Partida Rol por web

Normoh miró con desconfianza al extranjero; no sabía por qué, pero sí que había que mirar con desconfianza a cualquier extranjero. También miró con expresión ceñuda y esquiva a los demás presentes, como tenía por costumbre, aunque conocía a casi todos ellos, en mayor o menor grado. No pudo evitar envararse cuando el conde mencionó la cantidad desproporcionada de agua (con lo que ello implicaba en madera) que exigía el rey. Y más aún cuando el gigantón de Ursu sugirió buscar en la... en la playa...

El conde Orbert se removió incómodo en su trono ante las palabras de Ursu, pero lo cierto es que el gigantón, con frecuencia torpe, había sido en esta ocasión educado y cuidadoso con sus palabras, aunque éstas estuvieran salpicadas de trozos de ave salvaje.

- ¡No! - dijo el conde en voz alta, casi en grito - las playas están prohibidas Ursu y las leyendas, sea lo que sea lo que has oido, son falsas - dijo - Sólo hay muerte, no mandaré a mi hermano allí - y en voz baja añadió - a no ser que no nos quede otro remedio...

En un tono más conciliador añadió - pero debemos construir ese depósito. Debemos empezar ya. Debeís salir esta misma mañana.
 

Velocatus miró primero al jefe de los leñadores, luego a Ursu y por último al Conde Orbert a medida que seguía el curso de la conversación.

No sabía de qué leyendas hablaba Ursu respecto a la costa, pero como joven curioso y deseoso de aprender algo nuevo que era (sobre todo con todo aquello que tratara de algo más allá de los muros de la aldea), le hubiera gustado saber de ellas.

Sin embargo, apartó la idea de preguntar por las leyendas. Ya le saciaría su curiosidad preguntando a Ursu sobre ello en otra ocasión. Se estaba tratando algo realmente importante, y empezaba a creer que nadie (salvo su abuela, por supuesto) contaba con al información sobre la "otra" posible fuente de madera.

O puede que lo sí supieran, pero no se habían parado a pensar en ello.

Con sumo cuidado dio un paso adelante, no demasiado, sólo para salir un poco de esa zona apartada un lado, y se dirigió al Conde con los mejores términos posibles:

—Disculpad. No quisiera ser entrometido. Si no es mucha molestia...— Miró hacia los lados, consciente de que ahora todas las miradas estaban pendientes de él. —... me gustaría decir algo al respecto que quizás sirviera de ayuda.—

—Si se me permite, claro...—

La tirada ha sido exitosa, di lo que tengas que decir y serás escuchado con atención... Probablemente. =)

No obstante el resultado de lo que digas dependerá de lo que efectivamente digas.

...Tu respuesta no solo zanja la cuestión, sino que es también bastante ilustrativa. Te planteaba un par de dudas...

La primera era acerca de la relación que existía entre Forbag y ese rey Warden. Si alguien alguna vez lo había visto, si visitaba a menudo la zona, si dejaba sentir la presencia de sus tropas, etc.

El rey Warden no ha ido a Forbrag en los últimos años y eso como mínimo, vamos, que no lo has visto en tu vida y eso que eres un hombre de más de 40 años. Orbert si que ha viajado en contadas ocasiones a Estei Rison. La "presencia" del rey es sentida en forma de envío de un carro cargado de grano y para recoger agua, que es protegidos por un pequeño grupo de soldados bien equipados y con aspecto aguerrido y entrenado.

Respecto a la construcción del depóstio es factible con los medios técnicos de la aldea, aunque supondrá una importante inversión de tiempo y de materiales, en especial madera. Hobb y algunos de los otros carpinteros/leñadores sabrían construirlo e impermeabilizarlo.

No lo integré en la narración porque se trataba de ver simplemente si "lo sabía" o "no", y no daba mucho margen para rolear.

Esto no te lo doy como una excusa válida (excusa que no te demando por otro lado). Siempre hay margen para rolear, no obstante, como dices esto son conocimientos del PJ.

