Partida Rol por web

Doscientos y cincuenta años se han sucedido desde la batalla ante la muralla final de la capital. Aquel fue el último gran peligro para la existencia del Imperio, y fue seguido por un periodo de paz y estabilidad que se mantuvo hasta nuestros días.

Nickerius, o también llamado por su seudónimo Ombra Oculta, fue venerado como el último gran héroe. De un tiempo a esta parte no ha habido grandes peligros, ni desafíos que dignifiquen a cualquiera que fuese capaz de superarlos. La vida para los Imperiales se ha vuelto sedentaria y quizás aburrida para aquellos a los que les llega la llamada de la aventura.

En este clima de seguridad y paz, buena parte del ejercito de Imperial se ha desplazado hacia el este, en una expedición a las tierras de los ogros. Los antaño protectores del Imperio ahora se ven obligados a ganarse el pan conquistando tierras para obtener especias y metales preciosos. La misma guerra parece haberse convertido en un negocio, y este negocio marcha bien. En el oeste un hombre puede comer bien, y luego morir de viejo habiendo satisfecho todos sus caprichos, y en el este los soldados obtienen victorias fáciles que engrosan las arcas de una nación que no sabe que hacer con sus recursos.

A pesar de ello hay hombres que sueñan con algo más. Existen quienes creen en la gloria y los ideales de antaño.

Otoño. Un día cualquiera. La Cuarta y la Sexta apoyados por dos compañías de auxiliares se encuentran acampados en la provincia más al este de Tugremón. Las tiendas están dispuestas y la empalizada recién situada. Los auxiliares aun tienen trabajo por delante, pero para los legionarios ha llegado el momento del descanso.

La moral es alta y los legionarios están alegres. Hace dos días se obtuvo una gran victoria, y en estos días parece que cualquier cosa sea posible.

El protagonista de nuestra historia se encuentra acompañado de los más temibles de la heroica. Algunos hablan de sus hazañas pasadas y otros compiten en aquello que pueden. Es un ambiente bravucón y distendido donde todos aquellos hombres se deben algo en el campo de batalla o fuera de el.

Unos bancos improvisados con tablones les son suficientes para su reunión.

.-Dieciséis días más y regreso a Llancan. Me llevo los honores y os dejo limpiando los restos-.

.-¿Y crees que tu mujer se alegrara tanto de verte como los ogros?-.

Hildo ríe sin gesticular demasiado.-Ella también tiene restos que recoger dentro de dieciséis días-.

Riendo responde.-¿No os miráis al espejo a menudo verdad?-. Después gira el rostro hacia el protagonista .-¿Porque estas tan serio amigo?-.

- Oh, echo de menos acción como la que hubo hace años en este mundo. Sin dificultad no puede haber mérito. Nada más - y sonrio un poco a Azim.

.-No te entiendo. Las viejas grandes campañas eran también causa de miles de muertos y desastres. Sigue habiendo riesgo en la vida del legionario. Más que en ningún otro sitio. Y cuando regresamos a casa nos reciben como héroes. Eres como Hildo-. Le da una palmada en el hombro al mencionado .-Os arrastráis lo que haga falta por un poco de gloria-.

.-Si. Fanáticos peligrosos-. Dice burlesco .-Si os pusieran al mando de la Cuarta conquistaríais este mundo y luego inventariáis otro que conquistar-.

.-No es solo conquistar. Es lo que se ve y lo que se siente. Decidme que no habéis hinchado el pecho de orgullo al levantar el arma en señal de victoria. Que no os gusta veros entrando en las ciudades mientras las doncellas os aclaman y los músicos adornan vuestro paso. ¿No os gustaría que vuestros nombres fueran recordados y que vuestros rostros quedaran grabados en la piedra?-.

- Hildo, a mi también me gustaria que me dedicaran una estatua... incluso aunque no pudiera verla. Bueno, creo que se acerca la hora de la cena...

.-Y a quien no-. Dice sobre la estatua

Un joven legionario se acerca a ti. Es de los novatos que aún tienen mucho por demostrar .-Arborius. Perdona qué te moleste, pero es que el general me pidió que me hiciera cargo de los ogros prisioneros y un grupo de auxiliares va a matarlos. No puedo hacer nada. Arborius-.

- Qué hacemos amigos? Creo que no deberíamos dejar que los maten. Vamos a impedirlo. Quien quiera que me siga.

Tus compañeros más o menos motivados te siguen. El joven Niko te agradece la intervención. Al llegar os encontráis a más de una decena de auxiliares tratando de clavar lanzas a través de las rejas a los ogros en sus celdas

.-Os mataré! A todos!-. Dice furioso uno de los ogros

- Alto!! - digo yo en voz muy alta. - No es que aprecie a los orcos, pero nos mandaron respetar sus vidas y esto haremos. Dejadle en paz al mal bicho.

Los auxiliares se giran hacia ti y dejan por el momento lo que están haciendo. Delante de ellos se pone uno. Es alguien que ya conoces.

El conflictivo Lancero Negro te mira provocador. Como no podía ser de otra forma es quién está a la cabeza de esta acción .-Arborius. Yo y los chicos queremos vengar la muerte de los nuestros en la última batalla. Si os quedáis callados y os marchas de aquí todos estaremos contentos-.

- Pero, Basalthof, ¿Y las órdenes del rey? Nos dijo que le trajéramos vivos a estos seres, incluso aunque son unos asesinos. Déjalos estar. Ahora mismo. Ya los castigará el rey mismo.