Partida Rol por web

Normoh se encuentra guardado por su cuchillo aunque sin nadie delante a quien apuñalar; pero está desaforado. La sangrienta escena que se ha desarrollado frente a él, la cabeza del siervo revetando mientras él lo pateaba, su caída grotesca sobre el otro, desatan en él una especie de furia infantil, y grita, agitando los brazos en alto, como si estuviese viendo un partido de tiraelpalo:

-¡Vamos, a por ellos! ¡Ya son nuestros!

Normoh volvió la vista atrás buscaba como escaquearse de aquel combate, como salir de allí, de aquella muralla a la que los no muertos no parecían tener tanta dificultad para acceder como había querido creer. Aquello no era lo suyo. Lo suyo eran las aves de costa, las trampas para roedores y escabullirse de algún Siervo perdido si se cruzaba con él en el llano. Defender murallas era cosa de Jace o quizás de Hobbard o Iunus, dispuestos a usar las hachas tanto con los árboles como con los Siervos por igual. Ursu... el gigantón que nunca se quejaba seguía arrojando piedras grandes como calderos sin pestañear. Pero él... no era lo suyo.

A su espalda estaba el patio al que llegaban las dos escaleras laterales, algo lejos para alcanzarlas sin que nadie se diera cuenta. En el otro extremo de la muralla, un caballero disparaba una ballesta mientras otros cuatro mantenían la posición firmes. En el patio otro caballero, montado esperaba frente a la puerta interior cerrada. El caballo piafaba y se ponía de manos una y otra vez, quizás por el olor a carne muerta, quizás por el nerviosismo de su jinete.

Otra forma de descender sería dejarse caer por la parte interna de la fachada del edifico cuyo techo era el suelo que pisaban. Debía haber unos buenos tres metros, si no más. Una vez en el patio, entrar en el edificio, en la cuadra o en el pequeño cobertizo, almacén o lo que fuera aquella pequeña estructura. Porque salir por la puerta principal parecía descartado, si es que los caballeros la acababan abriendo o los no muertos del exterior derribando, lo que sugería la presencia del jinete ante la puerta.

Resolución del turno 4.

Velocatus retrocedió involuntariamente un paso separándose del parapeto. A pocos metros de él, a derecha y a izquierda los no muertos habían alcanzado el borde de la muralla y aunque habían sido rechazados con presteza no dejaban de venir más. Justo entonces uno de ellos había llegado a saltar por completo el parapeto y aunque los golpes de Jace lo habían dejado medio muerto, otros ocuparían pronto su lugar. El muchacho volvía a estar aterrado, perdida ya la sensación de falsa seguridad. Sin embargo el miedo no le paralizó. Cogió la piedra que tenía en la mano y estuvo tentado de arrojarla contra el zombi que pugnaba por levantarse pero Jace y Hobbard se interponían y podía darles... si tuviera la honda. Se le ocurrió entonces una gran idea, se quitó el cinturón de cuerda de los pantalones y metió las dos piedras en ella y la hizo girar como si fuera una honda. Sonrió, ahora la suerte volvía a estar de su parte... giró la honda improvisada una vez más y entonces ¡el cinturón se rompió! los dos proyectiles salieron disparados a toda velocidad, uno de ello pasó tan cerca de la cabeza de Jace que a punto estuvo de destrozarle un ojo. El otro voló en otra dirección y golpeó con un tañido metálico contra el medo del patio.

Jace volvió la cabeza como un rayo, buscando enemigos a su espalda y tan sólo se encontró con la expresión compungida y desolada de Velocatus. Antes de que abriera la boca el Siervo a sus pies se removió y el soldado volvió una vez más su atención hacia él.

Hobbard no fue consciente de todo aquello, pues había dado la espalda a Velocatus para arrojar trabajosamente una gran piedra más allá del muro. El pedrusco golpeó al no muerto en un hombro y la articulación se hundió dejando el brazo apenas colgando del tórax. Sin embargo el Siervo no dió muestra alguna de dolor y siguió arañando el muro con el otro brazo una y otra vez.

En el extremo sur otro siervo se aferraba al borde del parapeto. Iunus cogió su hacha con ambas manos y la dejó caer con todas sus fuerzas sobre una de la zarpas de aquel monstruo y el metal resonó contra el muro al atravesarle la mano. Aferrado con una sola mano el Siervo no llegó a ver como Ursu, con un grito animal desenvainaba su enorme mandoble de metal y asomándose por el parapeto le lanzaba un golpe lateral que le partió la cabeza en dos limpiamente. El cuerpo cayó sobre los demás Siervos que se arracimaban al pie del muro.

