Partida Rol por web

Cuando el monstruo cae es cuando Arisa se percata de la niebla roja que hay a su alrededor y que ha empezado a llegar a la Ryugujou. No, no, no... ¡Ahora no! Tapándose con la manga la nariz y la boca, desciende junto con las demás abajo. Al oír la orden, Arisa se tensa. Pero si dejamos la Ryugujou vacía... La psíquica frunce los labios nerviosa pero no es capaz de decir más. Estoy segura de que Mogami-sama ya conoce la situación y sabrá qué hacer. No debemos retrasarle ahora. 

Tras un asentimiento, Arisa sale a paso ligero junto con las demás, pendiente de Sachiko. Mientras avanzan rodeando la niebla roja, la pelirrosa se queda un momento al lado de la guardaespaldas y la llama en voz baja, sin mover la cabeza apenas.

- Yûki-san. - se dirige a ella por su nombre y no por su apellido, por primera vez - Ahora mismo apenas usar mis poderes. Podría intentarlo si es una situación desesperada, pero hay algo que me lo impide, que duele, y es por lo que Asano-san y Kinomoto-san no llegaron a la torre. Sachiko-chan ha sido muy fuerte al hacerlo y me sorprende que haya podido encontrar al doctor. Isae-san, tú tampoco lo intentes a menos que sea totalmente necesario o te harás daño. - finalmente se gira hacia Yûki y frunce el ceño, en un gesto más dolido que otra cosa - Dependemos de ti esta vez. 

La joven no pudo evitar mirar un momento a Arisa cuando le dijo que se lo dejaba a ella. ¿En serio pensaba que se quedaria allí arriba? Endureció el rostro, satisfecha al menos de ver caer al monstruo y siguió a la psiquica pensando en lo que se estaba formando fuera, en donde cojones estaria el tal Kuroda y....en Kotaro ¿en realidad lo había visto asomarse por la cubierta de aquel tanque?¿O había sido su imaginación?

Dentro había caido una fina lluvia que permitia poder respirar y estar a salvo de momento de aquel gas tóxico. Ni siquiera percibió lo molesto de aquello. La misión era lo que importaba. Y salir de allí lo antes posible.

Asintió a Tomohiro y dejó que Isae fuera delante con la niña, pero ella iba muy pegada a ambas. Iban serpenteando el camino, evitando las zonas pobladas de niebla roja. En algún momento tuvo que obligarlas, tanto a ellas como a la pelirosa, a agazaparse o apartarlas de algún obstáculo del que no se habían percatado.

- Tranquila Arisa-san. No os agoteis. Yo estoy aquí - y sonrió

Me he quedado sin resuello después de todo lo que ha pasado, y los vaivenes que provocan las explosiones no están ayudando mucho. Me quedo un instante pensando en lo que debo hacer, y al final decido que tengo que echar abajo esa torre aunque me siga disparando mientras recargo el cañón. Estoy preocupado por los otros vagones, y activo el botón de megafonía mientras empiezo a recargar el cañón a toda prisa.

-¡La ventilación forzada y el vapor del circuito de refrigeración ayudan con este puto gas!.- Por todos los dioses, espero que esa información ayude al resto de tripulantes.- Voy a echar abajo la torre de artillería.

En cuanto termine de recargar abro fuego.

Sakura escucha la conversación de aquellos dos mientras dispone sus juguetitos mascando un chicle y sonriendo a medias.Esta era su especialidad y pensar en derribar aquella torre le ponía de muy buen humor,joder

Debía admitir algo y era que aquel virus daba una gran fuerza a sus portadores pero seguía sin entender por qué a algunos les dotaba de inteligencia y a otros no...

Entonces se puede considerar que está en nuestro bando… -- Kotaro sonríe con cierto amargor al confirmar que el llamado “uberkabane” es, en cierto modo, un compañero de armas.

Tras salir lentamente y con cuidado del amasijo de hierros en que se había convertido el tanque, se mantiene arrodillado y a cubierto mientras observa el último vagón de la Ryugujou. – No puedo acercarme si no dejáis de dispararle… -- Se queja al ser testigo del fuego al que estaba siendo sometido su objetivo inicial.

