía por sí sola respeto e intimidación. Si era cierto lo que contaban algunos guerreros sobre que las armas tienen su propio alma, Kotaro no dudó en que ésta era un trozo de la suya y que, al fin, volvían a estar juntos.

La agarró con tanta delicadeza como firmeza y la sostuvo a pulso durante unos segundos, familiarizándose con su gran peso y calibrando mentalmente la fuerza necesaria para esgrimirla con una eficacia que no podía ser más que aterradora. Definitivamente sintió que era una extensión de él y que, juntos, no era tan siquiera capaz de imaginarse un rival que le pudiera hacer frente. Solamente lamentó que las armas a distancia permitieran a cobardes escaparse de su filo.

Justo por ello, su siguiente acción fue acercarse a la zona de armas de vapor… ¿pero no tenían calderas? Kotaro pensó que éstas las tendrían almacenadas en otro lugar, así que se dedicó a examinar las armas, sin más.

Con esta espada ya no me preocupan los kabane. Ahora el único problema son los soldados de Munetani y la Ryugujou… No tengo ganas de que me vuelvan a reventar el hombro de un disparo. ¿No tienen nada parecido a un escudo? Quiero el tekagi con el que salí de la arena.

Dirigiéndose al responsable de la armería, le pregunta – Cuando llegamos a Gunkanjima vine con un tekagi-shuko. ¿Dónde lo tenéis? También me vale si tenéis algo parecido por aquí. – No le dejó de seducir la idea de utilizar kabanes como escudo. De hecho, incluso le pareció muy conveniente si, en caso de batalla, lograra hacerse con algún soldado moribundo enemigo y utilizarlo como escudo; el efecto psicológico podría ser incluso más efectivo contra las balas enemigas que un muro de acero.

De nuevo vuelve a la zona de armas a distancia y se equipa con cuatro pistolas, poniendo dos en sus piernas y las otras dos en su cintura. – Si se me joden como en la arena de Kaerikumo, que no sea porque no lleve otras de repuesto.

Por último su vista se posó sobre los fusiles, y no por el arma en sí, sino por los accesorios. No se le olvidó la imagen de Airin utilizando en Kaerikumo lo que llaman “lanzagranadas”, y si le daban la oportunidad de utilizarlo, lo iba a aprovechar.

Me llevo esto también – dice mientras agarra un fusil equipado con un lanzagranadas -- ¿Las granadas** son de niebla roja o niebla azul? -- Pregunta, creyendo que no existen más tipos de granadas. -- ¿Y dónde están las calderas de vapor para las armas?

En cuanto el guardia le responda que en la armería no tienen ese tipo de granadas, Kotaro le preguntará dónde puede conseguirlas.

El descubrimiento de los barcos erizados de arma la dejan unos momentos paralizada, contemplando sin creérselo aún lo que podría ser su fin. Suzume la zarandea ligeramente y una comunicación entra por el canal general.

- ¡Hai Tomohiro-Sama! - contestó inmediatamente a la comunicación de Tomohiro.

Suzume, preocupada, le preguntó si podía ayudar. - ¡Sí, añade combustible como si no hubiera un mañana y cuando yo te diga, tira de esa palanca para forzar la caldera...y rezemos porque aguante! - probablemente luego Hideo la reprendería por forzar la maquina así, pero si sobrevivían, sería una bronca menor.

Moviendo diales y conmutadores con mano experta, la Hayajiro aceleró con determinación, como si el espíritu de la máquina hubiera tomado conciencia del peligro que corría y hubiera decidido querer sobrevivir. Pocas veces habían viajado a tal velocidad los ocupantes de aquel tren, pero Isae estaba sacando las máximas prestaciones con pericia y habilidad. 

Pronto la cabina se llenó con la presencia de la gente que Tomohiro-san había solicitado, pero ella se concentró en seguir conduciendo la Hayajiro con destreza por las vías, atenta a las curvas y sobretodo a los posibles disparos desde los buques de guerra.

