Partida Rol por web

La orden de Audax le llegó lejana, pues por unos instantes había olvidado de quién se alimentaba y por qué. Cuando su mente regresó a la mazmorra y sus sentidos volvieron a pertenecerle, maldijo para sí y retrajo los colmillos.

Había esperado que él también bebiera de ella, pero se había equivocado. Ahora tendría que probar su Vitae dos noches más hasta quedar sometida por completo a él y su voluntad. Pero al menos, si el Tremere cumplía su palabra, Thomas y ella podrían salvar la vida. No tenía otro consuelo al que aferrarse.

Lo miró, relamiéndose la sangre que teñía sus labios, y se forzó a sonreírle.

La tremere parece una dama razonable, pensó Lope. Todo lo razonable que puede ser un tremere, apostilló.

- Mi nombre es Lope Garcés, me apodan el Peregrino. Soy un Lasombra, nacido en castilla, y me junté con la cuadrilla a la que perseguís en Venecia... Sin que nadie me informara sobre la Cacería de Sangre de la que hablas, ¿tenéis pruebas de la afirmación que hacéis? Y, si es así, ¿por qué no están ya muertos?

Francesco hendió la espada en el pecho de la criatura que había sido Hákon y al hacerlo el suelo se desgajó bajo los pies del Gangrel, revelando un vacío insondable. Resabaló y trató de trepar clavando las garras por las rocas quebradas, hasta que éstas también se hicieron polvo. Cayó por el abismo, dejando tras de sí un alarido bestial cuyo eco se diluyó poco a poco.

La mente de Francesco saltó hasta volver a su cuerpo. Vio a los dos acólitos junto a él, que seguía tumbando con la estaca en el corazón.

-Ya está -dijo uno de ellos.

El otro escutró a Francesco.

-Sí. Sólo un alma habita ya este cuerpo.

-¿Pero cuál? -preguntó el primero.

Entonces una mujer entró en la habitación.

-Sí ¿Cuál? -dijo la gauta. Tenía el gesto serio-. Averiguémoslo por las malas. Quitadle ese palo del pecho.

No sin cierta cautela, uno de los Tremere se acercó y retiró la estaca.

El niño Tremere jadeo un par de veces tratando de recobrar su porte. Contemplo las zonas desnudas del cuerpo de la Toreador y se forzó a salir de la celda.

-Te veré mañana -dijo mientras empujaba la puerta para cerrarla.

Rosalía percibió algo distinto en él. Quizás lo hubiera juzgado mal. Parecía un Vástago poderoso y, en cierta forma, atractivo.

-He oído hablar de vos. Estuve en España no hace mucho -le confesó-.  Ahora colaboráis con los Capadocios. ¿Noe es así? La Caza se limitaba a Roma y la Toreador huyó y con lo que pasó con el Príncipe romano hace unas noches... no hay mucha prueba que pueda ofrecer. Vos debistéis encontraros con ella y los demás muy poco después si fue en Venecia. ¿Sabéis adonde se dirigen?

La idea de salir tras él cruzó sus pensamientos. Había cambiado, ya no era el aprendiz con ínfulas que le pareció en Viena: ahora daba órdenes, quizá incluso dirigiera la capilla; si él le permitía salir, tal vez los otros magus no podrían oponerse.

Pero recordó que, para él, ella era solo una prisionera. Si tenía la oportunidad de solicitarle algún favor, debía saber usarla. Sin embargo, todavía quedaba algo por hacer.

-Audax -lo llamó con voz dulce, casi tímida-. Las astillas... -dijo alzando la falda del vestido hasta el muslo, donde quizá se encontrara la que la amenazaba.

Se detuvo ante la voz de Rosalía y la miró de soslayo, como quien mira algo prohibido de ver.

-Aún tenemos tiempo -dijo-. Me ocuparé de la de Daister.

Entonces se marchó.

Miró a los ojos de la hechicera, e hizo otra pausa. Nunca estaba de más parecer reflexivo, aun cuando Lope ya sabía qué pretendía hacer.

- Según he entendido, van hacia el este, a encontrarse con otro compañero de su cuadrilla. 

Tono colaborativo, amigable. Pausa.

- Pero señora Keller... Seguimos aquí. En esta triste mazmorra, con mis heridas sin sanar y mis ropas rotas. No le digo que me lleve a su alcoba, pero no hay necesidad de mantenerme en esta indecente incomodidad.

Tono serio, cierta indignación. Pausa.

- Hágase un favor, mejore las condiciones en las que transcurre esta conversación, y dígame qué quiere.

Tono amigable pero con matices, era una amenaza a la par que una oferta de colaboración.

Había salido victorioso. Su alma era suya y Hákon había desaparecido de una vez y para siempre. Con una sonrisa triunfal observó su triunfo desde el borde de aquella grieta, sólo para sentir cómo su mente una vez más tomaba el control sobre aquel cuerpo que ahora le pertenecía. Sin ninguna duda ya. 