Con resignación vuelve la mirada hacia el combate que estaba teniendo lugar sobre la locomotora. De nuevo, da un suspiro de desasosiego al comprobar que su mejor opción bajo esta situación era darle apoyo a la monstruosidad kabane.

Soldado, dime tu nombre – le ordena – Vigila el cañón de artillería de la Ryugujou. Avísame si se mueve o sospechas que se está preparando para disparar. Voy a darle apoyo al uberkabane desde aquí.

Cuidadosamente se sube sobre parte del cuerpo metálico del tanque, aprovechando la columna de humo y el amasijo de hierros desordenado para ocultarse y ganar protección frente a disparos*.

Apoya su rifle sobre un par de pequeñas vigas con forma de V y, observando tras la mirilla, apunta hacia la locomotora, buscando a su primer objetivo.

Al viejo de Munetani parece que le ha funcionado bien sacar de sus casillas a sus oponentes para beneficiarse de ello. Me pregunto qué hará Tomohiro si se queda sin su querida guardaespaldas.

En cuanto tiene a Yûki en el punto de mira, aprieta el gatillo sin dudar**.

Dos de las torres defensivas de la fortaleza explotan casi simultáneamente, víctimas del fuego de los acorazados del Kokuryukai. Más allá de las murallas una gruesa columna de humo indica que al menos uno de los barcos ha sido destruido o al menos está gravemente dañado.

Inexplicablemente, dos de las torres artilladas restantes empiezan a dispararse entre sí...

La torre contra la que ha disparado Hideo responde al fuego. El proyectil envía una lluvia de piedra pulverizada al suelo pero no causa daños graves.

Nami observa el soldado rematado por Hideo antes de encogerse de hombros. Con el corazón destrozado no puede reanimarlo como kabane, pero los dos solados muertos aún son una posibilidad. La kabaneri los muerde y los lanza hacia el caótico patio. Después echa a correr sobre la muralla en dirección al castillo.

A pesar de las distracciones Sakura consigue crear un dispositivo de demolición capaz de destruir la cúpula artillada. Ahora sólo falta encender la mecha.

Arisa, Isae y Yûki dan un amplio rodeo para escabullirse de la batalla y dirigirse al castillo llevando a Sachiko entre ellas. En algún momento uno de los soldados se fija en la maquinista y se queda mirándola, pero antes de que pueda dar la voz de alarma una bala le alcanza en el cuello haciendo volar su cabeza.

La pequeña, que gime de dolor de vez en cuando, conduce a sus protectoras hacia un lateral del castillo. Allí, unas amplias escaleras con una rampa en un lado conduce a los subterráneos. La entrada está cerrada por una sólida reja de hierro.

Tenemos que entrar por aquí - dice Sachiko - Sin hacer ruido.

Yo puedo echaros una mano con eso - dice una voz desde atrás.

Kurata Toshiie, el mercenario que se uniera a la tripulación de la Ryugujou en Shimonoseki, baja las escaleras sin apenas hacer ruido mientras se cuelga su rifle de vapor a la espalda - ¡Uf! - dice cuando llega al fondo de las escaleras - Mantenerse a salvo en esta hayajiro es más difícil de lo que pensaba ¿Os abro la puerta?

Cállate - ordena Sachiko - Y abre.

Qué carácter - se burla Toshiie mientras saca unas ganzúas - Tu futuro marido será un hombre afortunado.

Que te calles - insiste la niña. Algo en su tono le quita al mercenario las ganas de broma. Toshiie trabaja rápido y en silencio, consiguiendo abrir la puerta en menos de un minuto. Cuando termina hace un gesto para que pase todo el mundo mientras él cubre la retaguardia con su fusil.

La carrera termina en una gran habitación, parecida a un cruce entre un laboratorio y una mazmorra. A la derecha hay una decena de kabane encadenados con gruesos tubos que les salen del cuello, llevándose la sangre hacia los instrumentos de bronce y cristal que hay en las mesas del fondo. A la izquierda hay una gran jaula de acero y metal que encierra a dos enormes kabane que tienen placas metálicas atornilladas al cuerpo y cubiertos por una malla azul que vibra como si tuviera vida propia. Junto al instrumental hay un anciando de gesto avinagrado que lleva grilletes en manos y pies, observando atentamente cómo los tubos que salen de los instrumentos convergen en una gran tina de cristal repleta de líquido rojo.

