Partida Rol por web

Caminaron por el pasillo sin dejar de contemplar el centro del salón que ahora no era más que una montaña de piedras y escombros. Estaban a medio camino del lugar por el que habían entrado sus enemigos cuando una nueva piedra cayó desde la bóveda central. La roca chocó contra otra roca del centro de la sala y rebotó hacia su posición. Fue detenida por una de las columnas del pasillo que no pudo contener la fuerza del golpe y se rompió por la mitad. El techo de esa parte del pasillo se vino abajo. Picco fue empujado hacia adelante donde cayó de bruces lejos del alcance de las piedras. Aeldar permanecía en el suelo a su lado mientras los demás dirigían sus sorprendidas miradas hacia la montaña de rocas que en un instante se había formado junto a ellos.

Picco respiró aliviado por haberse salvado por poco y se dirigió a Aeldar agradecido.

- Gracias por haberme empujado lejos de esas rocas, Aeldar. por poco no lo cuento... -indicó golpeándole amistosamente el hombro.

- Yo no te he empujado -respondió el elfo extrañado.

- ¿Dónde está Nae? -preguntó Lihem alarmado.

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Era improbable que la elfa siguiera con vida bajo aquel amasijo de piedra, sin embargo, no cesaron en su intento desesperado por liberarla. Cuando apenas llevaban un par de minutos, Picco gritó a los demás indicando que la había encontrado. Entre todos lograron liberar su cuerpo inconsciente de las rocas que al cubrían. Totalmente magullada y con un feo corte en un pómulo, la elfa despertó tosiendo cuando Picco derramó un poco de agua sobre su cara.

- ¿Como te encuentras?

Nae soltó un débil "Bien" y luchó por ponerse en pie. En un primer momento no pudo más que incorporar la mitad del cuerpo mientras permanecía sentada, tosiendo. Bebió agua y se aclaró la garganta mientras se frotaba la cabeza. Algo mareada logró ponerse en pie y sacudirse las ropas rasgadas y cubiertas de polvo. Resultaba sorprendente que siguiera viva, pero lo era aún más comprobar su tenacidad al ponerse en pie, dispuesta a continuar con la misión. Se sentía más débil de lo que intentaba demostrar, pero aún tenía fuerzas para continuar por el momento.

Nae se miró las ropas, totalmente cubiertas de polvo y rajadas por varios sitios. Empleando su daga, desprendió la tela que cubría su abdomen que colgaba de forma incómoda. Así mismo, intentó enganchar de nuevo la que cubría su hombro derecho, pero desistió tras varios intentos y terminó por cortarla igualmente. Desprendió también la tela hecha jirones que tapaba parte de sus piernas. Se ruborizó al comprobar que mostraba más piel de la que le hubierta gustado, mostrando sus bien definidas y proporcionadas curvas y su liso vientre así como sus firmes pero suaves piernas. No comentó nada al respecto y levantó la vista con decisión. Dirigió a Aran una seria mirada de advertencia, y se dispuso a continuar su camino.

Lihem ayudó a Liozard a avanzar, pues apenas se tenía en pie, y todos juntos caminaron hacia la sala contigua a través del pasillo del que habían surgido los arqueros, los lanceros y la hechicera Wuenipa, dejando atrás aquel ruinoso salón presidido por el Trono de Pélor, ahora totalmente cubierto de rocas.

Parecia que la batalla se estaba declinando a favor de uno de los bandos. Oliver después de dar muerte al segundo de sus contrincantes, miro a Lihem, preocupado por su estado… ¿ Te encuentras bien?... le pregunto el paladin posando una mano sobre su hombro sin perder de vista a su próximo enemigo. Lhiem le contesto afirmativamente. Fue suficiente para el paladin. Decidido, fue en busca de otro arquero o lancero que abatir, daba igual lo que fuera, con tal de eliminar a todos y cada uno de sus contrincantes.

Sin perder tiempo, se dirigió hacia su próximo enemigo. Pero algo sucedió en ese preciso instante. Wuenipa protegida por un extraño escudo de energía, se dirigió lentamente hacia el centro de la estancia. Oliver permaneció atento a sus movimientos, mientras de reojo miraba las reacciones de Liozard. El mejor que nadie sabía lo que aquella mujer estaba tramando. Y en efecto, el mago no tardo en advertir al grupo del peligro que estaban a punto de correr.

