Partida Rol por web

Habían decidido abandonar el resto del cargamento con la cabeza baja y los agravios jurados. Era la decisión más inteligente, pero era claro que había hecho mella en el espíritu de los ratones. Quizá había una posibilidad de recuperar el armamento robado, pero al menos ahora esa ya no era la prioridad del grupo. Marcharon durante todo un día y parte de la noche hasta que no podían ver nada más allá de sus bigotes... ahí fue cuando decidieron acampar.

Encendieron una fogata lo suficientemente grande para calentarse sin atraer la atención de individuos poco deseados, engulleron las raciones que les quedaban para el viaje y se reunieron alrededor del fuego para compartir una charla grupal. Lo cierto es que pocos detalles habían compartido los unos con los otros además de lo práctico y necesario. Quizá esta noche podrían cambiar un poco más las cosas.

Dolan contaba una graciosa historia acerca de lechuzas, orín de zorro y rescates. Bellafide escuchaba atento y compartía una risa con cada ocurrencia de la narración. Se estaba masajeando el hombro maltratado e intentaba hacer pasar el malestar conforme iba pasando el tiempo. Una vez el ratón pelirrojo había terminado su historia, el ratón se levantó. No sin antes brindar por aquel entretenido relato.

—Esas aves son peligrosos depredadores. Pero hay uno más peligroso que ellos... Y me he enfrentado a muchos a lo largo de mi formación en Lockhaven. ¿Qué cuales son? Venga, no os hagáis los tontos... ¡Las femias!

Alargó el silencio tras su declaración durante unos segundos y empezó a reírse el solo. Luego continuó:

—Se los aseguro, compañeros míos. No tenéis ni idea del embrollo en el que me he metido y todo a causa de mi inocencia y buena voluntad. Una vez conocí a una agradable mujer llamada Kristen... tenía todo lo que un ratón puede necesitar de una compañera; dientes fuertes, olor a orquídeas y un adorable pelaje color canela. ¡Por todos los cielos, era una lindura por donde la mirases! Inicié mis aventureos con Kristen en Sprucetuck hace más o menos un año y todo era felicidad... queso y avellanas en el desayuno, paseos por el bosque en la tarde y lío por las noches, si sabéis de lo que hablo —añadió levantando una ceja—. ¡La chica era rica, te digo! Y no se lo pensaba dos veces a la hora de invertir su dinero en diversión para los dos. No voy a decir que no sospeché acerca de ello, claro que lo hice... pero poneos en mi lugar. ¿Habríais detenido la fiesta? ¡Era un momento de debilidad! Ingenuo fui al final cuando me di cuenta de que Kristen gastaba el dinero que sus padres ganaban de una venta de perfumes y cuando ellos se enteraron le pidieron explicaciones... ¡La arpía me había culpado de engatusarla con mis encantos, y cuando le inquirí al respecto empezó a jugar a la que no me conocía!

Bellafide alzó el puño a los cielos y lo agitó, vengativo, antes de continuar con su relato:

—¿Qué iba a saber yo acerca de la procedencia de ese dinero? ¡La chica lo gastaba sin titubeos, compañeros! Y todo para mimarme a mí. Cuando me vi enredado en aquella tremenda líada no tuve otra opción que disculparme y prometer no volver a asomar las narices en Sprucetuck en mi vida. La disculpa y la promesa iban en medio de la huída, por cierto... No volví a ver a Kristen ni a sus cariñosos padres, pero creo que es lo mejor para todos.

El ratón alzó su odre con agua para hacer otro brindis. Menos honorífico que el de su compañero guerrero pero quizá más familiar para todos los ratones varones.

Willard descansaba mirando el fuego mientras escuchaba las historias de sus compañeros. Si estaba quieto apenas le dolía la cabeza pero en cuanto hacía el mínimo movimiento el dolor le cegaba y apenas se mantenía en pie.

La anécdota de Bellafide le había hecho reír y tras un silencio un poco incómodo se decidió a hablar.

—Sé que gran parte de la culpa de que el cuervo se llevara la mitad del cargamento es mía, si no hubiera actuado sin pensar podríamos haberlo espantado. No soporto la idea de perder a alguien si puedo evitarlo y cuando vi que la situación con el cuervo se descontrolaba me pudo la ansiedad. —Su mirada se ensombreció—. Mi hermano Raymond estuvo en la guardia hace años, murió salvando al resto de sus compañeros de una víbora. Sé que murió con la conciencia tranquila porque, al igual que yo, pensaba que si podía salvar a alguien debía hacerlo, aunque tuviera que dar su vida a cambio. Hoy especialmente me he acordado de él. —Puso su mano sobre la espada—. Gracias a vosotros sigo con vida y os lo agradezco pero por otro lado siento que no he estado a la altura y os pido disculpas. En cuanto descanse un poco se me pasará el dolor de cabeza, una vez recuperado espero poder devolveros el favor.

