Partida Rol por web

26 de Caminero, Año 1040. Fortaleza Damalba

La primavera toca a su fin y en apenas dos días llegará el solsticio de verano. En la noche del 28 del mes Caminero, la noche más corta del año, los hobbits de las Frondas tienen por costumbre encender grandes hogueras tan pronto como se pone el sol de modo que los más jóvenes y atléticos salten por encima del fuego. Se dice que la mayor altura a la que llegue a saltar un hobbit determinará la longitud de la cosecha de trigo de ese año. 

Pero los jóvenes Aprendices que han pasado casi un año entrenando en la Fortaleza Damalba no están esta vez practicando para saltar las hogueras, sino esperando para saber si serán admitidos en la Guardia de las Arboledas. Una vez se presentaron voluntarios para formar parte de esta egregia institución (¡la más importante de las Frondas de los Medianos!) recibieron un entrenamiento de casi un año en el que se les entrenó tanto física como mentalmente. A todos los Aprendices se les enseña a leer y escribir, a reconocer huellas de animales y las propiedades de las plantas, y a restañar heridas. Algunos muestran más capacidad para una u otra actividad, pero todos reciben al menos un aprendizaje básico en todas estas cuestiones. También dan largas caminatas y aprenden a montar un campamento, e incluso se les enseña a combatir con arcos, lanzas y espadas. 

Los Aprendices aprenden también disciplina trabajando en las cocinas, limpiando la fortaleza y cuidando de los animales. No importa si el Aprendiz procede de un clan poderoso o uno prácticamente desconocido: a todos se les trata por igual, hasta que aprenden que nos son Escuderos, Tormentas, Plateros o Trillos, sino futuros miembros de la Guardia de las Arboledas.

La Fortaleza Damalba

Pero esto será así si la Capitana Genivera Rojo, la líder de la Guardia, decide que pueden dejar de ser Aprendices y pasar a formar parte de tan alta institución. Por supuesto, no lo hará sin escuchar la opinión de los profesores que han estado entrenando a estos jóvenes durante todo el año: el viejo Gorby Trillo, gruñón y venerable, que les enseña, como él dice "a no ser unos zoquetes analfabetos que no saben distinguir el perejil del trébol"; el enérgico Toribio Barca, del que se dice que nunca ha sonreído, y que ha tratado de entrenarlos para que sepan sobrevivir al menos una noche al raso. Y, sobre todo, Bolter Tormenta, el encargado de conseguir que los jóvenes hobbits consigan coger una espada por el mango y un arco desde el centro. Bolter siempre cabecea lentamente mientras mastica una ramita, como si negara, exasperado ante la evidencia de que con esta juventud la civilización hobbit se va por el pozo negro.

El día comienza para los jóvenes aprendices en la pequeña sala en la que el Maestro Trillo les ha dado clase. Todos están sentados con los trabajos que el Maestro les ha mandado redactar como "trabajo fin de aprendizaje". Por suerte les ha dejado a cada uno escribir sobre lo que más les gustara. Ahora toca levantarse y... presentarlo.

- Usted. - dije Gorby, apuntando hacia delante con la vara que suele utilizar tanto para señalar algo como para golpear en los nudillos o la cabeza de aquellos hobbits que osan faltarle al respeto. - Venga, preséntenos su trabajo... - El Maestro Gorby ha ido perdiendo vista con el paso de los años, y los jóvenes Aprendices no han podido ver muy bien a quién se había dirigido. Toca ser valiente y levantarse el primero...

De todo, todo, absolutamente todo lo que había aprendido durante ese año, Declani estaba segura de una cosa: detestaba las clases con el profesor Trillo. No es que se le diera mal, no. Es que se le daba REALMENTE mal. Dejen a Declani en mitad de un bosque sólo con su arco y su espada, y será feliz recolectando y cazando. O pónganla a enfrentar enemigos, seguro dejaría a todos inconscientes de un golpe, y le ganaría tres a una a Chauncey, estaba segura. Pero meterla en un salón a escuchar por horas sobre como diferenciar bayas... ZzzzZZZzzz...

Futuras urticarias y noches de estómago flojo le enseñarían más adelante... Pero no hablaremos de eso ahora.

Ahora era momento de presentar su trabajo final. Y estaba nerviosa. -Pssst, Zin... Zinny, ¿de que va tu trabajo?- Preguntó inclinándose hacia su compañera, en un intento de último minuto de copiarse. Al no recibir respuesta favorable, miró algo desesperada alrededor. -¡Oye, Ricky! ¡Oye!- Intentó llamar la atención del otro, pero estaba muy lejos. Jo... -Hey Chaun-- Bah, olvídalo.- Seguramente el Rojo estaba igual que ella. -Freddy... Freeeeddyyy...- Empezó, cuando la voz del profesor resonó mientras señalaba hacia ellos con la vara. Sólo ver aquel palito de madera le daba dolor en las manos a la pecosa, que ya había recibido varios varazos en ese año. Glup. Seguro la había escuchado.

Bueno, bueno, mejor salir de eso ahora antes que el seguramente ejemplar trabajo de Freddy Trillo los dejara a todos en vergüenza. Declani se levantó de su asiento, y se colocó frente a la clase, asegurándose de estar a una distancia prudente de la vara del profesor. -Ahem...- Miró a sus papeles. -Ahehem...- Tragó.