Aunque nadie dice nada que confirme que puede continuar, Velocatus ve algo en la mirada del Conde que le anima a seguir adelante con su diatriba:

—Aunque no salgo mucho de nuestra aldea, he oído que no queda demasiado del bosquecillo al este de aquí del que obtenemos la madera.— Velocatus lanzó una mirada a los dos leñadores, como buscando su confirmación. —Si sacamos de allí la madera para este encargo del Rey, posiblemente acabemos con lo poco que quede de él.—

—Puede parecer poco importante, pero eso afectará al ciclo de la vida.— Esta vez observó a Normoh. —Sin árboles, muchas aves que cazamos desparecerán. Eso sin contar que la mayoría de las plantas medicinales que mi abuela utiliza para ayudaros se obtienen del suelo de ese bosquecillo. Sin árboles, sólo crecen arbustos y malas hierbas.—

—Sólo hay un lugar del que podamos sacar más madera. Muchos de nosotros lo hemos visto en días muy claros en la lejanía. A más de un día de viaje al este, mucho más allá del bosquecillo donde trabajan los leñadores, en la falda de las lejanas montañas. Creo que más de uno aquí sabe ya de lo que hablo....—

Esta vez miró hacia los leñadores y a su abuela. Había sembrado la semilla para que fuera otro el que diera la respuesta...

Son noticias nefastas, cambio el peso de un pie a otro inquieto mientras va avanzando la conversación. los cálculos son fáciles, no tenemos tanta madera para transportar ese agua. La petición es inusual y del todo desproporcionada. La finalidad de tal cantidad de agua tendrá que ser discutida por los ancianos, pero me temo que no podemos negarnos.

El bosque bajo las estribaciones del Este es la opción más viable una vez, si la playa ha sido descartada, claro. Nunca había estado allí, nuestro mundo cada vez más pequeño, acaba de ser sacudido y no tenemos otra alternativa que ir más allá de sus fronteras, el miedo a lo desconocido ya no es una excusa.

Velocatus había dicho lo que estaba pensando yo y posiblemente mi padre. Pensaba que iban a hablar los más mayores de la sala, pero es verdad que todos tenemos voz y opinión en las asambleas. Aunque a mi tío le encante llevar la voz cantante. Casi por obligación y tras mirarme el busca hierbas corroboro las palabras sin mucha verborrea.

-Asi es, nuestro bosque no es una opción, no da para más, sin contar que perderíamos la caza, también perderíamos los árboles frutales que tanto mimamos- señalo con el pulgar hacia el este, que está detrás mía- las estribaciones es nuestra única salida.

Me girohacia el jefe de leñadores, por si tiene algo que añadir, pero que quede claro mi respeto por él. Ya que al acabar no miro a mi tío, el conde, sino a mi padre.

- El chico tiene razón… - el vozarrón grave y aguardentoso del leñador irrumpió finalmente en la sala, haciendo trizas el tenso silencio que había comenzado a adueñarse del lugar.

Al hablar, Hobb hizo un leve gesto con su cabeza en dirección a su hijo, como dando a entender que se refería a él con sus palabras. Sin embargo, su mirada se había clavado en el extraño y desgarbado personaje que había hablado hacía tan solo unos momentos, el que parecía tener algún tipo de vínculo familiar con la vieja Lana, y no se apartaba de él en ningún instante, estudiándolo con ojos entrecerrados y una media sonrisa intrigada.

Hobbart no recordaba a aquel sujeto. Ni recordaba tampoco que la vieja bruja tuviera familiares. Pero aquello no era del todo extraño. Después de todo, solía pasar la mayor parte de su tiempo fuera del poblado o durmiendo, y por lo general no tenía demasiado interés en los rumores que corrían por ahí.

En cualquier caso, no dejó de llamarle la atención la inusitada audacia del muchacho. Si que se necesitaba coraje para llevar la voz en pleno salón de asambleas. Eso, o una gran dosis de estupidez, claro…

- Solo podemos conseguir esa cantidad de madera en las montañas. Y no será sencillo. Puede que estén a poco más de un día de aquí. Quizás menos, no lo se. Pero no conozco a nadie que haya llegado tan lejos.

A medida que hablaba, su tono se iba tiñendo con una nota sombría, a la vez que sus palabras dejaban en claro la preocupación que lo embargaba.

- De cualquier forma, nos llevará un buen tiempo conseguirlo todos esos troncos. Incluso aunque consigamos reclutar más hombres. Y después estará el problema del transporte, y eso…

- Aunque el verdadero problema es otro… no sabemos que diablos puede haber ahí…

Al escuchar las palabras de Hobbard Witts, Ursu se envalentona sin meditarlo, con el impulso irreflexivo tan característico de él, y da un paso al frente. Carraspea de forma bien sonora y eleva su voz:

- Ursu se ofrece como voluntario para la expedición a las montañas. Ursu ofrece su brazo para ayudar con la tala y para enfrentarse a los peligros que aguarden en el camino. 

Dicho esto, busca con su mirada la de Hobbard, quizás con la esperanza de que apruebe su participación. Ursu es consciente de que, aun siendo todo lo bonachón que es, no todo el mundo en Forbrag desea su compañía.