Al ser consciente de nuevo de la situación, se recordó que el peligro distaba mucho de estar lejos. Por fortuna, estar estacado le permitió contener la sorpresa de ver ahí a Astrid, cuya traición resultaba de pronto evidente. El dolor que aquello le provocó pudo haber sido mucho mayor, pero la revelación que había alcanzado hace sólo una noche suavizó sobremanera aquel efecto. Lo bastante como para poder hacerse cargo de la situación a sabiendas de que mucho se jugaba. 

Una vez la estaca salió de su pecho, se sacudió y se sentó a un lado de la mesa donde le habían confinado. Se observó la palma y el dorso de las manos y movió los dedos varias veces, recuperando el control. Luego se puso en pie.

-No ha sido fácil, pero por fin estoy de vuelta. 

Cuando Sonja Keller le quitó la estaca sintió un alivio indescriptible, era como si le hubiesen quitado el peso de la muerte de encima. Pese a la poca luz, pudo ver poco a poco los ojos profundos de aquella desconocida, sus rasgos angulosos configuraban un rostro severo y bien parecido. Se llevó una mano al pecho y se incorporó en lugar en el que había estado tendido.

-¿Supongo que no vendrás a sacarme de aquí, verdad? - Dijo Aza con voz rasgada.

Instintivamente buscó la forma de salir de allí, atento a cualquier detalle que pudiera significar una ventaja para su huida.

Pasó algo más de una hora hasta que Audax regresó. Se situó frente a la jaula y la miró hasta que se obligó a hablar.

-Dices que el Ventrue no te dijo dónde está el Clavo. Dime al menos adonde os dirigíais cuando os capturamos. Te diría al menos eso.

Lo miró dubitativa. ¿Había hablado Thomas? ¿Qué había dicho? Podía ser que la versión que hubiera dado sobre el clavo contradijera la suya. Podía ser que con aquella pregunta Audax estuviera poniéndola a prueba.

-Oriente -respondió-. Desde que salimos de Londres su vista está puesta en el este, pero no sé a qué lugar exacto pretende llegar. Te dije que no confía en mí, Audax, no sé más.

La Tremere dudó un instante. Realmente no estaban preparados para econcontrarse con alguien como Lope.

-Entendedlo, Señor. No podemos arriesgarnos a dejar que cualquiera deambule por nuestra Capilla. No me malinterpretéis, no quiero decir que seais cualquiera, vuestra reputación os precede. Pero no podemos obviar que habéis sido encontrado en compañía de criminales, fuera de donde se supone que deberíais estar y sin un propósito claro. No puedo dejaros salir sin estar segura de por qué viajabais con ellos y qué os han contado. ¿Comprendéis?

Los acólitos Tremere retrocedieron un dos pasos.

Astrid se mantuvo firme, pero su expresión revelaba cierto nerviosismo enmascarado.

-¿Hákon? -preguntó.

Aza observó el entorno. Su celda estaba formada por tres muros de piedra y un enrejado frente a él. Había despertado tendido en una mesa de madera con patas de hierro ancladas al suelo. En techo había un vano tapado con plancha de metal.

-Me temo que no -respondió ella-. Estoy aquí para hacerte unas preguntas y decidir qué hacer contigo en función de tus respuestas. Empecemos. ¿Hacia dónde os dirigíais?

Él la contemplo, sopesando sus gestos, además de sus palabras.

-Entonces es Daister él único que lo sabe -afirmó-. Todo pasa por él y no está cooperando. La opción que propones no parece ya tan descabellada. ¿Pero cómo puedo estar seguro de que serás capaz de quitarle el Clavo cuando lo tenga? Es demasiado riesgo. Tendrás que conseguir que te hable de sus destino antes, para que estemos preparados. Seguro que sabes cómo hacerlo.

-Tal vez ni siquiera él lo sepa... -murmuró, aunque lo suficientemente alto para que Audax pudiera oírla-. Puede que Mithras no le haya dado aún toda la información. El Dios Vampiro quiere las reliquias para sí, no se fía de nadie.

Una vez salieran de allí, podía ir dándole a Audax migajas de información, algunas de ellas falsas, para no desvelar su engaño. Pero ¿sería capaz de mentire una vez la hubiera vinculado por completo?

-Trataré de conseguir esa información para ti, Audax. Pero sabes lo que puede costarme. Me obligas a hacer lo necesario para que Daister confíe en mí.

El Tremere se acercó un poco más a lo barrotes. Pareció reprimir un gesto cuando ella dijo su última frase.

-Sé que lo detestas. La cuestión es que él no parece saberlo. Te será fácil acercarte a él. Bastará con un poco. Tranquila, para entonces mi Vitae te habrá colmado. No sentirás nada más que mi presencia -le dijo con ojos voraces-. La astilla. No podemos arriesgarnos, ¿verdad?

Repitió el procedimiento para abrir la verja y se quedó frente a ella.

-¿Puedes sentirla?