-El... El baile, cómo expresión cultural.- Comenzó a leer, mirando de reojo al profesor Trillo. -Entre nosotros, los hobbits, ya saben, pues... Pues las fiestas son algo muy importante para... eh... para distintas tradiciones. Como... ¡Como la celebración de la cosecha! Si, por ejemplo. Y... Y bueno, las fiestas de cortejo, que también. Que un hobbit que le pise los pies a su pareja seguramente no tendrá muchas oportunidades de casarse.- Intentó, realmente intentó, no mirar maliciosa a Freddy y a Chauncey al decir eso, pero no pudo evitarlo. -Ahem... Y si, que también en las bodas se baila. Y pues es todo muy bonito, y eso. ¡Y música! La música... La música es muy, muy importante en la sociedad hobbit. Se dice que la música amansa a las fieras. ¡Toma nota de eso, Ricky!- De nuevo se le escapó, mirando hacia Ricky y Zinnia, antes de sentir la vara golpear contra su oreja. -¡Ouch, ouch, perdone, perdone!- Dijo, alejándose otro paso del profesor. De hecho, el tema de la música era algo que le gustaba mucho, pero más que escribir de ello le gustaba interpretarlo, y bailar. -Como decía, la música es muy importante. La música alegra los corazones y da reposo; también comunica cosas que no pueden decirse con palabras. La música alienta en las batallas y puede causar terror en los enemigos. Mensajes secretos se pueden transmitir a través de la música, a través de acordes o notas tocadas de cierto modo, imitando el sonido de pájaros, que preparan para una emboscada. Y bueno, que no hay buena celebración sin música ni baile, ¿y qué seríamos sin música ni baile? Tan tristes y gruñones como el profe Tril--.- ¡Plaf! Esta vez la vara le dio en toda la cabeza. Antes de recibir más palos, Declani corrió a su puesto y se hundió en la silla, haciendo un guiño a Chauncey y conteniendo las carcajadas. Si, posiblemente le iban a bajar la nota después de eso... ¡Pero que a gusto se había quedado!

- ¡Humpf! - dijo el viejo Trillo, que se había quedado bastante a gusto soltándole un par de varazos a la descarada señorita Raizalta. - Si algo de todo lo que has dicho tiene un poco de sentido, Declani Raizalta, es sin duda que la música amansa a las fieras. Así que, ¡canta una hermosa canción para ver si alegras el corazón de un profesor triste y gruñón! - Aunque sonaba malhumorado y algo enfadado, alguien que conociera realmente al Maestro Trillo podría llegar a adivinar un punto de humor en sus palabras y actitud general. Puede que, con el paso de los años, se estuviera hablandando. - ¡Vamos, vamos, que no tenemos todo el día!

- ¡La de la vaca que saltó por encima de la Luna! - pidió un joven hobbit desde el fondo. Parecía Martín Almáciga, un chico pequeño y nervioso amigo de las bromas y más que un poquito enamorado de la hermosa Declani.

La petición del profesor le tomó por sorpresa, haciendo un gesto de "¡¿Yo?!" que no llegó a salir con sonido, pero si expresivamente en la manera que abrió los ojos y se señaló a si misma. Escuchó la sugerencia de Martín (¿Había sido Martín?), pero la única canción que se le venía a la cabeza era de una que le había enseñado su hermano mayor, quién la había aprendido de un primo, que lo había aprendido de un tío hermano de su padre, quien había trabajado en una taberna animada en un poblado humano. Se levantó de nuevo de la silla, y carraspeó.

Canción de Taberna

Sentaros ya, se ha dormido el padre Sol.
Preparaos que va a empezar la fiesta.
Comenzad a sacar todo el alcohol
¡Y encended una gran hoguera!

Olvidad que razón os trajo aquí
¡Y cantad con fuerza!
Dejad atrás cualquier duda que tengais.
Y embriagad la noche.

No somos buen ejemplo, no te vamos a mentir.
Conoce a nuestra gente en la taberna del Tio Gil.

Tenemos ladrones, tenemos señores, herreros y brujas que pueden volar.
Tenemos artistas, y un malabarista; doncellas borrachas y hasta un sacristán.
Guerreros feroces, verdugos atroces que brindan con sangre antes de cenar.
Algún escudero de un gran caballero; y un mago pirado de tanto hechizar.

No somos buen ejemplo, no te vamos a mentir.
Conoce a nuestra gente en la taberna del Tio Gil.

En algún momento se enredó con las palabras, pero no dejó que eso la detuviera, cantando con fuerza y hasta golpeando la mesa, animando al resto a aplaudir con ella. No sería la canción más apta para amansar a una fiera, pero ahora que estaba tan cerca la noche de las hogueras, le pareció que era más que apropiada para la ocasión.

Tan pronto como Declani empezó a cantar, el resto de alumnos comenzaron a seguir el ritmo con sus cabezas y con sus manos, dando palmadas en las mesas. Martín incluso se atrevió con unos atrevidos pasos de baile que casi dieron con su cuerpo en el suelo, después de que intentara ejecutar una complicada pirueta.

Al terminar, todos aplaudieron, y al Maestro Trillo le costó lograr que parara el alboroto. Pero, ¿era posible que hubiera estado siguiendo él mismo el ritmo de la canción con sus pies peludos? Nooo, imposible... ¿O sí?