El conde Orbert meditó las palabras de su hermano Hobbard. Mientras se mesaba la barba pensativo. Tras las palabras de Ursu, carraspeó y dijo:

- Bien, las montañas al este están llenas de vegetación - dijo, con la seguridad de quien ha visto algo con sus propios ojos - allí encontraremos la madera que necesitamos. Es cierto que está lejos, por ello es importante que hagamos los menos viajes posibles. Incluso uno sólo si es posible. 

El conde miró a Ursu, como si éste le acabara de inspirar una idea quizás con su presencia, su arrojo, o quizás su olor a corporal como a quien ha dormido en una cuadra - bien, os llevareís uno de los carros, uno de los grandes y os llevareís a Bill* - Iunus no pudo evitar un suspiro de alivio que se oyó en toda la sala, por lo general los leñadores volvían al pueblo arrastrando carros de dos ruedas de los que tiraban ellos mismo. Un animal de tiro sería un lujo muy poco habitual. Bill era uno de la media docena de caballos de Forbrag y quizás el más grande de la aldea.

- Hobbard, respecto a los hombres... Ursu irá con vosotros - dijo, mientras con la mano hacia un gesto que abarcaba en ese "vosotros", sin lugar a dudas a Hobbard y a Iunus - se ocupará de Bill y es muy fuerte ¿no es cierto Ursu? - dijo Orbert en una clara alusión a las últimas peleas a puñetazos entre Ursu y tres de los guardias, Dargoh, Tulius y Marrun.

- Os acompañará uno de los cazadores - señaló con el dedo hacia el cazador que se encontraba apartado en una esquina, sentado sobre un tonel - tú, Normoh. Actuará como explorador.

- Partireís de inmediato, pediré que preparen el carro ahora mismo.

Velocatus, al que nadie había nombrado aún, meditó, quizás el conde tenía pensado esto de antemano o quizás sólo quería librarse de Normoh dado que éste se encontraba aqui y no con los demás cazadores, como acostumbraba, o puede que tan sólo quisiera librarse de él por ser hijo de Sido, cuya enemistad con Orbert era por todos en la aldea conocida, pues Orbert consideraba a Sido, y quizás no sin razón, un maleante.

Normoh, que se había visto señalado por el dedo del conde, masculló para sí una maldición mientras pensaba, quizás el conde tenía pensado esto de antemano o quizás sólo quería librarse de Normoh dado que éste se encontraba aqui y no con los demás cazadores, como acostumbraba, o puede que tan sólo quisiera librarse de él por ser hijo de Sido, cuya enemistad con Orbert era por todos en la aldea conocida, pues Orbert consideraba a Sido (y por ende a los hijos de éste), y quizás no sin razón, unos maleantes.

Velocatus no puede creer lo que está oyendo. Él estaba deseando salir de allí y conocer nuevos lugares. Aquella habría sido su oportunidad de salir más allá de los muros del pueblo. Para salir de una monotonía en la que ya estaba todo visto, y tenía poco más que aprender. ¡Queria ver el mundo! ¡Quería descubrir nuevas y maravillosas cosas..! ¡Alguien tan listo como él no podía estar condenado a curar fracturas y cuidar de gallinas toda la vida entre aquellos muros...!

Pero nadie le había nombrado para al expedición. Durante unos segundos, su rostro es la imagen de la frustración. ¡Malditos zoquetes de aldea...! ¡Si no fuera por su abuela y él, habrían talado su recurso más cercano y casi acabado con el pueblo! Mira que no pensar siquiera en él...

Pues se iban a enterar. Iba a hablar...

Pero entonces se percató que el jefe estaba usando la excusa de la tala para librarse momentáneamente de su hermano, que a pesar de ser su hermano se notaba que tenían sus roces. También del hijo del conflictivo Sido. Y de Urshu, que era un tipo un poco... desagradable. Como la antítesis de Velocatus.

Eso le asustó un poco. No quería ir acompañado con una panda de renegados, o al menos "indeseables" a ojos del jefe.

Miró a Orbert Wits, imponente en su asiento del trono. ¿Y si por desear ir con ellos el propio Conde le empezaba a mirar como otro indeseable? No le gustaba nada la idea.

Pero entonces, miró a su abuela sentada no muy lejos, con los mayores. Ella no decía nada, pero le miraba espectante. Su abuela le había llevado allí por una razón, y no debía decepcionarla.