¡¡¡ Cataclismo ¡!!... pensó Oliver. En ese momento, parte de su vida paso delante de sus ojos, cientos de sentimientos se agolparon en su ser, intentando aflorar todos a la vez. Sus padres, su vida entera, incluso su buen amigo Sigmund, hicieron acto de presencia en su mente.

El grito de Liozard hizo que el paladin volviera a la realidad y sin perder tiempo se puso a cubierto. En ese momento todas las paredes del templo templaron alrededor del paladin dejando caer grandes piedras en el círculo central del templo.

¡¡¡ Apartaros ¡!!... grito el paladin cuando vio que varios de sus compañeros se encontraban a exposición de los grandes cascotes de piedra que caían a un lado y otro de la estancia. Angustiado, vio como varios de sus compañeros fueron alcanzados por los cascotes, ¡¡¡ Sigmund!!!... volvió a gritar cuando una enorme piedra cayó sobre su amigo.

Todo pareció acabarse cuando el último de los cascotes cayó sobre la maltrecha sala. El paladin  respiro tranquilo al creer que todos sus compañeros estaban a salvo. El rostro del paladin ensombreció cuando escucho la voz de Lihem preguntando por Nae. El paladin corrió rápidamente junto a sus compañeros afanándose a en buscar bajo todo aquel amasijo de piedras, el cuerpo de su compañera.

Cuando Picco indico que había encontrado a Nae, el paladin se acerco rápidamente para ayudar a sus compañeros a sacar a la elfa de aquel lugar. Cuando esta empezó a recobrar la conciencia, el paladin esbozo una gran sonrisa a la par que suspiro de alegría al ver que esta recobraba la conciencia.

Cuando Nae empezó a cortarse trozos de ropa y dejo a la vista insinuantes partes de su anatomía, la memoria del paladin volvió a recordar la noche en aquella posada, junto a Nae.

Todos se dirigieron a la sala contigua, unos más magullados que otros, pero al fin y al cabo todos sanos y salvos. Fue entonces cuando Oliver se dio cuenta de que se podía sentir un afortunado al no haber recibido en ningún momento ningún tipo de herida en el combate y posteriores sucesos.

Junto a sus compañeros, Oliver dejo atrás aquella sala para adentrarse en uno de los pasillos contiguos al lugar, esperando que a partir de ese momento todo fuera más tranquilo. Aunque una voz interior le decia que todavía serian victimas de mas desafortunadas sorpresas.

El pasillo recorría una docena de metros en los que encontraron una serie de robustas puertas de madera. Por fortuna para los compañeros todas ellas se encontraban abiertas en aquel momento, pues de no ser así les llevaría un buen rato abrirlas todas.

La sala a la que llegaron a través del pasillo era mucho más pequeña que la anterior, pero su aspecto era igualmente lujoso y detallista. Cada esquina estaba adornada por ribetes y adornos tallados en la propia pared con trazos plateados biselados que desprendían brillos por doquier.

En el centro, dominando la sala, una circunferencia de unos diez pies de radio se hundía en el suelo y se perdía en la oscura profundidad. Una estrecha escalera de caracol de apenas dos pies de ancho descendía pegada a la pared del abismo. En su borde, una serie de adornados balaustres rodeaban la cavidad salvo el acceso a la escalera.

Una inscripción en lengua élfica rodeaba la estructura con hermosos y delicados trazos tallados en el suelo. La inscripción rezaba: "Incluso la luz hiere a los ojos del incosciente que no aprende a mirarla. Cuidado pues, valiente protector o usurpador, las criaturas que custodian este poder no suponen un peligro mayor que el del propio poder al que pretendes acceder".

El grupo escuchó la traducción de Nae y se acercó a los balaustres inquieto. Intimidados en mayor o menor medida, los miembros del grupo fueron accediendo a la escalera y posaron sus pies en los consecutivos peldaños a medida que la oscuridad los fue engullendo uno a uno.