Al fin se hizo el silencio, después de unos cuantos golpes enérgicos con la vara en las mesas (y alguna cabeza hobbit) por parte del maestro. - Ejem. Bien, bien. Ladrones, brujas, escuderos y magos, ¿eh? Eso no es a lo que se dedica un Guardia de las Arboledas, sino a ayudar, socorrer y vigilar. Pero, en ocasiones, también os tendréis que enfrentar a personas así. Espero que, cuando os pase, recordéis al menos alguna de las cosas que os enseñó el viejo Trillo. - El Maestro, con un brillo extraño en la mirada, asintió despacio. - Bonita canción, Raizalta. Ejem, ¡usted! - dijo, señalando a un desprevenido hobbit. - ¡Su trabajo!

Aquel día, Chauncey estaba dormido plácidamente en mitad de clase, algo bastante habitual en él.

Por norma general, roncaba con impunidad. A él le interesaba todo lo que tenía que ver con la gresca. Le encantaba pelear y entrenar, se reía mucho picando a otros hobbits y encontraba una extraña paz interior en los ejercicios físicos. Por desgracia, también había clases teóricas en la Fortaleza. Y Chauncey odiaba las clases teóricas... Se le daban fatal y no le interesaba demasiado todo aquel rollo de plantas, fauna salvaje y demás tontadas. Él era un Tormenta. Él quería acción.

Sin embargo, su periodo de formación estaba puliendo su técnica de durmiente sigiloso para evitar la temida vara del cansino de Gorby Trillo, alias el Rastrillo, mote que le había puesto el mismo Chauncey por la forma de su bigote.

En aquel preciso momento, soñaba el buen Chauncey con pasteles de todas las formas y colores. Su gran perdición. Todos de chocolate: Bañados en chocolate, con relleno de chocolate, con chocolate blanco, con virutas de chocolate, con chocolate con leche, con chocolate picante, con chocolate con menta, chocolate a la naranja, galletitas de chocolate -qué irresistibles eran esas desgraciadas-, con chocolate con queso...

Alto ahí... ¿¡CHOCOLATE CON QUESO!? ¡BLEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEARGH!

Algo perturbó su sueño alterando el sentido estético de sus pasteles en el mundo onírico y forzándole a despertar. Era Taponcita Raízalta cantando. OTRA vez. Si por esa mediana fuera, todos los hobbits serían bardos. ¡BLASFEMIA!

-Ouaaaaaaaah... ¡Qué sueño...! Maldición... Ya está cantando hasta Perry de nuevo... No puede uno dormir tranquilo... ¡Ñeh!-, musitó aprovechando el coro mientras se daba unas palmaditas en la cara para desperezarse, lamentando el abrupto final de su goloso sueño.

-¡Psssh!-. Dirigió un sutil chiflido a su colega Freddy, con diferencia, el más espabilado de la clase. Freddy estaba muy animado coreando el estribillo de la canción de Declani, así que Chauncey tuvo que hacer gala de su chiflido Tormenta. - ¡PSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSH! ¡Eh, Fredo! ¿Qué hay que hacer hoy? ¿Cantar?-, inquirió Chauncey algo desconcertado por la naturaleza de la clase de hoy. Fue entonces cuando Gorby Trillo le apuntó directamente a la napia con su vara de abedul curada en estiércol. Condenada vara... Parecía irrompible.

 Bonita canción, Raizalta. Ejem, ¡usted! - dijo, señalando a un desprevenido hobbit. - ¡Su trabajo!

-Euh... Claro, claro. Mi trabajo... ¿Dónde lo habré puesto?-, se preguntó Chauncey mientras se rascaba la orejota. Chauncey echó un vistazo rápido a la pizarra y vio no sé qué sobre leyes, dioses y otras mamarrachadas que a él le traían sin cuidado. ¿Quién quiere estudiar leyes pudiendo comer pastelitos? ¿Quién quiere estudiarse un panteón politeísta? En todo caso, saber el nombre del dios de las golosinas y suficiente. Pero Chauncey estaba en un callejón sin salida, acorralado por el Rastrillo y su vara inmortal. ¿Cómo escapar con la testa indemne?

-Bueno... Verá, maestro Trillo, yo he venido a hablar de la Ley que juramos defender. La ley es...-. Chauncey empezó a rascarse el mentón con gesto pensativo mientras entornaba su ojo esmeralda mirando al techo. -Sí... la ley es... ¿Cómo decirlo?-. El mediano carraspeó. Su cerebro echaba chispas pensando cómo proseguir. -Bueno, la ley es... complejiiiilla-, remató con una vocecilla aguda, casi buscando piedad en su maestro.

El maestro Trillo avanzó unos pasos hacia Chauncey y se humedeció su índice con la lengua. Acto seguido peinó al mediano con la raya en medio, despejando así la zona de aterrizaje a alcanzar por el varazo fulminante que se aproximaba. El Melocotón Rojo intuyó el fatal desenlace y añadió algo más a la desesperada.

-También puedo hablarle sobre la importancia de un buen desayuno rico en avena... ¿Sí...? ¿No...? Comprendo... No-.

No encontró misericordia en los ojos del maestro Trillo, así que, de perdidos, Chauncey decidió coronarse.

