Partida Rol por web

La flecha de Aldar da en el blanco, así como la espada de Kenvent y la Maza de Erikand; La figura espectral guiada por Swen también se lanza contra los enormes gusanos y éstos mueren sin poder lanzar ni una dentellada.

Parece que lo que para los tritónidos era una amenaza superior no es un rival digno para unos guerreros experimentados como vosotros.

Respiro con alivio cuando veo como mueren los gusanos entre un mar de gelatina con textura de vómito. Arrugo la nariz ante el asqueroso espectáculo y, cuando me siento lo bastante seguro, avanzo para recoger la bolita de luz de Yorsar.

- Al final nos ha sido útil, Yorsar, estupenda idea -digo con cierta satisfacción- Pero yo no bajaría la guardia después de esta pequeña victoria. Sigo temiendo la aparición de los padres de esos bichos. Creo que deberíamos explorar esto a conciencia... y con mucho cuidado ¿seguimos?

Erikand se gira hacia Aldar con la ceja levantada. Entre asqueado y curioso por los conocimientos de Aldar.

- Y dices que estos bichos son los "hijos" de una criatura más grande? - dice sacudiendo la maza de la sustancia viscosa que los gusanos habían soltado- Qué te hace pensar eso? Para mi eran lo suficiente grandes estos gusanos...- Acaba Erikand sin entender cómo puede dar por supuesto que un gusano del tamaño de un perro sea el hijo de un gusano aún mayor.

- ¿Como ves tu las marcas grandes del suelo en la entrada? ¿Del tamaño de estos o más grandes? Yo tampoco bajaría la guardia -dice asintiendo a Aldar-. Se me ocurre que antes de que la luz de la piedra fluctúe la lances a la oscuridad. Si hay algo lo atraerá hacia la piedra y podremos prepararnos contra lo que sea pudiendo sorprenderlo y evitando que sea al revés. ¿Como lo veis?

-Me parece buena idea -comento mientras sacudo la espada para deshacerme de los restos de gusano-. Tenemos que asegurarnos de que no quede ninguno de estos monstruos y luego buscar las partes del artefacto.

Extiendo el brazo de la antorcha en dirección a la oscuridad con un gesto invitador y le digo a Aldar con una media sonrisa:

-Los exploradores primero...

Sonrío al gran bárbaro mientras recojo mi arco y me adelanto. Escucho a Yorsar y me encojo de hombros.

- Tú eres el Hombre Santo, Swen... disculpa, Yorsar -estamos solos, pero hay que acostumbrarse a los nuevos nombres y nos está costando más de la cuenta- La lanzaré hacia el pasillo por donde vinieron los últimos dos gusanos, pero a ras de tierra para que nos dé tiempo a ver bien lo que ilumine.

Sostengo la piedra en la mano. Tiene un brillo cálido y tranquilizador, aunque soy consciente de que me convierte en un blanco fácil, me resisto a desprenderme de ella. Pero el chamán tiene la última palabra en cuestiones de magia. 

La tiro rodando y, mientras veo como el resplandor avanza por el túnel, le hablo a Issar.

- Yorsar tiene razón también en lo del rastro. Nos ha parecido ver rastros de diferentes tamaños en el cruce y creo que lo mejor es estar preparado para lo peor. Si el gusano más grande de estas cuevas es uno de ésos de ahí atrás, te juro por la Luna Roja que te invitaré a una jarra de cerveza en la primera posada decente que nos encontremos en el camino- le guiño un ojo- Recuérdamelo, amigo.

Espero a que la bola pare o desaparezca y luego, con mi arco preparado y con el mayor cuidado posible, me empiezo a mover. Justo cuando doy el primer paso, les susurro.

- Voy a adelantarme unos metros ¿nadie ha pensado en registrar un poco a esos monstruos? Tal vez nos den una idea de lo que nos espera ahí delante.

Cuando Aldar arroja la piedra luminosa, ésta rueda hasta dejar ver cómo la gruta se ensancha considerablemente unos metros más adelante; Pero también revela un objeto extraño justo en medio del paso. Se trata de una especie de caja de madera repleta de grabados y en la que hay un enorme hueco en el que se podría colocar algún tipo de objeto redondo. Está algo baboseada por los gusanos pero en buen estado.

Observo la caja y el espacio que parece abrirse tras ella. Les lanzo una mirada rápida a mis compañeros y susurro:

- Rodearé la caja y exploraré esa habitación grande para asegurar nuestra posición. Cuidadme las espaldas, por Odayla. No creo que este pasillo sea seguro, pero al menos es estrecho y no nos pueden rodear con facilidad. Pero esa gran sala... me da mala espina -les señalo la caja con un movimiento de cabeza- Cuando estemos seguros le echamos un buen vistazo a ese baúl ¿os parece?

Cuando llegais a la gran sala, lo que encontrais en ella os sorprende y aterroriza a la vez: Os encontrais en una enorme caverna de forma ovoide (de huevo, vamos) cuyo techo, a más de seis metros de altura no es sostenido por pilar alguno; La entrada es el único acceso a la misma y se encuentra en la parte más elevada y en el otro extremo, a unos 20 metros de vosotros hay una gran cantidad de agua estancada. Esta sería, seguramente la zona de cría de los tritónidos.

Pero ahora mismo sus ocupantes son algo mucho más terrible: En el fondo de la sala, un enorme gusano del tamaño de un elefante, surge de las aguas entre hebras de una materia viscosa y teje a toda prisa unos capullos de seda con los que envuelve docenas de huevos con gusanitos en su interior. El resto de la sala está lleno de capullos, pegados en paredes y suelo y algunos de ellos están a punto de eclosionar, mientras que uno de ellos lo ha hecho ya.