Poco a poco, sus ojos se fueron acostumbrando a la escasa iluminación del lugar, no obstante, ninguno de ellos alcanzó a ver el fondo del abismo a pesar de haber descendido una buena cantidad de metros. En un par de ocasiones, alguno estuvo a punto de perder el equilibrio y caer al vacío, pero todos lograron mantenerse pegados a la pared e ir descendiendo. Finalmente, sin previo aviso, los escalones cesaron y se encontraron en una sala totalmente oscura donde apenas se veía la escalera que acababan de recorrer.

De pronto, un fogonazo iluminó toda la estancia durante un instante. Todos se llevaron las manos a los ojos afectados por el repentino cambio de luz, sin embargo, cuando lo hicieron la luz ya se había desvanecido.

- Lo siento -indicó la voz del mago.

El destello había desvelado que en las paredes que los rodeaban colgaban cuatro antochas de madera listas para ser usadas. El fogonazo se repitió pero de forma mucho más tenue, y antes de que pudieran darse cuenta, las antorchas ardían iluminando el lugar con una luz titilante y amarillenta.

La sala donde se encontraban era totalmente circular a no ser por una hoquedad que daba acceso a un pasillo cuyo fin no alcanzaban a iluminar las antorchas. Las paredes, que en la habitación de arriba eran perfectamente lisas y blancas, allí abajo no eran más que paredes de roca salvaje, talladas con descuido para trazar la cavidad y el pasillo que tenían delante.

La inscripcion que tradujo Nae para el grupo dejo algo intrigado al paladin... ¿ que querria decir aquello ?... se preguntaba el paladin mientras se daba cuenta de que aquellas palabras estaban fuera de su alcance.

Cuando los compañeros de Oliver se dispusieron a bajar por aquellas peligrosas escaleras, el paladin hizo lo mismo, y en ultimo lugar se dispuso a bajar por ellas. No sin sentir un profundo respeto ante el peligroso descenso... Tened cuidado... dijo a los compañeros que iban delante de el. Poco a poco y uno tras otro, bajo todos y cada uno de los escalones de aquella angosta escalera hasta llegar a su fin.

El destello de luz que produjo Liozard deslumbro por completo al paladin, haciendo que  una molesta sensacion en los ojos de este no desapareciera hasta segundos despues del alumbramiento de la sala.

Una vez con la vista acomodada a la iluminacion del lugar, Oliver recorrio la estancia. Todos se habian dado cuenta de la presencia de un pasillo, dado que todos miraban en esa direccion.

Sigmund?... dijo Oliver esperando instrucciones por parte de su amigo.

Áran se apolló jadeante contra la pared del pasillo una vez parecía que los temblores habían cesado. Le dolía la espalda, donde un trozo del ornamentado techo había impactado, y su muñeca izquierda seguía sagrando. Sin embargo, estaba vivo.

El pícaro se giró para comprobar si la suerte había estado del lado de sus compañeros en la pelea, y quitando a Sigmund que parecía haberse llevado  un par de golpes y al pobre Thorin que sangraba por una herida de flecha, no parecía haber más heridas de gravedad. Eso hasta que Lihem preguntó por Nae.

Áran apenas había tenido tiempo para tapar la herida de su muñeca antes de que la desaparición de la elfa le pusiera a levantar escombros junto a sus compañeros. La tensión se palpaba en el aire y nadie pronunció una palabra hasta que Picco anunción que había encontrado algo. Rntonces el silencio cambió por gritos de angustia mientras sacaban su cuerpo inerte, y luego expresiones de alegría cuando Nae abrió sus ojos de nuevo.

Una vez el grupo se recuperó del susto y atendieron mínimamente sus heridas (y Nae se puso un poco más "cómoda", afectando ligerámente a la concentración del pícaro y levantando la moral del grupo) volvieron aponerse en movimiento hacia el interior del templo. Avanzaron a través de inmensas puertas sin que nadie apareciera para detenerlos, hasta que una puerta cerrada se alzó en su camino. La inscripción de la puerta estaba en élfico y su traducción hico que un escalofrío recorriera la espalda del chico.

Magia... - Pensó mientras se encogía ligeramente.

Al abrir las puertas un fogonazo de luz asustó a Áran que, creyendo que era una trampa mágica, se cayó de espaldas y se encogió en el suelo. Después de este accidente y de dejar patente lo que le inquietaba la magia se quedó tras Liozard el resto del camino.