Bebió un poco de agua para refrescar la garganta y se apoyó en un árbol para mover la cabeza lo menos posible.

Bregon se había mostrado silencioso hasta que acamparon. Su rostro serio demostraba que no estaba para nada contento, pero no era fácil saber hacia quien dirigía su malestar, si hacia el cuervo, la patrulla o más bien contra si mismo.

Tras pararse a descansar, y animado por ver próximas las luces de su destino, se relajó un poco y pudo escuchar con interés las aventuras, de variados peligros, que contaban los integrantes de la patrulla. Aunque seguía silencioso se animó a brindar frente al fuego a las anécdotas de Bellafide y Dolan.

Tras escuchar la historia de Willard su rostro se ensombreció un poco y fue ahí cuando fue él quien se animó a levantar la copa.

- Por lo que ya no están. – Dijo mirando primero al grupo y después ofreciendo su copa al firmamento del que pendían cientos de estrellas.

Antes de acostarse se aseguró de echar un vistazo a los vendajes de Willard y Bellafide y después se ofreció a hacer la primera guardia mientras el grupo descansaba.

La patrulla compartió una velada divertida, que les vino de maravillas después del encuentro con el cuervo. Se levantaron los ánimos, se contaron historias y se brindó por los caídos.

Antes de dormir, Bregon revisó las bendas de todos. Bellafide ya se encontraba prácticamente recuperado, apenas tenía un moretón del golpe que se había dado cuando el pájaro le dio con el ala. Willard, sin embargo, tenía la zona del omóplato completamente en carne viva. Cuando los bendajes y los cataplasmas curaran la piel no volvería a crecer en pelo en ese lugar. Sería una cicatriz que quedaría en parte cubierta por la capa, llegado el momento.

A la mañana siguiente se pusieron en marcha con los primeros rayos del alba. Continuaron por el camino viendo colina abajo como el mar se abría ante ustedes. La brisa salina les llegaba esporádicamente y su frescor luchaba contra el tibio abrazo de la primavera.

Darkwater parecía apasible en la lejanía, aunque no vieron ningún barco entrando o saliendo del puerto. Aquella distancia les permitía ver apenas las volutas de humo que abandonaban las chimeneas, pero les era imposible ver a la gente dentro o en los alrededores de la ciudad.

-¡Eh! -escucharon de pronto, la chilona voz provenía de un tronco caído, hueco y algo podrido- ¡Andale! Pero si son guardiancitos, ¿eh?

Cuatro ratones, bandidos por su actitud y atuendos, aparecieron.

-¿Así que la matriarca envió ayuda? -dijo uno- Pff, sí que están desesperados...

-¡Sí! -comenzó a decir otro, pero tuvo que soltar un sonoro eructo- ¡Somos famosos!

-¡Callate! -dijo finalmente el que parecía ser el líder, sus ojos ya habían recorrido el carro y a cada uno de ustedes y parecía comprender perfectamente de que se trataba la misión que les habían encomendado- Entreguen el carro y vuelvan por donde vinieron, el gobernador puede arreglárselas sin ustedes.

El líder y el segundo que había hablado tenían espadas, desgastadas y viejas, pero espadas al fin. El primero, que parecía el más joven y tonto, tenía un cuchillo. Finalmente el último apoyaba sobre su propio hombro una porra de madera.

Habían pasado un buen tramo del camino en paz, las heridas parecían estar dejando de picarles y los ánimos se habían renovado un poco, además de la camaradería del grupo. Todo pintaba ir bien, si lograban encontrar un grupo de personas en Darkwater dispuestas a recuperar el cargamento robado por el cuervo. La bienvenida, sin embargo, fue algo diferente a lo que Bellafide esperaba.

Un grupo de bandoleros se habían aparecido del interior de un tronco podrido. Con los ropajes tan maltratados como las armas que cargaban encima. ¿Estaban pidiéndole el resto del cargamento a unos guardianes? Eso tomó al batidor por sorpresa; claramente estaban sobrados de confianza.