Jace, ansioso por poder cubrir la brecha que se veía venir, clavó sin dudar la jabalina sobre el no muerto a sus pies. Le atravesó la cabeza y el cuerpo dejó de removerse.

Sin embargo los no muertos no se vieron frenados, estaba claro que aquella porción del muro disponía de más asideros pues cuando cayó el cadáver arrastró a uno de los asaltantes hacia abajo, pero los otros dos, sigieron ascendiendo rápidamente sin detener. En un instante habían escalado la muralla y el parapeto y antes de que los aventureros pudieran preparse se dejaron caer dentro de la muralla. Iunus y Ursu les miraron a los ojos. Estaban apenas a un metro de distancia de ellos.

En el extremo opuesto, en la esquina noroeste Normoh había desenvainado el cuchillo y miraba a uno y otro lado esperando que los Siervos se avalanzaran sobre él, por un instante vió asomar dos cabezas a su derecha, en la muralla norte, pero los Siervos debieron resbalar en la piedra mojada pues un instante después habían desaparecido.

Mapa de combate al inicio del turno 5.

Todo lo que había sucedido comenzaba a hacerle pensar que el destino tenía algo en su contra. Un cinturón no era la honda más eficaz del mundo, pero apenas si había dado media docena de giros y casi termino noqueando a Jace.

"Es una maldición. El mundo me quiere en las garras de estos seres..."

Pero no sería momento aún para rendirse. Por más que el mundo se viniera abajo, las piedras seguirían saliendo de sus manos mientras sus compañeros no se rindieran... y con suerte golpearía a los Siervos en vez de a sus paisanos.

"El cinto ya no... ¿Qué más...?"

Enseguida encontró un remplazo para el cinto cuando vio su brazo. Junto todas las fuerzas que pudo y arrancó la manga derecha de la camisa que usaba debajo del pequeño chaleco de cuero grueso. Con suerte la tela resistiría más que el cinto.

Juntó dos piedras más y lanzó las mismas al muerto herido cerca de donde estaba Normoh con el impulso de su segunda arma improvisada.

Ya subieron... les hemos fallado... pensó por un segundo, pero esos pensamientos se vieron enterrados en una montaña de decisión: tenían que sobrevivir.

Iunus se colgó el escudo y con este intentó desplazar a su enemigo para que cayera por la muralla. Si su objetivo era que no subieran, haría todo lo posible porque realmente no lo pudieran hacer, y si lo hacían, que murieran en el intento o no duraran en su posición.

-¡Lancémoslos por la muralla!- gritó el joven Wits para que Ursu lo imitara con su gran corpulencia.

Normoh se toma un instante para mirar alrededor y hacer balance de la situación. Respira hondo, parece que por el momento los siervos no consiguen montar por la parte de la muralla que le queda más cerca.

Hay que ir deshaciéndose de ellos.

El cazador se pasa el cuchillo a la mano izquierda, coge una piedra y apunta al siervo herido que está a los pies de la muralla, justo debajo de él; sin embargo, sigue atentamente lo que ocurre frente al joven Velocatus (que parece aterrado y no da pie con bola), el siempre hierático Hobb y Jace, que se desdobla para atender un poco en todas partes, en un despliegue de energía y capacidad. Si algún esbirro se enzarza con ellos y queda a tiro, se va a llevar una buena pedrada...

A pesar de su enorme fuerza y tremenda contextura, Hobbard nunca había destacado como un gran guerrero. Y ello por cuanto, además del escaso interés que tenía en tales disciplinas, no era del tipo que podía idear rápidamente una buena estrategia de combate. Podía pegar una buena tunda como cualquiera, y quizás mejor que la mayoría, pero solía perder de vista aquello que ocurría fuera de su campo inmediato de visión.

Por supuesto, aquello no se aplicaba cuando su primogénito y heredero se hallaba en las cercanías...

- Jace !!!! - gritó con una potencia y un fervor completamente innecesarios dada la cercanía con su camarada - Protege el muro Sur !!! Yo mantendré a raya a estas criaturas...

Sin esperar respuesta, el circunspecto personaje volvió a inclinarse para tomar un nuevo pedruzco, dispuesto a continuar con aquella lluvia de furia y destrucción que lo había dominado.