Rectifico - dice Toshiie. Su fusil apunta primero a los kabane encadenados, luego a los dos monstruos de la jaula - Estaba más seguro ahí arriba.

¿Quiénes son ustedes? - increpa el viejo...

Han dejado de dispararnos - dice el soldado - ¡Aprovechemos la ocasión!

El agua del circuito de refrigeración se está acabando y no retendrá la niebla roja por mucho más tiempo, pero al menos Takeshi tiene la opción de hacer un último disparo antes de tener que abandonar el vagón...

Teniente Aspar Ambros, señor - saluda el hombre - No se preocupe, le cubro.

Kotaro sale arrastrándose del tanque siniestrado y observa el campo de batalla. Es un auténtico caos de disparos, humo rojo, gritos y los estruendos de los cañones. Busca un objetivo para su rifle, pero Yûki y Arisa ya se han desecho del Überkabane y no se las ve por ninguna parte. Los tripulantes de la Ryugujou empiezan a bajarse de la hayajiro por el lado opuesto al humo rojo. Primero bajan los soldados, los cuales empiezan a disparar a través de los espacios entre vagones o desde debajo de las ruedas. Luego bajan los no combatientes, todos ellos cubriéndose la cabeza y los ojos con mantas, telas o cualquier prenda amplia que han podido encontrar.

Un súbito grito sobre su cabeza casi le hace disparar al aire: un soldado con el uniforme de Die Kriegshunde salido de ninguna parte aterriza en medio de una formación de sus compañeros. La caída debería haberlo matado, pero inmediatamente empieza a morder al soldado que tiene más cerca.

Lo han convertido en kabane.

Pronto le sigue otro kabane, lanzado desde lo alto de una torre artillada. Kotaro apunta su mira telescópica y ve que se trata de Nami, con la boca chorreante de sangre, la que está lanzando a esos kabane contra los soldados de Die Kriegshunde. Una vez lanzado un total de tres soldados reanimados, la kabaneri salta de la torre y empieza a correr sobre la muralla en dirección al castillo. De todos los objetivos posibles, Nami es sin duda el más peligroso, de forma que Kotaro apunta con su rifle hacia ella y la derriba de un sólo disparo. Sin embargo, es poco probable que la haya acabado con ella.

¡Señor! - grita Ambros - ¡El vagón artillado va a...!

Su aviso queda ahogado por el estampido del cañonazo...

Esto no me gusta, Lyashi - susurra Korusu con voz débil - Aquí hay algo... malo. Y no, no hablo de eso estúpidos muñecos de carne. Me... duele. Sácanos de aquí cuanto antes, por favor...

Asiento como en medio de un sueño a lo que me dice el soldado. Aquí se está repartiendo una cantidad indecible de palos, y espero poder sobrevivir para contarlo. Espero que todos sobrevivamos para contarlo.

-Vale, voy a hacer un último disparo.- Comento tanto para mí como para explicarle lo que va a pasar al soldado.- Y después nos vamos a cubrir para no respirar esa cosa, vamos a salir del vagón y a ayudar a repeler el ataque usando otras armas, ¿de acuerdo?.

Con cuidado apunto para volar de una pajolera vez la torre antes de que nos vuele a nosotros.

Este va a ser el último disparo que pueda hacer en bastante tiempo, así que me tomo un par de segundos para poder disparar con toda la mala leche del mundo, intentando provocar el daño más masivo que sea capaz. No busco simplemente eliminar la torre, si no que si aún por encima provoco una explosión que se vea desde Mibu estaré contento de haberme puesto en peligro.

Me quedo un par de segundos observando lo que acabo de hacer y luego salto del asiento y me cubro la cara para no envenenarme.

-Hay que salir cagando leches de aquí...

El disparo no había sido todo lo efectivo que me habría gustado pero quizás eso era hasta bueno, sin embargo la niña kabaneri tenía sus propios planes y se marcha después de lanzar al resto de cadáveres por la ventana. Si la situación no fuese tan endiablada iría tras ella pero ahora mismo había demasiada gente que necesitaba nuestra ayuda.

- Kinomoto-san, ¿qué tal si antes de volarlo por los aires usas este cañón contra los soldados de abajo? Yo mientras tanto me encargo de la otra torre y entre los dos salvamos a nuestra gente.- dicho esto me dirijo hacia la ventana y mientras me suelto el collar del cuello empiezo a correr a toda velocidad hacia el lugar mencionado.