La nariz del ratón empezó a brincar, olisqueando el aire, una clara señal de nerviosismo por su parte. Dolan no iba a poder contra todos, y tanto Willard como él se acababan de recuperar de sus heridas sufridas en el combate contra el cuervo enano. Tenían que pensar en una forma de eludir a esos indeseables si querían mantener el cargamento a salvo... pero la posibilidad de que no fueran los únicos bandidos en los alrededores también le causaba dolor de cabeza a Bellafide. Quizás podría ganar un poco de tiempo antes de que la paciencia de los maliciosos ratones llegara a su fin.

—¿Y como se presentan sus voluntades, si puedo preguntar? —inquirió llevándose la mano al pomo de la espada, con tono altanero—. La matriarca no nos había mencionado nada acerca de una milicia local. Así que dudo que vuestra fama sea lo que nos ha traído con ustedes. Hemos venido a ver al alcalde y eso es lo que vamos a hacer. ¡Así que expliquen el significado de esto de una vez, villanos!

La noche había sido reparadora pero Bregon sentía la rabia de ver que las heridas de Willard no curarían como debieran. No podía evitar sentirse culpable, tanto por el desastre del encuentro con el cuervo como por no haber sabido curar los daños convenientemente.

Cuando ya se acercaban a la ciudad un nuevo encuentro sorprendió a la patrulla. Parecían los bandidos que había mencionado la matriarca que les querían robar las armas que debían servir para combatirles.

Bregon miró a su alrededor tratando de evaluar la situación. Se veían cuatro ratones pero podía haber más. También observó el lugar para saber si les convenía plantar cara en ese sitio o tenían alguna desventaja.

Los dolores de cabeza de Willard no habían mejorado, cuando hacía algún esfuerzo por encima de lo normal la cabeza le palpitaba con dolor. Al ver aparecer a los bandidos se puso alerta y revisó los alrededores en busca de otros bandidos escondidos para evitar que les embosquen.

Entregar las armas no era una opción pero no sabía qué hacer, decidió esperar a que alguien diera el primer paso mientras observaba alerta preparado para cualquier situación.

La tensión se palpaba en el ambiente mientras las miradas de ambos grupos se mantenían en una especie de duelo psicológico.

Dolan sonrió y con calma descolgó el escudo que tenía en su espalda y lo sujetó con firmeza.

-Vaya, me imaginaba algo así-empezó a decir mientras caminaba hacia la parte de atrás del carro como si no prestase mucha atención a los asaltacaminos- Pensaba que el alcalde era un incompetente pero veo que el problema es que hay unos ratones que no son muy listos, que beben mas de lo que deberían y creen que pueden enfrentarse a La Guardia de los Ratones- Dolan seguía hablando mientras cogía un arma de la parte de atrás del carro con calma, sin preocuparse mucho- ¿Quereis robarnos las armas?-les preguntó mientras se volvía a colocar en fila con sus compañeros- pues tendreis que venir a por ellas-les desafió golpeando con el arma en su escudo.

—¿Y como se presentan sus voluntades, si puedo preguntar? —inquirió llevándose la mano al pomo de la espada, con tono altanero—. La matriarca no nos había mencionado nada acerca de una milicia local. Así que dudo que vuestra fama sea lo que nos ha traído con ustedes. Hemos venido a ver al alcalde y eso es lo que vamos a hacer. ¡Así que expliquen el significado de esto de una vez, villanos!

Los bandidos se miraron entre ellos con desconcierto, todos salvo el líder, que les continuaba observando con mirada predatoria.

-¿Cómo que no somos famosos? -preguntó uno de ellos.

-¡Shh! Seguro lo dicen para que nos sintamos mal -dijo otro, notablemente afectado.

-¡A callar! -vociferó el líder.

pues tendreis que venir a por ellas

El ratón sonrió con zorna.

-Chicos... -sus compañeros parecieron comprender a la perfección la orden, y comenzaron a gesticular con sus armas. El líder se llevó dos garras a los labios y echó un silvido que resonó dentro del tronco podrido y más allá del camino.

Bregon no necesitó voltearse para darse cuenta que sus instintos no le habían engañado. Detrás de los guardianes, entre las briznas de hierba alta, los rostros de varios bandidos más aparecieron. Portaban porras y cuchillos, como los que acompañaban al jefe de la banda, pero nada más. No eran soltados entrenados, eran matones y ladrones, quizá de los cobardes que a la primera gota de sangre corrían en todas direcciones.