La gusana parece sentir vuestra presencia y deja de tejer para ponerse a estimular los capullos maduros* mientras media docena de gusanos pequeños se arrastran hacia vosotros.

Erikand observa el panorama. Estaba claro que no podrían aguantar mucho si la madre despertaba a las crías.

- William, Yorsar, dedicad vuestra atención a los capullos! Kenvent, tenemos que aguantar!- dice mientras se lanza a exterminar a los gusanos.

Justo antes de llegar, Kenvent se acerca demasiado a su derecha y por poco tienen un disgusto, provocando que el golpe se descontrole por el susto y falle por mucho. Sin embargo, si consigue afianzar su escudo protegiendo gran parte de su izquierda. Sin embargo, son 6 los gusanos y ellos sólo 2. Debía haber acertado!

Rezo a Odayla mientras disparo mi arco hacia el gusano más cercano, esperando ayudar a mis amigos antes de que empiecen a luchar cuerpo a cuerpo. Después lo dejo caer mientras pienso en sacar la lanza para ensartar las vainas o...

- ¡Muy bien, Issar! ¡Lo intentaremos! -miro a un lado y a otro y le grito a Kenvent- ¡La antorcha, Orlev, dámela! ¡Usemos el fuego para quemar los capullos! ¡Manteneos lejos del grande!

Swen sonrie al constatar la sorpresa de Erikand aunque desoye su indicación confiando plenamente en Aldar la tarea de deshacerse de los capullos. Permanece apartado y habla a sus amigos como hacía tiempo que no lo había hecho.

- Randan, Gunhar, disfrutad ayudando a Kenvent y Erikand con los pequeños. El grande... esperemos que sueñe hoy por última vez con esta cueva.

En la mente del chamán se dibuja una escena con Gunhar en un éxtasis de locura uroxi poseyendo gusanos y lanzándolos a una muerte segura contra sus congéneres, y el fuego de Aldar, mientras Randan absorve la vida uno a uno de los que se le acercan e intentan atacar a cualquiera de los componentes del cuarteto aventurero. Luego de transmitida la orden mental a sus compañeros espirituales comienza a ronronear mientras extrae su amuleto captura sueños y fija su mirada en la madre.

-¡Por las armas sagradas del Atronador...! -exclamo al ver la cueva y a sus repugnantes ocupantes. La sorpresa me deja absorto unos instantes y Erikand toma la iniciativa. No hay tiempo para pensar, solo para actuar, así que me giro rápidamente hacia Aldar para pasarle la antorcha, pero cuando veo que ya está disparando con el arco, le echo la tea a los pies sobre unas rocas secas y luego corro tras de Erikand a por los gusanos, descolgándome el escudo de la espalda con practicada destreza, y me lanzo contra el primer monstruo con ganas de recuperar el tiempo que he perdido en reaccionar.

Con eficacia militar, os lanzais al ataque buscando la forma más efectiva para acabar con vuestros numerosos adversarios.

Aldar, en la retaguardia junto a Swen, dispara una flecha al gusano más alejado y ésta traspasa su cuerpo y lo deja clavado en uno de los muros; El gusano sigue con vida, pero es incapaz de seguir moviendose. Los acompañantes de Swen se lanzan también al ataque, captando la atención de dos de los gusanos pequeños y Kenvent y Erikand hacen lo mismo.

Los gusanos tratan de morder con unos dientes minúsculos pero numerosos, pero la destreza de Kenvent y Erikand con sus escudos y la condición etérea de los espectros hacen que sus esfuerzos sean en vano.

La madre gusano comienza a abrir uno de los capullos.

Me felicito mentalmente por tener mi larga bufanda a mano y un frasco de aceite que utilizo para limpiar los arcos. No será tarea sencilla pero son la mejor de las opciones. Improviso una flecha incendiaria que si bien no serviría para incendiar una torre de asedio bien puede que baste para prender unos capullos de seda.

Intuyendo que en este caso es más importante el acertar que el daño en bruto, agarro mi arco corto de precisión y me concentro. No puedo permitir que este capullo se abra. Pero son demasiadas cosas y mis manos me traicionan. La primera flecha golpea contra la pared más lejana de la cueva sin acertar a nadie ni a nada.

Continúo arremetiendo contra los gusanos a diestra y siniestra, sin darles ningún tipo de tregua. Si no acabamos con ellos lo antes posible, podrían abrumarnos.

Por unos momentos Swen valora cambiar su táctica. ¿Y creara un punto de luz justo los ojos del gigantesco gusano? Pero no logra verlos. ¿Y si pidiera a Gunhar que poseyera a la madre y que ella misma se encargara de sus hijos? Pero eso podría tardar y... mientras ella seguiría despertando a sus descendientes. ¿Y si mandara a Randan contra ella? ¿El gusano madre trataría de atacarla y dejaría de levantar a los suyos? Nada es seguro...

Así que opta por su táctica habitual contra grandes enemigos: recordarles cuán hermoso es el mundo de los sueños. Agita el cazador de sueños y sopla sobre él hacia la enorme bestia mientras solicita al espíritu del sueño que le permita dormirla cuanto antes. Pero ni con la ayuda de la pequeña ceremonia previa logra despertar al dormilón espíritu que impregnó con sus poderes su talismán. No obstante sigue con su salmodia ininteligible tratando de extraer el poder legado y vinculado al objeto.

Mientras tanto Randan y Gunhar siguen con su frenética lucha. Randan atraviesa con sus incorpóreas garras al gusano que tiene enfrente y a cada zarpazo aparecen nuevos hematomas en la piel de su oponente. Gunhar, enloquecido ante los que piensa que son monstruos caóticos, no logra enfocar su débil aura contra su oponente y ruge maldiciendo al caos.