-¡Por la olla gigante de mi tia-abuela enana!¡Maldito viejo, avisa antes de usar magia demonios, que nos asustas!-Thorin se habia chocado de cabeza contra la dura piedra al escuchar el fogonazo producido por el mago. Se agarró la frente con suavidad, notando como le palpitaba la frente. Menos mal que era un enano, si no, seguramente le hubiera salido un gran chichón.

-Hm...-Gruñó severamente el enano mientras observaba la piedra que le rodeaba.

-Es extraño, la belleza de las anteriores salas es indiscutible, obra de maestros artesanos, pero esto...-Dijo acariciando la pared rugosa.-...Esto parece esculpido por trolls y a base de hachazos. No encaja, y no me gusta.-El enano se giró hacia el oscuro pasillo. Luego miró a Sigmund para seguidamente mirar a Picco.

-El va primero.-Anunció con cierto tono humorístico. Miró a Oliver y le guiñó un ojo.

Al sentir temblar todo el edificio y ver al mediano allí parado Nae no dudó ni un segundo sobre lo que debía hacer. Tomó impulso y desplazó a Picco para salvarlo de morir aplastado. Sin embargo a ella no le dio tiempo suficiente y los bloques de roca la sepultaron al instante. Su último pensamiento fue para su pueblo pero como si su alma se hubiera despegada de su cuerpo, sintiendo pero a la vez sin sentir ya que estaba inconsciente, supo que sus compañeros no la abandonarían tan fácilmente.

Un tiempo después, no sabría decir cuanto, comenzó su regreso de nuevo a la realidad. Primero escuchó los comentarios de preocupación de sus amigos, más tarde notó como la llevaban en brazos y finalmente pudo abrir lentamente los párpados.

-No os pensaríais que os iba a dejar asi tan fácil ¿no?-se atrevió la joven a bromear cuando ya estaba algo recuperada. Poco a poco se puso en pie y viendo el mal aspecto que tenía decidió arreglar su vestimenta como buenamente podía. Sabía que no era decoroso ir así vestida pero también sabía que sus compañeros no le iban a decir nada al respecto.

Siguieron con su camino por pasillo lleno de puertas hasta llegar al final y ver las escaleras que iban hacia las profundidades. Nae tradujo a los demás lo que ponía la inscripción y se encaminó hacia los peldaños muy confiada. Este es el lugar...ahí abajo deben de estar la condesa y su hija. La oscuridad era tal que parecía que se podía cortar, la elfa no recordaba haber estado nunca en un lugar tan tenebroso y en ese momento echó de menos los Robledales y el aire puro de los bosques. Pero el fogonazo que envió Liozard sin previo avisó le hizo olvidar esos pensamientos y sacó una flecha y tensó su arco pensando que alguien les atacaba.

No pasa nada Liozard pero la próxima vez avísanos casi nos das un susto de muerte.-Nae agradeció de todas formas que hubiese encendido las antorchas porque allí abajo y al haberse quitado tanta ropa comenzaba a tener frío.

La elfa miró a Sigmund esperando su respuesta para seguir adelante por el único pasillo que se veía. Mientras tanto buscó en su bolsa el frasquito que guardaba de flor de reyes y poco a poco se la extendió por sus heridas. Estaba muy débil aunque intentaba no mostrárselo a sus compañeros y deseó mejorarse lo antes posible para estar perfecta para la batalla que se avecinaba.

Todo pasó muy deprisa, el templo parecía venirse abajo y Aeldar no pudo hacer otra cosa que echarse a un lado de la sala y esquivar los trozos de piedra y columnas que se desprendían rápidamente.

Una vez todo hubo pasado y tras unos instantes de preocupación al no dar con la elfa, aunque al final todo quedó en un susto, el grupo prosiguió su camino adentrándose en el subsuelo del templo por unas escaleras dificiles de seguir por la falta de luz.

Al acabar de bajar, y tras iluminar la sala donde se encontraban, tan sólo parecía haber un camino, y ése era por un pasillo del cuál no se distinguía el final.

No hemos llegado hasta aquí para quedarnos aquí parados, ¿no? Comentó Aeldar esperando que fuese Sigmund el que ordenase continuar.

Tras lo acontecido en la batalla y la concentración para el lento descenso por la escalinata, el cuerpo de Sigmund le gritaba que descansara, pero como tantas otras veces en el pasado ignoro las nauseas que sentía, el mareo de su visión y los pinchazos de dolor de músculos y huesos.