Dos ratones más aparecieron encima del tronco podrido y tensaron las cuerdas de sus arcos. Willard, con imperceptibles movimientos, logró contemplar y ubicar a todos los atacantes: once enemigos. ¿Serían rivales para una patrulla de la Guardia de los Ratones?

Bregon estiró las zarpas en torno a su callado asegurándose que lo agarraba con firmeza.

- Willard a mi lado al frente del carro. Bellafide, Dolan, no os separéis, retaguardia. - Dijo el lidar de la patrulla viendo que la cosa se resolvería a palos. - No dejaremos que estas armas caigas en manos de estos malditos.

Willard desenvainó la espada y se puso en una posición de ataque, preparado para cualquier cosa. Antes de lanzarse pensó que sería mejor que otro empezara el ataque, por si volvía el dolor de cabeza dejando a todos sus compañeros en desventaja por tener que cubrirlo. No quería que por su culpa perdieran (otra vez) lo que quedaba del cargamento.

—Bregon, te sigo —dijo con voz firme mientras cambiaba el peso a la pierna delantera.

La mirada nerviosa de Bellafide recorrió el sitio en cuanto los refuerzos que había llamado el bandido a la cabeza se aparecieron. Claro, era una tontería en sí misma pensar que aquellos indeseables recurrirían a la superioridad numérica ante la falta de experiencia y equipo de calidad. Ahora las tornas le pertenecían a ellos, pero si jugaban bien sus cartas podrían defender el carro sin más heridos como en la batalla anterior contra el cuervo enano. Solo necesitaban mantener sus hojas ágiles y sus cuellos alejados del metal el tiempo suficiente para desmoralizar al enemigo.

Desenvainó su espada y se colocó en la retaguardia del carro, se tardó unos instantes en acostumbrarse al peso y se arrojó de lleno contra el primer ratón que tuviera cerca, eso le enseñaría quizá a los demás a alejarse del carro mientras que sus compañeros tomaban la ofensiva.

Dolan se colocó en la posición que el líder le había dicho con una sonrisa socarrona. Aquellos truhanes tendrían lo que se merecían. Levantó su escudó y aferró la espada con fuerza ansioso por que se lanzaran a la carga. Sería un combate divertido pues no esperaba que fueran más peligrosos que aquel cuervo.

-¡Vamos, no nos hagais esperar!-gritó divertido.

El rostro del líder se frunció de enojo cuando comprendió que los Guardianes no se rendirían ni entregarían el cargamento. Seguramente era una reacción para ocultar su temor, jamás se había enfrentado a los legendarios protectores de los Territorios ratoniles.

-¡Acaben con ellos, chicos! -vociferó, levantando la espada roma que empuñaba. Antes de que pudieran atacar, la patrulla se posicionó rápidamente en torno al carro y Bellafide lanzó la primera estocada, golpeando de lleno en la cabeza a uno de los bandidos y dejándolo tirado en el suelo.

En un instante la marea de malechores saltó sobre la patrulla, pero como las olas contra las piedras de la playa chocaron y rebotaron. Los movimientos marciales de los guardianes les rechazaron una y otra vez, y en menos de lo que cualquier bandido ubiese deseado ya había dos o tres heridos tendidos en el suelo.

Las flechas volaron desde lo alto pero se clavaron en el suelo. Afortunadamente para los propios bandidos, ninguno de los dardos terminó en la espalda de uno de ellos. Bregon desarmó al ratón que tenía en frente con su bastón, le golpeó en la cabeza y en la espalda y lo lanzó por encima del hombro contra el tronco podrido. El ratón se tomó la frente mientras Bregon continuaba con otro, un prominente chichón aparecería en unos minutos. Se frotó a conciencia, adolorido y sentado sobre su cola.

-Me duele el coco, menuda paliza -musitó, mirándo al líder de los bandidos que le devolvió una mirada furiosa.

Dolan, por otro lado, se encargaba de mantener a raya a dos ratones simultáneamente, deteniendo sus aporreos en seco y devolviéndo los golpes a pura destreza marcial. Finalmente Willard, fundido en un duelo caballeresco con otros tres ratones, apartaba espadas con movimientos veloces y arrancaba muescas de un garrote.

El combate, a priori, parecía ir a favor de los guardianes, que se movilizaban prácticamente como uno. El miedo todavía no había penetrado en el corazón de los bandidos, pero pronto se percatarían de su destino.

