Partida Rol por web

Bregon analizó con rapidez la situación del combate. Parecía que el pájaro no aguantaría mucho más pero le preocupaba que pudiera revolverse y hacer una avería. Al fin y al cabo un solo picotazo podía matar a un ratón sin dificultad. La que parecía que llevaba la peor parte era Bellafide, así que se acercó a él para protegerle de los ataques de la furia emplumada.

Bellafide voló por los aires con el latigazo del ala en despliegue. Maldijo mientras caía y terminaba rodando hasta acabar en un charco no muy lejos del combate. Bregon se había acercado para ayudarlo a apoyarse y distraía al cuervo mientras que el batidor se levantaba sacudiendo la cabeza y empuñando la espada que había caído en el suelo.

El cuervo parecía igual de dispuesto a pelear como la mayor parte de la patrulla. Dolan era el único que podía seguirle el ritmo al ave con ágiles movimientos de la espada y bloqueos del escudo perfectamente cronometrados. Esto animó a Bellafide a seguir atacando al demonio alado, esta vez con ánimos renovados y el apoyo de Bregon.

El golpe había aturdido a Willard. Cuando volvió a la lucha vio que el ave había golpeado a Bellafide. Por un error suyo alguien había salido herido, la culpa dio paso a la rabia y levantando la espada sobre su cabeza el ratón golpeó de nuevo. Su único pensamiento era que nadie más saliese herido.

Dolan golpeó el suelo con su escudo para llamar la atención del cuervo, pero el animal lo ignoró y encaró a Bellafide y Bregon, que habían unido esfuerzos para repelerlo. Soltó un potente graznido, a pesar de todo, parecía tener fuerzas renovadas, y los ratones que un segundo atrás parecían haber ganado el combate, ahora rechazaban la desafiante actitud del plumífero.

Fue entonces cuando Willard se recuperó del último golpe, empuñó su espada y cargó por la espalda hacia el pájaro. La maniobra hubiese sido muy efectiva, pero el animal le dió con la cola y el ratón terminó inconciente contra una roca.

-¡Willard!-exclamó el ratón que corrió y de un salto interpuso su escudo entre su compañero inconsciente y el cuervo, tratando de golpearle en el pico para que se marchara.

Willard se lanzó al ataque otra vez junto con Dolan, el demonio alado había repelido al primero con un golpe de la cola y Bellafide no tuvo que mirarle a los ojos para darse cuenta de que para él la batalla estaba perdida. Aquel pajarraco le estaba empezando a tocar los bigotes al batidor, quien todavía contaba por fortuna con la ayuda de Bregon. Levantó la espada corta y la aferró firmemente con ambas zarpas, mientras que el líder de la patrulla captaba la atención del cuervo Bellafide haría su mejor esfuerzo por escabullirse por un costado y atacar cuando tenga la oportunidad.

Parecía que el combate se complicaba por momentos. Al ver que el Willard era lanzado hacia un costado el rostro de Bregon se quedó un instante congelado. Estaba tentado a ir a atenderle pero lo primero era deshacerse del maldito pajarraco. Se enfrentó a él amagando y lanzando el bastón pero no conseguía penetrar en la defensa del córvido.

Willard estaba tan pendiente de que nadie saliera herido que no prestó la atención suficiente al combate. El cuervo le golpeó con la cola fuertemente. Willard boqueó por el golpe, se le enturbió la vista y cayó. Mientras caía pensaba en sus compañeros, les había fallado. Su cabeza chocó con una roca y todo fue oscuridad.

El cuervo se avalanzó sobre Bregon y Bellafide, que aferraban sus armas con valentía intentando disipar las esperanzas del animal de poder robarse el armamento. El ave graznó y soltó un par de picotazos que fueron evadidos por los gráciles movimientos de los ratones.

Entonces, ofendido, el pájaro se irguió mostrando el pecho y batió las alas. Bregon hincó una rodilla para protegerse, pero Bellafide fue golpeado de lleno en la cara por una ellas. El dolor fue tal que cayó de espaldas, se recuperaría deprisa, pero la vista se le borroneó por unos segundos.