Como tampoco podía decepcionar a los habitantes del pueblo. Su abuela le había enseñado a trabajar por su comunidad. Le había enseñado que, a pesar de sus diferencias, debían trabajar conjuntamente como aldea. Ayudándose los unos a los otros. Así, sobrevivirían, sus lazos serían más fuerte, y la unidad, más profunda.

Esta era una ocasión importante. La aldea corría gran peligro. Y todos lo sabían. Tal vez él no fuera tan fuerte como Urshu, o tan buen conocedor de los caminos como Normoh, o supiera manejar un hacha con la habilidad de Hobbard e Iunus. Pero quería ser útil, y tal vez pudiera serlo, al fin y al cabo.

Y, por supuesto, Velocatus llevaba tiempo soñando con salir de la aldea y ver mundo más allá de los muros. Y su abuela lo sabía.

Así que se decidió a hablar al fin...

Tras las palabras del conde, Velocatus lanza miradas indecisas a ambos hermanos Wits, y permanece unos segundos a la espera de algo que... no parece vaya a ocurrir. 

—Pero... yo... quisiera... es decir... — Parece empezar a atreverse a decir.—¿...puedo acompañarlos?—

Un par de segundos de confusión, ante la mirada de los presentes, como buscando claramente en su mente una excusa para acompañarles: —Eh... Puede que allí haya muchas plantas útiles. Las plantas que mi abuela y yo usamos son mucho más abundantes en el suelo del bosquecillo que solemos talar... así que en ese gran bosque alejado, podría volver con... bastante cantidad.—

Se detiene a pensar un poco, y entonces sus ojos brillan con la emoción de la juventud: —¡Y puede que incluso descubriera plantas que no conocemos! ¡Con nuevos y sorprendentes efectos!— Y se le ocurre algo que hace que se emocione aún más si cabe: —¡E incluso quizás semillas!—

Levanto las cejas asombrado ante el arrebato juvenil de aquel muchacho. Si no nos alejamos de la aldea por algo será, tiene que ser peligroso. Pero para ser sincero conmigo mismo, una llama se agita en el fondo de mi pecho. Una pequeña chispa debajo de una pila de madera seca, que amenaza con crear un gran incendio de ilusión y curiosidad.

Con un meneo de cabeza, me tranquilizo y sigo con mi cara mustia. Por lo menos tenemos a Bill. Ese enorme caballo puede tirar con muchos troncos de una sola vez. Una vez tengamos los troncos tampoco estará todo el trabajo hecho. Queda la ardua tarea de cortar, pulir, etc.. Me agoto sólo de pensarlo.

El conde miró al joven Velocatus con incredulidad, enarcando una ceja. Estaba a punto de negarse en redondo, pero antes echó un vistazo hacia los ancianos, situado a su derecha junto a él. La curandera, Lana le dirigió un leve asentimiento y una sonrisa. El conde dirigió la mirada de nuevo hacia el joven Velocatus y asintió - bien joven, irás con ellos.

La curandera carraspeó sonoramente, lo que atrajo las miradas de todos los presentes, su mirada era ceñuda y estaba dirigida al conde Orbert, que pareció confundido un instante, lo que hizo que el ceño de la anciana se frunciera aún más. El conde entendió entonces lo que ésta parecía querer decir y volviéndose una vez más hacia Velocatus, que seguía allí plantado esperando - bien, uno de los guardias irá con vosotros, para velar por la seguridad de todos - aunque cualquiera hubiera dicho, que el conde se refería a la seguirdad de Velocatus.

Orbert se giró hacia atrás y dijo a uno de los guardias que en ese mismo momento bostezaba de forma nada decorosa - tú Jace, irás con ellos - éste, o bien no se dió por aludido, o bien estaba dormido de pie recostado contra la pared tras el trono, pues no dijo nada.

Normoh abre boquea un par de veces como un pez fuera del agua, como si fuera a decir algo. Luego repasa con la mirada a los presentes en la sala, entre suspicaz y amilanado. Algunos son aproximadamente de su edad, pero nunca se ha juntado mucho con ellos. Los otros, figuras importantes del pueblo. Y Ursu le da un poco de miedo.

Suspira profundamente y vuelve a su estado habitual de apatía.

Luego, siempre mirando al frente (lo único que aprendió en la "escuela" de Forbrag) se inclina imperceptiblemente a un lado, hacia su vecino más próximo, y masculla entre dientes: -¿El extranjero también viene con nosotros?

Velocatus se giró para mirar a Normoh cuando le oyó preguntar sobre el forastero. Como carecía de respuesta a su pregunta, no supo que contestar.

Así que se quedó callado, encogiéndose de hombros.