Willard, aunque centrado en el combate, observaba de vez en cuando al resto de los guardianes. Parecía que tenían ventaja. El guardián luchaba contra tres de los bandidos, sus movimientos eran breves y certeros. Existía una evidente diferencia entre la forma de luchar de el guardián y la del los bandidos, cuyos movimientos eran burdos y muchas veces sin un objetivo claro. Los bandidos contra los que luchaba empezaban a parecer cansados, así que comenzó a hacer movimientos más rápidos y fuertes, sabiendo que sus enemigos estaban en clara desventaja.

-¡Vamos! ¡Demosles una lección!-dijo animado el ratón cuya experiencia en combate era muy superior a la de aquellos bandidos. Desviaba sus golpes con facilidad, usando su gran escudo mientras que con la espada iba haciendo pequeñas heridas, mas humillantes que dolorosas, con el fin de desarmar a sus adversarios y demostrarles que no tenían nada que hacer contra ellos.

Bellafide dio una zancada hacia adelante junto con Dolan apenas el combate dio inicio. Arrojaba estocadas y tajos detrás del curtido guerrero para evitar daños a su persona y aprovechar huecos en las defensas de sus rivales que les superaban en número. El ratón sabía que enfrentarse cara a cara contra una fuerza de tales números podía ser peligroso si no mortal, así que prefería mantenerse a las espaldas del ratón pelirrojo para asegurar su supervivencia en el combate.

—¡Eso es, Dolan, amigo mío! ¡Que nadie acerque una zarpa a este carro mientras nosotros podamos defenderlo!

Al ver aparecer a más bandidos a Bregon se le torció el gesto pero sabía que no solo contaba el número. La punta de su bastón golpeaba el suelo en frente suyo esperando que se acercaran los enemigos y en cuanto el primero se puso al alcance levantó el extremo con rapidez para golpear la entrepierna.

- Aguantemos, hay que defender el carro con nuestra vida.

Sabía que la disciplina de la Guardia sería determinante frente a los desorganizados ladrones.

Los ratones de la guardia, que en un primer momento se habían sentido amenazados por la superioridad numérica de los rivales, ahora se sentían confiados. Cada uno de ellos ya tenía claro que los bandidos no estaban a su altura; combatían desorganizados, sin talento ni valor.

Los tres que habían rodeado a Willard se desmoralizaron, al punto que uno de ellos terminó huyendo, perdiéndose entre las hierbas altas. Los otros dos, aún dudando, continuaban la lucha contra el espadachín, que les reprendía con agilidad.

Uno de los bandidos mordió el suelo, inconciente, tras un fuerte golpe de Dolan. El líder de los ladronzuelos dio un paso adelante, con su espada en mano y se enfrentó al enérgico guardian y su escudo: si el guardián lograba acabar con él no quedaría un alma convencida de seguir combatiendo.

Otros dos ratones mantenían una escaramuza con Bellafide. Al cabo de unos segundos una de las hojas hirió a uno en una pata, y tras un certero movimiento le terminó por rajar la barriga. El bandido cayó el suelo pero alcanzó a arrastrarse lejos de la trifulca, mientras que su compañero mantenía entretenido al guardian. Salvo que hubiese un médico entre los malvivientes, no tendría muchas posibilidades de continuar con vida.

El golpe de Bregon hizo chillar al ratón que tenía frente a él. Se tomó la entrepierna y se dobló adelante. Otros dos aparecieron a su lado, pero uno no tardó en salir corriendo: podía no ser un total idiota o podía ser un completo cobarde, cualquiera de las dos opciones tenía sentido.

Los dos arqueros lanzaron sus últimas flechas desde la distancia y descendieron por detrás del tronco podrido. Ninguno de sus dardos dio en un blanco y era probable que aparecieran de un segundo a otro a intentar ayudar a sus compañeros. Eso, o ya estarían de camino a su guarida, con la cola entre las patas.

La situación era complicada para los bandidos: ya no quedaban refuerzos ni aliados escondidos, no quedaban trampas ni tretas, solo quedaban los que estaban allí, siendo apaleados por los guardianes con cierta facilidad. El resultado estaba por verse, pero los delincuentes habían visto correr a un par de los suyos y sangrar a otro. La moral estaba por los suelos.

Bregon veía el miedo en los ojos de los bribones que ya empezaban a huir. Resolvió el problema del ratón que tenía delante con un barrido que lo dejó en tumbado en el suelo y se encaminó a donde el lider. Conseguir capturarlo compensaría con creces la pérdida de parte del cargamento. En el caos de golpes y chillidos encontró al que parecía llevar la voz cantante y se enfrentó a él para tratar de inmovilizarlo.