El cuervo ya estaba convencido de que se marcharía. Aquellos ratones de campo no eran dóciles presas a las cuales robar. Abrió las alas y remontó vuelo, pero, ante el horror de los guardianes, se percató del carro. Su objetivo original estaba allí, abandonado tras el campo de batalla, apenas sobresaliedo de un sendero en la hierba alta.

Dio un salto y... ¡acabó encima del cargamento! Comenzó a picar la hoja que recubría las armas, la soga que mantenía todo unido y finalmente hasta las ruedas. ¡Llevarse todo era imposible! Pero la maliciosa criatura quería llevarse algo, aunque sea en pezados.

Dolan reaccionó antes de que el cuervo hiciera más daño. Cargó y zurró al pájaro en el pico con tal fuerza que este dio un respingo, sorprendido. Aferró las garras en parte del cargamento y alzó vuelo, perdiéndose en el cielo vespertino.

Los guardianes resoplaron, creyendo que sería imposible recuperar lo robado, pero observaron como el animal se escondía entre las ramas de un abeto. Desde donde se encontraban lograron discernir la silueta macabra del ladrón entre el follaje. Estaría a quizá dos o tres horas de camino de donde se encontraban ahora.

Faltaba la mitad del cargamento, ¿qué decidirían los guardianes?

Dolan salió corriendo en persecución del cuervo y frenó al cabo de unos pasos. Levantó su escudo en posición defensiva aunque el cuervo estaba ya muy lejos. Pero no se fiaba de que no fuera a volver. Se giró hacia sus compañeros sin bajar el escudo y vio a Bellafide y Willard heridos. Habían sido muy valientes pero aún les faltaba experiencia. Experiencia que no tardarían en ganar si seguían así.

-¡¿Estais bien?!-preguntó por encima de su hombro- Bregon, ¿puedes ayudarles? Yo vigilaré que ese monstruo no vuelva-aseguró. Les tocaría ir a por lo que les había robado, pero sería mejor que esperasen a que el cuervo se marchase y seguramente aún tardaría mucho.

Con la adrenalina acelerando su pulso Bregon observó como el ave se marchaba robando parte del cargamento, pero no se paró a preocuparse de ello si no que se puso a evaluar la situación del equipo. Se acercó a Bellafide y a Willard y evaluó sus heridas. Tenía mucha experiencia en la sanación y quizás pudiera hacer algo para minimizar el daño.

Bellafide voló otra vez por los aires, girando en circulos y cayendo sobre la tierra, rodando otra vez y ensuciandose otra vez. Un punzante dolor en su hombro le indicaba que tal vez se lo había dislocado y poco podría hacer para un combate si se volvía a presentar. El ratón chilló, atemorizado, ante su cruel destino. ¡Se tendría que retirar tras esta terrible herida!

Se llevó la zarpa que menos le dolía a los ojos y empezó a patalear en el suelo. Entre lamentos.

—¡Destino cruel! ¡Terrible injusticia! ¡¿Como es que permites que los más diestros y valientes ratones sufran estas lesiones?! ¡Duele, y mucho! Es el fin... el fin de mis días en la Guardia... recuerdenme no como lo que fui si no como lo que pude ser, compañeros...

Mientras operaba su drama, se dio cuenta de que Bregon se había acercado a inspeccionar el aspecto de las heridas tanto de él como las de Willard, en su interior el ratón sonreía y brincaba de alegría (pero con cuidado, que le dolía el hombro), esperaba con todas sus fuerzas que el enano supiese acomodarle el brazo. Así que mientras más se acercaba, más moribundo se hacía lucir el pobre ratón.

Willard despertó con un fuerte dolor de cabeza.