La defensa de esta sección de la muralla empieza a hacerse desesperada en el momento en que, inevitablemente, los primeros siervos del Nigromante empiezan a encaramarse al parapeto. Aunque Jace debe reconocer, en honor a la verdad, que sus recelos y prejuicios iniciales ante la reacción de sus compañeros estaban injustificados: todos están manteniendo el tipo con una entereza encomiable.

Incluso Velocatus, el joven nieto de Lana Culprit, está haciendo lo posible por ser útil, aunque con sus nervios haya estado a punto de descalabrarle al romperse su improvisada honda… y es que ese muchacho no parece estar hecho para combatir. Lo que probablemente no sepa el pobre es que precisamente eso que le hace distinto a los demás.. es toda una bendición, no un problema. Él es un sanador, su cometido es crear cosas, arreglarlas y no destruirlas. Está dotado del don para mejorar el mundo de un modo constructivo. Los demás somos los que, al no saber hacer otra cosa, nos tendremos que conformar con causar daño de forma eficiente.

Y vaya si lo estamos haciendo. La horda de cadáveres llega en oleadas, pero están cayendo a la misma velocidad, lo que debemos hacer ahora es mantener el ritmo, no desfallecer, no ceder…

La mayoría de la gente piensa que un buen combatiente es alguien fuerte, recio, capaz de golpear duro y con precisión. Pero están muy equivocados, un verdadero soldado es aquél que es capaz de mantenerse firme cuando las cosas se ponen de verdad difíciles, aguantar la posición y obedecer las órdenes que recibe para que una estrategia global resulte efectiva. Es un estado mental más que físico.

Y luego está, ante todo, la habilidad para calcular adecuadamente tus movimientos. Pura táctica.

Por eso, cuando le llega la orden clara y firme de Hobb Wits para ocuparse de la parte sur de la muralla sonríe complacido. No hay como tener un objetivo claro que cumplir. Ahora, a ponerse con ello.

Avanza raudo hacia el punto donde el joven Iunus combate hombro con hombro junto al gigantón Ursu y se desliza como una exhalación para colocar hábilmente la punta de su jabalina entre ambos. La mayor ventaja de las armas de asta es que permiten atacar desde cierta distancia, formando parte de una segunda línea de combatientes, de modo que se refuerza a los que están al frente. Y esta es una característica determinante para luchar en formaciones organizadas.

Jace ataca empleando una técnica de barrido para alcanzar a ambos contrincantes, aprovechando la superioridad numérica, pero cuidando mucho de dirigir sus golpes a la cabeza, para maximizar sus efectos…

Resolución del turno 5.

Velocatus había roto el cinturón pero no se dió por perdido, con una determinación de la que dos días atrás no habría imaginado arrancó la manga de su camisa de un tirón y la empleó como honda, la primera pierda falló pero la segunda golpeó a uno de los no muertos al pie de la esquina noroeste.

Normoh, que se había mantenido a la espera por si algún no muerto escalaba el muro, desenvainando su cuchillo. Tras unos instantes se atrevió a asomarse a éste y lanzó una piedra contra el enemigo que consideró más débil. Como empuñaba el cuchillo sólo pudo arrojar una piedra del tamaño de una nuez, pero puso en ésta toda la fuerza de su brazo y con más suerte que maña le dió al siervo en toda la cara poco después de que ésta hubiera sido impactado por Velocatus.

Hobbard, viendo a su hijo en peligro ordenó a Jace cubrir dicho flanco mientras continuaba arrojando piedras. Si era necesario cubriría él solo el centro de la defensa.

En la esquina suroeste Iunus forcejeaba con uno de los no muertos. Empujaba con el escudo contra el pecho del Siervo mientras éste intentaba arañarle la cara rodeando el escudo con los brazos por ambos lados. Por un instante el combate quedó en tablas, con los pies de ambos resbalando sobre la muralla sin avanzar.

Ursu tomó ejemplo de Iunus e intentó arrojar a su contrincante también por la muralla. Lanzó un grito propio de una bestia salvaje y soltando la espada empujó al no muerto con ambas manos. Apoyó todo su enorme peso sobre éste y el no muerto quedó doblado hacia atrás sobre el parapeto.

En ese momento Jace, moviéndose una vez más como un relámpago cargó por entre Iunus y Ursu. Con un molinete hizo girar la jabalina y ésta silbando pasó a escasos centímetros del rostro del leñador y del pecho de explorar, fallándoles. No falló sin embargo la jabalina contra los no muertos y golpeó primero a uno luego al otro y nuevamente a ambos en la cabeza. El contrincante de Ursu dejó de resistirse a éste y cayó muralla abajo para no levantarse.

