Partida Rol por web

Despiertas en una fría sala del castillo. No, no son tus aposentos, ni habías estado antes que recuerdes. Lo que mas te choca es que estas como dios te trajo al mundo lo que hace que sientas escalofríos al poner tus pies en el suelo de piedra.

La sala es cuadrada y tan solo hay una cama sin sábanas. Tan solo un colchón sobre el lecho de madera que es desde donde te incorporas. Un ventanal cerrado y una puerta son los únicos accesos. Salvo eso hay un arcón de hierro en un rincón cercano a la cama.

Te acercas y compruebas que no esta cerrado. Chirría al levantar su tapa y encuentras algo en su interior:

Lo primero que se le vino a la mente a Scarlet fue “que demonios hago aquí?”. Apenas recordaba nada de lo que había pasado la noche anterior, su mano se fue instintivamente a su cabeza sintiendo que algo le habían echado a la bebida, por lo general no bebía pero su superior había insistido en que era de buena educación y mirala ahora. Cuando se levanto sintió un escalofrió por todo su cuerpo e inmediatamente se sentó con un sonrojo hasta las mejillas por como estaba. -Q..que demonios! Si esto es una broma no tiene ninguna gracia! Grito enfadada y avergonzada mientras se tapaba el cuerpo con sus brazos buscando al culpable, si habían sido sus compañeros de guardia juraba que se las pagarían y seria con sangre.

No se encontraba en ninguna habitación conocida y eso era de lo mas extraño, no había tampoco sabanas ni nada, en aquella caja extraña había unos objetos que le parecían como mínimo curiosos. Apretó los dientes y tuvo que conformarse con lo que obtuvo. Unas braguitas que ocultaban su zona mas preciada, un pequeño puñal para defenderse y una ración de comida. No era demasiado pero era lo que tenia, con una mano se tapo el pecho, ya buscaría la forma de taparlo de alguna manera fuera con unas cortinas o otra cosa y se dispuso a salir de la habitación.

¿Dónde estoy?

Estoy seguro de que sigo dentro del castillo pero... ¿Dónde? Está claro que no son mis aposentos, pero tampoco recuerdo ninguna sala similar. Aunque no hay demasiado que ver. Los fríos muros que me rodean, una puerta y una ventana cerradas y...  Un arcón.

Sólo al levantarme y sentir mis pies desnudos en el suelo me empiezo a percatar de mi estado... ¡Hace tanto frío! Está claro que quedarse quieto no es una opción. Doy unos pasitos y me arrodillo ante el baúl, abriendolo. En él me encuentro, con algo de alivio, dos prendas: Un pantalón de arpillera, no muy distinto al que se dejaría a un prisionero, y unas botas un tanto usadas. Pero a mi me vale: Me coloco el pantalón, usando la cuerda para ajustarlo, y después calzo las botas.

Sólo entonces me doy cuenta de que hay algo más en el baúl: Una pequeña lampara de aceite. No parece tener mucho, pero es mejor que nada. La agarro por el asa y me levanto. ¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué es lo que ha pasado en el castillo...?

Está claro que no voy a averiguarlo quieto. Determinado, me acerco a la puerta e intento tirar para abrirla.

Desperté con una tremenda sensación de frío y no me costó averiguar por qué. Estaba en una habitación del castillo que no reconocía en la que la única comodidad que había era una cama sin sábanas. Al darme cuenta de ello casi podía asegurar que tenía más frío que antes y eso, que tenía los pezones tan duros que me dolían.

Lo primero que hice, como haría cualquier persona a la que habrían encerrado, fue dirigirme a la puerta y tratar de abrirla, pero no tuve tanta suerte.

- ¡Mierda! Esto no pinta nada bien.

Al volverme vi el cobre, imaginando que habría algo en su interior. Por suerte, eso no estaba cerrado.

Lo primero que saqué fue un pequeño vestido que me quedaba bastante corto y dejaba más bien poco a la imaginación, pues el escote también era bastante generoso. Se podía decir que la camisa de un hombre me hubiera podido cubrir más, pero agradecí tener algo sobre la piel, sobretodo, en un lugar donde no calentaba nada el sol. Si estuviera en una pradera al sol o en un arroyo, la desnudez no sería problema alguno para mí.

Lo segundo que cogí fue comida y entonces pensé en que mejor la guardaría. No era demasiado, pero ahora podía pasar sin comer y no sabía si me iban a dar algo más, porque no sabía ni siquiera por qué me habían encerrado.

Al fondo del todo había un objeto. Era un pequeño vial de cristal de un color blanquecino. Al quitarle la tapa vi que era una infusión, que por el olor, hacía que quien la tomara durmiera al instante. La guardé en la parte interior del vestido.

Cojo dos objetos y un comestible. Intento salir de la sala.

Aguanto la respiración. Como guardia, el sigilo no ha sido nunca lo mio. Me gusta enfrentarme a los problemas de frente...

... Pero por una vez creo que será mejor cambiar de tactica. Tiro de la puerta suavemente y me asomo haciendo tan poco ruido como me es posible; sólo puedo rezar que algún detalle me permita saber en dónde estoy.

Me acercó a la puerta y la habri con cuidado, después de cojer mi laúd, mi daga, gorro y pantalón... Donde estará mi camisa?

Abro el arcón y con sorpresa cojo lo que hay dentro. Unas grebas de caballero, una cuerda larga y resistente y un odre de vino.

La verdad que estar desnuda es excitante a la vez que me muero de frio. Se me han puesto los pezones duros duros. 

Voy a la puerta y me asomo a ver que me encuentro. Pasillo despejado, parece que tengo suerte. Salgo al exterior a ver como consigo escapar.

Me despierto violentamente, como si hubiese vuelto de un mal sueño. Miro a mi alrededor mientras recupero el hálito de mi pecho sobresaltado y veo que ese sueño era muy real. No, no había escapado de él.

Algo desubicado me reincorporé y caminé por la estancia. Estaba completamente desnudo... - ¿Qué habrán sido de mis cosas? Maldita sea, maldigo mi estampa - Pienso para mis adentros mientras trato de hacer memoria, pero no logro sacar nada en claro. 

Veo el arcón y decido abrirlo. En él encuentro una prenda que difícilmente podrían llamarse de pantalones, un cuchillo y un poco de pan. 

Carraspeo y vuelvo a mirar a mi alrededor. -¿Qué maldito lugar es este? Estoy en el castillo, pero nunca había visto esta sala... No estoy en las mazmorras. Eso seguro... - Me pongo el pantalón áspero en mis partes blandas mientras guardo el cuchillo y el pan. No tenía intención de quedarme aquí por mucho tiempo, tras comprobar que el ventanal está cerrado me limito a poner todas mis esperanzas en la puerta. La abro con cuidado, me sorprende que esté abierta y paso muy cuidadosamente....