—¿Qué...? ¿Qué ha pasado? —Aun le costaba enfocar la vista, tenía una herida en la cabeza donde la sangre había empezado a secarse. Miró al resto de los ratones—. ¡El cargamento! Ese condenado cuervo nos ha robado parte del cargamento.

Se intentó levantar pero las fuerzas le fallaron, estaba aturdido y le costaba mantenerse en pie. Bregon le puso un vendaje en la cabeza y le ayudó a levantarse.

—Gracias compañero, ya me encuentro mucho mejor —dijo mientras las fuerzas le volvían a fallar—. Mejor me quedo sentado un rato.

A unos metros Dolan vigilaba el árbol donde el cuervo se escondía.

Los ratones se fueron recuperando lentamente de la batalla. Si bien algunos habían salido lastimados, el combate no se había cobrado grandes pérdidas, salvo algún hueso dislocado, un moretón o un corte superficial. Se tomaron unos minutos para incorporarse y corroborar el cargamento, el pájaro efectivamente se había llevado una buena cantidad.

La patrulla tenía que decidir ahora: ¿continuarían el viaje hacia Darkwater a entregar lo que quedaba en el carro o se arriesgarían a recuperar lo robado? El cuervo no permanecería mucho tiempo más en el abeto, o al menos eso era lo lógico. Cualquiera de las elecciones tenía sus pros y sus contras.

Continuar el camino significaría arribar a la ciudad solamente con la mitad de las armas que habían sido enviadas. El cargamento era pobre originalmente, así que llegar con lo que restaba no le caería en gracia al gobernador de Darkwater. No obstante, tomar esta decisión les permitiría refugiarse más adelante, descansar y evitar mayores peligros.

Si se arriesgaban a recuperar lo robado, podrían terminar en una situación peor que en la que se encontraban ahora. Trepar el árbol podría salir mal o quizá el cuervo les atacara de nuevo, pero por otro lado podrían llegar a la ciudad con todo el armamento que les había dado Gwendolyn. Eso le daría a Darkwater y su gente mayores posibilidades de enfrentarse a los bandidos.

¿Qué decidirían los guardianes?

Bellafide se levantó finalmente del suelo, con un arropo de vendajes sobre su hombro, parte del brazo y el pecho. Terminados sus lamentos. Observó el árbol y el corazón se le cayó al suelo con la visión del cuervo sobre sus cabezas, picoteando su tesoro robado. El demonio emplumado se burlaba de ellos con cada graznido y los ratones estaban a muchos cuerpos debajo de él. ¿Cómo iban a pensar si quiera en subir y enfrentar al ave allá arriba si no pudieron derrotarla en el suelo? Era imposible, era una necedad. No iba a formar parte de ello.

Pero tampoco podían abandonar el problema y fingir que no existía. Sin el armamento Darkwater no podría defenderse de los ataques de bandidos. Y quien sabe como reaccionarían las altas cabezas de Lockhaven. La cabeza del ratón pensaba a toda velocidad en una alternativa para resolver este tremendo problema.

—Está claro que no estamos en condiciones para arreglar esto —el ratón señaló hacia arriba con una zarpa—. ¡Solo miren lo alto que está! Incluso si logramos ahuyentar al cuervo necesitaríamos al menos una docena de ratones para bajar las armas y escudos de aquella rama.

Bellafide no se imaginaba una forma de hacer bajar el carro sin un equipo de cuerdas y muchas zarpas fuertes para poder bajar todo el armamento. Aunque una idea afloró en su mente mientras exponía sus puntos.

—Tal vez... tal vez podríamos pedir ayuda. Dudo que el cuervo se vaya en un largo rato y más al oeste se haya la ciudad minera de Ironwood. Allí debe haber uno o dos ratones dispuestos a ayudarnos, y podremos recuperarnos y prepararnos más para recuperar aquella parte del cargamento robado. ¿Qué me dice usted, jefe?