El cañón doble de la Ryugujou dispara contra la segunda torre artillada haciéndola volar en pedazos y matando al instante a todos los que estaban dentro...

Ni siquiera ella, que tenía nervios de acero, permaneció indiferente a lo que se alzaba ante sus ojos. Colocó su brazo delante de las chicas para que no avanzaran de momento.

- Seguro que hay trampas - susurró mientras echaba un vistazo por el suelo y cuando le pareció seguro avanzó un poco, pero solo un poco.

- Hemos venido a sacarlo de aquí y devolverle su libertad - sin más apuntó al corazón del primer bicho que tenía más cerca y disparó. Aquellas cosas no merecian vivir

Al entrar en la sala, un sentimiento opresivo invadió el corazón de Isae, que miró con aprensión a los Kabane que estaban dentro de aquellos tubos. - ¿Por qué? ¿Por qué tratan de aprovechar sus cualidades, en lugar de buscar una cura contra la maldición y liberar a la humanidad de tanto horror? - musitó, incapaz de contener sus palabras ante tal atrocidad, pues estaba casi segura de que aquel hombre estaba intentando encontrar nuevas formas de usar la sangre infectada, en forma de humo o de cualquier otra cosa. Lo que no sabía es si lo hacía por voluntad propia o no, y a pesar de los grilletes, no las tenía todas consigo...pero quería confiar en que de alguna forma estaban obligando al Doctor.

- ¡Kuroda-San! Hemos venido a sacarle de aquí, no tiene porqué seguir haciendo ése horrible humo rojo que mata a la gente y los convierte en Kabane, que a su vez matan a más gente, mujeres, niños, ancianos... ¡Por favor, acompáñenos! ¡Destruya a éstos engendros y vayámonos de aquí...se lo suplico!¡No sabe el daño que están haciendo con ésa arma! Pueblos enteros han desaparecido...no siga...no lo haga, por favor. - la muchacha parecía realmente afligida y tocada por todo lo sucedido, y los sentimientos desbordaban su discurso, dándole potencia, veracidad y sentimiento.

¿Quién podría resistirse ante la súplica sincera y desesperada de una mujer hermosa?

La voz de Korusu no le gustaba un pelo, y que se dirigiera hacia su lado "luminoso", su otro yo, menos aún. Sólo faltaría que sus yoes internos empezaran a discutir entre ellas.*

- ¿De dónde sale ésa sensación? ¿Del doctor? ¿De la máquina? - le preguntó a su yo oscuro. Definitivamente, si se dejaba llevar por eso, acabaría hablando sóla y encerrada en un centro de salud....eso si conseguía sobrevivir.

Los segundos previos a la respuesta del doctor se le hicieron interminables, como si un ente superior tuviera que echar un ojo a lo sucedido allí dentro y decidir la siguiente secuencia de acciones de unas marionetas tiradas por hilos de su voluntad....

A su mente vinieron destellos de escenas de luchas con espada, caminos interminables, comidas frugales**...

En cuanto llegan al lugar que indica Sachiko, Arisa da un respingo al ver qué alguien ha decidido seguirlas, y no es una cara desconocida precisamente. Está a punto de decirle algo cuando empieza a discutir con Sachiko y frunce los labios, nerviosa y buscando la katana del joven. Si lo que vi era verdad...

Sin embargo, hay algo más preocupante en ese momento y es el aspecto de esa habitación. Aunque había visto la habitación del otro doctor, allí había incluso aún más kabanes y dos eran tan monstruosos como el que se habían encontrado sobre la Ryugujou. En un gesto instintivo, Arisa saca el arco y se prepara por si acaso, dejando a Sachiko tras ella. Viendo que las demás están hablando con el doctor Kuroda, la psíquica se gira a Toshiie.

- No deberías estar aquí. En la Ryugujou... - ¿Qué voy a decirle? ¿Que estaba más seguro? El pitido no se va de su cabeza y Arisa se sacude, entre nerviosa y molesta - Tendrías que haberte quedado. 

Salgo del vagón artillado buscando a alguien que me pueda decir cómo están las cosas/darme un arma/ busco a Mogami-sama o a alguno de mis compañeros