Partida Rol por web

Oliver observo como Aran se desprendia de sus ropajes y como la elfa se introducia en el agua...

Con que vaya uno de los dos, creo que de momento sera suficiente... dijo el paladin mirando a sus dos compañeros.

Áran señaló a Nae y la miró de arriba a abajo.

-¿No crees que en tu estado sería más prudente descansar un rato y recuperar fuerzas? Hace apenas un rato nos temimos lo peor.

El pícaro buscó apoyo en sus compañeros. Desde su punto de vista, Nae estaría más dolorida y agotada que él, y eso resultaría en menos posibilidades de éxito.

- Es cierto, Nae -dijo Picco con un gesto de súplica en la voz -Aran tiene razón. Será mejor que descanses mientras puedas.

El mediano hablaba con cierto recelo e inseguridad. Aún sentía la adrenalina del combate recorriendo su cuerpo, sin embargo, en aquel momento, la sensación más fuerte dentro de su cabeza era la de miedo, un temor al peligro o a fallar en su intento de rescatar a las dos damas de Fianosther.

La elfa miró a sus compañeros y escuchó sus consejos. Después miró su cuerpo y sus heridas todavía sin curar del todo y asintió a las palabras de Picco y Áran.

-Está bien Áran, vete tu. Pero ten mucho cuidado, esto no me gusta nada.

Áran se sumergió por el agujero y sintió el frío abrazo de las aguas colándose entre sus ropas. Abrió los ojos y se impulsó hacia abajo, buscando el final de túnel y racionando cada pizca de aire antes de expulsarla.

De pronto, el recurdo de las criaturas azules que se llevaron a Calypsto viene a su mente. En ese entonces el también nadaba hacia las profundidades, pero no fué lo suficientemente rápido en esa ocasión. Sacudió la cabeza para espantar los temores y siguió nadando.

Esta vez no pasará nada -Se dijo.

Oliver vio como su compañero se sumergio en aquel estanque. Que Pelor te proteja... dice en un susurro.

Una sensacion angustiosa recorre su estomago a medida que ve como Aran se adentra cada vez mas en aquellas aguas.

Tras coger una buena bocanada de aire, Aran se sumerge por completo en el agua y nada en dirección descendente por el agujero que Thorin había descubierto. El orificio descendía de forma irregular unos metros para luego girar hacia la derecha. La luz era cada vez más escasa, sin embargo los ojos de Aran no tardaron en acostumbrarse permitiéndole ver el pasaje que recorría. El pasillo, ahora horizontal recorría varios metros y no permitía ver el final del mismo. La necesidad de aire, comenzó a apremiar la voluntad del hombre, que sin embargo siguió avanzando por aquel pasillo que parecía no tener fin. El tiempo que su cuerpo le permitiría permanecer bajo el agua se acercaba peligrosamente al que le llevaría tomar el camino de regreso, pero la atrevida voluntad del joven lo empujó a seguir avanzando.

Pronto, sus pulmones comenzaron a pedirle aire desesperadamente, y el pasillo parecía no acabar nunca. Por si fuera poco, la luz era cada vez más escasa y el pasillo, más angosto. Su mente comenzó a nublarse, y nadó con desesperación. La tensión le hizo en un momento de descuido soltar todo el aire de golpe, limitando su tiempo a unos escasos segundos. Un horrible y estúpido fin, para una aventura como la que había vivido.

Sin estar muy seguro de si era fruto de su imaginación o era real, Aran percibió luz sobre su cabeza. El pasillo tenía un hueco sobre su cabeza que parecía conducir a un punto de luz. El joven nadó desesperadamente hacia arriba, cerrando los ojos y obligándose a no respirar.

Alcanzó la superficie y una avalancha de aire invadió sus pulmones haciéndole toser insistentemente. Tras unos treinta segundos tumbado boca arriba tosiendo y recuperando la normalidad, se incorporó. Se encontraba en una sala similar a la anterior, mucho más pequeña, con una especie de fuente en el centro y un orificio en la pared que parecía dar inicio a un pasillo. Había salida. Una enorme lámpara de fuego colgaba del techo iluminando toda la sala.

Aran contempló la estancia y dirigió su mirada hacia el agua, de donde había salido. Bajo él, a unos pocos metros de profundidad, cuatro orificios se abrían en distintas direcciones. Preocupado, se dio cuenta de que la desesperación por alcanzar la superficie le había impedido fijarse por cual de ellos había llegado. Al parecer, los conductos inferiores componían una especie de laberinto sumergido.

Aran se sumergió en el agua y con sorprendente soltura buceó hasta perderse de vista en las profundidades del agujero. Los demás esperaron expectantes a que su compañero volviese a aquella estancia, sin embargo, su ausencia de prolongó de forma preocupante.

Pasaron más de un minuto sin tener noticias de Aran, y la tensión se hacía cada vez más insoportable.

El enano se encontraba de brazos cruzados sentado junto a la charca. Aran estaba tardando mucho y el enano se impacientó.

-Esta tardando demasiado...-Susurró mas para si mismo que para los demas. Odiaba que no pudiera hacer nada para ayudar a su compañero. Solo habia uqe esperar.

El guerrero, sentado en el frio suelo, intentando que su cuerpo descansara lo máximo, se percató de la angustia creciente en sus compañeros por el destino de Áran en aquellas aguas e intento animarlos.

-Tranquilos, esperemos un poco más. Seguramente ya habrá llegado al otro lado y necesitará descansar sus extremidades y tomar aire de nuevo. Esperemos y confiemos en él...

Sigmund se negaba a perder a otro de sus amigos de una forma tan estúpida - Áran no puede acabar así...