Normoh viendo la oportunidad creada por Jace arrojó la piedra que tenía en la mano contra el combate de la esquina sur. Sin embargo el apelotonamiento, la distancia y la mala fortuna hizo que su piedra golpeara a Iunus en la espalda y no al enemigo. El daño sin embargo, no sería importante.

El joven leñador no acusó el golpe. El no muerto, a pesar de haber sido herido por Jace, le empujaba tratando de alcanzarle, todo su peso sobre el escudo de Iunus. El muchacho retrocedió más de un metro resbalando hacia atrás sin conseguir apoyo firme en el suelo. Viéndose caer abrió su defensa y golpeó al no muerto con el hacha. El impacto fue afortunado y el Siervo, con la cara partida en dos cayó al suelo.

Los no muertos al norte siguieron intentando escalar el muro con escaso éxito, resbalaban una y otra vez sobre el muro mojado. En la esquina noroeste frente a Normoh uno de ellos, aupándose sobre sus compañeros alcanzó el borde del parapeto y se aferró a éste. En el centro de la muralla otro Siervo hizo lo mismo, colgándose por las garras del borde tras escalar sobre uno de sus hermanos.

Mapa de combate al inicio del turno 6.

Ups... Normoh esconde la mano detrás del cuerpo como por instinto; acaba de darle una pedrada en la espalda a Iunus. Por suerte, parece que el joven leñador ni se ha inmutado...

Pero el cazador apenas tiene tiempo para disimular, ya que uno de los siervos, sangrando (si es que a eso se le puede llamar sangrar) por todas partes, ha conseguido encaramarse al muro, aupado por sus compañeros y por el dolor y la furia, si es que sienten algo así; al menos lo parece. Rápidamente empuña con fuerza su cuchillo, embraza su pequeño escudo, aprieta los dientes y apuñala al repulsivo ser de cerca, sin mucho tino.

-Gracias Jace...- dijo el Wits luego de liquidar a la amenaza que tenían frente a ellos.

De reojo había visto que frente a su padre había un Siervo que ya estaba terminando de subir a la muralla. Estaba cerca. No habría problema en que ayudara a su padre. Además, ese lado parecía controlado en ese momento, y si hacía falta, podía volver rápidamente. Pero ahora no soltaría ni el hacha ni el escudo.

Con grandes zancadas, se colocó junto a su padre y realizó un arco descendente con su hacha hacia el Siervo que ahora estaba por llegar a su altura.

Normoh estaba enfrascado en combate. Con los no muertos practicamente encima estaba dispuesto a vender cara su vida cuchillo en mano. Aún así, su mente de comadreja le hacía no dejar de lanzar miradas hacia atrás, hacia el patio, hacia el interior de la fortaleza, hacia la huida y quizás la supervivencia.

Lanzó un tajo contra el no muerto más cercano y saltó hacia atrás inmediatamente para ponerse a salvo de su contraataque. Una vez más se permitió mirar por encima del hombro. Trastabilló y a punto estuvo de caerse de la muralla con la sorpresa cuando vió que en el lado opuesto de la muralla la puerta interior estaba abierta y uno de los caballeros se encontraba ante ésta, a caballo, quizás dispuesto a proteger el patio. Otro de los caballeros sobre la muralla parecía estar abriendo ante la atónita mirada de Normoh la puerta exterior tirando de una cadena.

Nadie más de entre los aventureros parecía haberse dado cuenta de este hecho. En el otro lado, los demás caballeros, cuatro en total, permanecían en sus puestos sobre la muralla, impávidos.

Atención (CD 20): Hobb, Iunus, Jace, Ursu y Velocatus. Normoh excluido por éxito automático

Tirada + Atención - Malus.

Hobb 17 +3 -2 =18 (casi)

Iunus 8 +1 -0 =9

Jace 13 +7 -1 =19 (casi)

Ursu 9 +0 -1 =8

Velocaus 6 +3 -2 =7

Normoh ahora se encaraba hacia un combate a cuchilladas contra el siervo que había logrado escalar la muralla. Más de estos seres se acercaban por el muro norte aunque gracias a algún milagro no lograban escalar el muro.

Velocatus indeciso entre todo el ajetreo, miro a todos los posibles blancos para las pedradas. Eran demasiados; muchos más de los que el joven hubiera querido, pero al menos sabía que podía golpearlos. Apronto dos piedras más y las lanzo lo más rápido que pudo.