El plan sigue siendo el mismo de antes, Furuhashi-san - responde Tomohiro - Acercarás a Asano y a Kinomoto todo lo que puedas hacia la torre artillada para que la vuelen en pedazos. Asano, Kinomoto, tendréis que darnos tiempo para sacar a Kuroda, así que esperad encaramados a la cúpula de la torre sin que os vean.

El sonido bajo las ruedas cambia cuando la Ryugujou entra el en el puente.

Aquí vamos...

Nada más entrar la Ryugujou en el puente de madera los cañones de un acorazado empiezan a disparar. Pero no apuntan a la hayajiro: los proyectiles pretenden destruir el puente y hundirlo con ella encima.

El doble disparo de Takeshi hace volar en pedazos una torreta artillada, iluminando el acorazado con una espectacular bola de fuego. Los demás cañones siguen disparando al puente, que empieza a crujir y tambalearse al ser destruidos dos gruesos puntales...

Maldición, intentan hundirnos - dice Tomohiro - ¡Asano, Kinomoto, subid al techo! ¡Furuhashi, lista para moverlos hacia la torre! Yûki, Araki, acompañadlos y permaneced atentas ante posibles francotiradores ¡Untenshu! ¡ACELERA!

Isae conduce con mano experta, acelerando progresivamente de forma que cruza el puente mientras las balas de los acorazados intentan destruirlo. Cuando ya lleva recorridas unas tres cuartas partes del puente Isae empieza a frenar para no descarrilar al llegar a la isla...

El armero se echa a reír con humor ante las preguntas de Kotaro - Nuestras armas no necesitan esas condenadas calderas, chico. Son mucho más precisas y ligeras. Es cierto que no pueden atravesar la jaula cardíaca de un kabane, pero es que no hace falta. Vuélales la cabeza y caerán ¿Ja?

El mandoble elegido por Kotaro resulta ser más ligero de lo que parece. La ancha y afilada hoja está fabricada totalmente con acero kabane, algo que se consideraría un total despilfarro aunque no tanto como la armadura de Airin.

Buena elección - comenta el armero - Una suerte que el invitado nos haya estado proveyendo de todo el acero kabane que necesitamos durante años ¡JA!

Tras colocarse la funda en la espalda Kotaro localiza finalmente lo que estaba buscando: un fusil equipado con un tubo lanzagranadas bajo el cañón.

¡Mein Gott! - exclama el armero, impresionado - Toma, ponle esto. Para los disparos a larga distancia - acopla una mira telescópica en la parte superior del fusil - Las granadas son explosivas. Las especiales sólo las entregan la general Zweihänder o el director Steiner ¡Está prohibido llevarlas en la isla! Nadie quiere a esos untote merodeando por aquí ¿Verdad?

La general dijo que iba a comprobar cómo se encontraba el "invitado" - dice Christina - Vamos, te llevaré.

Cuando salen al pasillo Christina va cabizbaja, echando miradas de reojo fusil con lanzagranadas.

¿Crees...? ¿Crees que esto está bien, Kotaro? Quiero decir... los kabane son una plaga, no un arma. Esa niebla roja matará por igual a enemigos y aliados. Y la niebla azul sólo sirve para matar a los infectados. Es verdad que hay gente muy mala en Hinomoto que se merece lo peor, pero también hay mucha gente inocente y si utilizamos la niebla roja... - su cuerpo se estremece al imaginarlo - ... seremos de verdad los monstruos que el Kokuryukai dice que somos.

En ese momento empiezan a sonar los sonidos de los cañones...

Genial, teníamos a un grupo militar extranjero con delirios de grandeza por un lado y un grupo de zelotes xenófobos por el otro. Y nosotros en medio como no, casi daban ganas de reír por no llorar. Tampoco importaba, ahora mismo lo único que podíamos hacer era esperar que Lyashi se hubiera acostumbrado del todo a la Ryugujou.

Así que cuando Tomohiro-dono me pide que suba al tejado hago un gesto afirmativo.- Nos vemos luego.- me despido en general pero mirando en particular a Kagura con cierta intensidad antes de subir acompañado por Kinomoto-san y Furuhashi-sama mientras me terminaba de colocar el equipo que ya había dejado en el lugar para cuando nos llamaran.