Mirando la estancia y sabiendo que el tiempo era un lujo que no se podían permitir desde que salieron a emprender la misión, el guerrero magullado y ensangrentado escucho a sus compañeros y asintiendo respondió.

-Por supuesto, debemos seguir - un atisbo de preocupación apareció en su semblante - Pero en primer lugar debería avanzar Áran, nos ha demostrado de sobras que sus sentidos y reflejos están bien desarrollados y podrá atisbar alguna trampa que nos tengan preparada, nosotros andaremos algunos metros detrás suyo.

>> Seguramente con lo acontecido ahí arriba ya saben que estamos aquí... - una risa amarga y pesada se escapo de sus labios e indico a Áran que iniciara la marcha.

El grupo se hizo con las antorchas que colgaban de las paredes y se internó por el pasillo de rugosas paredes, que al fin y al cabo, era el único lugar por el que podían avanzar. El corredor se alargaba un par de docenas de metros para finalmente abrirse en una amplia y salvaje galería subterránea. Se trataba de un amplio espacio de roca viva, una caverna en estado naturaldonde no parecía haber salida. Las tenues luces de las antorchas no llegaban a iluminar toda la sala por lo que la cavidad daba una sensación de amplitud infinita.

No había pasillos, corredores ni puertas. Únicamente había rocas aquí y allá, paredes irregulares de roca y un pequeño estanque de agua turbia y aparentemente poca profundidad.

Liozard caminó hacia una de las paredes y la acarició con la mano estudiándola. Lo hizo en silencio y durante largos minutos, para finalmente volver con el grupo sin decir nada.

El paladin observo a su a migo mientras daba las ordenes pertinentes al grupo. Un gesto de tristeza asomo en su rostro, en vista del deteriorado estado de su compañero. Antes de que Aran reemprendiera la marcha, el paladin se acerco a Sigmund, se posiciono frente a el y cerrando los ojos mientras parecia estar meditando, impuso sus manos sobre el cuerpo de su amigo y compañero. Estuvo en esa posicion durante unos segundos, con el simple objetivo de aportar un pequeño granito de arena en la pronta recuperacion de Sigmund.

Una vez echo esto, el paladin sonrio a su amigo, se aparto de su camino y cedio el paso a Sigmund, para que este reemprendiera la marcha por el pasillo tras Aran. Oliver siguio de cerca los pasos de sus compañeros, dejando detras suyo a los elfos, el mago, el mediano, el enano y el Zhar-Zarin.

Mientras recorrian aquel estrecho pasillo casi en penumbras, el paladin no dejo de pensar en lo cerca que estaban de conseguir su proposito, aquel que les ha hecho participes de esta dura mision. Tambien dedica un par de minutos en memoria de Calypso, quien muy a pesar suyo, ya no estaba con ellos.

Cuando llegaron al final del pasillo, Oliver se quedo mirando aquel lugar, no habia nada en aquella estancia. Solo roca y mas roca... ¡¡¡ Nos hemos metido en un callejon sin salida !!!... susurro el paladin mientras miraba a sus compañeros.

Oliver observa con detenimiento los movimientos del mago, que parece estar buscando algo sobre la dura roca del lugar, pero sin ningun resultado aparente.

No puede ser, esto tiene que llevar a algun lado... pensaba el paladin. Oliver se sentia frustrado. Parecia que estaban en un callejon sin salida. Lo unico que le quedaba era mirar el techo de aquel lugar, por si hubiera algun tipo de abertura por donde poder proseguir la busqueda.

Áran se mostró un poco reacio a la idea de ir delante del grupo, pero sabía que no podía oponerse a una orden directa. A fín de cuentas, tenía una deuda que saldar con Sigmund. A regañadientes se puso delante del grupo, no sin antes coger una de las antorchas de la pared para iluminar mejor su camino.

Avanzó con sumo cuidado por si alguna antorcha encendida mágicamente volvía a soltar un fogonazo, o por si veía alguna de las "trampas" antes mencionadas.

¿Pero qué puñetera pinta puede tener una trampa? ¿Acaso esperan que vea un cartelito avisándome de su presencia? Vaya marrón me ha caído...