-Quiero que sepa que yo me sabía la lección, pero la canción de Declani me ha generado una amnesia pasajera y la he olvidado miserablemente-. Miró de reojo a Declani, le sacó la lengua, inspiró muy digno, puso los brazos en jarras -un Tormenta no recibía jamás un golpe sin orgullo- y cerró su ojo sano dispuesto para recibir un varazo padre. -He preparado mi alma, Maestro. Acepto el castigo con valor-.

Con valor o no, estaba tan desubicado en la clase que ni había podido camelarse al Rastrillo para que al menos no le atizase.

¡Menudo despertar el de Chauncey!

El Maestro Trillo pasó por todos los colores posibles. El blanco lívido de la sorpresa, - Tú... tú... - el rojo de la ira - ¡Tormenta cabeza de chorlito! - y el morado que no podía sino presagiar una inminente apoplejía - ¡Yo te enseñaré! ¡Te abriré esa cabeza dura y te sustituiré el cerebro por una calabaza! ¡Nadie notará la diferencia! ¡Badulaque! ¡Lechugino! ¡Rizópodo! - El Maesto quebró su vara en la cabeza de Chauncey Rojo. Como era de esperar, la pobre vara, que había servido para impartir disciplina a decenas de Aprendices, no pudo soportar un golpe más contra el cráneo del miembro más contumaz del Clan Tormenta y se partió por la mitad. Como un Mago al que rompen su vara, el Maestro Trillo se quedó perplejo, anonadado y atónito, observando su malograda herramienta mientras un chichón se comenzaba a expandir por la dura cocorota de Melocotón.

Un silencio atronador llenó la sala. El Maestro Trillo parpadeó varias veces. Parpadeó fuerte. Y después se dio la vuelta y, con pasos lentos y pesados, llegó hasta su escritorio. Miró a la clase y después sacó de un cajón una nueva vara. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de los presentes: Trillo tenía un aparentemente interminable arsenal de varas, a cual más temible.

El profesor sostuvo la vara frente a él, como sopesándola. La movió de un lado a otro, cortando el aire. Después, con voz gélida, dijo: - Siéntese, señor Chauncey. - Y después, señaló con su vara a una nueva víctima. - Usted. Deléitenos con su trabajo. 

-Auh...-, musitó Chauncey, evitando el impulso de rascarse la testa tras el varazo. Un Tormenta tenía que mantener el orgullo como fuera.

-Me ha dado con saña el muy cruel... ¡PERO HE PARTIDO LA VARA! ¡JA!-. Chauncey rió para sus adentros, muy satisfecho. Entonces el Rastrillo sacó otra vara. -¡Rayos y retruécanos! ¡El topo Trillo guarda una segunda vara reglamentaria en su cajón! Astuto higo de fruta...-.

-¿Qué significará rizótropo...?-, murmuró el hobbit aguardando al siguiente valiente que habría de probar -o no- el varazo del Maestro Trillo.

Por fin se encontraban en la sesión de presentación de sus trabajos de fin de aprendizaje con el viejo Gorby Trillo. Era un hombre algo seco en el trato y muy severo con sus alumnos, pero lejos de intimidarle, aquello solo había servido para motivar a Freddy a ser más exhaustivo con la recopilación de información para sus investigaciones. El maestro les había dejado escoger el tema de sus presentaciones, y aparte de las canciones y las deliciosas comilonas, otro de los grandes placeres de un hobbit era disfrutar de una buena pipa cargada de tabaco. Y aquel era el tema que había escogido para su trabajo. Conociendo a sus compañeros, decidió preparar una breve presentación que no se extendiera demasiado y provocara los abucheos y bromas de sus compañeros. La mayoría de los presentes tenían un espíritu de acción, mientras que él estaba disfrutando de la labor de aprendizaje teórico sobre la naturaleza y geografía de las Frondas.

Habían arrancado la sesión escuchando la divertida explicación de Declani sobre la música y después el caótico intento de presentación de Chauncey. Sin duda no se trataba del comienzo más académico que pudiera tener aquella exposición de trabajos. Tras destrozar su anterior varita sobre la dura mollera del Tormenta, la nueva de repuesto tomada por el maestro Trillo había apuntado hacia él, tal vez esperanzado en que pudiera reconducir la sesión hacia un ambiente más serio.

-¿Yo?-Por unos segundos se sintió sorprendido, aunque luego pensó que era mejor ser de los primeros en presentar para quitarse el trabajo de encima y poder relajarse durante el resto de las presentaciones de sus compañeros.-Oh... Sí, claro, maestro Trillo. Un segundo.

Desdobló con algo de nervios un papelote donde había tomado las anotaciones que había creído necesarias para no dejarse nada en su presentación, lleno de tachones y rectificaciones. Aclaró un par de veces su garganta, y se arrancó ante la mirada del viejo Trillo, que empezaba a mostrar un poco de inquietud.

