Partida Rol por web

Oliver no pudo contener la tentación y a pesar de arriesgarse a despertar a la elfa extendió su mano y acarició su mejilla con suavidad. El tacto de su piel era extraordinariamente terso y suave y no hizo más que acrecentar el deseo del paladín. Este siguió acariciando el cuello de la elfa que parecía dormir plácidamente. Apartó el pelo del rostro de Nae y la miró fijamente.

¿Cómo puede haber algo tan hermoso? se preguntaba Oliver.

Un nuevo deseo surgió del pecho del paladín. El deseo de besarla, de despertarla y transmitirle sus sentimientos. De transmitírselos en forma de palabras, de besos, de caricias...

 Llevaba varias horas de sueño cuando el paladín notó el contacto de la elfa que mientras dormía, instintivamente se había acercado a su cuerpo en busca de calor. Ella seguía dormida mientras su mano descansaba sobre el pecho de Oliver, y su rostro magistralmente angelical descansaba a pocos centímetros del suyo. Haciendo asi que Oliver se desvelara temporalmente. La luz de la luna entraba por la ventana que estaba parcialmente cerrada. Justo un haz de luz daba directamente en la mitad superior del cuerpo de Nae, dejando ver una belleza inigualable y poco apreciada a la luz del dia. 

Aquella tenue luz lunar, dotaba a la elfa de una hermosura espectacular. El paladin quedo atonito mirando aquella belleza expuesta ante el. Nae estaba placidamente durmiendo, ajena a la mirada de su compañero de habitacion. El paladin volvio a acariciar la mejilla que horas antes habia secado con su dedo, mientras las lagrimas se dejaban caer de los ojos de la elfa. Pareces tan fragil mientras duermes. Oliver se quedo mirando durante un buen rato a la elfa mientras suavemente la seguia acariciando. El tacto de sus manos con la piel de Nae hizo estremecerse a Oliver. En ese momento se paro a pensar en lo que estaba haciendo y enseguida aparto su mano del cuerpo de Nae, para intentar volver a conciliar el sueño.

No tardo mucho en volver a dormirse.

Nae se despertó en mitad de la noche y se sobresaltó al comprobar que se encontraba muy cerca del paladín. Mantenía la mano apoyada en su pecho, y sus rostros a apenas unos centímetros. La elfa comprobó sorprendida que Oliver parecía no haberse movido ni un milímetro de su posición haciendo gala de su extraordinaria cortesía.

Nae se sonrojó al ser consciente de la cercanía del musculoso cuerpo del paladín y comenzó a sentir un deseo irrefrenable por derribar aquella muralla de cortesía que había construido Oliver alrededor de sí. Se vio a sí misma acariciando la cara del paladín, besando su piel. Cerró los ojos y aspiró su aroma, deteniéndose en los matices que la personalidad de su compañero le transmitía. Bondad. Valentía. Generosidad. Inteligencia.

Se concentró por controlarse, pero el deseo había inundado su mente y no resultaría fácil contenerse.

Áran apartó su jarra de cerveza antes de que Thorin cayese como un plomo sobre la mesa. Terminándose su jarra de un trago, la dejó en la mesa e intentó levantarse a pesar del efecto de varias jarras sobre su cuerpo. Se giró hacia el tabernero que limpiaba una mesa cerca de ellos e intentó hablarle:

-¡Tche! ¡Tabernero! ¡El capitán ha disho que él pagaba nuestrass chervechas para seleblarlo!

Después se colocó detrás de Thorin y le incorporó tirando de los hombros.

-Vamos hombrrretón, que tle has ganado una buena sisssta. Ahoga vuelvo.

Pasando un brazo del enano por encima de sus hombros intentó llevarlo hasta su habitación, aunque resultó una imagen la mar de curiosa: Áran intentaba mantenerse en pié mientras guiaba al enano que le llegaba por el pecho. Tras dar unas cuantas vueltas pivotando sobre Thorin, el tabernero finalmente decidió ayudarles a encontrar el camino a las escaleras.

No sin esfuerzo, el pícaro consiguió subir las escaleras sin tropezar demasiadas veces y sin que su compañero se cayera al suelo, y lo llevó hasta su habitación.

-Había oído que a vossotlos los enanos no os afestaba el alccón.. alcoc.. ¡al-alcohol! ¡Vaya sorprrrrrresa! ¡Un enano borracho! ¡Jaja!

Salió de la habitación de Thorin, no sin antes chocar contra la mesilla y tropezar con una silla, para dirigirse de vuelta a la mesa con los demás. Pero a medio camino las piernas le fallaron y se apolló contra la pared. Al rato alguien le encontrarían durmiendo la mona junto la puerta de su habitación...