El paladin se impacientaba cada vez mas conforme iban pasando los angustiosos segundos. Miraba de reojo a su amigo intentando encontrar en su mirada o en alguno de sus gestos un indicio de preocupacion. Pero nada, Sigmund se mantenia serio apenas sin pestañear.

Sigmund... dijo el paladin llamando la atencion de su amigo en un tono mas que preocupado, Oliver estaba seguro de que Sigmund sabia que ese toque de atencion por parte del paladin se estaba refiriendo claramente a la espera de una orden inmediata de ir en busca de el picaro.

Áran golpeó furioso el agua al darse cuenta de su error. Ahora estaba perdido, sin comida ni nada salvo su ligera armadura, sus dagas y sus espadas. Ni siquiera tenía alguna de sus cómodas capas o su leal arco.

Si tan solo hubiera llevado una cuerda... ¡Por qué no lo pensé antes!

Desesperado el pícaro se acercó a los agujeros sin saber muy bien qué hacer. Luego miró la fuente que había en el centro de la habitación. No podía volver, pero tenía que informar de que el túnel tenía una salida. Cogió una de sus dagas y golpeó la piedra de la entrada de cada túnel varias veces, esperando que el sonido llegara a sus compañeros. Se le escapó una mueca de dolor cuando el dolor de su muñeca izquierda le hizo recordar la herida, y cambió de mano para seguir mandando el mensaje. Luego se levantó y se acercó a inspeccionar la fuente.

"Fuente de Orydea" rezaba una inscripción tallada en la fuente. Se trataba de una pequeña estructura de piedra sobre la que descansaba una sencilla fuente. En el canto del recipiente, la desgastada inscripción se leía perfectamente. Dentro de la fuente descansaba una pequeña cantidad de agua que bañaba un pequeño cuenco de madera.

Sigmund escucho la impaciencia de Oliver y maldiciendo por dentro a los dioses a los que siempre dedicaba sus plegarias asintió.

-De acuerdo, si creeis que es pruedente que alguien baje a buscarlo, aunque siendo un lugar tan estrecho como el que parece la gruta no se si servirá de mucho...

Al guerrero le daba reparo enviar a otro de los suyos a aquel lugar ya que si Áran estaba volviendo, tal vez se molestarian el uno al otro.

Tal vez fue un impulso o tal vez una locura, pero lo cierto es que el paladin no se lo penso dos veces cuando Sigmund dio el visto bueno a que alguien fuera en busca del picaro.

Sin perder tiempo el paladin se lanzo al agua sin pensar si quiera en despojarse de aquello que mas peso tuviera para no entorpecer el avance de este por el agua.

Poco a poco enfilo la oquedad del pasillo subterraneo hasta que se introdujo en el y sus compañeros lo perdieron de vista.

Aran no obtuvo respuesta a sus insistentes golpes. Algo preocupado echó una ojeada alrededor y se acercó al único pasillo que se encontraba en aquella sala. Se acercó con cautela al mismo, hasta que un ligero burbujeo llegó a sus oídos y le hizo volverse hacia el estanque...

Oliver atravesaba el agua con bastante facilidad. Apoyándose en los salientes de la roca se impulsaba para avanzar más rápido. Racionó cada pizca de aire de forma óptima mientras nadaba en una cada vez más impenetrable oscuridad y cuando estaba a punto de dar la vuelta, un pequeño rayo de luz llegó a sus ojos desde lo alto. Aliviado, nadó hacia ese punto de luz recordando su propio recorrido para una futura vuelta y alcanzó la superficie con alivio. Una figura lo miraba desde la entrada a un pasillo. Se trataba de su compañero Aran.

Pequeñas burbujas de aire se escaban de las fosas nasales de Oliver mientras mantenia sus mofletes inchados intentando mantener en sus pulmones el poco aire que le quedaba dentro.

El paladin vio aliviado como un pequeño haz de luz se mostraba ante el, dejando a la vista el lugar por donde debia emerger y donde a buen seguro se encontraria su compañero.

Cuanto mas cerca se encontraba de la superficie, con mayor fuerza braceaba hacia arriba. Hasta que al final logro llegar a la superficie.

Cuando el paladin salio a flote, empezo a hacer circulos sobre si mismo buscando a su compañero. No tardo mucho en encontrarlo, ya que este se mantenia mirando fijamente hacia la posicion del paladin. Una sonrisa aparecio en el rostro de Oliver.

- Estabamos preocupados por ti.

El paladin salio del agua con un energico movimiento y se acerco hacia Aran... Que es este lugar?... pregunto mientras miraba a su alrededor.

Un suspiro de alivio se escapó de los labios del pícaro cuando Oliver surgió de las aguas. Corrió hacia su compañero y lo ayudó a salir del agua, intentando recordar el camino por el que había llegado.

-¡Menos mal que has venido! Este sitio parece un laberinto, y no sabía qué hacer a continuación.

Áran señaló la fuente de la inscripción.

-Esto parece algún lugar mágico o sagrado... Creo que Liozard debería examinar eso antes de continuar.

Oliver echó una ojeada a la sala a la que acababa de llegar. Se trataba de un habitáculo de unos cinco metros de radio, con una especie de poza (por la que había llegado), un único pasillo y una fuente que presidía el centro de la sala.

"Fuente de Orydea" rezaba una inscripción tallada en la fuente. Se trataba de una pequeña estructura de piedra sobre la que descansaba una sencilla fuente. En el canto del recipiente, la desgastada inscripción se leía perfectamente. Dentro de la fuente descansaba una pequeña cantidad de agua que bañaba un pequeño cuenco de madera.