-Una de las tradiciones más arraigadas en las Frondas es el consumo del tabaco de pipa. Actualmente, la calidad del tabaco cultivado en nuestra región es afamada y apreciada por otras razas como los humanos y los enanos, y en otros territorios lejanos.-Volvió a aclararse nuevamente la garganta, notando que se le secaba debido a los nervios-La Hierba para pipa fue traída originariamente desde...-No estaba seguro de lo que había escrito o si pronunciaría bien aquel nombre-Ziyarid y actualmente se puede encontrar, además de en zonas del sur de las Frondas, en Reino Bosque, donde la llaman Galenas Dulce y es muy apreciada por la fragancia de sus flores. Sin embargo, es bien sabido que los Hobbits fuimos los primeros en fumar esta hierba en pipa, aunque rápidamente otros habitantes de Valion también adquirieron este hábito.-Hizo una pequeña pausa para mirar de reojo a sus compañeros, algunos miraban en todas direcciones con mal disimulado tedio, otros andaban bromeando y parloteando entre ellos, e incluso había quienes directamente se habían quedado dormidos. Solo la atenta mirada del maestro le dio ánimo para seguir con su explicación-Corría el año 670 cuando Tobold Trillo consiguió su primera cosecha de hierba para pipa en las Frondas, realizando aquellas primeras plantaciones en el jardín de su propia casa. Y así fue como Madriguera Trillo en el Valle del Saucedo se convirtió, gracias a su esfuerzo, en el lugar del cual proceden los mejores cultivos de esta planta, en especial de las variedades conocidas como Hoja Valle Saucedo, Hoja Viejo Toby y Estrella Sureña. Aunque no se sabe cómo consiguió la planta el Viejo Corneta, es muy probable que se hiciera con ella en la región de Mantoverde. Los Hobbits de Mantoverde son probablemente los primeros fumadores de hierba para pipa, encontrándose el centro de este arte, como algunos denominan al hecho de fumar en pipa, en la Fortaleza de Entresauces.

Acabó su exposición notándose algo fatigado. Hacía tiempo que no hablaba tanto rato seguido sin ser interrumpido por la arrolladora naturaleza de algunos de sus compañeros. Recuperó levemente el aliento mientras esperaba las consideraciones de Gorby Trillo.

-¡Fuah! Alucino... Fredo es un fumeta tan consumado que sabe distinguir las hojas de tabaco por zonas geográficas-, pensó Chauncey con franca sorpresa tras escuchar la exposición del bueno de Freddy.

Lo cierto es que el mediano más pelirrojo del clan Tormenta no fumaba. Su Tío Norris siempre le decía que un atleta de élite como él no fumó hasta que le llegó el Descanso del Guerrero. Y su querida madre, Eleanor Rojo, una de las cansinas más recalcitrantes jamás documentada en toda su estirpe, siempre le advertía lo mismo cuando salía de casa.

¡¡¡CHAUNCEYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!

¡¡¡NO FUMES PUEEEEEEERROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS!!! 

El Maestro Trillo asentía extasiado a la exposición de su joven pariente. Sus ojos brillaban con emoción y se le veía murmurar en ciertos momentos. Al terminar la exposición, el viejo Trillo parecía complacido. - Interesante, interesante. La teoría de que Entresauces es el punto de origen del arte de fumar en pipa le acarrearía algún que otro sinsabor en ciertos círculos, señor Trillo, pero me parece interesante y valiente, ¡ah, el arrojo de la juventud! - El Maestro se había acercado hasta Freddy y le pidió los papeles con un gesto. Volvió a asentir, mientras se acercaba los papeles a sus ojos miopes. Interesante, interesante se le oía murmurar, antes de alejarse de nuevo a su pupitre, examinando el trabajo de Freddy.

- Usted, - dijo, apuntando con la vara pero sin mirar realmente a nadie. Parecía estar realmente interesado en el trabajo sobre la hierba para pipa. - su trabajo.

Zinnia Hidalgo no era mala alumna. Estudiaba, hacia sus deberes, se esforzaba por llegar alto en aquel lugar que tanto difería de la comodidad de su casa. Si no fuera por sus compañeros hobbits, y las costumbres que allí se llevaban, se sentiría totalmente fuera de lugar.

Zinnia Hidalgo había entrado en la fortaleza con un claro objetivo. Hacía entender a los demás que quería demostrar algo, y era cierto, pero... en realidad se había metido en aquel berenjenal por amor. Ese era el principal motivo. Luego, efectivamente, estaba eso de querer ser algo más que una hobbit casera que sabe de historia además de preparar eventos con su madre, pero era su segunda opción. No le gustaba ser transparente y cristalina con los demás hobbits, no, a ella le iba más el royo rebelde y guardar secretos. Y eso de estar enamorada de un mediano pícaro, era lo más de lo más.

Había algo que a Zinnia Hidalgo se le daba de perlas. Y era escabullirse. Si estudiaba era por ser correcta pero todo le aburría. Si hacia las tareas era porque tenía que hacerlas. En el entrenamiento si que debía demostrar sus cualidades físicas, y eran las únicas veces que Zinny evadía su mente y demostraba de verdad su valía. Pero... la realidad es que era una holgazana de primera. Lo que mas le gustaba era hacer el vago, charlar, cocinar, comer, y ver crecer el cesped. Eso de estudiar se le daba bien porque era inteligente, le venía de familia, así que había perfeccionismo el maravilloso arte de ocultarse.