Bregon iba recuperando el aliento mientras se tranquilizaba al ver levantarse a los ratones. Les habían dado una buena paliza pero el carácter que los ratones de la guardía les hacía levantarse sin rechistar. Después miró hacia las copas de los árboles donde el maldito pájaro se escondía entre las ramas. La mente del lider de la patrulla evaluaba sus posibilidades de éxito, de fracaso pero luego estaba el riesgo. Volvió a mirar al grupo. Esperaban sus indicaciones. Respiró hondo antes de hablar con voz seria:

- No podemos arriesgarnos a tratar de recuperar lo robado. Mejor llegar al destino con la mitad del cargamento que sin nada. - Quizás más adelante podamos compensar la pérdida de alguna manera pensó. No solo de armas se forman las milicias si no también de valor y entrenamiento, si no podían darles todo el material quizás pudieran entrenarles, o incluso tratar de robar las armas a los bandidos.

Lo que se calló Bregon era que no le preocupaba tanto perder el cargamento como perder un miembro de la patrulla.

Willard, aun mareado por el golpe que había recibido, asintió tras las palabras de Bregon.

—Siento admitirlo pero sí, no estamos en posición de luchar otra vez. Si por el camino encontramos alguna ciudad podemos hacer más armas. Vengo de una familia de herreros y aunque hace tiempo que no trabajo el metal hay cosas que nunca se olvidan.

Observó el cuervo en silencio.

—La prioridad es que lleguen armas lo antes posible, más vale que llegue la mitad del cargamento a que no llegue nada o tarde.

La patrulla estimó más conveniente continuar hacia Darkwater que recuperar lo robado por el cuervo. Emprendieron el camino, agotados y adoloridos, con el carro y lo que quedaba del cargamento a cuestas. El camino entre la hierba se empinó ligeramente para luego descender, y mientras el abeto desaparecía tras la próxima colina, observaron al cuervo graznar en lontananza.

Pocos minutos después, la oscuridad de la noche había caído. Las brillantes estrellas el abobedado cielo les guiaban, porque incluso se tornó difícil ver por donde avanzaban. Se internaron al costado del camino hasta encontrar un refugio junto a una piedra. Se detuvieron, encendieron una fogata y se alimentaron con lo que quedaba de las raciones que Bregon había procurado.

Merecían descansar bien, al otro día por la mañana llegarían a la ciudad. Dolan se había trepado al tallo de una hierba y había visto las luces de Darkwater, allá abajo cerca del agua. Estaban muy cerca, a cuatro horas quizá, pero necesitaban descansar, suficientes aventuras por un día.

Dolan no estaba muy conforme con la decisión de no recuperar lo que el cuervo les había robado. Pero cierto era que lo habían pasado mal y que otro encontronazo con esa bestia podía ser fatal. Ningun carro con armas valía más que la vida de un ratón asi que aceptó la decisión del lider.

-Ha sido un buen combate, lo habeis hecho muy bien-les dijo a sus compañeros al calor de la hoguera- no es fácil enfrentarse a una criatura alada. Una vez hace un par de años-empezó a contar Dolan a sus compañeros- estando de patrulla por las fronteras olfativas nos atacó una lechuza. No la vimos venir en la noche y atrapó al joven Jarrick. Por suerte no quería comerselo si no alimentar a sus crias con él. ¡Que susto nos llevamos!-dijo avivando las llamas haciendo que la luz iluminase su rostro de forma siniestra- Pensabamos que habría muerto pero le escuchamos gritar desde el árbol. Había logrado mantener a raya a la lechuza y a sus crías con una aguja. Tuvimos que trepar por el árbol tan rápido como nos era posible y rociamos pis de zorro en el nido. ¡Ja! ¡La cara que tenía Jarrick cuando nos vio aparecer con la bolsa de orina!-continuó- bajamos del árbol tan rápido que casi nos lo dejamos allí. Por suerte salimos con bien de esa, igual que nosotros hoy. Os aseguro que son momentos para contar en la taberna, no muchos pueden-dijo alzando el pichel del que bebia agua hacia sus compañeros a modo de brindis antes de beber de él.