Había pensado en todo este tiempo en qué hacer su trabajo, pero era todo tan aburrido... tan típico... Claro, para ella, que sabía de todo un poco. Un día se le ocurrió que podría hacer toda una tesis sobre el grandioso arte de cómo cocinar estofado, pero la grandilocuencia duró en su mente apenas unos segundos. No, ella iba a demostrar el arte del sigilo... pero... pasaron los días, luego la semanas... y... entonces llegó el día de la presentación y allí estaba, con las manos vacías.

Los enormes ojos de Zinny, que en esos momentos miraban al infinito perdidos con las pupilas dilatadas, volvieron al momento mientras giraba la cabeza hacia Declani, sin dejar ese gesto de sorpresa. Cuando le preguntó de que iba su trabajo. Abrió los labios y luego los enterró juntándolos, mientras se encogía de hombros. - Pues... ehmmm... - Parpadeó, hasta que suspiró y se mojó los labios. - No lo he hecho... - Susurró muy bajito solo para ella.

Buscó la mirada cómplice de Ricky mientras se mordisqueaba el labio inferior de forma nerviosa, y movía el pie, con la cabeza a mil por hora, pensando en cómo salir de esta.

Cuando Declani expuso, se colocó muy recta en el asiento, aún pensando qué narices iba a hacer. Trillo no veía muy bien, así que esperaría la oportunidad de ser la última en exponer su no-trabajo. Pero lo de Declani si que la hizo abrir la boca de sorpresa cuando comenzó a cantar. Le pareció una maravilla como había comenzado, y la forma en la que sin más, hizo sonar su voz. Tanto si lo tenía preparado como si no, pero al intentar saber de qué iba el trabajo del resto, sabía que estaba igual o peor que la propia Zinnia.

Cuando le tocó a Chauncey, escuchó con atención todo lo que decía hasta que frunció el ceño y aguantó estoicamente la risa, llevándose las manos a la cara, no quería llamar la atención aunque eso era muy difícil.

Trillo salió después del pelirrojo, y arqueó las cejas al oír su perfecta exposición sobre el tabaco. Mientras escuchaba hablar a su compañero, se rascó la nariz, y se giró hacia Ricky. Le miró un segundo e hizo un gesto con la mano y la cabeza. Él sabía lo que significaba.

Acto seguido, escurrió su cuerpo en el asiento hasta quedar bajo los muebles, y comenzó a gatear por el suelo sigilosamente, con toda la intención de salir de la estancia o al menos, esconderse con el fin de escabullirse de la clase.

Una imaginaria línea que hubiera surgido en línea recta de la vara de Trillo en el momento de pronunciar el "usted, su trabajo" habría impactado directamente en Zinny Hidalgo. En su lugar, esa línea atravesó el espacio vacío en el que hasta hace un momento había estado la joven, y fue a impactar en Ricciardo Filoargento.

Declani se había caído riendo de la silla, literalmente, cuando vio aterrizar y romperse la vara del profe Trillo en la cabeza de "Pastelito" Rojo, a quien le devolvió la sacada de lengua cuando le acusó de ser culpable de su olvido. Luego fue turno de Freddy, y por una vez la hobbit no bostezó, siendo una de sus aficciones la de fumar pipa, le parecía un tema interesante el del tabaco. Aunque eso no quitaba que se medio adormeciera un poco con la suave voz del chico Trillo...

-¿...hum?- Murmuró, dándose cuenta que la exposición se había acabado. Cuando vio que la vara señalaba al aire... -Anda, ¿ya acabamos aquí?- Parpadeó. Al parecer había menos alumnos en el aula. En específico, una alumna menos. ¿O habría sido su imaginación lo de haber preguntado a Zinnia sobre el trabajo? -'ncey, ¿Zinny vino hoy?- A Declani era difícil que las cosas le pasaran desapercibidas.

Hoy era el día en el que tenía que dar rienda suelta de sus conocimientos y virtudes, destacar entre la multitud y demostrar a la guardia ser merecedor de un puesto que le brindaría la libertad para salir junto a Zinny de aquel claustrofóbico mundo hobbit del que tanto anhelaban ambos escapar. Pero debido a que no recordaba ni remotamente que precisamente era HOY el día, no tiene nada que brindarle al Maestro Trillo... Tenía que exponer un tema para determinar que tipo de conocimientos les sería útil a la institución ¿Hablaría de la forja de su padre? ¿De rutas comerciales? ¿De cuchicheos humanos? Sus manos sudaban observando a Trillo imaginándose las consecuencias y el berrinche del anciano.

Dejó que sus compañeros fuesen uno a uno presentando sus conocimientos, desde la bonita canción de Declani (la cual tampoco esperaba), pasando por la muestra del futuro cercano que le deparaba con el monologo cómico y sin sentido de Chauncey, con el cual había una competición por ver quien era el peor alumno del viejo Gorby.

Tras ver la vara golpear a su compañero, sintió un breve momento el dolor de cabeza que tendría el pelirrojo en unos momentos. Tenía que pensar rápido, ahora tendría la palabra el joven Freddy, era más aplicado que el resto y seguro le regalaría algo de tiempo antes de terminar en el final de aquella vara nudosa y vieja.

Se giro a ver a Zinnia, esperando una idea o al menos un poco de ánimo. Zinny tampoco era precisamente una chica aplicada, pero era eso precisamente lo que le gustaba, era un poco rebelde aunque tímida y sabía como salir de una situación así... y evidentemente eso pensaba hacer cuando vio como sin mediar palabra le había dicho con pelos y señales que se iba a desvanecer en ese preciso instante.

El horror se apoderaba de él mientras veía a Zinny desaparecer en su silla lentamente, acallando un quejido para no delatar a su amada. Su pulso se acelero y escuchó las ultimas palabras de Freddy antes de reaccionar a la felicitación del maestro y ver aquel madero abultado apuntando a su cabeza, en vez de a la hobbit.

La cabeza le iba a estallar y comenzó a hablar para salir del paso, se dejo llevar por la situación.

- Ehm... Bueno, creo que debería empezar por el comienzo... - Dijo haciendo tiempo - Podríamos estar aquí debatiendo sobre lo que hemos aprendido, sobre las casas, las tradiciones, las leyes y las canciones... ¿Pero es eso realmente lo que hemos aprendido? - Hizo una pausa observando al tutor con perspicacia. - Los sabios dirían que el aprendizaje es la suma de las experiencias que tiene un ser a lo largo de su vida, como el herrero que empuña su martillo o el profesor que empuña su vara... - Concluyó haciendo una leve reverencia con su mano. - Todos hemos aprendido algo aquí, todos hemos encontrado un conocimiento que antes no teníamos y que ahora ya si, por consiguiente, todos hemos aprendido algo y nos llevaremos a casa el sentimiento de que el aprendizaje que hemos tenido aquí, así sea el chichón que tiene Chauncey en la cabeza por no haber realizado su trabajo y no tener en cuenta el tiempo que usted como profesor ha dedicado en enseñarnos cosas muy vitales para la vida. - Observó a sus compañeros con cierta superioridad, como aleccionándolos sobre la conducta que habían tenido a lo largo de las clases. - Por eso sinceramente Maestro Trillo... Gracias, le estaremos agradecidos toda la vida vuestras enseñanzas. - Dice observando casi con una lagrima en el ojo al Maestro.

Habría tenido gracia que fuese Chauncey -precisamente él- el que se diese cuenta de que Zinnia Hidalgo se estaba fugando de clase cual escurridiza zarigüeya reptando por el suelo. Y es que Chauncey Rojo lucía un parche en el ojo derecho.

Sí, habría tenido gracia, pero ni se enteró.

Es lo que tiene tener un ángulo muerto.

Escuchó a Richie Filoargento realizar su brillante exposición sobre no se sabía bien qué -Richie hablaba muy rápido- y no pudo sino sonreír pensando lo gran vendedor de carretillas de segunda mano que sería ese hobbit. Tenía labia e ingenio a raudales, lo cual sumió a Chauncey en una confusión evidente: ¿Por qué no había hecho él, -ÉL-, lo mismo? ¡Si Chauncey era un fiera largando! ¡Y a todas las nenas hobbits las tenía silbando! ¡Ouh, ouh!

-Relaja, figura... Que te arrancas a rimar tú solo...-.

Luego alcanzó la conclusión él solito no sin cierto orgullo.

-Chauncey, leoncillo... Tú eres un Tormenta. No evitas los problemas. Los derribas a cabezazos-.

Vio que Declani Raízalta le sacaba la lengua y fingió desmesurada sorpresa llevándose ambas manos a las mejillas.

-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡Lo que ma' disho!-, comentó golpeando con el codo al hobbit que tenía a su lado en el pupitre.

-'ncey, ¿Zinny vino hoy?-

-¿Ahora, además de comer yogurines para crecer, te meriendas letras? ¡Je! Pues no la he visto, "D'clani". Igual se ha escabullido de clase cual escurridiza zarigüeya, je, je... ¿Te imaginas?-. Se quedó pensativo mientras se rascaba la orejota. ¿POR QUÉ NO SE HABÍA ESCABULLIDO ÉL MISMO CUAL ESCURRIDIZA ZARIGÜE...?

-No, no podías hacerlo, Chauncey... No le des más vueltas. Eres un Tormenta, recuerda. ¿Problemas? ¡Ouh! ¡A CABEZAZOS! ¡BIMBA!-. 

-Bah, no lo creo. Estará pocha del estómago. Come demasiadas galletas de chocolate. ¡La he visto jalárselas en los descansillos con alevosía! ¡Siempre me deja las de avena la muy agoniosa! ¡Ñeh!-.

De repente tenía hambre. HAMBRE DE GALLETAS.

Satisfecho y orgulloso por la cálida acogida que había tenido su exposición por parte del maestro Trillo y no haber sufrido interrupciones por parte de ninguno de sus alocados compañeros, Freddy se retiró al fondo de la sala para descansar aliviado y esperar las intervenciones del resto de la clase. Seguramente fuera aquella posición la que le permitió ver con claridad la rápida pero poco discreta estrategia de Zinny de salir arrastrándose cual lagartija bajo las mesas en dirección a la salida.

¿Poco discreta? Lo cierto fue que, al comprobar las reacciones del resto de sus compañeros e incluso del viejo profesor, que solía hacer gala de un detector sobrenatural que le permitía desbaratar cualquier fullería que intentaban sus alumnos, resultaba que su compañera había sido más sigilosa de lo que pensaba.

El joven Trillo se limitó a sonreír y negar meneando su cabeza a ambos lados, divertido por la descarada y efectiva solución de su compañera para evitar el mal trago de salir a intentar exponer un trabajo que, conociéndola lo suficiente después de aquellos meses de adiestramiento juntos, intuía que en el mejor de los casos estaría a medio acabar.

Nunca quedó del todo claro si el Maestro Trillo quedó emocionado por las palabras de Filoargento o si aún seguía embobado por el fantástico trabajo presentado por Freddy. Pero el caso es que el pobre profesor se quedó ahí clavado en su sitio, escuchando las hermosas palabras de su alumno. Hasta puede ser que unas lágrimas asomaran a sus ojos. 

Los alumnos de Trillo, intuyendo el momento de debilidad, comenzaron a aplaudir. Primero lentamente, y después con más rapidez, mientras se sucedían los gritos de "¡viva nuestro maestro!", "¡arriba el Viejo Trillo!". Esta muestra de afecto por parte de su alumnado fue más de lo que el pobre hombre pudo resistir, y se quedó ahí, agarrando el trabajo de Freddy contra el pecho, llorando a moco tendido y hasta haciendo alguna reverencia de agradecimiento.

La cosa se prolongó durante un buen rato, puesto que los jóvenes Aprendices no estaban seguros de cuándo deberían parar de aplaudir: se estaban librando de presentar sus trabajos gracias a la intervención de Ricciardo, y batir palmas hasta que las manos ardiesen parecía un plan alternativo a recibir un varazo en la cabeza por parte de Trillo.

Al fin, la cuestión quedó zanjada por una intervención exterior.

- ¿¡Qué es este escándalo!? - dijo una voz imperiosa. Los aplausos terminaron al instante. Era el Maestro Tormenta. 

Bolter Tormenta no era tan fácil de embaucar como el Maestro Trillo. Quizá, de hecho, era absolutamente imposible hacerlo. Como encargado de lograr meter un poco de disciplina y conocimiento militar en las duras molleras de los jóvenes Aprendices, Tormenta se las sabía todas, y miraba a la clase con el convencimiento de aquel que sabía que algo estaban tramando.

- Maestro Trillo, ¿sucede algo? - dijo Tormenta, con voz respetuosa, pero sin quitarle ojos a la ahora enmudecida clase. 

- Oh, no, no, Maestro Tormenta. - dijo el profesor. - Estos jóvenes estaban simplemente, snif, mostrándome su agradecimiento por todo lo que les he enseñado durante el curso. - El viejo profesor estaba realmente emocionado.

- Ya veo... - dijo Bolter, fulminando a los jóvenes con la mirada. - Y, entonces... ¿ha terminado la clase?

- ¿Cómo? Oh... - respondió Trillo, confundido. Miró a los jóvenes, achinando los ojos. Le dio la impresión de que todos habían presentado sus trabajos. Y, en cualquier caso, rápidamente decidió que este curso... bien, que por este curso ya había sido suficiente: mejor terminar con una nota amable. - Sí. Sí, ya han terminado. 

- Perfecto. - dijo el Maestro de Armas. - Pues entonces, ¡os quiero ver a todos en el patio de la fortaleza en quince minutos! ¡Ni uno menos! ¡Pasaré lista! - Al ver que algunos hobbits se quedaban sentados y otros miraban a Trillo, aún con sus trabajos sin presentar, Bolter estalló. - ¡ACASO NO ME HABÉIS OÍDO! ¡VAMOS, VAMOS, VAMOS!

Esa fue la señal para que todos salieran corriendo, huyendo de la clase de Trillo y de la cólera de Tormenta.

Le llamaban Bolter.

Decían que tenía nombre de ametralladora de un lejano y oscuro milenio. 

Vete a saber por qué.

Pero el caso es que le llamaban Bolter y era el ídolo TOTAL y ABSOLUTO de Chauncey.

En cuanto le vio aparecer por la puerta del aula, el mediano casi pega un brinco de la emoción. ¡ERA LA HORA DE LAS TORTAS!

-¡Al fin es la hora de la clase de educación física! ¡Eh, Taponi Raízalta!-. Chauncey le soltó un papirotazo en la oreja a Declani a traición para captar su atención. De tanto cantar se distraía y no se enteraba de nada. -¿Una carrera para calentar?-, preguntó con una sonrisa desafiante. -¿O prefieres seguir cantando bulerías? ¿Hmmm? ¡Eh, Fredo! ¡Vamos, que hay que ponerse la armadura!-.

Lo cierto es que a Chauncey le gustaría vestir una armadura metálica alguna vez, pero habría de valer la de cuero durante los entrenamientos. Salió muy dispuesto, rumbo al patio, cantando para picar a Declani mientras se ponía la armadura y se ceñía la espada corta al cinto.

-Barabadúm, badúm, badumba dumbadeeeeero, barabadúm, badúm, badumba dumbadeeeeeero, en el quinto cementerio, en la tumba veinticuatro, hay un leeetrero que dice: cambio huesos por tabaco, barabadúm, badum, badumba dumbadeeeeero…-. 

Chauncey no tenía ni idea de cante ni de música, pero invocando a la Tormenta no tenía rival.

-One more time, Fredo! With feeling! Barabadúm! Badúm! Badumba dumbadeeeero…!-.

Fin de la teoría. ¡HORA DE LA PRÁCTICA!